Sinopsis: Durante una
misión tripulada a Marte, el astronauta Mark Watney es dado por muerto tras una
feroz tormenta y es abandonado por su tripulación. Pero Watney ha sobrevivido y
se encuentra atrapado y solo en el planeta hostil. Con suministros escasos,
deberá recurrir a su ingenio y a su instinto de supervivencia para encontrar la
manera de comunicar a la Tierra que sigue vivo.
La última vez que viajamos al espacio de la mano de Scott
fue hace unos pocos años con “Prometheus”, y lo cierto es que la travesía no
fue todo lo satisfactoria que cabría esperar. Y es que tomar la franquicia
alien por la tangente con una pseudo precuela trajo más disgustos que alegrías.
Si bien no soy partidario de echar pestes a mansalva sobre
ella, no se pueden negar tampoco sus errores y graves deficiencias a nivel de
guión, amén de que a menudo he considerado las precuelas como un medio más bien
gratuito de matar la magia del cine y
quitarle la gracia a ciertas sagas.
¿O es que acaso “necesitábamos” conocer los orígenes del xenoformo o del space
jockey? Claro que no, pero tampoco nadie nos preguntó.
Y es que a veces, el misterio resulta mucho más interesante
y gratificante que las respuestas. Y avivar la curiosidad en vez de aplacarla
puede resultar mucho más placentero para el espectador. Más cuando dichas
explicaciones vienen acompañadas, como en aquél caso, de un pretencioso
discursito metafísico/existencialista que nada casaba con las películas
protagonizadas por la Teniente Ripley.
Pero alienígenas aparte, lo cierto es que esta vez Scott se
acerca al género de la ciencia-ficción desde su vertiente menos fantasiosa. O
dicho de otro modo, bajo unos preceptos que entrarían dentro de lo plausible,
trasladándonos hasta Marte para asistir al periplo (rigurosamente científico, o
al menos eso aparenta) de un astronauta varado en el yermo y desértico planeta
rojo.
Aquí no hay discursitos de ninguna clase. Ni metafísicos, ni
existenciales ni filosóficos ni nada que se les asemeje. Lo que sí hay es una
generosa cantidad de optimismo y buen rollo. Porque pese a lo desafortunada y
en ocasiones crítica que pueda resultar la situación a la que se enfrenta
nuestro protagonista, a lo largo de su odisea en Marte siempre hay lugar para
la esperanza. Y, por qué no, también para el humor, porque quizás esa sea la mejor
forma de combatir la desesperación. Y no es para menos dadas las circunstancias.
Pero ante todo, el mayor aliado con el que cuenta Mark
Watney (Matt Damon), nuestro náufrago espacial, es su ingenio. Y es que este
astronauta, doctorado en Biología y Conservación Vegetal, está hecho todo un
cerebrito, y aunque las adversidades no son pocas, lo cierto es que se las
apaña bastante bien procurando sobrevivir en un lugar tan hostil y alejado (a
años luz, nada menos) de cualquier atisbo de vida (humana o de cualquier otra
índole). Entre otras cosas, veremos cómo es capaz de procurarse comida haciendo
acopio de sus bastos conocimientos en botánica.
Cual Robinson Crusoe en Marte (como aquél que nos mostraba
Byron Haskin en la sesentera y libérrima versión de la novela de Dafoe), Watney
afronta el reto de mantenerse no solo bien alimentado sino también cuerdo en
una situación decididamente desesperante para cualquiera, incluso para un
astronauta tan ducho como él. Porque en realidad nadie está preparado para algo
así.
De todos modos, a Scott no le interesa en demasía
profundizar en la psique del personaje, ni en lo dramático de su situación (que
lo es). Ni tampoco se deja llevar en exceso por el sentimentalismo (nada más
que lo necesario, y hacia el tramo final que es cuando se le exige una mayor
carga emocional).
Todo eso está de más aquí. Esto es una aventura y, como tal,
está repleta de acción, conflictos y batallas, aunque los enemigos a combatir
no sean otros que el hambre, la soledad, el desaliento o -sobre todo- el
tiempo; o que el escenario se reduzca a menudo a los 92 m2 que ocupa el Hab (el
hábitat artificial instalado en Marte para la temporal estancia de la tripulación
del Ares III).
En ese sentido, quizás uno de los factores clave y más
jugosos que ofrece el emplazamiento en el que se desarrolla tan, al fin y al
cabo, sencilla premisa, sea el citado tiempo.
Porque la distancia que separa a Watney de la salvación se mide en años
luz, y cualquier intento por comunicarse con la Tierra y, por ende, de recibir
ayuda, depende de largos periodos de tiempo que juegan en su contra. Cualquier
intento de rescate debe afrontarse bajo la perspectiva de asumir la inevitable
presencia de tan desalentador (y puñetero) adversario. Y eso es algo que da
mucho juego. Y si no que se lo digan a Nolan y su “Interstellar”.
Amén de lo citado, la trama discurre siempre bajo un
envidiable sentido del ritmo, haciendo que las dos horas y poco se pasen
prácticamente sin darse uno cuenta. Y sin mayores pretensiones que las de
ofrecer un sólido entretenimiento bajo los ya conocidos códigos del survival y
el cine de aventuras. Con un apartado técnico absolutamente impecable (algo
habitual en Scott) y un reparto estupendo del primero al último (casi todos
ellos encarnando a bellísimas personas, eso sí). Aunque por supuesto, es Damon
quién carga sobre sus hombros, y de manera formidable, la mayor parte del peso
de la historia.
“The Martian” nos trae, en definitiva, la mejor cara de un
director que tiende a los altibajos y que en los últimos años se nos antojaba
algo bajo de forma. Pero aquí Scott vuelve a demostrar que sigue siendo un director
muy competente, no sólo en lo técnico. Y si como en este caso tenía a favor un
guión bien apañado (escrito por Drew Goddard basándose en la novela homónima),
pocas cosas podían salirle mal.
Lo entretenida que se hace.
Que Scott no nos deleite con más regularidad.
Valoración personal:
2 comentarios:
Buen día.
Un comentario respecto a la distancia que comentás en tu crítica, es que no está a años luz, si no a minutos luz, en el peor de los casos unos 14 minutos luz. Si fueran años luz, la comunicación entre Marte y la Tierra llevarían mas de dos años en ir y volver, y no los 30 minutos aproximadamente que hablan en el film.
MUy buena tu crítica de una película que me pareció muy buena.
Hasta luego.
Por fín la he visto, y estoy muy de acuerdo. Veo que no soy el único que consideraba a Scott un director irregular. Marte, demuestra que cuando quiere, puede.
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