lunes, 10 de marzo de 2014

“300: El origen de un imperio” (2014) - Noam Murro


Tras debutar con el formidable remake de “Amanecer de los muertos”, el cineasta Zack Snyder se puso manos a la obra con “300”, adaptación de la conocida novela gráfica de Frank Miller. Precedida de una fuerte campaña publicitaria y unos trailers arrolladores, ésta llegó a los cines en 2007 para convertirse en pocas semanas en la segunda película más taquillera del año por detrás de “Piratas del Caribe: En el fin del mundo”. Aunque la crítica más sesuda se cebó con ella, lo cierto es que los espectadores (servidor incluido) se mostraron encantados de contemplar el brioso, sangriento y ampuloso espectáculo que Snyder ofrecía a golpe de cromas.

Como es habitual en la industria hollywoodiense, semejante éxito no podía quedarse sin su pertinente secuela, de la cual se estuvo hablando durante largo tiempo. Por aquél entonces, los productores tomaron la decisión de esperar a que Miller hiciera lo propio con su novela gráfica, es decir, que escribiera una continuación de su puño y letra para luego ésta ser llevada a la gran pantalla. Y así es como ha sucedido, aunque esto les haya llevado más tiempo del que seguramente tuvieran previsto, pues “300 – El origen de un imperio” llega a nuestras carteleras ocho años después del filme original. Y lo hace con el desconocido Noam Murro en la silla de director en sustitución de Snyder, ahora productor.

Aunque se llegó a rumorear la idea de realizar una precuela, parece que la negativa de Gerard Butler a encarnar de nuevo a Leónidas obligó a concebir esta segunda entrega como una continuación directa de aquella sin la presencia del rey espartano. Y si bien esto es así, lo cierto es que la cinta contiene un poquito de precuela y secuela a la vez, e incluso parte de la acción transcurre simultáneamente en el tiempo a los hechos mostrados en su antecesora.

Para situarnos en el contexto, el director nos propone un -algo largo- prólogo (voz en off mediante) en el que nos presenta rápidamente al nuevo protagonista, el general griego Temístocles, al tiempo que nos relata los orígenes del temible Xerxes, un mortal devenido en dios rey. A partir de ahí, la película desarrolla los intentos de Temístocles de unificar toda Grecia para combatir al poderoso y numeroso ejército persa, y su lucha constante contra la armada de dicho enemigo, lo que obviamente propiciará los violentos e impactantes enfrentamientos que el público desea presenciar.

Si bien ya no tenemos a Snyder tras la cámara, lo cierto es que su sello sigue presente. Murro, que en su currículum contaba hasta el momento con tan sólo una comedia dramática a sus espaldas, se ha limitado a plagiar el estilo de su mecenas, que a fin de cuentas es lo que se le exigía. Y eso se traduce, además de fidelidad en la particular estética comiquera de su predecesora, en un constante uso (o abuso, según se mire) de cámara lenta y en una fijación absolutamente desmesurada por la violencia exhibida y la generosa hemoglobina (digital) resultante de ella.

En este sentido, es totalmente continuista y fiel al producto original, tanto en el aspecto visual como en todo lo demás. Sus pretensiones van ligadas al tipo de espectáculo que pretende ofrecer, por lo que al guión tampoco se le puede pedir mucho más. Y es que cuando uno va a ver un blockbuster de este tipo no busca, ni mucho menos, alimento para sus neuronas; tan sólo mero entretenimiento con el que satisfacer al crío juguetón e impresionable que todos llevamos dentro.

Acudir a una sala de cine a disfrutar de un blockbuster es lo más parecido a irse a un McDonald’s a saciar el hambre. Lo malo es que en esta ocasión la hamburguesa sabe a plástico y encima te deja con hambre…


En su momento, “300” poseía un look pocas veces visto, y deudor de otra adaptación cinematográfica de Miller, “Sin City”, aunque alguno que otro antes que Rodríguez y Snyder ya había osado rodar algo parecido (¿alguien se acuerda de la fallida “Sky Captain y el mundo del mañana”?). Por entonces, aquello era algo novedoso y muy atractivo, y eso, unido al culto al cómic y a la fuerza visual del director, hacía de la primera entrega un espectáculo único en su especie. Luego vendrían Speed Racer, The Spirit, Watchmen… E incluso la pequeña pantalla se vería contagiada por el “virus del croma” con series como “Spartacus: sangre y arena”. Pero más allá de lo visual, la clave de todo residía en que la película molaba porque los espartanos molaban; porque Leónidas molaba (un huevo y parte del otro). Pero aún con toda su espectacularidad (y no es poca), esta secuela no ha conseguido otra cosa que dejarme frío.

