miércoles, 29 de junio de 2011

“Transformers: El lado oscuro de la luna” (2011) - Michael Bay

critica Transformers: El lado oscuro de la luna 2011 Michael Bay
Después del mal regusto general con “Pearl Harbour” y el batacazo taquillero de “La Isla”, el amado/odiado Michael Bay necesitaba un éxito con urgencia, y éste le vino de la mano de uno de los juguetes de Hasbro, los Transformers, unos robots transformables -como su nombre bien indica- de procedencia alienígena que se hicieron muy populares entre la chiquillada de alrededor del mundo gracias sobre todo a la serie de animación producida en la década de los ochenta.

En manos de Bay, su adaptación a la gran pantalla contó con unos efectos especiales de primera y con una historia más bien ramplona que, si obviamos los indigestos “momentos a lo American Pie”, al menos resultaba lo suficientemente aceptable como para acompañar toda esa pirotecnia que se le suele pedir a un blockbuster y en la que el director se mueve como pez en el agua. Y aunque la película no fuera todo lo buena que se esperaba (un poco más de seriedad no le hubiera ido mal) y dividiera a muchos entre aduladores y detractores, sus números en taquilla (150 millones de dólares de presupuesto y 700 de recaudación a nivel mundial) constataban su éxito y garantizaban el visto bueno para una secuela.

Cuando ésta llegó, muchos esperábamos que se pulieran los errores de su predecesora. Pero cuál fue nuestra sorpresa al comprobar que no sólo no se que corrigieron sino que se intensificaron. A lo largo de más de dos larguísimas y agotadoras horas contemplamos a un robot que se tiraba pedos, a otro que se arrimaba a la pierna de Megan Fox cual perro en celo, a dos gemelos Autobots cansinos, a la madre de Witwicky drogada en el campus de su hijo, a John Turturro enseñando sus nalgas separadas por un fino tanga (y él no fue el único que osaba bajarse los pantalones en el transcurso de la película)… y un sinfín más de estupideces que convertían a “Transformers 2: La venganza de los caídos” en un engendro de proporciones mastodónticas. Poco importaba que en medio del bochornoso espectáculo hubiera un puñado de robots dándose de hostias o que hubiera cosas explotando por doquier, porque a la hora y poco una ya había acabado harto de tanta tontería.

Con semejante antecedente, acercarse a una tercera entrega suponía todo un acto de fe. Pero de nuevo, volvían a ponernos un sabroso anzuelo con el que picar, un tráiler aún más espectacular que los de las dos anteriores entregas juntos. Aún así, las dudas de algunos seguían ahí, y nos preguntábamos si nos la iban a meter doblada por segunda vez o, si por el contrario, asistiríamos, ahora sí, a un entretenimiento de calidad o que al menos no diera vergüenza ajena ni fuera un insulto a nuestra inteligencia. Y solamente había una forma de averiguarlo…

Han pasado varios años desde el último enfrentamiento entre Autobots y Decepcticons. En este tiempo, los primeros se han convertido en un aliado armamentístico de suma importancia para el gobierno de los EE.UU. y para el mundo entero, participando en arriesgadas misiones y en conflictos que sólo ellos pueden llevar a cabo sin bajas humanas. Los segundos parece que han desaparecido del mapa, aunque se siguen extremando las precauciones por si deciden regresar y vengarse por enésima vez. En cuanto a Sam Witwicky (Shia LaBeouf), sus heroicos esfuerzos en el pasado no han servido para brindarle un próspero futuro, y mientras busca un empleo adecuado a sus capacidades, vive el día a día a costa de Carly (Rosie Huntington-Whiteley), su nueva novia.

Pero la calma y rutina actuales volverán a verse interrumpidas por un nuevo levantamiento de los Decepticons, quienes esta vez harán acopio de toda la artillería a su alcance para alzarse con la tan ansiada victoria.

La película empieza primero remontándose a los orígenes de la guerra entre Autobots y Decepticons en Cybertron, y luego situándonos a finales de los años 60, con la carrera espacial americana en pleno apogeo gracias al viaje del Apolo 11 y su llegada a la Luna, desde donde el astronauta Neil Armstrong pronunció su ya famosa frase “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Pero como bien se nos muestra aquí, los motivos que llevaron al hombre a la Luna no fueron los que todos conocemos, sino que tras esa misión se escondía otro propósito: investigar y recoger muestras de un extraño artefacto que se había estrellado en el satélite natural.

Tiempo después, los secretos mejor guardados de aquella misión saldrán irremediablemente a la luz.


Y tras este instructivo prólogo, en el que se utilizan imágenes de archivo de la época (que cuelan mejor que el postizo Robert Kennedy empleado para la ocasión…), regresamos al presente. ¿Y qué es lo primero que nos encontramos? Un generoso primer plano del trasero de Carly, el interés amoroso de Sam Witwicky que ha sustituido a Mikaela (a la que Bay reserva unas cuantas puyas en los diálogos). Vale, es una forma de empezar como cualquier otra (y en una película de Bay no es algo extraño), pero uno ya empiece a temerse lo peor. Y sí, lo peor se acaba cumpliendo, en mayor o menor medida.

De la historia no hace falta contar mucho, ya que no es más que una mera excusa para desencadenar otra batalla campal entre transformers y humanos. Pero para situarnos en un contexto, a lo que hace referencia el título de esta tercera entrega es a algo que pondrá en grave peligro nuestro planeta y que supondrá el arma definitiva para que los Decepticons terminen invadiéndonos.

En medio de todo el meollo están los aliados de siempre: Sam, su chica (cambiamos morena por rubia; actriz –es un decir- por modelo), el ahora ex agente Simmons (John Turturro) y los soldados yanquis (entre ellos, viejos conocidos como Lennox y Epps). Y se suman algunos nuevos, como la jefa Mearing (Frances McDormand), cuya función –hablando en planta- es dar por saco, o Dutch (Alan Tudyk), el ayudante de Simmons; amén de los nuevos Autobots que apoyan a Optimus Prime y cía (que nos quitan de encima a los molestos gemelos… pero para poner en su lugar a unos Autobots renacuajos sólo un poquito menos indigestos)

Y con todo esto, y bajo la promesa de no volver a cometer los errores del pasado, Michael Bay y Ehran Kruger (responsable también del guión de Transformers 2) vuelven a tropezar con la misma piedra, ofreciendo el mismo execrable humor que en su predecesora, y consiguiendo que grandes actores como Turturro, Malkovich o McDormand se presten a hacer el payaso sin pudor alguno, algo que de seguro beneficiará más a su cuentas corrientes que a sus carreras (y lo de Turturro ya es reincidencia compulsiva)

La película tarda, por así decirlo, hora y media en arrancar, que es el tiempo que Kruger y Bay emplean para desarrollar la trama (que tampoco necesita de tantos minutos) y poner a todas sus fichas sobre el tablero. Un tiempo en el que el humor cazurro, las situaciones bobaliconas y los personajes ridículos vuelven a ser los protagonistas (sí, vuelve también la madre Sam). Malkovich se lleva la palma con un personaje que además parece metido con calzador, aunque mención especial merece Ken Jeong, que parece haber saltado directamente del plató de Resacón 2 al de Transformers sin cambiar un ápice su registro (aunque aquí no esnifa coca, que sepamos…)


Así que todo aquello que no nos gustaba en la anterior vuelve a estar presente en ésta, aunque de forma mucho menos insultante, todo hay que decirlo. Pero además, en esa hora y media la presencia de los transformers se ve reducida a mínimos, cobrando mayor protagonismo los humanos, que es justo lo contrario de lo que llevaba pidiendo a gritos el público. Las escasas escenas de acción en el transcurso de ese tiempo tampoco son muy destacables, y enfrentan básicamente a soldados contra Decepticons.

Entonces, pasada esa irrisoria y difícilmente soportable hora y media, llega lo bueno: todo el arsenal que Bay se guardaba en la manga y que es lo que se ha utilizado como reclamo en los tráilers. Porque tontos no son (Spielberg anda detrás…), y en la promoción nos han ocultado todo lo que no nos gusta y nos han enseñado todo lo que sí. Y lo que nos gusta, y lo que mejor se la da a Bay, es la destrucción y las apoteósicas escenas de acción que alcanzan su cenit en la ya sobradamente conocida secuencia del edificio. Una hora -más o menos- de excelsa espectacularidad, con explosiones por todas partes, coches volando por los aires y toda la chatarra robótica desplegada por la ciudad dándose mamporros. Nadie puede negar que Bay es un auténtico artesano a la hora de planificar las escenas de acción y de lograr un sólido empaque con todos los elementos que maneja, logrando integrar a la perfección los efectos digitales dentro de unos sets en los que parece desatarse el mismísimo apocalipsis.

Esta vez, las escenas son menos mareantes, aunque no falta la cámara lenta y los planos característicos del director (personaje en plano medio + fondo explotando o en llamas + música épica de fondo), consiguiendo momentos realmente impactantes y, en algunos casos, hasta emocionantes (la escena con Bumblebee y el cruce de miradas entre él y Sam), cosa que no había conseguido en anteriores ocasiones y que, apoyándose en una buena banda sonora como la que le brinda Steve Jablonsky, Bay acostumbra a bordar.

Lástima que para llegar a esto haya que tragarse todo lo anteriormente mencionado, que para lo único que sirve es para constatar que LaBeouf, que estaba bastante contenido en las anteriores entregas, se pone a soltar gritos histéricos a la mínima oportunidad, y que Rosie Huntington-Whiteley actúa un poco mejor que Megan Fox, aunque por momentos, y al igual que aquella, recite los diálogos con limitada convicción o sirva para hacer exactamente lo mismo: contonearse ante la cámara y pasarse media película agarrada de la mano de su compañero de reparto.


Del videoclipero estilo visual o del habitual patriotismo y la exaltación del poder militar yanqui no debería haber queja alguna porque uno ya sabe a lo que va. Bay es Bay, y o lo tomas o lo dejas. Y en el caso del patriotismo, tratándose de una película palomitera, a mi no me molesta en absoluto (otro gallo cantaría si fuera un filme bélico con pretensiones didácticas)

Así que la conclusión parece bastante obvia: si la adrenalítica hora final te compensa la infumable hora y media anterior, la inversión habrá valido la pena. En caso contrario… no se admiten devoluciones.

Bay deja toda la carne en el asador para el final, y puede que unos lleguen a ese final sin hambre o, peor aún, empachados de aburrimiento y de chistes sin gracia.

Lo bueno de todo es que esta es la última de la franquicia, al menos para Bay, del que muchos esperamos pronto un regreso a algo más del estilo “La Roca” (de lejos, su mejor película y una joya del cine de acción). Quizás si otro agarra los mandos de Transformers salga algo más potable; algo más adulto y serio o, como mínimo, con menos chorradas por minuto y menos infantilismo recalcitrante. A fin de cuentas, y después de tres películas, la primera sigue pareciendo la más compensada de todas, aunque por el camino haya visto como sus secuelas le pasaban la mano por la cara en cuanto a espectacularidad se refiere. Aún así, ya se sabe que la potencia sin control, no sirve de nada, y Bay no se lo aprende ni a marchas forzadas.

P.D.: El supuestamente asombroso mejor 3D visto hasta la fecha me ha dejado indiferente la mayor parte del tiempo. Aunque admito que yo soy bastante inmune al efecto estereoscópico, así que no me toméis la palabra en ese aspecto.



Valoración personal:

domingo, 26 de junio de 2011

(Autobombo) Mi reportaje de “REC [3] Génesis” en Scifiworld

Reportaje rodaje “REC [3] Génesis” Scifiworld
Como muchos ya sabréis gracias a mis tweets informativos en Twitter (que también podéis seguir desde el blog), en los últimos meses mi colaboración con el portal de cine fantástico Scifiworld se ha vuelto mucho más activa al entrar a formar parte de la plantilla de redactores de SFW Previews, la revista digital dedicada a los estrenos de cada mes.

También ahora, con más asiduidad, aparecen mis críticas en la revista impresa, como en el número de junio, en el que se publicaron las de “La legión del águila” y “Scream 4”.

Pues bien, en el número de Julio, que ya está en los quioscos, podéis leer por fin mi crónica de la visita al rodaje de “REC [3] Génesis “ que tuvo lugar el pasado 12 de mayo. Un reportaje que además tendrá el honor de ser el primer artículo que Scifiworld comparta con L'Ecran Fantastique, la revista de género más importante de Francia, y con la que recientemente se ha sellado un acuerdo mediante el cual se compartirán artículos, reportajes y entrevistas de forma recíproca. Una unión que seguro va a ser muy fructífera para ambas revistas.

Así que nada, espero que si os hacéis con la revista de este mes de julio os guste mi reportaje y el del resto de compañeros (entre ellos, uno dedicado el cine de fantasmas moderno y un especial de Roy Ward Baker, a quién se le dedica también la portada).

A medida que vayan apareciendo más críticas y artículos míos en la revista, lo iré anunciando por Twitter.

Enlaces:

Scifiworld y L'Ecran Fantastique unen fuerzas

Descargar SFW Previews


Saludos ;)

martes, 21 de junio de 2011

"Stake Land" (2010) - Jim Mickle

critica Stake Land 2010 Jim Mickle
Cuando uno acude a un festival de cine como el de Sitges, es difícil llegar a ver todas esas películas a las que se le ha echado el ojo. Dada la abultada programación, y con varias proyecciones a la vez en distintas salas, uno termina para hacer una selección de lo que cree más interesante. A veces se escoge bien y uno se lleva una grata sorpresa; otras veces, en cambio, la película elegida resulta ser un fiasco.

Finalizado el festival, cabe la posibilidad de que algunas de las películas proyectadas terminen estrenándose en salas comerciales, como ha ocurrido recientemente con “Insidious” (una de esas “agradables sorpresas” de las que hablaba), lo que para algunos supone la primera oportunidad para verlas, y para otros la segunda. Sin embargo, muchas otras películas no tienen esa suerte, y no sólo no llegan a las salas sino que además tampoco tienen salida en Dvd, lo que hace muy difícil su visionado.

Por ese motivo internet se ha convertido en el último recurso, la última esperanza, de lograr echarle el guante a todas esas películas que, de otra forma, sería imposible llegar a ver. Y Stake Land, proyectada en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges, es una de esas cintas que me quedaron pendientes y de las que ya puedo opinar con conocimiento de causa.

En una América post-apocalíptica en la que una misteriosa plaga convierte a la gente en vampiros, un chico huérfano (Connor Paolo) y un veterano cazador de vampiros (Nick Damici) emprenderán una dramática ruta hacia el norte, a Canadá, en busca del “Nuevo Edén”, un lugar libre de la enfermedad.

En estos tiempos de vampirismo afeminado, es de agradecer que se presenten a estas criaturas de la noche como lo que de verdad son o deberían ser: unos monstruos sedientos de sangre.

La película, dirigida y co-escrita por Jim Dickle (responsable de pasable “Mulberry Street”), parte de un mundo post-apocalíptico en el que todo se ha ido al carajo por culpa de una infección que transforma a la gente en vampiros irracionales. Los pocos supervivientes se agrupan en pequeñas comunidades intentando restablecer el orden, sobreviviendo como pueden con lo poco que tienen y defendiéndose a diario no sólo de los infectados sino también de los caníbales que han surgido a raíz de la escasez de alimento y de las sectas religiosas que quieran dominar el territorio y utilizar la plaga en favor de sus propósitos; una plaga que ellos consideran un castigo de Dios a los pecadores y a los infieles.

En medio de todo esto, se encuentra un cazavampiros de nombre desconocido (le llaman Míster) que va recorriendo el país exterminando a todo indeseable (vampiro o no) que se cruce en su camino. A él se une un joven al que acaba de salvar la vida y al que le enseñará todo lo que sabe para que aprenda a defenderse y a sobrevivir por sí mismo.


Cazador y aprendiz/ayudante entablarán algo parecido a una relación paterno-filial mientras recorren kilómetros y kilómetros a bordo de un viejo automóvil y mientras se enfrentan, en su largo camino, a los vampiros y a la ya citada secta, que resultará ser mucho más peligrosa que los chupasangre.

"Stake Land" bebe de la corriente zombie sustituyendo a los no-muertos por vampiros, beneficiándose así de las características básicas de ambos subgéneros y consiguiendo que confluyan dentro de una historia post-apocalíptica que aborda la supervivencia de sus protagonistas con tintes dramáticos muy en la línea de “La Carretera” de John Hillcoat (aunque en ocasiones también recuerde a “Doomsday” de Neil Marshall).

De hecho, lo más destacable de la cinta, además de la incisiva crítica al fanatismo religioso, es esa vertiente dramática, pues no trata sólo de enfrentamientos contra vampiros sino que también se esfuerza en mostrar las consecuencias sociales y morales de la infección vampírica. El problema, no obstante, es que la mayoría de los personajes principales son bastante planos, lo que impide un mayor calado empático entre el espectador y ellos, llegando al punto en que muchas de las situaciones más pretendidamente dramáticas/emotivas nos dejen bastante fríos o indiferentes.

La voz en off del joven Martin, que nos va relatando la historia desde su propio punto de vista, está bien llevada, pero es lo que en cierto modo priva a los guionistas (entre ellos, el propio Damici) de desarrollar convenientemente al grupo, prescindiendo a menudo de mostrar una adecuada interacción entre sus componentes y privándonos a nosotros de conocerlos mejor. Así pues, lo único en lo que nos apoyamos es en las cuatro pinceladas –insuficientes- que nos proporciona Martin (el único que personaje que muestra cierta evolución a lo largo del metraje), y en consecuencia, también su relación paterno-filial con Míster se ve afectada, quedando bastante diluida.


En cuanto al propio Mister, el matavampiros, digamos que resulta más o menos carismático, lo que compensa un poco ese precario desarrollo de personajes. Además, muchas de sus escenas se erigen como las mejores de la película.

Técnicamente no hay nada que reprocharle ya que, pese a los pocos medios, tanto la ambientación posta-apocalíptica (no muy llamativa, pero convincente), como el maquillaje de los vampiros (bastante terrorífico) o los efectos especiales en las escenas de acción (no muy espectaculares, pero sí contundentes), está bien solventado, y el notable trabajo de fotografía (muy apreciable en las escenas nocturnas) le otorga un punto extra de calidad al conjunto.

La banda sonora, de carácter intimista, resulta adecuada para enfatizar el tono amargo y melancólico de la historia, si bien peca de reiterativa, pareciendo que prácticamente todo el rato suena el mismo leitmotiv.
Las actuaciones son también correctas (incluido el creíble joven protagonista), destacando del reparto algunos rostros conocidos como Danielle Harris (habitual del género terror en el que se inició a edad muy temprana en el clásico “La noche de Halloween”), Michael Cerveris, al que servidor suele conocer como “el calvo misterioso de Fringe”, y Kelly McGillis, el interés amoroso de Tom Cruise en “Top Gun”, y para la que el paso del tiempo no ha sido muy generoso, que digamos.

Con todo, Stake Land resulta una interesante (aunque no muy original) road movie post-apocalíptica/vampírica, que aún lejos de parecerme la maravilla de la que todos hablan en la red, considero que sí es una buena muestra de que no hacen falta grandes presupuestos ni estrellas de primer nivel para rodar buen cine de género. Sin ir más lejos, recientemente hemos tenido en nuestras carteleras “El sicario de Dios”, una película de temática parecida que por mucho 3D y por muchos millones (60, nada menos) con los que se presente, no se libra de ser una absoluta mediocridad infinitamente menos satisfactoria que la presente Stake Land, la cual al menos consigue dejarte unas cuantas imágenes grabadas en la memoria.




Valoración personal:

lunes, 20 de junio de 2011

Editorial Galisgamdigital presenta "Gangsters Zombies"


Hoy 20 de junio asistimos al lanzamiento de la Editorial Galisgamdigital: "Gangsters Zombies", novela del subgénero zombi que publicará la editorial andaluza como parte de su colección Zombis Digitales. "Gangsters Zombies" es el segundo título de la colección, después de "Baena Z (2ª parte: testimonios)". "Gangsters Zombies" se publicará en formato ebook y con portada obra de un servidor (la que ilustra esta entrada). A este respecto, la editorial ha preferido retrasar la obra para que la fecha de salida en el mercado español coincida con su salida en el mercado latinoamericano.

Su autor, Roberto J. Rodríguez, ya hizo sus pinitos en este subgénero. Este año salió publicada "Antología Z, Volumen 3", de Dolmen, donde participó con el relato "La sordidez es la mejor compañía". Además de en este género, el autor también ha publicado obras y relatos de otro tipo. De este modo, durante este año aparecerá también publicados el relato "Sean bienvenidos... a su horrible final", dentro de una antología ambientada en el mundo de "Los mitos de Cthulhu", de la editorial Edge. Tiene autoeditada una novela, de carácter intimista, que se titula "Confinamiento". Además, aparecerá otra novela escrita por él, aproximadamente en agosto de este mismo año, de la mano de Ediciones Muza, llamada "Casa Quemada".

Pero pasemos a hablar de la obra que nos ocupa. La premisa de "Gangsters Zombies" nació a raíz de un cortometraje de temática zombi, que fue escrito y dirigido por el autor en 2008, y cuyo título es el mismo que el de esta novela. Dicho cortometraje, quedó finalista del premio Objetivo, dentro de la XII Muestra de cine independiente y Fantástico de Toledo. Aunque Roberto quedó satisfecho con el resultado pensó que la historia y el personaje de James (protagonista del cortometraje y del libro) podían aspirar a mucho más.

La idea era contar una buena historia, partiendo de personajes sólidos e interesantes, que tuviese el aroma del cine clásico americano y las dos primeras películas de zombis de George A. Romero. Donde la sangre estuviera presente fuera de campo. El espectador contemplaría las reacciones de los personajes ante la barbarie, pero nunca la casquería. El autor estaba más interesado en escarbar en las emociones humanas que en mostrar vísceras.

Fue a partir de este cortometraje y de estas ideas que Roberto, que se considera más un escritor que un cineasta -y ya se había probado a sí mismo, sobradamente, que era capaz de escribir una novela; ésta iba a ser la tercera-, desechó continuar el proyecto por la vía cinematográfica, y decidió acometer la historia en prosa. Lo que le iba a permitir contar la historia tal y como la había imaginado, sin tener que hacer concesión alguna.

Por aquel entonces, estaba surgiendo con gran fuerza un nuevo subgénero del terror -las novelas zombis-, así que no sólo podía escribir una novela zombi, sino que, en lugar de quedar archivada en su disco duro, podía intentar publicarla con alguna editorial de zombis.

Antes de lanzarse a escribir la novela, probó a escribir un cuento de temática zombi, para el cual utilizó una prosa elaborada, que pretendía dar la impresión de que el texto había sido redactado por algún escritor ficticio de terror gótico. Este cuento: "La sordidez es la mejor compañía" fue uno de los ganadores del concurso de relatos zombis de la editorial Dolmen, apareciendo publicado en la "Antología Z, volumen 3".

Lo narrado en el cortometraje original de "Gangsters Zombies" aparece en un de los capítulos de la novela, pero su desarrollo es ligeramente distinto, más acorde con lo que él quería contar en el guion original.

Antes de finalizar habría que señalar un hecho curioso. Cuando Roberto empezó a escribir la novela, cuenta que siempre visualizaba a Cagney en el papel de James, pero a medida que la reescribía su aspecto iba transmutándose con los rasgos de Christian Bale. Además añade que tiene en mente el reparto ideal para interpretar a los personajes de la novela. Por desgracia, sería imposible reunir a todos los actores -algunos están muertos; aunque, claro, dado el género del que hablamos, tampoco sería tan descabellado.

Servidor ya tuvo el privilegio de leer la novela, y os la recomiendo. Creo no equivocarme si digo que gustará a los aficionados del terror literario y, sobre todo, a los fans del subgénero zombie.


Tenéis más información en:

Web de la editorial: www.galisgamdigital.com

Web de la novela: http://gangsterszombies.jimdo.com

Web del autor: http://elsonadorsinparpados.blogspot.com

jueves, 9 de junio de 2011

“Hanna” (2011) - Joe Wright

critica Hanna 2011 Joe Wright
Debutó en el largometraje con “Orgullo y prejuicio”, adaptación de la novela de Jane Austin por la cual consiguió un BAFTA a Mejor director y diversas nominaciones a los Oscar y a los Globos de Oro. Tres años más tarde, Joe Wright repitió con su actriz principal, Keira Knightley, para rodar otro drama romántico/épico basado en otra aclamada novela y recibiendo nuevamente el aplauso de la crítica.

Con todo a su favor, en 2009 se lanzaba a filmar un drama basado en hechos reales de esos que tanto gustan a la academia, y con dos buenos actores como Jamie Foxx y Robert Downey Jr. al frente del reparto. El resultado, sin embargo, no podía estar más lejos de las expectativas puestas en ella, y la película convenció a muy pocos (y mira que la historia era un caramelo, pero el sabor que dejaba era bastante agridulce)

Quizás debido a este traspié o quizás porque tenía ganas de cambiar de género, lo último que nos llega del director inglés es este thriller de acción un tanto inusual.

Hanna (Saoirse Ronan) es una chica de 16 años que vive en las salvajes tierras del norte de Finlandia, aislada del mundo civilizado, junto a su padre, Erik (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Erik ha enseñado a Hanna a cazar, le ha entrenado con un duro programa de autodefensa y le ha enseñado a leer y escribir con tan solo una enciclopedia y un libro de cuentos de hadas. Hanna ha vivido una vida muy diferente a la de cualquier otra adolescente; toda su educación y entrenamiento se reduce a un objetivo, convertirla en la perfecta asesina. Pero en el mundo real hay una cuenta pendiente con la familia de Hanna, y Erik se ha dado cuenta de que ya no puede retener más a su hija, y que ya es hora de saldar esa cuenta.

Cuando supimos de ella y vimos el tráiler, nos extrañaba que detrás estuviera un director como Wright. Aún así, con semejante reparto (Ronan, Bana, Cate Blanchett, Tom Holland…), ¿quién podría resistirse?

Como ya se indica en la sinopsis, Hanna ha sido convertida en una dura y letal asesina a manos de su padre, que la ha entrenado y criado olvidando, quizás, lo más importante de todo: que es una niña. Una niña capaz de desnucarte con un par de rápidos movimientos, pero una niña, al fin y al cabo.

Ahora ha llegado un momento crucial que va a cambiar bruscamente la adolescencia de Hanna. Ella y su padre se separaban por primera vez para embarcarse en la misión para la que siempre ha estado destinada. Antes de reencontrarse en Berlín, tal y como habían planeado, Hanna es capturada por la despiadada agente de inteligencia Marissa Wiegler (Cate Blanchett). La joven, sin embargo, no tarda fugarse de sus captores para emprender un largo y duro viaje por Europa, seguida muy de cerca por Marissa y sus secuaces.

Para Hanna, este viaje no será solamente la misión de su vida para la cual ha sido entrenada desde bien pequeña, sino que también supondrá un redescubrimiento del mundo y de su propia adolescencia.


Estamos hablando de una chica de 16 años que se ha criado en el bosque con la única compañía de su padre, quién le ha enseñado todo lo que sabe. Y todo lo que sabe no es suficiente para enfrentarse al mundo real, porque la vida es algo más que datos y definiciones de una enciclopedia o recuerdos de un pasado distante y borroso. La vida son también sentimientos, personas y lugares.

La joven experimentará nuevas sensaciones al tiempo que es perseguida por unos matones sin escrúpulos.

“Hanna” es una de esas películas que te das cuenta que apuntan maneras nada más empezar. De hecho, desde la primera escena hasta que la protagonista logra escapar de las garras de Marissa, podríamos decir que estamos ante uno de las propuestas más interesantes del cine comercial actual. No obstante, justo después de ese tramo, la historia empieza a tomar derroteros un tanto extraños y discutibles, y la película empieza a tambalearse y a dudar de su condición y del público al que va dirigida. Y es que llega un momento en que uno no sabe muy bien si está presenciando un thriller de acción, un drama juvenil o una comedia involuntaria.

Otorgarle profundidad a la trama, darle fondo para que no se convierta en un vacuo y superficial muestrario de pirotecnia, es algo que se siempre se agradece. Sin embargo, debe existir un buen equilibrio entre las partes sin perder de vista el tipo de película que se está haciendo y el género al que ésta pertenece. En este caso, la mezcla resulta un tanto extraña por culpa de las ínfulas de su director y algunos aspectos que chirrían en exceso.

Exceptuando los personajes principales interpretados por Ronan, Bana y Cate Blanchett, el resto no sabemos si tomárnoslos en serio o no.



Empecemos, primero, por los secuaces que utiliza Marissa para atrapar a Hanna. Se trata de tres nazis estereotipados hasta la médula: dos de ellos, cabezas rapadas (o skinheads) con su vestimenta oficial (cazadora Bombers, tejanos ajustados y botas Dr. Martens) que parecen recién salidos de “American History X”; el otro, interpretado por un histriónico Tom Holland, es un nazi homosexual teñido de rubio que se pasa toda la película vestido con un chándal amarillo chillón.
Luego tenemos a la familia con la que topa Hanna al inicio de su viaje y con la que cruzará Europa, que son una atípica familia hippie cuya hija adolescente es pija, boba y sumamente repelente. Ignoro si la idea era ofrecer con fuerte contraste frente a la personalidad más seria y adulta de Hanna, pero lo cierto es tal “extremismo” consigue que su personaje se haga bastante difícil de soportar.

Y por último, y ya hacia el final, el guionista se saca de la manga a otro personaje estrafalario que bien podría haber salido de alguna película de Terry Gilliam.

Todo ellos terminan por descolocarnos y empezamos a dudar de la seriedad de la propuesta, más aún cuando la película tiene ciertos deslices más propios de la comedia que de un thriller de acción serio y contundente (que es lo que uno más o menos presumía encontrarse)

Por tanto, “Hanna” termina convirtiéndose en una confusa película comercial con pretensiones artísticas que mezcla de forma inconsistente momentos de introspección personal con secuencias de acción, las cuales en ocasiones son filmadas por Wright a base de virguerías visuales como si de un videoclip se tratara (la cañera banda sonora a cargo de los Chemical Brothers potencia aún más esa sensación)

Teniendo como protagonista a una niña asesina emulando a Nikita, uno ya da por asumido que la verosimilitud de la cinta puede llegar a ser un tanto precaria, pero en algunos aspectos la credibilidad de la trama llega a rozar lo absurdo, y al final un servidor se marchó de la sala sin tener muy claro si lo que había visto le había gustado o no (y tras dejar madurar mi opinión, casi que me decantaría por el “no”)

Probablemente, con unas ideas menos presuntuosas y un guión más centrado, estaríamos hablando de unos de los thrillers del año. Sin embargo, el resultado no termina de convencer.

P.D.: Saoirse Ronan es una joven y estupenda actriz con un prometedor futuro por delante. Pero eso sí, necesita participar en mejores películas.


Valoración personal:


miércoles, 1 de junio de 2011

“X-Men: Primera generación” (2011) - Matthew Vaughn

critica X-Men: Primera generación 2011 Matthew Vaughn
Se podría decir que los X-Men de Bryan Singer fueron los que inauguraron la actual e incesante moda de llevar al cine a los superhéroes de las viñetas. Después del declive de estas adaptaciones por culpa de los abortos perpetrados por Joel Schumacher con la franquicia de Batman, a finales de los 90 llegaría Blade para poner la primera piedra que reconciliaría la industria cinematográfica con el mundo del cómic. Pero este personaje no era estrictamente un superhéroe, por lo que no sería hasta la llegada de la famosa Patrulla X cuando el resto de estudios se animaron a desempolvar sus viejos tebeos y rescatar esa fuente inagotable de historias con las que Hollywood lleva nutriéndose años y años. Además, los avances en tecnología digital abrieron un abanico de posibilidades que permitieron echarle el guante a unos superhéroes que, quizás, años atrás no hubieran podido adaptarse con tanto atino (al menos en lo que respecta al aspecto visual y pirotécnico)

Así pues, los X-Men despejaron el camino para que llegaran Spiderman, Hulk, Los 4 fantásticos, Daredevil, Iron Man e incluso un remozado Batman, entre otros. Pero los primeros tampoco quisieron quedarse atrás, así que hasta el momento, el éxito de Singer ha dado para dos secuelas más, un spin-off y la precuela que ahora nos ocupa.

“X-Men: First Class” nos acerca a la juventud del profesor Xavier (James McAvoy) y Eric Lensherr /Magneto (Michael Fassbender) antes de que estalle su rivalidad, cuando aún eran amigos y estaban descubriendo sus poderes; una época en la que colaboraron juntos, ayudados por otros mutantes para combatir la mayor amenaza que el mundo ha conocido.

Después del fallido intento -artístico, que no económico- de mostrar los orígenes de Lobezno en solitario, y viendo lo bien que le está yendo a Marvel adaptando los personajes de los que aún conserva los derechos, nos temíamos lo peor cuando la Fox anunció que seguiría explotando la franquicia X-Men, esta vez en forma de precuela y con un reparto formado prácticamente por adolescentes.

Sin embargo, tras el fichaje de Matthew Vaughn y, posteriormente, de un buen puñado de intérpretes más que solventes, los temores se fueron disipando. Luego llegaron los tráilers y el recelo mayoritario casi desapareció, aunque la promoción cartelística fuese de juzgado de guardia.

Ahora, con el estreno mundial de la película a la vuelta de la esquina, serán los espectadores quienes por fin podrán juzgar de primera mano si la espera ha valido la pena. Por mi parte, puedo constatar que el estudio ha logrado compensar los errores cometidos en el pasado entregando ahora un entretenimiento superheroico de calidad.

Nada más empezar la película nos damos cuenta que esta vez se han hecho bien los deberes, pues los primeros minutos conectan directamente con aquel primer film de Singer, situándose en plena II Guerra Mundial y mostrándonos a un jovencito Eric Lensherr justo en el momento en que es separado de su familia y hace uso de sus poderes ante la incrédula mirada del ejército nazi. Es más, diría que Vaughn ha rodado la secuencia plano por plano como lo hizo Singer en su momento (pero con otro niño actor haciendo de Erik, claro está)

Este inicio supone el primer apunte en el interés por mantener la continuidad respecto al resto de la saga, algo que con Lobezno no se hizo del todo bien, a mi entender.

Luego ya le toca el turno a unos jóvenes Profesor Xavier y Mística, los principales protagonistas junto a Magneto, de la trama que más tarde se desarrollará.

La historia se sitúa durante los años 60, en el punto álgido de la Guerra Fría, cuando las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética amenazaban a todo el planeta. En este contexto tenemos, por un lado, a Erik en busca de venganza tras las atrocidades sufridas en el pasado, cuando no era más que un niño; por el otro, tenemos a Xavier y su protegida Raven (Mística) uniéndose a la CIA para intervenir en una inminente amenaza que podría desencadenar la III Guerra Mundial.

En este punto es cuando, por primera vez, se dan a conocer los mutantes al resto del mundo. Y esto es precisamente lo que supondrá el principal conflicto entre ellos.

La crisis de los misiles de Cuba de 1962 sirve para introducir al villano de la trama encarnado por Kevin Bacon; un Sebastian Shaw que, sin contar sus poderes sobrehumanos, bien podría haber salido de alguna película de James Bond. Su pérfido plan pone en peligro a toda la humanidad en beneficio de la supervivencia y supremacía de los mutantes.


Erik y Xavier unen sus fuerzas –aunque por distintos intereses- para hacer frente a Shaw, y por ello reclutan a otros mutantes a los que entrenarán para que aprendan a controlar sus poderes.
A partir de ahí, se librará una batalla entre mutantes, con los humanos de por medio y con el peligro de una guerra asomando en el horizonte.

Uno de los grandes logros de “X-Men: Primera generación” es dedicar un especial interés a los debates internos de sus personajes, especialmente de Erik y Xavier.


Ambos son conscientes del peligro que supone para ellos el darse a conocer al resto de la humanidad. Pero mientras que uno, Erik, recela de los humanos, convencido de que cuando sepan de ellos les darán caza; el otro, Xavier, confía en su integridad y espera que éstos les acojan dentro de su sociedad, sobre todo después de prestar su ayuda en el conflicto de los misiles cubanos.

Pero ya se sabe que el hombre teme a lo desconocido, y que ese temor puede llegar a convertirse en odio. Y eso es lo que terminará quebrando la amistad entre Erik y Xavier. Ninguno está dispuesto a dar el brazo a torcer, y pronto los mutantes tendrán que decidir a qué bando desean pertenecer.

En ese sentido, existe otro detalle, el aspecto físico, que causará un dilema personal entre algunos personajes como Raven o Bestia, cuya monstruosa apariencia será todo un hándicap para llegar a aceptar su condición de mutante.

Por tanto, nos encontramos con una película muy interesante y consistente desde el guión, y que no sólo ofrece el espectáculo palomitero que uno espera de una producción de estas características, sino que reflexiona sobre cuestiones que bien podrían extrapolarse al mundo real, procurando dotar de humanidad y profundidad a sus personajes e incidiendo audazmente en sus conflictos internos. Ese es, probablemente, uno de los aspectos más destacables de la –pese a todo, previsible- historia, ya que propicia momentos ciertamente emocionantes gracias al notable grado de implicación que el espectador consigue tener con los protagonistas.

Los guionistas abordan la historia con seriedad y madurez, pero sin olvidar la necesidad –imperante en la saga- de ofrecer unas acertadas pinceladas de humor que, a diferencia de otras producciones similares, no caen en lo ridículo o lo bobalicón. Prueba de ello sería cierto cameo en concreto que muchos seguidores de la serie agradecerán; algunas puyitas o bromas entre los protagonistas o la actitud ligona de un joven Xavier que contrasta un poco con la formalidad con la que siempre le hemos visto en pantalla.

Pero además de los cameos, hay que estar atento también para detectar las referencias o guiños a otros personajes de la saga (SPOILER-- atención al momento en el que Xavier prueba la máquina que le ayuda a encontrar mutantes por todo el mundo; servidor llegó a distinguir a unos jovencísimos Tormenta y Cíclope -- FIN SPOILER)


En cuanto a la fidelidad con los cómics, eso ya es algo que escapa a mi conocimiento y que deberán juzgar los fans, pero imagino que la idea principal era ajustarse a lo ya establecido en las anteriores películas. Y supongo que en ese aspecto siempre habrá un grupo de puristas que se quejen, a veces con razón, a veces por puro placer (que si los trajes no son iguales, que si este actor es demasiado alto… en fin, nimiedades), pero creo que independientemente de eso, el resultado es muy satisfactorio.

La dirección de Vaughn es de lo más competente. Lejos de querer copiar el estilo de Singer, como hizo Brett Rattner, el británico se adapta a la franquicia dejando su impronta personal y demostrando que es un director con criterio y no un vulgar mercenario. Cabe destacar, en ese aspecto, momentos como la transformación de Bestia (vista desde el punto subjetivo del personaje) o cuando el pequeño Erik se encuentra cara a cara con Shaw en su peculiar despacho.

Las escenas de acción son atractivas y, lo que es mejor, perceptibles para el ojo humano; los efectos especiales resultan convincentes y el tono solemne y épico de la banda sonora le sienta como un guante.

Pero por encima de todo sobresale el elenco de actores encabezado por dos estupendos intérpretes, James McAvoy y Michael Fassbender. Los dos evitan emular a Patrick Stewart y a Ian McKellen, adueñándose de los personajes de Xavier y Magneto y haciéndolos suyos, pero manteniendo, eso sí, la misma química que sus predecesores.

A Kevin Bacon siempre se le ha dado muy bien hacer de malo, así que es otro gran acierto de casting (hablando alemán y todo), aunque luego Fassbender le robe algo de “protagonismo antagonista”.

Nicholas Hoult y Jennifer Lawrence destacan de entre el correcto reparto juvenil, y el resto de secundarios cumplen con su labor. Y ojo porque hay mucha cara conocida: Rose Byrne, Oliver Platt, Michael Ironside, Jason Flemyng, James Remar, Rade Serbedzija (que siempre hace de ruso), Matt Craven…

También está el español Alex González, pero no creo que nadie vaya a acordarse de su intervención, menos aún cuando lo único que hace en todo la película es agitar los brazos. Y es que, si hay algún defecto que acarrea del resto de entregas, es que los esbirros del villano son casi siempre meros títeres -con poco o nada de diálogo- que obedecen órdenes, sean quiénes sea quienes los encarnen (con Flemyng en el rol de Azazel se podría haber sacado mucho jugo…)

“X-Men: Primera generación” no sólo hará las delicias de los seguidores de la Patrulla X, sino de todos aquellos que busquen buen cine de entretenimiento; aquél que no antepone los efectos especiales y la acción a la historia y los personajes.

Si esto es el inicio de una nueva trilogía, lo cierto es que no podrían haber empezado con mejor pie. Y no estaría de más que Vaughn siguiera a los mandos de las secuelas, aunque también sería una lástima no poder aprovechar el talento de este director en otros géneros (a la vista de lo bien que lo ha hecho con el thriller –Layer Cake- o la fantasía –Stardust-)



Valoración personal: