jueves, 27 de octubre de 2011

“Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” (2011) - Steven Spielberg

Critica Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio 2011 Steven Spielberg
Traducidas a más de 70 idiomas, Las aventuras de Tintín escritas e ilustradas por el belga Georges Remi (bajo el seudónimo de Hergé) son todo un referente de la historieta del siglo XX. Su protagonista, un intrépido reportero de curioso tupé llamado Tintín, ha vivido emocionantes aventuras por todo el mundo a lo largo de 24 álbumes, de los cuales se han vendido más de 250 millones de copias. No es extraño, pues, que dada su popularidad, el personaje hiciera el salto de las viñetas al celuloide; primero con una poco conocida cinta animada en stop-motion, luego en una producción franco-belga (que llegó a tener secuela) con actores de carne y hueso encarnando a los famosos personajes de Hergé, y finalmente con películas y series animadas para el mercado doméstico. Probablemente estas últimas adaptaciones sean las que más aceptación han tenido entre los tintinófilos, si bien parecía que a Tintín le hacía falta aún una gran superproducción en cartelera que lograra llegar no sólo al adepto sino también al espectador ajeno a la obra del artista belga. Y ese momento por fin ha llegado con “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio“.

El curioso e insaciable joven periodista Tintín (Jamie Bell) y su leal perro Milú descubren, por casualidad, un centenario misterio escondido en la maqueta de un barco bautizado como “El Unicornio”. Intrigado por semejante hallazgo, Tintín se embarca en una minuciosa investigación que le sitúa en el punto de mira de Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un hombre avaricioso y sin escrúpulos que anda tras un valioso tesoro vinculado a un cruel pirata llamado Rackham el Rojo.
Con la ayuda de su perro Milú, el mordaz y cascarrabias capitán Haddock (Andy Serkis) y los torpes detectives Hernández y Fernández (Simon Pegg y Nick Frost), Tintín viajará por medio mundo procurando ir un paso por delante de sus enemigos en una incesante persecución para hallar el lugar donde finalmente descansa “El Unicornio”, un navío hundido que puede contener la clave de una cuantiosa fortuna...

Treinta años han pasado desde que Steven Spielberg descubriera por primera vez la obra de Hergé y se convirtiera, desde ese instante, en un apasionado de las aventuras del joven Tintín. En este tiempo, el director ha adquirido, perdido y vuelto a adquirir los derechos sobre el personaje, y tras alguna que otra intentona frustrada, por fin ha conseguido llevarlo a la gran pantalla.

Esta película, primera de una ambiciosa trilogía a dos manos entre Spielberg y Peter Jackson, reúne y unifica las historias de “El Cangrejo de las Pinzas de Oro”, “El Secreto del Unicornio” y “El tesoro de Rackham el Rojo” escritas por Hergé.

Todo empieza con la compra de una maqueta de un barco que, al parecer, oculta un misterioso secreto en su interior. La maqueta, en posesión de Tintín, es pretendida por Sakharine, buen conocedor de que en ella se encuentra una de las tres claves que necesita para localizar un valioso tesoro que se halla bajo el mar. El encuentro entre ambos propiciará que el joven periodista conozca al capitán Haddock, capturado por Sakharine para sus pérfidos fines. Con tal de hallar las claves para averiguar la localización del tesoro y con ello desbaratar los planes de su temible adversario, nuestros tres protagonistas -Tintín, Haddock y el inteligente Milú- se verán inmersos en un viaje repleto de obstáculos que superar y enemigos que batir.


Desde sus espléndidos créditos iniciales (todo un historial tintinesco) hasta su último plano, la película hace alarde de una imaginación y una inventiva visual increíbles. La presentación de nuestro protagonista brilla por su concisa y explicativa sencillez, mostrándonos recortes de periódico con los que se nos da a entender que se trata de un reportero experimentado en situaciones de todo tipo; un joven que no tiene miedo a asumir riesgos con el fin de resolver misterios y lograr un buen artículo. Y si se tercia, impartir también algo de justicia.

Las transiciones de unas escenas a otras destacan por su original tratamiento y las secuencias de acción cuentan con una elaboradísima planificación endiabladamente frenética y alocada. Y es que Spielberg ha sabido aprovechar las herramientas que le permite el campo de la animación para manejar con inmaculada precisión toda la puesta en escena. La concepción de los planos y la escenografía, las virtuosas coreografías en la acción, el manejo de un ritmo agitado pero sin apabullar… Todo meticulosamente estudiado y al servicio de una historia repleta de misterio y humor, mucho humor.

Y es que la animación parece ser el formato más adecuado para el concepto de disparatada aventura que el director maneja en esta película. Lo que vemos en pantalla (personajes, gags, acción…) se mueve dentro de los parámetros del slapstick, siendo todo muy caricaturesco (precisamente lo que requería dicho personaje). Quizás eso no exigiera que se empleara la motion capture, pues bien podría haber servido la animación CGI habitual, pero hay que reconocer que la calidad visual que ostenta es uno de sus mayores atractivos.

La técnica, ya empleada con tibios resultados por Robert Zemeckis en sus últimos largometrajes, sigue mostrándose un tanto defectuosa -o mejorable, si se prefiere- en lo que a expresividad de los personajes se refiere. Aún observándose una mejoría respecto a sus predecesores, los rostros siguen sin resultar del todo convincentes. Las texturas tienen un acabado impecable, pero el movimiento sigue antojándoseme ortopédico. Incluso la gestualidad y movimientos del cuerpo tiene sus más y sus menos (a ratos son más naturales y a ratos no tanto). De todas formas, juega a su favor que el diseño de personajes mantenga, precisamente, la caricaturización de las viñetas, funcionando mejor la expresividad cuanto más exagerados son los rasgos faciales. Es por ese motivo que, a nivel expresivo, Haddock convence mucho más que Tintín, éste último de facciones más suaves y realistas.

Hablando precisamente de estos dos personajes, sobra decir que forman una pareja aventurera perfecta a pesar de sus dispares caracteres. La torpeza de uno (el lobo de mar de Haddock) es compensada por la astucia del otro (el habilidoso y locuaz Tintín). Juntos protagonizan uno de los tramos más trepidantes e hiperbólicos de la película a bordo de un sidecar, lo cual nos lleva irremediablemente a acordarnos de Henry Jones Jr. y padre en “Indiana Jones y la última cruzada” (sabréis de sobra a qué secuencia me refiero). Por otro lado, Haddock nos obsequia con su momento de gloria al rememorar -flashback mediante- una antigua hazaña de un antepasado en un vibrante abordaje pirata.


Por obra y gracia de la motion capture y del trabajo de todo un especialista en este campo, Andy Serkis, el bueno –y borrachín- del capitán (que a servidor le recuerda más a Harrison Ford, sobre todo al de “Seis días y siete noches”) termina robándole cierto protagonismo al reportero gracias a sus graciosas y a veces disparatadas intervenciones. Claro que para robaescenas ahí está también el pequeño Milú, un can tan espabilado que deviene en un inestimable compañero de fatigas.

Según pensaba el propio Hergé, Spielberg era el único director capacitado para hacer una película basada en su trabajo. Y tenía razón.

Un neófito tal como un servidor es incapaz de percibir la multitud de referencias al universo Hergé que de buen seguro el aficionado captará al instante, y quizás por ello el director nos deja algún que otro (auto)guiño cinéfilo (véase “Tiburón”) para nuestro regocijo.

De cualquier modo, “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” es una disfrutable cinta de animación que hará las delicias de los fans de Tintín y contentará también al que busque buen cine de aventuras. Sus casi dos horas se hacen cortísimas, lo cual es un buen síntoma para acoger con los brazos abiertos sus futuras secuelas, siempre y cuando la taquilla responda. Y si lo hace, sé de uno (un tal Zemeckis…) que se va a dar de cabezazos contra la pared.

P.D.1: La loable banda sonora del gran John Willams se contagia de ese tono humorístico de la película, componiendo una partitura muy risueña y jazzística (amén de afrancesada, si se me permite la obviedad, dada la naturaleza franco-belga del personaje). Además ofrece las consabidas aportaciones orquestales enérgicas que acompañan los momentos más trepidantes. Se echa en falta, no obstante, un leitmotiv que quede grabado en la memoria.

P.D.2: Como sé que me lo vais a preguntar… Decir que el 3D se emplea para otorgar profundidad y poco más. Por tanto, no molesta (que ya es mucho) pero tampoco aporta un plus indispensable al visionado de la película. Los que gusten de ponerse las dichosas gafitas no se sentirán estafados (a menos que esperen un efecto estereoscópico espectacular), y el resto podrá disfrutarla de igual manera en 2D.





Valoración personal:

jueves, 20 de octubre de 2011

“La cosa (The Thing)” (2011) - Matthijs van Heijningen Jr.

critica La cosa The Thing 2011 Matthijs van Heijningen Jr.
En 1982, el maestro de la serie B John Carpenter rodó la que sería su obra magna, “La cosa” (The Thing), remake del clásico de la ciencia-ficción de los años 50 “El enigma de otro mundo” (The Thing from Another World), dirigido por Christian Nyby (bajo la atenta supervisión de Howard Hawks) y basado en un relato corto del escritor estadounidense John W. Campbell.

Aunque en su momento no fue un éxito comercial (más bien todo lo contrario), el paso del tiempo hizo justicia y colocó a “La Cosa” en un puesto de honor, convirtiéndose así en toda una pieza de culto para el aficionado al horror.

Otorgándole nuevamente el protagonismo a Kurt Russell (desde ese instante, su actor fetiche) y contando con unos medios más holgados que de costumbre (podría considerarse ésta su primera incursión en la “serie A”), Carpenter abordó el proyecto tanto como una versión moderna del filme original como una aproximación más fiel y perturbadora de la novela de Campbell. Y el resultado fue, sin lugar a dudas, una de las mejores monster-movies de la historia del cine.

Ahora, casi treinta años después, nos encontramos con que uno de los estrenos de la cartelera actual es una nueva película en forma de precuela.

La paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead) viaja a una remota zona de la Antártida para colaborar con un equipo científico noruego que ha encontrado accidentalmente una nave extraterrestre enterrada en el hielo, y en cuyo interior viajaba un organismo que parece haber muerto en la colisión hace miles de años.

Lo que en un principio supone un descubrimiento de gran relevancia científica no tarda en convertirse en un problema de supervivencia cuando el alienígena despierta de su letargo…

Con el anuncio del proyecto, ostentando sin reparos el mismo título que su predecesora, y posteriormente con las imágenes y los distintos trailers, se intuía que a pese a ser concebida como una precuela, la película sería más bien un remake encubierto del filme de Carpenter. Y una vez vista, esa sensación queda más o menos plasmada, aún con ciertas reservas.

Esta “The Thing” nos cuenta los acontecimientos anteriores a lo que vimos en la cinta de 1982, situándose así en el campamento noruego en el que despierta y ataca el monstruo por primera vez antes de vérselas con el grupo americano constituido por MacReady (Russell) y cía. Por tanto, y siendo los noruegos los descubridores de tal hallazgo, tenemos la oportunidad de ver por primera vez el aspecto inicial (quién sabe si el suyo propio o una imitación de un ser de otro planeta) del alienígena y contemplar con mayor detalle -incluso el interior- de la nave espacial con la que llegó a la Tierra. Y eso vendría a ser básicamente la única aportación de esta precuela, pues al fin y al cabo, de la criatura sabemos tanto como con la anterior versión.

No estamos ante una precuela que ofrezca algún tipo de información o dato novedoso respecto a lo ya visto en el remake, y ni tan siquiera se intuye intención alguna de querer ser una propuesta fresca abordada desde una perspectiva diferente a la de Carpenter. Por tanto, lo que hace el guionista es limitarse a repetir una misma fórmula que, a día de hoy, ya ha sido vista numerosas veces en otras películas con monstruos depredadores. La trama sigue un patrón ya definido, con un poco de misterio y suspense al inicio, y que solamente intrigará al espectador que desconozca por completo las anteriores películas; y luego un ataque tras otro, con la criatura acechando y/o aniquilando una a una a sus víctimas hasta la llegada del enfrentamiento final con el personaje erigido héroe de la función. A esto último, decir que esta vez quién asume ese rol – el que interpretó Russell- es un personaje femenino, la paleontóloga Kate Lloyd. Bien acompañada, eso sí, por un buen mozo (americano también) como el que interpreta Joel Edgerton.



Esto y algún que otro agradecido cambio en algunos detalles concretos (la medida para descubrir al alienígena ya no consiste en analizar una muestra de sangre) es de lo poco “original” que nos encontraremos aquí. Quizás por ese motivo la existencia de esta precuela se sienta tan innecesaria, pues realmente no aporta nada a “La Cosa” original que la justifique. Sus responsables han optado simplemente por contar el cómo del resultado de lo que vimos 29 años atrás, y en ese sentido, podemos decir al menos que la coherencia entre ambas películas está muy cuidada.

No estamos hablando de guiños o referencias puntuales como en el caso de otra precuela reciente, “El origen del planeta de los simios”, sino que desde el guión y la puesta en escena existe una atención especial por conectar sin fisuras una película con la otra. Ejemplos de ello serían el propio campamento noruego, que se asemeja bastante a los restos calcinados que vimos en la ochentera, sobre todo en lo que respecta a la sala en la que reposa el alienígena. Luego hay detalles muy concretos como SPOILER-- el suicidio de uno de los noruegos y cuyo cadáver encontrarán luego MacReady y el Dr. Copper en su visita al campamento --FIN SPOILER; el hacha clavada en la pared, los restos de uno de los infectados que luego serán analizados en el campamento americano (aquí se nos muestra cómo llega a producirse tal monstruosidad) o los intentos por contactar con la Estación McMurdo. Y por supuesto, está el desenlace de la película, que no es más que el punto de partida para el comienzo de la otra.

Aunque lo que veamos sea un más de lo mismo sin sorpresas, hay que reconocer que funciona dentro de los parámetros del subgénero monster-movie en el que se inscribe.


La dirección del debutante Matthijs van Heijningen Jr. carece de personalidad pero es, cuanto menos, funcional. Desde la perspectiva del mero entretenimiento, su labor no puede ser criticable, si bien es innegable que el resultado final, a nivel terrorífico, palidece frente a lo hecho por Carpenter. Aunque no queramos, las comparaciones son, además de odiosas, inevitables (sus propios responsables nos obligan a ello), y la inquietud y la aguda paranoia que respiraba la ochentera aquí no emerge con la misma intensidad ni la misma capacidad de sugestión en el espectador. A nivel de acción, en cambio, resulta muy competente, ofreciendo llamativas secuencias que tienen en los notables efectos digitales (en sustitución del magistral trabajo artesanal de Rob Bottin) su mayor aliado. La criatura adopta formas imposibles y verdaderamente escalofriantes, como ya vimos en manos de Bottin, si bien aquí el uso del ordenador permite ampliar sus posibilidades tanto en transformaciones como en movilidad (especialmente en los ataques). Se puede preferir unos efectos u otros, pero cada técnica es hija de su tiempo, y aquí el resultado cumple con las exigencias del espectador actual.

La gélida y siniestra banda sonora de Marco Beltrami es también un buen complemento. Contiene algún que otro eco al trabajo de Morricone, pero sin aplicar la repetición de un leitmotiv en concreto.

Las interpretaciones son correctas dentro de lo que se les exige, y tampoco pueden ir a más allá si tenemos en cuenta que aquí los personajes, salvo los interpretados por Ulrich Thomsen y Mary Elizabeth Winstead, no están tan definidos como pudieran estarlo MacReady, Blair, Childs o Garry (un grupito, el americano, algo más heterogéneo en cuanto a personalidad)

Como entretenimiento y película de monstruos que es, “La cosa” es de lo más efectiva. Entretiene y ofrece las suficientes dosis de terror, acción y violencia para contentar al aficionado (bendita sea la clasifición R que luce con orgullo pero sin abusar). Como precuela, podemos darnos con un canto en los dientes porque nos encontramos con un producto digno y respetuoso con el clásico de Carpenter. Y eso, amigos, ya es mucho decir.



Valoración personal:

miércoles, 19 de octubre de 2011

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Dentro de unas semanas se celebra Halloween. Se dice que la noche de Halloween es la puerta que separa el mundo de los vivos y la de los muertos… y ¿qué mejor manera de celebrarlo que hacerte con una de esas películas de terror o fantasía que estabas buscando y que no habías podido comprar por falta de fondos? ¿Qué tal pasar un día de los muertos viendo las mejores películas de Zombies o de Vampiros?

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miércoles, 5 de octubre de 2011

“Intruders” (2011) - Juan Carlos Fresnadillo

critica Intruders 2011 Juan Carlos Fresnadillo
Desde que en 2007 nos sorprendiera con la estupenda “28 semanas después” (película con la que muchos le descubrimos, y una de esas pocas secuelas que pueden medirse de igual a igual con su predecesora original), hemos estado esperando el siguiente proyecto del tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo. Sin embargo, su regreso a la gran pantalla se ha hecho de rogar más de lo esperado. De hecho, después de rodar la citada secuela del filme de Boyle, la mayoría pensamos que las puertas de Hollywood se le abrirían de par en par, y aunque en cierto modo así ocurrió, el director tuvo la desdicha de que esas puertas se le abrieron con la misma rapidez con la que se le cerraron. Durante estos últimos años, su nombre se ido vinculando a diversos proyectos que finalmente no han terminado de salir adelante; de entre ellos, el más deseado ha sido la adaptación del videojuego “Bioshock”, ambicioso proyecto palomitero que sigue a la deriva y sin visos a hacerse realidad en un futuro cercano.

Como ocurre con el salto de muchos europeos a Hollywood, a Fresnadillo también le han requerido para hacerse cargo de remakes de películas como “El hombre con rayos X en los ojos” de Roger Corman, “El Cuervo” de Alex Proyas (que no tiene ni veinte años de “antigüedad”) o “Los Inmortales” de Russell Mulcahy. Precisamente ésta última parece postularse firmemente como su primera película enteramente yanqui. De todas formas, Fresnadillo no ha perdido el tiempo y entre tanto ha rodado la presente “Intruders”, una co-producción España-EEUU-Reino Unido.


Juan (Izán Corchero) y Mia (Ella Purnell), dos niños que viven en países diferentes (España e Inglaterra), reciben cada noche la visita de un intruso sin rostro, un ser aterrador que quiere apoderarse de ellos.

Las presencias se van haciendo más poderosas y comienzan a dominar sus vidas y las de sus familias. La inquietud y la tensión crecen cuando sus padres también son testigos de estas apariciones.


La historia comienza de forma prometedora, con una presentación en la que ya resulta palpable el ambiente desasosegante e intrigante que va a caracterizar algunas de las secuencias más destacables de la película (no así toda la película). En esos primeros minutos somos testigos de lo reales que puedan llegar a ser las pesadillas de un niño, por lo que no tardamos mucho en presenciar la extraña y tenebrosa figura que aterroriza a Juan y a Mia; ese intruso apodado “Carahueca” que nos irá acompañando a lo largo del metraje.

Estos dos niños viven atemorizados sin que ellos ni sus progenitores sepan exactamente qué les está sucediendo (si sus pesadillas son meras alucinaciones o si se trata de un horror real y palpable) y por qué. Y precisamente en el “por qué” está la razón de ser de la película. Claro que antes de llegar a conocer esa respuesta los guionistas nos tienen preparado un camino lleno de incógnitas que deberemos ir resolviendo con las pocas y muy sutiles pistas que nos irán dejando.


El desarrollo de la trama se resiente, en parte, al quedar dividida en dos mitades, es decir, en tener que seguir a Mia y a Juan de forma paralela sin aparente conexión entre ellos. Cuando uno empieza a atar cabos y ve la relación que existe entre las dos historias, esa división se nos antoja totalmente lícita, pero eso no nos quita la sensación de que nos están contando lo mismo por duplicado y de que por ello la película no termine de arrancar nunca, pareciendo así que se está dejando todo el peso de la misma para la resolución final del misterio (el ya típico giro final sorpresa que, se supone, nos tiene que dejar con la boca abierta y la sensación a haber presenciado un peliculón). Además, los recursos de los que dispone Fresnadillo parecen limitarse a las apariciones grotescas del “fantasmal” intruso, y lo que en un principio resulta de lo más sugerente, al final acaba cansando un poco por su reiterado abuso.

El desarrollo y el ritmo se tornan monocordes y fatigosos, lo que termina provocando un inevitable sopor en el espectador.

Peor es que una vez descubierto el origen del misterio, éste resulte un tanto ramplón, y deje en el aire algunos aspectos que carecen de justificación. Es por ello que uno se pregunta si tanta parafernalia era necesaria teniendo una explicación tan simplona que la sustentara. Y es que la mezcla de terror psicológico y terror sobrenatural no termina de cuajar ni enganchar, y nos damos cuenta que prácticamente todo lo que hemos visto no ha sido más que efectismos mayormente gratuitos. Aunque por gratuitos, personajes como el sacerdote interpretado por Daniel Brühl, que poco o nada aporta a la trama (aunque su razón de ser respondería a la mentalidad tradicional de la época). Por contra, el talento de Carice van Houten queda desaprovechado al quedar su personaje bastante desligado del avance de la trama (aunque eso no quita que el director nos brinde una escena en la que holandesa aparece tal como su madre la trajo al mundo)


A nivel técnico y visual, eso sí, no se le puede reprochar nada. Los efectos digitales tienden a aparecer siempre en escenas oscuras o con poca luz, con lo que a primera vista no se advierten grandes defectos y cumplen sobradamente con su cometido, especialmente el de dar vida a “Carahueca” (que recuerda un poco al brutal asesino de “Agárrame esos fantasmas/The Frighteners” de Peter Jackson). Precisamente, al transcurrir buena parte de la historia en escenas nocturnas, resulta imposible no destacar la excelente labor de fotografía de Enrique Chediak, que ya trabajó con Fresnadillo en “28 semanas después”.

Curiosos, más que funcionales, resultan algunos planos (especialmente aéreos) en los que se utiliza un filtro especial (tilt and shift) para mostrar la escena desde el punto de vista de “Carahueca”, lo que otorga a la secuencia el llamado “efecto maqueta” (de hecho, servidor llegó a pensar que se trataba de maquetas y no de localizaciones reales).

En “Intruders”, Fresnadillo ha apostado por rodar una película a lo “Shyamalan” (el hindú es el referente más evidente y cercano en el tiempo), y el resultado ni convence ni entretiene, por muy buena factura que tenga o por logradas que sean algunas de las escenas de tensión y suspense. Pero no desesperemos porque el canario ya ha demostrado ser un buen director cuando se apoya en un buen guión, así que esperemos que tarde o temprano nos compense por este pequeño tropiezo.



Valoración personal:

lunes, 3 de octubre de 2011

Pliskeen en Sitges 2011

Pliskeen en Sitges 2011

Tal como anuncia el título del post, servidor volverá (tras estrenarme el año pasado) a la ciudad barcelonesa de Sitges para acudir al 44 Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges que empieza este jueves 6 de octubre y finaliza el día 16. En total serán diez días plagados de proyecciones, ruedas de prensa y diversas actividades relacionadas con el séptimo arte más fantástico (léase esto en ambos sentidos de la palabra). Diez días en los que no pararé de ver películas… y escribir sobre ellas, claro está.

Este año, sin embargo, no cubriré el festival para mis compañeros de TBDC – Tu Blog De Cine (ojalá pudiera clonarme para la ocasión, como Michael Keaton en “Mis dobles, mi mujer y yo”), sino que mis servicios han sido requeridos por Scifiworld, magazine con el que colaboro desde hace un tiempo. Así pues, en esta edición formaré parte de su equipo, siendo mi función principal encargarme de ver películas y de reseñarlas para la web.

Además de ser una gran oportunidad el poder trabajar con y para ellos, tendré ocasión de alojarme en la ciudad para poder realizar una cobertura mucho más amplia y cómoda del festival. Debido a esto, sin embargo, me va a ser imposible actualizar Amazing Movies con nuevos contenidos festivaleros, por lo que trataré, en la medida de lo posible (no dispongo de internet en el móvil), ir comentando mi estancia y mis impresiones a través de Twitter. Para ello utilizaré el hastag #PliskeenSitges2011.

Los compañeros de Scifiworld harán lo mismo, así que podréis seguirnos también por el hastag #SFWenSITGES, además de tener toda la información en la página web oficial, dónde irán colgándose todas nuestras críticas.

Para que Amazing Movies no se quede “abandonada” durante tantos días, voy a intentar dejar preparada la crítica de “Intruders”, una de las películas presentes en el festival y que ya he tenido oportunidad de ver en pase de prensa. Y dado que se estrena este viernes en nuestras salas, procuraré colgarla este mismo fin de semana para que tengáis mi opinión y podáis comentarla.

Y esto es todo, estimados lectores. A algunos seguramente os veré en el festival; al resto espero que me/nos sigáis en Scifiworld y en Twitter durante estos diez días.


Saludos!