He sido testigo impasible de su sanguinaria violencia y sus cuasi pornográficas explosiones de testosterona sin atisbo alguno de emoción o empatía hacia lo que transcurría ante mis ojos. Quizás se deba, en parte, a lo artificial de su mencionada estética;  a lo esquemático y repetitivo de su “trama” (por llamarla de alguna forma) o al agotador “non-stop” de acción desenfrenada (no hubiese estado de más dejar que el espectador se tomara un respiro algo más prolongado entre batallita y batallita). Pero tales pormenores podrían atribuírsele perfectamente a su predecesora, y sin embargo aquella sí resultaba un producto sumamente disfrutable. Entonces, ¿cuál es el problema? Que la sombra de Leónidas es muy alargada, y que pese a su poderío visual, su estruendoso dolby-surround y portentosa banda sonora, y sus sangrientas batallas, esta continuación palidece ante las comparaciones.

Porque aunque Gerard Butler no haya hecho prácticamente nada destacable tras la cinta que lo catapultó a la fama, es innegable que posee carisma, y en la piel de Leónidas éste desbordaba la pantalla, lo que contribuía a hacer del rey espartano un personaje admirado y querido. Su relevo aquí, el también australiano Sullivan Stapleton, no le llega ni a la suela de los zapatos. En parte, porque el personaje, aunque es un gran estratega militar (como se demuestra en las distintas batallas navales entre atenienses y persas), carece del ímpetu guerrero de los espartanos y de la arrolladora presencia de su líder. Pero sobre todo, porque Sullivan es un sosainas.

La ausencia de un protagonista digno de mención se compensa, no obstante, con la fuerte presencia de una villana de excepción: Eva Green, que encarna a la vengativa Artemisia, comandante de la armada persa. Pese a lo funesto de sus líneas de diálogo (algo común al conjunto del guión), la actriz compone una antagonista de peso (despiadada, inteligente, manipuladora, sexy…), y que contra todo pronóstico cobra un protagonismo muy por encima del esperado por un Xerxes casi ausente que ni pincha ni corta en la historia.


Artemisia es el motor de la película, y la que con sus apariciones logra despertar el interés de un espectador (servidor), totalmente absorto del vacío espectáculo que se le ofrece. Porque aunque entretiene (eso no se le puede negar), “300 – El origen de un imperio” no deja ningún poso; no invita a entrar en su historia sino a contemplarla desde fuera, como si se tratara de un videojuego al que otro juega mientras nosotros le observamos.

La sensación es muy parecida a la que transmitía “Sucker Punch”, que ni con toda su parafernalia y espectacularidad lograba arrastrar al espectador dentro del virtuoso torbellino de imágenes que se desencadenaban. Aquí ocurre exactamente lo mismo.

Me considero defensor a ultranza del film de Snyder aun admitiendo sus innegables carencias. Incluso eché el rato con esa burda copia que era “Immortals”. Sin embargo, no logro mostrarme igual de indulgente con la película de Murro. Y eso pese que el cambio de aires con respecto al campo de batalla (de la arena al mar) le sienta de maravilla (las batallas navales son todo un espectáculo). También los enfrentamientos, aunque exagerados (litros y litros de sangre por doquier aún con el mínimo cortecito en la piel, y saltos imposibles dignos del mejor espectáculo circense), están muy bien coreografiados; el exceso de CGI es el que se presume en un film de estas características; y hay imágenes realmente impresionantes en un sentido estrictamente visual. Pero no, no es lo mismo…


Y aun así, creo que la inmensa mayoría de fans del original la disfrutarán y le proporcionarán la taquilla suficiente para dar luz verde a la evidente tercera entrega que el desenlace de ésta nos sugiere. A los que no hemos caído rendidos a sus pies (¿una minoría?), no nos queda otra que deleitarnos con un revisionado de la “300” original.


Valoración personal: