domingo, 28 de abril de 2013

“Iron Man 3” (2013) – Shane Black


“Los Vengadores” supuso el broche de oro que culminaba la exitosa –aunque algo irregular- Fase 1 de Marvel. Con ella, Joss Whedon lograba reunir a todo el equipo de superhéroes al completo para regocijo de los fans, dando lugar a un festín de lujoso y divertido entretenimiento  y a un auténtico monstruo revienta-taquillas.   
 
Finalizado este primer ciclo cinematográfico para los héroes de la popular editorial, toca el turno ahora de lanzar la Fase 2, y quién mejor para hacer tales presentaciones que el superhéroe estrella de la casa: Iron Man. 

La historia de esta tercera entrega transcurre tras los hechos acontecidos en “Los Vengadores”, y con una conexión muy directa a éstos en relación a la personalidad de nuestro protagonista. El descarado pero brillante Tony Stark/Iron Man se encuentra sumido en una profundo crisis de identidad tras abrirse ante él un mundo inimaginable en el que tienen cabida supersoldados y seres de otros mundos cuyos poderes antes no era capaz siquiera de imaginar. Dentro de este nuevo panorama,  Stark se embarca en una angustiosa vendetta personal para hacer frente a un poderoso enemigo que ha logrado abrir una brecha en su universo. En este viaje, nuestro héroe ha de poner a prueba su entereza para sobrevivir por sus propios medios, confiando en su ingenio y su instinto para poder proteger a las personas que quiere

“Iron Man 3” llega después de la enorme –y extendida- decepción que supuso la segunda entrega de la franquicia, más teniendo en cuenta la grata e inesperada sorpresa que nos brindó la primera aparición del hombre de hierro a la gran pantalla (recordemos cuán criticadas fueron, en los albores del proyecto, las elecciones de Jon Favreau como director y Robet Downey Jr. como actor protagonista). Y en este retorno post-Vengadores se nota que Marvel ha hecho los deberes para intentar no repetir los errores del pasado. Uno de sus mayores aciertos ha sido fichar a alguien como Shane Black para encargarse no sólo de la dirección sino también, y más importante aún, de la co-escritura del guión. 

Black fue uno de los ilustres guionistas del cine de evasión de finales de los 80 y principios/mediados de los 90. De su pluma surgieron joyitas del cine de acción como “Arma Letal”, “El último gran héroe” (infravalorado film dónde los haya) o “El último Boy Scout,” cuyo guión fue, en su momento,  uno de los mejor pagados en la industria de Hollywood. Black es un tipo que procede de la vieja escuela, y eso se palpa en ésta su segunda película tras las cámaras (se debut se produjo con la irregular -y a mi gusto, aburrida- “Kiss Kiss Bang Bang”).


Pese a la incesante e inevitablemente abundante presencia de CGI, Iron Man 3 es una película que desprende el aroma del cine de entretenimiento de antaño (algunas secuencias incluso me han recordado al “Terminator” de James Cameron). El sello Shane Black se percibe a lo largo de sus gozosos  130 minutos de metraje.  Black, a quién, en materia de humor, le ha venido como anillo al dedo manejar a un tipo engreído y socarrón como Tony Stark, ha sabido darle una profundidad dramática al personaje sin tener que renunciar a sus característicos atributos; aquellos que han hecho de Stark/Iron Man un superhéroe arrolladoramente carismático. Stark hace gala de su reconocible sarcasmo incluso en los momentos más peliagudos, y sus chascarrillos inundan las páginas de un guión que sabe congeniar comedia y tragedia sin que uno se resienta por la presencia del otro, prolongando la sonrisa del espectador hasta sus últimos minutos (post-créditos incluidos), arrancándole cómplices carcajadas y dejándole hincho de satisfacción sin encaminar la estruendosa montaña rusa que maneja hacia el peligroso lado oscuro del entretenimiento bobalicón. Convierte a Stark en un personaje de carne y hueso, y recupera al héroe vulnerable cuyas motivaciones provienen de lo más profundo del alma. Un Stark que lucha por amor y que debe vencer sus miedos para reencontrarse a sí mismo.

Uno de mis mayores temores antes de postrar el trasero en la butaca era, a juzgar por los avances previos, que la franquicia se hubiera “nolanizado” innecesariamente. Pero no ha sido así. El humor está presente y sigue siendo una de las claves del éxito de la saga. Esta vez, y a diferencia de su predecesora, éste goza de una salud envidiable y de aires inusualmente renovados pese a que estemos ya ante a un tercer capítulo de las aventuras de este peculiar superhéroe (cuarto capítulo, si tenemos en cuenta “Los Vengadores”). La línea que separa lo genuinamente cachondo de lo directamente ridículo es muy fina, y Black ha sabido mantenerse en el lado bueno –y macarra- de la balanza. Y la cosa no se limita sólo a los chascarrillos, sino que se han tomado una serie de decisiones a nivel argumental que bien podría haber hundido por completo el invento.

En lo que respecta los villanos de la película, Black ha decidido hacer jugada que, pese a lo arriesgado de la misma, le ha salido redonda, aunque esa es una opinión que seguramente no todos compartan. Y éste es precisamente uno de los aspectos más controvertidos de esta entrega, y el que puede dividir más al público.
El obtuso purismo de los fans es, a menudo, un gran obstáculo con el que deben lidiar este tipo de adaptaciones. En esta ocasión, hay que reconocer que se ha jugado con fuego (y nunca mejor dicho) modificando la iconografía de un personaje clave en el universo Iron Man, por lo que metiéndome en la piel del fan más purista, puedo llegar a comprender su enfado para con los cambios introducidos. Desde una postura absolutamente ajena al cómic, debo reconocer que mi sorpresa ha sido mayúscula (complot urdido con astucia ya desde la campaña publicitaria), y que conforme avanzaban los minutos mejor y más inteligente me parecía dicho golpe de efecto. ¿Oportunidad y actor desperdiciados? Ni mucho menos. Al contrario, habilidosamente empleados para reírse del tópico y, de paso, introducir la puntilla ácida para con la figura del terrorista islámico.


Con todo, Iron Man 3 supone el fin de un ciclo iniciado seis años atrás con la primera “Iron Man”. Downey Jr. lo da todo y más para dar por cumplida su encarnación de Tony Stark, y la evolución de éste y los distintos acontecimientos que se producen a lo largo de la película son suficientemente significativos como para que, en caso de tratarse de una última entrega (cosa que dudo),  suponga ésta un cierre de trilogía más que digno y a la altura de las exigencias.

Marvel inicia la Fase 2 ofreciendo un entretenimiento ingeniosamente escrito, que no sufre altibajos y que concluye en un clímax final prodigiosamente articulado para contentar al crío que todos llevamos dentro. Una máquina de hacer dinero provista de alma y carácter. 

P.D.1: Ahora sí que sí. Brian Tyler ha encontrado la sintonía perfecta para Iron Man. El resto de la partitura supera con creces la labor de sus antecesores.

P.D.2: Como siempre, quedaos hasta el final de los créditos. Hay sorpresita (irrelevante pero simpática). Sin contar que los propios créditos finales son un psicodélico regalo de regusto deliciosamente setentero. 


Valoración personal:

sábado, 6 de abril de 2013

“Un amor entre dos mundos” (2012) - Juan Diego Solanas


 
Con un retraso de un año con respecto a su estreno (limitado) en EE.UU., llega a nuestras pantallas esta producción franco-canadiense dirigida por el argentino Juan Diego Solanas (Nordeste).
“Upside Down”, rebautizada en nuestro país como “Un amor entre dos mundos”, nos sitúa en un planeta único en su galaxia, pues a diferencia del resto, éste se caracteriza por tener doble gravedad. Dos mundos coexisten el uno al lado del otro, y cada uno con su propia gravedad. Pero esto no es lo único que les diferencia, y es que mientras que el mundo de arriba (Up) es rico y próspero, el de abajo (Down) es pobre y deprimente. Las poderosas gentes de arriba se aprovechan de sus vecinos de abajo explotando sus recursos petroleros para luego suministrarles a éstos electricidad a un alto coste. Además, los de abajo tienen estrictamente prohibido el contacto con personas de arriba, y desobedecer dicha ley puede acarrearles la cárcel o incluso la pena de muerte. Tan sólo existe una única conexión que une los dos mundos; se trata de la empresa "TransWorld", ubicada en un majestuoso edificio en el que conviven de forma desigual el personal de ambos mundos.

Los protagonistas de esta historia son Adam (Jim Sturges), un joven que vive en el mundo de abajo y que se ha criado en un orfanato después de haber perdido a sus padres en una explosión en una refinería de petróleo; y Eden, una chica del mundo de arriba libre de preocupaciones.

A Adam le gusta pasear a escondidas por una montaña tan alta que prácticamente parece que esté tocando el mundo de arriba. Ahí es dónde conoce a Eden, y dónde surge el amor entre ambos. Con el paso de los años, los dos jóvenes se las ingenian para sortear la barrera gravitatoria que les separa y así poder pasar juntos el máximo tiempo posible. Sin embargo, un día son descubiertos por las autoridades, y en su intento de capturarles, Eden sufre un grave accidente por el cual Adam la da por muerta.

Pasados 10 años, Adam descubre que el amor de su vida aún vive, y hará lo imposible para reencontrarse con ella.

 “Upside Down” no deja de ser la clásica historia de amor prohibido entre dos amantes de distinta clase social (alta/baja), recayendo habitualmente en el hombre el rol de “chico pobre” y en la mujer el opuesto.  El patrón se repite aquí de la misma forma, sólo que situándose el romance en un contexto de ciencia-ficción realmente atractivo y deliciosamente original.


La clase alta de la sociedad está representada por Up, el mundo de arriba, cuyos dirigentes explotan maliciosamente a la clase baja, el mundo de abajo, como mera mano de obra, y a quienes  prohíben mantener cualquier tipo de contacto con sus gentes. Sólo en TransWorld se les permite confraternizar, siempre y cuando esto no vaya más allá de una relación estrictamente profesional o moderadamente amistosa.

En TransWorld es dónde trabaja Eden y allí es dónde decide dirigirse Adam con el único propósito de recuperar a la única mujer a la que ha amado. Una vez allí, y con la ayuda de Bob Boruchowitz, un trabajador del mundo de arriba con el que enseguida traba amistad, Adam hará lo imposible para acercarse a Eden y reconquistarla.

Sus “infiltraciones” en el mundo de arriba nos dejan momentos de gran genialidad conceptual y visual, destacando en ello la habilidad de Solanas para hacer creíble una premisa tan fantasiosa. No son pocas las preguntas lógicas (y probablemente sin respuesta) que uno se puede plantear a lo largo del film con tal tratar de encontrar coherencia en este extraño mundo de gravedad dual, pero también es cierto que su, en ocasiones, escasa verosimilitud, no es obstáculo para disfrutar de la historia que nos propone. Vale la pena dejar a un lado nuestro lado más puntillista para deleitarnos con su imaginativo mundo y su atractiva puesta en escena. Como punto negativo, no obstante, cabe resaltar que el uso del ordenador para recrear la mayor parte de escenarios y secuencias destacables le confiere a la película una inevitable sensación de artificialidad. Y ésta, por mal que me pese reconocerlo, acaba contagiando a los protagonistas.

El cuidado estético de Solanas se resiente por una trama que, si bien está correctamente planteada, no termina de involucrarnos en un grado más empático con los personajes principales. El romance entre Adam y Eden resulta medianamente convincente (aunque entre Sturges y Dunst no haya demasiada química), pero no termina de emocionar como debiera. El entorno da lugar para una historia de amor de altos vuelos, pero al final todo queda reducido a la mínima expresión, y la epicidad de sus grandes momentos se siente algo acartonada.

 
La película precisa de más minutos para desarrollar el romance entre Adam y Eden, y no tanto en el modo en el que se enamoran por primera vez sino cuando el destino les confiere una segunda oportunidad, momento que Solanas, que también firma (o mejor dicho, co-firma) el guión, remata de forma igualmente apresurada. Esas prisas impiden que el espectador se sienta realmente cautivado por su historia de amor.

En cualquier caso, Upside Down logra distanciarse del término “fallida” con mayor facilidad que otras coetáneas que también partieron con grandes premisas que luego no supieron llevar adelante (véase la decepcionante “In Time”). El film de Solanas flaquea, a ratos, en el corazón de su historia, pero no fracasa en otros aspectos que consiguen hacer, de su propuesta, algo que merece la pena ver. Quizás se sienta que se podía haber logrado algo mejor y más memorable (se echa de menos un figura antagonista con peso dentro del arco argumental que plantea), pero el resultado es, cuanto menos, correcto y entretenido, y se agradece toparse de vez en cuando con algo novedoso dentro del panorama actual. 

P.D.: Existe un curioso y recomendable cortometraje animado titulado “Head Over Heels” (podéis verlo entero aquí: http://www.youtube.com/watch?v=sJxkgTYELAo ), que fue nominado a los Oscars de 2012 y que a nivel conceptual comparte ciertos elementos con esta película. Eso sí, su mensaje final aporta una lectura algo más profunda. 


Valoración personal: