domingo, 28 de junio de 2015

“Maggie” (2015) - Henry Hobson



Sinopsis oficial: Una chica de 16 años de un pueblo de América es infectada por un zombi. La joven tardará 6 meses en convertirse en zombi, y la transformación afectará la situación en su familia, en concreto a su padre, que continúa manteniendo su amor incondicional por su hija.
 
Tras retirarse oficialmente de la política en 2011, habiendo ejercido como gobernador del estado de California durante casi diez años, Arnold Schwarzenegger ha retomado su carrera cinematográfica con, digamos, más pena que gloria. Y es que no es fácil recuperar el estatus de “gran estrella del cine de acción” siendo ya un sexagenario, y menos cuando el género en sí mismo tampoco es lo que era en los 80 o 90. Si a eso le sumamos que son las películas de superhéroes y otros géneros fantásticos las que arrasan en taquilla y enloquecen al gran público, uno le tiene difícil para hacerse un hueco, por muy popular y taquillero que haya sido en el pasado.

Hasta ahora, y al igual que su amigo Stallone, Chuache ha tenido que tirar básicamente de nostalgia para atraer de nuevo al público a las salas. Sus cameos en la saga Expendables y proyectos como “The Last Stand” o “Escape Plan” juegan a ganarse el favor de esos nostálgicos que, como un servidor, hemos crecido devorando palomitas con sus películas. Pero como he dicho, los tiempos han cambiado, y por mucho que el amigo Arnold tire de icónicos personajes como Terminator o Conan a base secuelas tardías que no vienen al caso, va a ser complicado que el austríaco viva una segunda edad de oro. Lo que no podremos negarle es el mérito de haberlo intentado.

Y ya puestos a intentarlo, ¿por qué no probar con algo distinto? Imagino que el propio Schwarzenegger se haría esa preguntaría al aceptar participar en una pequeña película como “Maggie”.

Si repasamos su filmografía, plagada de cintas de acción y sucedáneos varios, “Maggie” se erige toda una rara avis. Anclada dentro de la temática zombie, género ya de por sí una novedad en el currículum de Arnie, la película nos muestra al actor como un sufrido padre de familia que tiene afrontar los últimos días de vida de su enferma hija Maggie (Abigail Breslin), afectada ésta por un extraño virus que convierte a la población en algo así como no-muertos.

Sin que aún se haya encontrado una vacuna que cure o siquiera evite su contagio, los hospitales optan por ingresar a los afectados por la enfermedad  y mantenerlos en cuarentena hasta que su estado ya es avanzado, momento en el que proceden a suministrarles una inyección letal. No obstante, a los pacientes con síntomas todavía leves se les permite pasar sus últimos días de vida junto a sus familiares antes de la transformación definitiva. 


Wade, dispuesto a aprovechar cada minuto que le queda de vida a Maggie, decide llevarla a casa, dónde intentarán hacer vida normal hasta que llegue el momento de decirse adiós. Días que no serán nada fáciles para ninguno de los dos. Mientras ella pasa los días y las noches temiendo transformarse en cualquier momento y herir a sus seres queridos sin siquiera ser consciente de sus actos, él, desolado por la situación, se niega a aceptar la realidad y se atormenta con la idea de tener que poner fin a la vida de su hija.   

Somos testigos así del amor incondicional de un padre hacia su hija, y de la impotencia de éste ante la terrible situación que se les ha echado encima. Y lo cierto es que Schwarzenegger está bastante correcto en el papel, dadas sus limitaciones actorales. Es evidente que alguien con mayor dominio de las emociones habría ofrecido una actuación más destacable, pero al menos el actor logra una comedida profundidad  más que convincente.

En realidad, el problema de “Maggie” no reside en las interpretaciones, más que aceptables, sino en la fatigosa dirección del debutante Henry Hobson. Eso, y que la cinta, pese a tener un enfoque más que interesante dentro del subgénero zombi (centrándose en el drama familiar más que en el aspecto más terrorífico y truculento de la historia), tiene en realidad muy poco que contar, por lo que hubiera funcionado mejor como cortometraje que no como largo. Amén de los escasos alicientes de la trama, subsanados en ocasiones por momentos de aplaudible lucidez (la escena en la que aparece el “síntoma del olfato”, por ejemplo, o los funestos minutos finales), las reminiscencias “malickianas” de Hobson y su gusto frustrante por los planos contemplativos hacen muy pesado su visionado

La película se torna demasiada aburrida e insuficientemente emotiva como para seguirla con interés. Y es una lástima, porque se agradece, y mucho, que de vez en cuando nuestro querido Chuache se aleje de la rutina y se arriesgue con una producción distinta a lo habitual. 

De hecho, todavía lamento más que uno de los proyectos  que iban a suponer su regreso a la gran pantalla no llegara al final a concretarse. El proyecto en cuestión, con guión de Randall Wallace (Braveheart) y emplazado en los últimos días de la IIGM, se titulaba "With Wings as Eagles", y versaba sobre un viejo soldado alemán que recibe la orden al final de la guerra de matar a un grupo de críos. Sin embargo, éste se niega e inicia una odisea para ponerlos a salvo poniendo en riesgo su vida. 

Para más inri, la historia estaba basada en hechos reales, con lo que hubiera sido en regreso de lo más refrescante.  Quién sabe, quizás algún día el guión se materialice, con o sin Schwarzenegger.



Su paternal enfoque al subgénero zombie; un Schwarzenegger alejado del rol de action-man al que estamos acostumbrados a verle.


 

Que incite constantemente al bostezo; lo inexplicable que resulta que el guión estuviera en la Black List.  




Valoración personal: 

sábado, 13 de junio de 2015

"Jurassic World" (2015) - Colin Trevorrow


Sinopsis oficial: Veintidós años después de lo ocurrido en Jurassic Park, la isla Nublar ha sido transformada en un parque temático, Jurassic Wold, con versiones «domesticadas» de algunos de los dinosaurios más conocidos. Cuando todo parece ir a la perfección y ser el negocio del siglo, un nuevo dinosaurio de especie todavía desconocida y que es mucho más inteligente de lo que se pensaba, comienza a causar estragos entre los habitantes del Parque.


“Parque Jurásico”, la película original del antaño Rey Midas de Hollywood, se ha convertido, por derecho propio, en todo un hito del cine de entretenimiento. Un espectáculo de primera clase que arrasó en las taquillas de todo el mundo y que supuso en su momento toda una revolución en el campo (por entonces en pañales) de los efectos especiales generados por ordenador.

La recreación en pantalla de aquellos dinosaurios que parecían estar vivitos y coleando delante de nuestras narices maravillló al público y dejó con la boca abierta a toda una generación de críos que aún hoy día recordamos con cariño y nostalgia esa increíble y emocionante experiencia. Fue tal el impacto que tuvo (y retuvo) la película, que terminamos asistiendo una auténtica invasión de “dinomanía”. Fue en aquél momento en el que descubrimos que a todos ¡nos encantaban los dinosaurios! Por supuesto, el enorme y diverso despliegue en merchandising que acompañó a la película tuvo también mucho que ver en ello.

Junto a Terminator 2 (estrenada un año antes), Jurassic Park sentó todo un precedente sobre cómo se desarrollarían los blockbusters venideros, tanto en materia de efectos como de negocio.

Por supuesto, ni Spielberg ni el estudio desaprovecharían la oportunidad de sacarle provecho a su exitosa adaptación (recordemos que se basaba “libremente” en una novela de Michael Crichton), y tres años después lanzarían la primera secuela: “El mundo perdido: Jurassic Park”. Aunque inferior a su predecesora, esta continuación también obtendría una sustanciosa recaudación. Y como el nombre de Jurassic Park vendía entradas sí o sí, se intentó una tercera vez, haciendo evidente la decadencia de la saga con la mediocre “Jurassic Park III”, estrenada en 2001.

Desde entonces han sido varios los intentos fallidos de llevar a cabo una cuarta entrega, con escrituras y reescrituras de guiones que parecía que nunca iban a llegar a buen puerto.  Hasta que hace unos años se anunció que Jurassic Park IV al fin llegaría a los cines y sería el inicio de una nueva trilogía. Lo que nos lleva hasta el día de hoy, con la presente “Jurassic World” copando las pantallas de medio mundo.


Llevando sobre sus espaldas semejante responsabilidad tenemos a Colin Trevorrow, quién sorprendió a propios y a extraños con su debut “Safety Not Guaranteed”, una pequeña perla indie enmarcada en el género de la ciencia-ficción y, más concretamente, en la siempre golosa temática de los viajes en el tiempo.

Decir que al amigo Colin no le ha temblado el pulso a la hora de pasar de una modesta película independiente a un proyecto de gran presupuesto, afrontando con mucha profesionalidad el reto de hacerse cargo de una secuela que acarrea, tanto para bien como para mal, con el peso del recuerdo de sus predecesoras.


 El director ha sabido manejar con soltura no sólo la acción, rodada de forma impecable, sino también el combinar sabiamente los momentos emotivos con los destellos humorísticos que copan el metraje. Y es que “Jurassic World” no sólo es una película muy entretenida, sino también divertida. Y eso sin quitarle un ápice del horror que supone ver convertido un parque temático destinado al goce en familia en una auténtica trampa mortal para los visitantes, con  letales depredadores del jurásico montándose un festín a base de tierna y jugosa carne humana. En ese aspecto, cabe destacar la palpable crueldad  de algunas secuencias, rodadas, eso sí, con estilo y sin necesidad de llegar al gore explícito. Al fin y al cabo, esto es una película para toda la familia, y en estos casos la contención prevalece.

Dado que la acción transcurre en la Isla Nublar original, con el proyecto del Parque Jurásico hecho realidad (sólo que con un nuevo nombre y muchas mejoras tecnológicas), las referencias a la primera película no sólo son inevitables sino continuas. La cosa va más allá del simple guiño (a veces directo, a veces más sutil), convirtiéndose en una secuela autoreferencial que por momentos nos recuerda a los mejores momentos de la cinta de Spielberg. Sin ir más lejos, tenemos una escena con un ¿apatosaurus? gravemente herido que se asemeja al encuentro con el triceratops enfermo de la primera entrega, y que para tales efectos cuenta también con un dinosaurio animatrónico (¡bien!). Además de homenaje, la secuencia en cuestión sirve como punto de inflexión en el desarrollo del personaje de Bryce Dallas Howard, la directora de operaciones del parque. Howard interpreta a Claire, una mujer que vive por y para su trabajo; más preocupada en contabilizar la rentabilidad del parque que en el bienestar de los dinosaurios o en el disfrute de los propios visitantes, a los que solamente ve como meras cifras. Por supuesto, esto irá cambiando en el transcurso de la cinta, y precisamente en esta escena es dónde empezará a desvelarnos su lado más humano.

Aunque aquí quién lleva la voz cantante es Owen, un exmilitar experto en comportamiento animal a quién da vida Chris Pratt. Owen, un tipo duro que parece salido de las viñetas de “Xenozoic Tales” de Schultz, lleva años entrenando a un grupo de agresivos velociraptores a los que ha conseguido, digamos, domesticar, estableciendo con ellos una relación tipo alfa, ganándose su confianza y respeto. Esto supondrá un elemento crucial de cara a afrontar la amenaza que se les viene encima cuando un despiadado y sumamente inteligente “superdinosaurio” logre escapar de su cautiverio y campe a sus anchas por el parque aniquilando a todo ser vivo -humano o dinosaurio- que se cruce en su camino. Como afirma en un momento dado el personaje de Owen, este monstruo apodado Indominus Rex “Mata por placer”.


 Al final comprobaremos que la única forma de acabar con semejante bicho malo es haciendo honor a aquello de “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”.

Claro que el Indominus no es el único malo de la película. A lo largo de la saga, ese rol a menudo se lo han repartido un dinosaurio y un humano. El típico personaje despreciable (¿os acordáis del orondo programador Dennis Nedry?) que representa  lo peor de nuestra especie; personaje que en esta ocasión recae en Vincent D’Onofrio (de actualidad por su papel de Wilson Fisk –villano, of course- en la serie “Daredevil).

Al trío protagonista se les suma la pareja de críos en peligro (otro clásico de la saga), a los que su tía Claire y Owen tendrán que rescatar, al tiempo que intentarán arreglar el desastre imperante (tiempo en el que seremos testigos también de la tensión sexual no resuelta entre ambos). A destacar también entre el elenco de secundarios a Lowery, el ingeniero técnico que colecciona figuritas de dinosaurios, y que pone el puntito friki (y las gotitas de humor) a la película.

Unas buenas dosis de rugidos, destrucción, carreras para salvar el pellejo y toneladas de nostalgia hacen de esta entrega la mejor secuela de “Jurassic Park” rodada hasta la fecha. Una entrega que, por su estructura, funciona a modo de reboot encubierto, lo que en cierto modo le resta originalidad. Una carencia que queda a todas luces compensada por su indiscutible efectividad como entretenimiento.

Una muy digna y respetuosa secuela que nos hace reencontrarnos con el niño que llevamos dentro. Cierto es que a estas alturas sus efectos digitales no nos van a sorprender, y que dudosamente provoque una nueva fiebre de dinomanía, pero desde luego sí resulta meritorio emocionarnos y a hacernos vibrar nuevamente en la butaca de una sala de cine escuchando la poderosa y pegadiza sintonía de John Williams.

El carisma de Chris Pratt y lo guapísima que está Bryce Dallas Howard. El humor y las constantes referencias al film original.


Que la clásica sintonía de Williams ensombrezca el notable trabajo de Michael Giacchino en la banda sonora. Que no posea la grandeza de la película original.


Valoración personal: