domingo, 24 de mayo de 2009

Steampunk en el cine


¿Qué hubiese ocurrido si en plena Revolución Industrial, nuestra sociedad hubiera evolucionado tecnológicamente no hacia la vertiente electrónica y digital que hoy día conocemos, sino hacia una tecnología basada en el vapor y la combustión a base de carbón?


Eso es lo que, de algún modo, plantea el steampunk, subgénero de la ciencia-ficción cercano a la ucronía, es decir, que plantea una realidad histórica alternativa a partir de un pasado real conocido, el cual se distorsiona o modifica a conveniencia.

El término steampunk fue acuñado, a finales de los años 80, por el escritor Kevin W. Jeter, en un intento de denominar una corriente literaria que éste y otros jóvenes autores de ciencia-ficción y fantasía como James P. Blaylock, Tim Powers o Rudy Rucker estaban desarrollando. Jeter sentó las bases del steampunk con su novela Morlock Night (1979), siguiéndole Powers con Las Puertas de Anubis (1983) o Blaylock con Homúnculo (1986)

No obstante, las raíces de esta corriente literaria habría que buscarlas más atrás en el tiempo, con autores como Julio Verne, H. G. Wells o Mary Shelley, quiénes ya en sus obras, especulaban sobre un hipotético futuro basado en avances tecnológicos propios del ingenio de la época.

El steampunk se englobaría así en el también denominado retrofuturismo, que imagina universos futuristas anclados en el siglo XIX o mediados del XX. Por lo general, sus historias huyen del pesimismo y la decadencia social propia de otro subgénero, el cyberpunk, para ser un poco más entusiastas e idealizadas, con sociedades utópicas y una tecnología mucho menos sofisticada pero sí funcional. A menudo, la acción se desarrollaba en la Inglaterra victoriana o era victoriana, dicha así por referirse al periodo del reinado de la reina Victoria, una época en que se aportaron notables cambios en muchos aspectos decisivos de la sociedad, no sólo en el industrial o científico, pero que en relación a estos últimos permitió el apogeo de la Revolución Industrial británica.

Estéticamente es muy fácil de identificar, y se caracteriza por mecanismos –a veces estrambóticos- que funcionaban a base de vapor, carbón o relojería, en contraposición a la electricidad o el petróleo de nuestros días. Los rasgos mecánicos y estéticos solían exagerarse hasta el punto de encontrar artilugios o vehículos recargados de válvulas, reguladores, esferas indicadoras o tubos de conducción de cobre, dejando siempre a la vista sus engranajes (ruedas dentadas por doquier) y remaches. También era habitual la presencia de los dirigibles –muy comunes a principios del s. XX- como medio de transporte aéreo.

De todas maneras, ha llegado un punto en el que el steampunk ha traspasado las fronteras de lo literario, y se ha escampado hacia otras disciplinas o artes como el cómic (SteamPunk o The League of Extraordinary Gentlemen), la moda (compartiendo raíces con el movimiento japonés lolita fashion), la decoración, los videojuegos, el cine o incluso la música (véase el grupo Vernian Process, de sonido neo-clásico, ambiental y dark). Y es que la fascinación por esta corriente no conoce límites.


Pero centrémonos en su vertiente cinematográfica, que es la que interesa tratar en este artículo.

Obviamente, las adaptaciones de las novelas de autores anteriormente citados, como Verne o Wells, serían unos de los primeros ejemplos de steampunk en el cine, básicamente porque sus autores, sin pretenderlo y sin enmarcase estrictamente en ese subgénero, serían sus precursores. Así cabría destacar tanto la máquina del tiempo de “El tiempo en sus manos (La máquina del tiempo)” que dirigió George Pal en 1960, hasta el submarino del Capitán Nemo que inmortalizó Richard Fleischer en “20.000 leguas de viaje submarino” de 1954 (la mejor versión hasta la fecha, sin ninguna duda). Aunque antes que éstas ya hubo otras adaptaciones, he preferido señalar las más conocidas para el público y las que a un servidor más le gustan. También adaptando a Verne, podríamos citar a “El amo del mundo”, cuyo “barco volador” sería otro claro ejemplo de avanzada tecnología retro.

Incluso inspirándose en estos autores, no podríamos olvidarnos del primerizo cortometraje “Viaje a la luna” que hizo Georges Méliès en 1902, que ya contenía ciertos detalles de carácter steampunk, al igual que “Metropolis” de Fritz Lang, con su estética retrofuturista tan art decó.

Una de los últimos films de Jacques Tourneur, la poco conocida War Gods of the Deep (1965), podría adscribirse, en cierto modo, a este subgénero (sobre todo por los trajes de buzo)

Ya en la década de los ochenta, podríamos citar “Brazil” de Terry Gilliam, sobre todo por esas oficinas en las que trabaja el protagonista. Y también una curiosa película de animación en stop-motion hecha con plastilina titulada “Las aventuras de Mark Twain”. Ésta narraba las aventuras de Tom Sawyer, Huckleberry Finn y otra niña de los libros de Twain, a bordo de un barco volador capitaneado por el propio escritor, y en el que se mezclaban fragmentos de historias de sus libros. La verdad es que muy pocos la conocen y a día de hoy es muy difícil de encontrar (dudo que esté editada en Dvd)

La locomotora-máquina del tiempo que aparecía en la tercera parte de “Regreso al futuro” también sería considerada steampunk, aunque la película en conjunto no lo fuese (recordemos que aquella se situaba en el viejo oeste clásico)

Pero donde mejor se aprecia esta estética, sería en la espantosa “Wild Wild West”, con mucha parafernalia retro, desde los distintos artilugios que usan ambos bandos hasta la araña mecánica gigante o la silla de ruedas con la que se mueve el villano interpretado por Kenneth Branagh (teniendo en cuenta la época, lo denominaríamos western steampunk)

Las francesas “La ciudad de los niños perdidos”, joyita del cine fantástico galo, o la efectista y excesivamente recargada “Vidocq”, tendrían elementos muy propios de este movimiento.

Quizás una de las que sacó más provecho a dicha estética fue “La liga de los hombres extraordinarios”, que precisamente adaptaba el cómic que he nombrado en párrafos anteriores, y que sin entrar demasiado en detalles sobre su calidad (a mi me resultó entretenida, aunque muy mejorable y con un final pésimo), tenía un diseño de producción magnífico. Véase todo lo relacionado con el Capitán Nemo, como el Nautilus o el lujoso coche con el que se desplazan por Venecia; o el ejército de “M” (tanques y demás)

Al año siguiente de ésta, llegó “Van Helsing”, otra cinta que ofrecía una estética steampunk tanto en vestuario (el del propio Van Helsing) como en armamento (artilugios varios o el aspecto del mismísimo Frankenstein). Lástima que la película no estuviera a la altura de su cuidado diseño de producción.

El díptico de Hellboy a manos de Guillermo Del Toro también guarda ciertas características de este estilo, haciéndose mucho más patente en la secuela (en el aspecto del ejército dorado, sobre todo). El villano Karl Ruprecht Kroenen de la primera entrega o el aliado Johann Krauss de la segunda son quienes mejor representan ese ligero toque retro que caracteriza la saga.

Otro buen ejemplo sería uno de los mayores fracasos del 2007, “La Brújula Dorada”, que adaptaba la primer aparte de la trilogía de La materia oscura de Philip Pullman. Así cabría destacar desde el diseño de la propia brújula a algunos de los ingeniosos vehículos que aparecen a lo largo del film, como el dirigible de la malvada Mrs. Coulter (Nicole Kidman) o el carruaje de tres ruedas que aparece en la foto que acompaña este post.


Ese mismo año también se estrenó la magnífica “Stardust”, que también contenía algún que otro elemento steampunk, como el barco volador del Capitán Shakespeare (Robert De Niro)
O incluso The Prestige de Christopher Nolan en el 2006, gracias a su estética victoriana y algún que otro artilugio de los magos, podría asemejarse a ese mismo estilo.

Pero uno de los mayores exponentes de esta estética, y que mejor se ha reflejado en pantalla, sería la atractiva pero fallida “Sky Captain y el mundo del mañana”. Y es que si hubieran puesto tanto empeño en su ambientación como en el guión y los personajes, probablemente hubiesen conseguido una estupenda película de aventuras de delicioso sabor pulp.

Otra película, empleando la misma técnica de fondos digitales que Sky Captain o 300, sería “Mutant Chronicles”, que junto a “La criatura perfecta”, son la enésima muestra de buenas ideas y resultado mediocre.

Y por último, sería interesante citar como en la animación, también la estética steampunk se ha visto representada en películas como “Laputa: Castle in the Sky” de Hayao Miyazaki, o el caso más evidente de todos, “Steamboy”, como su título bien indica, de Katsuhiro Ôtomo (o también en formato televiso, véase Secret of Cerulean Sand o Last Exile). Incluso me atrevería a señalar que el robot gigante de “El gigante de hierro” de Brad Bird tiene ese mismo toque retro.


Y aquí finalizaría este pequeño pero básico repaso del steampunk en el cine. Probablemente no estén todos los que son, pero si son todos los que están. No en vano, si se os ocurren más ejemplos, podéis ampliar la lista con vuestros comentarios.

domingo, 17 de mayo de 2009

"Franklyn" (2008) - Gerald McMorrow


Esta es una de esas cintas que a uno le llaman la atención desde que ve sus primeras imágenes por la red. Sin duda, lo que más me sedujo en un primer momento fue esa estética victoriana y oscura de la que hacía gala. Claro que muchas veces no vale sólo con el apartado visual para atraer al espectador, y por eso “Franklyn” contaba además, con una historia bastante interesante.

Jonathan Preest (Ryan Phillippe) es una especie de detective vigilante que oculta su rostro bajo una máscara (recordando un poco al Rorschach de Watchmen). Preest deambula por las calles de Meanwhile City, una ciudad gobernada por El Ministerio, un poder religioso y enigmático que durante siglos ha controlado a los ciudadanos a base de imponerles la religión como modo de vida único. Todos en la ciudad tienen una religión a la que mostrar devoción y fe. Pero Preest se niega a ser una oveja más del rebaño, siendo así el único ateo de Meanwhile City y por ello, siendo perseguido por El Ministerio. La lucha de este vigilante nocturno consiste en intentar evitar que las sectas capten más adeptos, siendo un tipo llamado El Individuo su principal objetivo, después de que este matara a una niña de 11 años como sacrificio a su Dios.

Paralelo a este mundo, se encuentra el Londres contemporáneo. Aquí, el foco de atención son Emilia (Eva Green), una suicida en potencia; Milo (Sam Riley), un joven desamparado tras la anulación de su boda pocos días antes de celebrarse; y David (Bernard Hill), un hombre que busca a su hijo desaparecido.

Pese a toda la parafernalia victoriana, “Franklyn” no deja de ser la típica película de vidas cruzadas al estilo “Crash”, “Babel” o la más reciente “Cuatro vidas/The Air I Breathe”.

A lo largo de su visionado, uno va siguiendo las vidas de los cuatro personajes, aparentemente sin ninguna relación entre ellos, hasta que, por supuesto, llegue el desenlace y los caminos de los cuatro se encuentren. Y la verdad es que la película podría haber quedado mejor si se hubiera suprimido a dos de esos personajes, Emilia y Milo. Su nexo de unión es demasiado endeble y forzado, en un intento por parte del director/guionista de darle una trascendencia mayor a la historia, pero quedándose más bien a medio camino en todas y cada una de sus intenciones.


Todo lo que acontece en Meanwhile City es de lo más sugerente, y funciona como un poderoso mecanismo para captar nuestra atención. La relación que ese mundo mantiene con el Londres contemporáneo –y que descubriremos una vez avanzado el metraje- está muy bien trazada, y quizás el director tendría que haberse ceñido a esos únicos parámetros para desarrollar toda su historia. Y es que una vez terminada la función, uno se pregunta cuál era el propósito de todo, además de inscribir una subyacente crítica al fanatismo religioso.

Dicho de una forma más clara, las historias de Milo y Emilio acaban siendo un pegote que distrae al espectador, y que encima no resultan mínimamente interesantes, dado que tampoco terminan de estar bien desarrolladas. Eso también se convierte en un lastre para desarrollar convenientemente la historia de Preest y de David. Y es que una vez empezamos a entender qué significado tienen Meanwhile City y Jonathan Preest en la historia, más que responder a nuestras dudas, lo que hace es crearnos un mayor número de incógnitas y preguntas que al final quedan descolgadas y sin respuesta. Demasiadas incoherencias para que todo tenga un sentido; demasiados cabos sueltos que se quedan sin concretar; demasiada parafernalia estética utilizada más como reclamo para nuestros sentidos que para tener validez narrativa sólida dentro de la trama.

Aunque nunca llega a ser tediosa del todo, la verdad es que la película se hace un poco pesada, especialmente por ese juego a cuatro bandas que termina por empalagar al espectador.


El mundo de Meanwhile City es un recurso narrativo muy atractivo pero totalmente desaprovechado. Demasiadas inconsistencias argumentales, frases grandilocuentes y diálogos pomposos que no van a ninguna parte. McMorrow se ha preocupado más por maravillar al espectador con su puesta en escena que por contar algo que nos pueda quedar en el recuerdo.

Puede que la película necesite de un segundo visionado para captar todos los detalles que se nos muestran y que podrían escapársenos en un primer intento, no digo que no, pero a uno se le quitan rápidamente las ganas de hacerlo. Su fascinante estética y su cautivadora banda sonora no son motivo suficiente para perder nuevamente hora y media de mi tiempo; tiempo que podría dedicar a otros menesteres o incluso a una película menos pretenciosa pero más satisfactoria. Ni tan siquiera dedicaré más párrafos a la crítica de una película que considero, a todas luces, fallida.

Muy bonita y en cierto modo original, muy trascendental e incluso interesante en sus intenciones, pero falsamente profunda, artificiosa y repleta de cabos sueltos y forzadas coincidencias (esto último, habitual en este tipo de cintas sobre vidas cruzadas)

Puede que “Franklyn” sea una de esas películas a las que algunos les fascina y a otros les deja más bien indiferente. Desgraciadamente, un servidor se encuentra en el segundo grupo (y no por culpa de unas expectativas previas, que conste). Viendo los resultados, no me extraña que no haya encontrado quién la distribuya en cines, y es que no todo lo que huele a original tiene que ser irremediablemente bueno.



Valoración personal:

martes, 12 de mayo de 2009

"Cromwell, el rey de los bárbaros" (1982) – Albert Pyun


También conocida como La espada poderosa, “Cromwell, el rey de los bárbaros”, cuyo título original –y con el que no tiene nada que ver su “traducción” española- era The Sword and the Sorcerer, fue una de tantas producciones, allá por los ochenta, que se apuntaron a la moda de explotar el género conocido comúnmente como “espada y brujería”. Y es que tras el éxito que supuso “Conan, el bárbaro” de John Millius, no fueron pocos los que apostaron por este tipo de películas, siempre con atléticos protagonistas como valerosos héroes y con alguna hermosa doncella a la que rescatar de las garras del pérfido villano, que solía ser un poderoso y malvado brujo o un rey déspota y cruel.

La popularidad de este género -o subgénero, si se prefiere- hizo que no sólo en EE.UU se realizaran producciones de este tipo (recordemos la simpática El señor de las bestias), sino también al otro lado del charco, y muy especialmente en Italia. Así es como surgieron Ator, el poderoso (Ator l'invincibile) o Gunan, el Guerrero (Gunan il guerriero), ambas películas también del año 82 y dirigidas por Joe D'Amato y Franco Prosperi, respectivamente; La espada salvaje de Krotar (Sangraal, la spada di fuoco) de Michele Massimo Tarantini o The Barbarians (1987) de Ruggero Deodato (la más delirante de todas, sin duda alguna). Incluso Lucio Fulci hizo lo propio con La Conquista de la Tierra Perdida (Conquest).
Obviamente, eran cintas de muy bajo presupuesto y de calidad ínfima, y solían llenar las estanterías de los videoclubs con sus impactantes caratulas (muchas veces, lo único elaborado y meritorio de estos subproductos) Aún así, algunas de ellas llegaron a tener secuelas, como es el caso de Ator (bárbaro bastante afeminado, por cierto), por lo que era evidente que había demanda del producto.

Coproduciendo con EE.UU, Argentina lanzó al mercado su propia saga heroica bajo el título de Deathstalker, a la que siguió Deathstalker II: Duel of the Titans. Luego hubo dos secuelas más, una co-producida entre EE.UU. y México, y la cuarta y última enteramente yanqui (escrita y dirigida por el guionista de la primera, dicho sea de paso)

Incluso España se apunto al carro y produjo, junto a los americanos, la película Hundra (1983), una suerte de Conan pero en versión femenina (guerrera amazona, of course), a la que dio vida Laurene Landon (¿por qué siempre eran rubias?). Aunque no fue la única fémina en busca de aventuras, pues otra co-producción estadounidense y argentina nos trajo La Reina de Barbaria (1985), dónde la protagonista iba acompañada por otras mujeres, todas muy ligeritas de ropa y con unos cuerpos que provocaban pensamientos impuros a más de uno (de hecho, el único aliciente de estos despropósitos era ver desfilar a estas exuberantes muchachas)

Ante el aluvión de italianadas y demás, los americanos contraatacaron primero con la secuela de Conan, Conan el destructor (entretenida pero muy inferior a su predecesora) y esa especie de “tercera parte no oficial” (perdieron los derechos del personaje) titulada El guerrero rojo (Red Sonja) y que Schwarzenegger tuvo que protagonizar por exigencias de contrato (firmó para tres películas del cimerio, o en su defecto, otra tercera de aventuras). En ella acompañó, bajo el nombre de Kalidor, a una teñida Briggite Nielsen como la Sonja del título original.
Ninguna repitió el éxito de la cinta de Milius, y poco a poco la “espada y brujería” fue perdiendo terreno frente a otras modas del momento (cintas de fantasía tipo Willow, serían otro cantar). Gor, en el 88, sería de las últimas en llamar la atención de los fanáticos del género. Si bien cabría destacar, dentro de esta misma etapa, otro maravilloso ejemplo de “espada y brujería”, pero esta vez dentro de la animación. Esa no es otra que Tygra, hielo y fuego (Fire and Ice - 1985), escrita y dirigida, como no podía ser de otra manera, por el genial Ralph Bakshi, quien años atrás ya se atrevió a adaptar “El señor de los anillos”. Pero para hablar de esta joyita y de Bakshi, ya tendremos tiempo más adelante.

De entre tanta copia barata, podríamos decir que “Cromwell, el rey de los bárbaros”, ópera prima del inefable Albert Pyun, fue la alumna aventajada, aunque eso no quiere decir que estemos ante una buena película, ni mucho menos. Su estreno en cines USA coincidió con el Conan de Millius, y aunque ambas hicieron una taquilla similar en su país natal, el cimerio terminó ensombreciendo al Cromwell de Pyun. Y no es para menos, pues la diferencia de calidad entre una y otra era abismal.


A Pyun la cinta le sirvió para atraer la atención de los directivos de la Cannon, Menahem Golan y Yoran Globus, pasando posteriormente a formar parte de su grupo de mercenarios. Así es como llegó a rodar una de sus títulos más conocidos, “Cyborg”, con la estrella de acción emergente Jean-Claude Van Damme. Aunque probablemente uno de sus “logros” más difíciles de olvidar sea la adaptación del “Capitán America” allá por el 90’.

La cinta que nos ocupa, parte de una historia bastante prometedora, aunque la inexperiencia –y torpeza- de un joven Pyun en la escritura y la dirección, impidieron que de aquí saliese una película digna de recordar.

El malvado Cromwell (Richard Lynch), con la ayuda de un demonio al que ha liberado de su sueño eterno, consigue apoderarse de todo un reino, venciendo a su ejército y asesinando a toda la familia real, excepto al Príncipe Talon, que logra escapar del asedio. Años más tarde, Talon (Lee Horsley), convertido mercenario, es reclutado para ayudar a una princesa a derrotar a Cromwell y terminar así con su reinado de terror.

Ésta sería, de forma muy resumida, la sinopsis de la historia, que para qué negarlo, es bastante atractiva, si tenemos en cuenta todos sus componentes (príncipe heredero reconvertido en mercenario, rey tirano, demonio poderoso, bella princesa en peligro…)

La ambientación está más o menos conseguida, teniendo en cuenta el escaso presupuesto con el que se contaba, aunque lo que hace daño a la vista son esos pelucones que algunos actores llevan sobre sus cabezas (no podían ser más ridículos, la verdad). Obviamente, los efectos especiales no son gran cosa, pero en lo artesanal, cabría destacar tanto la tumba del demonio Xusia -menudo nombrecito para un demonio- como su sorprendente aparición final.

Desgraciadamente, algunos de los mayores alicientes de este tipo de cintas se ven aquí lastrados por una pecaminosa dirección de Pyun. Por ejemplo, las peleas cuerpo a cuerpo son insípidas y en su mayoría, mal coreografiadas (o mejor dicho, parece que las hicieron sin coreografía alguna), y hay secuencias que rayan lo esperpéntico (cuando Talon se descuelga de un balcón con la princesa, sin venir muy a cuento; o cuando éste libera a unos campesinos del asedio del ejército de Cromwell)

Los recursos narrativos, como pudiera ser una elipsis, tampoco están bien empleados (en un momento de la película, los amigos de Talon deciden emprender una misión de rescate; acto seguido, aparecen todos encarcelados en las mazmorras de Cromwell, dejando así un salto en el tiempo bastante confuso y desafortunado).

Pero para más inri, resulta incomprensible como Talon, siendo el heredero legítimo del trono que Cromwell poseyó por la fuerza, decide proseguir con su vida de mercenario en vez de convertirse en Rey. Y no es que a uno la decisión tomada la desagrade, sino la falta de explicación alguna por la que el protagonista proceda de dicha forma.

Otro de sus “defectos de fábrica” es el reparto. Las interpretaciones son, en su mayoría, bastante pobres, salvándose de la quema Richard Lynch como Cromwell, demostrando aquí que los papeles de villano le venían como anillo al dedo.



En la parte buena de la balanza, destacaría la banda sonora, de corte clásico, de David Whitaker, que no está nada mal, aunque quizás abuse en exceso del tema principal. Y por supuesto, el póster (el que acompaña esta crítica), obra del ilustrador Peter Andrew Jones (especialista en portadas de discos y libros de fantasía y ci-fi), que es, de lejos, lo mejor de la película.


Pese a sus muchos errores, “Cromwell, el rey de los bárbaros”, pasó a engrosar esa larga lista de “películas de culto” de los 80, si bien aquí los méritos para tal distintivo son más bien escasos. Puede que su poca repercusión en nuestro país y el hecho de que pese casposidad, se hiciese entretenida y fuese mejor que otras copias baratas de Conan, la convirtieran en una cinta mucho más apreciable de lo que realmente es (y esa espada de tres filos, de seguro, debió fascinar a más de uno). Y claro está, podría considerarse el mejor trabajo de Albert Pyun hasta la fecha, lo cual viendo algunos de sus películas posteriores tampoco sea decir mucho.

Por último, cabría señalar que en los créditos finales se anunciaba una segunda entrega de las aventuras de Talon, bajo el título de "Tales of an Ancient Empire”, pero que nunca llegó a ver la luz. Pero lo más curioso de todo, es que ahora, 26 años después de aquella, Pyun se encuentra en pleno rodaje de dicha secuela, apareciendo de nuevo Lee Horsley, y acompañado de nombres tan “ilustres” como Christopher Lambert o Kevin Sorbo (posiblemente tomando el relevo de Horsley en el rol protagonista, pero al parecer, ¡sin llamarse Talon!). Incluso tiene una escueta página web (www.talesofanancientempire.com), en la que encontrareis un teaser póster de la susodicha (y que no puede ser más desalentador, pese a la bonita tipografía)

Sea como fuere, “Cromwell, el rey de los bárbaros” es un clásico de la “espada y brujería”. Eso sí, de la vertiente más cutre y calamitosa. Y es que por aquella época, uno se lo pasaba pipa con esos subproductos de videoclub (y que es mejor no volver a revisionar, por el riesgo que se corre a echar por tierra más de un mito de vuestra/nuestra infancia)



Valoración personal:

miércoles, 6 de mayo de 2009

"Star Trek" (2009) - J.J. Abrams


Quién me iba a decir a mí, años atrás, que me encontraría en una sala de cine –pase de prensa mediante- viendo una película de Star Trek. Y es que por mucho que adore la ciencia-ficción, la franquicia trekkie siempre se me ha resistido, tanto en su vertiente televisiva como cinematográfica. Pero después de llevar varios años condenada al ostracismo, siendo adorada casi exclusivamente por sus fans y teniendo un escaso éxito en taquilla, la saga resucita de sus cenizas tras una decena de películas, y lo hace de la mano de J.J. Abrams, creador de series tan populares como Alias o Perdidos (esta última, su mayor éxito en televisión).

Después de estrenarse como director con la tercera –y pese a sus carencias, entretenida- entrega de Misión: Imposible, y ser uno de los artífices de una de las campañas virales más sorprendentes de los últimos años para “Cloverfield” (aka Monstruoso….), película que produjo pero dirigió su amigo Matt Reeves, Abrams se ha puesto tras los mandos de una saga que, pese a sus altibajos, siempre ha tenido a un séquito de fans a su alrededor que la apoyaban con devoción. Por ello intuyo que esos fans recibieron la noticia con entusiasmo, si bien para el resto de mortales, su nuevo proyecto nos causaba algo de indiferencia.

Después de una larga espera, llegó un teaser tráiler que dejó boquiabiertos a propios y a extraños. El joven, actualizado y espectacular look que parecía lucir la nueva película no sólo hizo palpitar los corazones de los trekkies, sino que además captó la atención de aquel grupo de indiferentes -servidor incluido- que no tenían interés alguno por una enésima película de Star Trek. Por tanto, el mérito del Sr. Abrams es por partida doble: por un lado, ha conseguido reiniciar una franquicia que parecía destinada al olvido; y por el otro, la ha hecho atractiva y asequible a todo tipo de público, y no sólo al fan. Y por ese último motivo estoy yo aquí, para daros la humilde opinión de un espectador ajeno a la trekkiemanía.

La undécima entrega de la franquicia pretende ser el punto de partida desde el cual empezó todo. Tenemos ante nosotros a un joven James T. Kirk (Chris Pine), un chico cuya rebeldía le ocasiona más de un problema. Esa actitud de “estar de vuelta de todo” parece alejarle del prometedor futuro que le aguardaría si supiera aprovechar todo su potencial para fines más loables. Luego tenemos al inteligente Spock (Zachary Quinto), un tipo sereno y responsable que debe soportar el menosprecio de los de su propia raza por ser fruto de un Vulcano y una humana. Además, esa característica le hace susceptible a la inestabilidad emocional, siendo más impulsivo que el resto de los vulcanianos.

Estos dos jóvenes, aparentemente tan distintos entre sí, deberán hacer un frente común para detener al malvado Nero (Eric Bana), un Romulano que, movido por la sed de venganza, pretenderá exterminar no sólo a la tripulación del Enterprise sino a todos los planetas que conformen la Federación. Ahora el destino de la galaxia y de millones de personas están en sus manos. La nueva tripulación del Enterprise, liderada el Capitán Christopher Pike (Bruce Greenwood), está lista para emprender esta arriesgada misión.


En los últimos tiempos, la mejor manera de reiniciar una franquicia es tirando del formato precuela. Así se ha hecho con superhéroes, con icónicos psichokillers setenteros y ochenteros, y hasta con los jedis de Star Wars. Obviamente, los resultados no siempre son los esperados, pero sin duda es la mejor forma para atraer tanto al público nostálgico como a las nuevas generaciones.

Con Star Trek se ha optado por la misma fórmula, pero con ciertas variaciones/aportaciones que la alejan de ser una precuela al uso. Hay un elemento crucial, y que prefiero no relevar para mantener intacta la sorpresa, que la distancia de ser un “origins” típico y tópico.

Es cierto que tenemos delante a los jóvenes que se convertirán en la tripulación del Enterprise que todo fan conoce. Se nos cuenta quiénes son y cómo van a parar al equipo de reclutas que podrían formar dicha tripulación. Es una presentación de las relaciones iniciales que hay entre todos los personajes y el cómo llegan a los puestos que ocuparán en un futuro. Pero además de eso, se introducen nuevos elementos que le dan a la saga una nueva dimensión. Por ese motivo, lo que tenemos delante es, ante todo, una reinvención en toda regla que pondrá patas arriba la historia de Star Trek. Y ahí es donde los fans deberán ser más permisivos…

Creo que Abrams ha intentado ser respetuoso con el material con el que ha contado, pero eso no le ha privado de introducir cambios que darán otro rumbo a la franquicia. Esos cambios tiene una justificación lógica –que puede gustar o no- en ese spoiler que os quiero ahorrar. Una vez aceptadas las nuevas condiciones, no hay más que dejarse llevar por el vibrante espectáculo y disfrutar de espléndidas batalles estelares y del agradecido humor con el que el director ha impregnado esta trepidante aventura espacial.

La cinta empieza con buen pie. Los primeros minutos son una delicia tanto por su espectacularidad como por su carga dramática. El villano de la película es el primero en hacer acto de presencia, y a partir de ese punto, se desencadenará el resto de la trama. Una trama que siendo la mar de sencilla –que no simplona-, resulta realmente efectiva.

Que el joven Kirk llegue a ser capitán del Enterpise es todo un proceso que se irá viendo a lo largo de la película. El primer obstáculo será él mismo; deberá cambiar de actitud y demostrar a todos que bajo esa fanfarronería se esconde un líder nato. El segundo obstáculo será Spock, el “orejas puntiagudas” con el que Kirk tendrá más de un enfrentamiento; ambos deberán limar sus diferencias por el bien común. Y el tercer obstáculo, y el más difícil de superar, es Nero, un furioso y vengativo Romulano que no conoce el perdón ni la compasión; está claro que si no aplaca sus planes, se puede ir despidiendo no sólo de capitanear la Enterprise, sino de la vida y del mundo que lo ha visto nacer y crecer.


Esta Star Trek es una apasionante aventura espacial como hacía tiempo que no se veía en la gran pantalla
. Abrams ha sabido combinar a la perfección las escenas de acción con las de transición. No hay lugar para el aburrimiento, eso os lo aseguro. Desde el momento en que los personajes ponen un pie en la Enterprise, la película coge un ritmo trepidante que ya no suelta hasta el final.

Los efectos especiales y la ambientación son impecables. El pulcro diseño de escenarios y caracterizaciones del bando de los buenos, contrasta de forma conveniente con la decadencia y ferocidad del bando enemigo. La sofisticada tecnología de la Enterprise debe hacer frente a una fuerza mayor y hasta ahora desconocida. Estos Romulanos cuentan con mejor armamento, y sólo la audacia de Kirk y compañía podrá detenerlos. Así es como se dan lugar tanto batalles nave contra nave como duros enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Como ya he comentado antes, el humor es otra de las claves fundamentales de esta nueva entrega. La socarronería de Kirk y sus debates verbales contra Spock son algunos de sus mayores alicientes, aunque el resto de personajes también tienen su momento estelar. Diálogos ingeniosos (los fallidos intentos de ligoteo de Kirk con Uhura, por ejemplo) y simpáticas escenas, algunos de ellas rozando la hilaridad (de nuevo Kirk y sus “manazas”, el entrañable personaje de Scotty interpretado por Simon Pegg, o los problemas con el inglés del “benjamín” de la nave) son insertados con acierto en el momento justo, provocando la inevitable sonrisa – o incluso carcajada-en el espectador.

La dirección de Abrams es intachable. En ningún momento le tiembla el pulso, y maneja la narración con ritmo y energía. No se anda por las ramas ni se pierde en innecesarias subtramas. Pone las piezas en disposición y centra toda su atención en sus principales protagonistas, es decir, en Kirk, Spock y Nero. Es posible que se eche de menos un poco más de presencia de algunos secundarios, o incluso del propio villano, que se luce menos de lo esperado, pero cada tripulante - Uhura, Bones, Sulu, Chekov o Scotty- tiene su pequeño momento de gloria. Y en ese sentido, el reparto cumple con creces su labor.


Chris Pine, un guaperas al que no teníamos muy visto que digamos, se desenvuelve estupendamente en el rol del osado y chulesco Kirk. Para contrarrestar tanta arrogancia y evitar que el personaje nos caiga mal, éste también cuenta con sus debilidades. SPOILERS -- No es invencible, y más de uno del propinará una buena paliza; además la chica a la que desea la dará calabazas y, por si eso fuera poco, un enorme bicharraco le perseguirá para llenarse el estómago. --FIN SPOILERS

Spock/ Zachary Quinto es sobrio cuando toca, y feroz cuando le tocan la fibra sensible que ha heredado de su parte genética humana. Ni que decir que el personaje le viene que ni pintado.

Eric Bana realiza un convincente trabajo como el villano de turno. La caracterización y la mala leche que gasta, le convierten en un temible adversario.

El resto del reparto, desde la bellísima Zoe Saldana hasta el divertido Simon Pegg, pasando por los siempre solventes Karl Urban y Bruce Greenwood, cumple de sobras con su cometido.

Sorprende la presencia de un viejo conocido, Ben Cross, y el breve papel de una casi irreconocible Wynona Ryder. Además, y para deleite de los más trekkies, aparece Leonard Nimoy en su eterno y legendario papel de Spock. Y su presencia tiene una notoria relevancia en la trama, por lo que no se queda en un mero cameo de esos de “visto y no visto”.

Mención especial merece la portentosa banda sonora de Michael Giacchino, habitual colaborador de Abrams y que ya nos dejó esa magnífica –y única- pieza musical que sonaba durante los créditos finales de Cloverfield. Giacchino compone aquí una partitura plagada de rotunda y enérgica percusión, amenizada con sonidos más suaves y sosegados. Un acompañamiento ideal para gozar en un mayor grado de la acción y de los momentos más trágicos.

“Star Trek” de J.J. Abrams es un film disfrutable de principio a fin. Ignoro cómo se tomarán las novedades los más puristas, pero bajo mi punto de vista, se ha conseguido un entretenimiento de primera línea (y que ya quisieran las anteriores entregas). Si la saga sigue por esta nueva y fresca senda, que cuenten conmigo.

Una película totalmente recomendable tanto para los trekkies como para los que no lo son.



Valoración personal:

domingo, 3 de mayo de 2009

"X-Men Orígenes: Lobezno" (2009) - Gavin Hood


Tras filtrarse en la red un workprint de la película (una copia de trabajo sin pulir), los directivos de la Fox se pusieron las manos a la cabeza temiendo por el efecto negativo que eso podría ocasionar en la futurible taquilla de uno de sus blockbusters más esperados. La verdad es que pasados unos pocos días de su estreno, no se puede decir que dicha copia haya mermado en exceso la recaudación esperada, si bien tampoco estamos hablando del éxito rotundo que la Fox preveía. ¿Pero tiene el workprint toda la culpa, o se trata más bien de la desconfianza que ya de por sí provoca el estudio? Y es que en los últimos tiempos, la Fox se ha caracterizado más bien por llevar a la gran pantalla verdaderos despropósitos y, obviamente, a estrellarse con ellos en la taquilla.

Reconozco que nunca las he tenido todas con esta película, y por mucha espectacularidad que ofreciera el tráiler, había algo que me olía mal (llámalo intuición, llámalo sexto sentido o simplemente experiencia). Hasta ahora, la disparidad de opiniones acerca de su calidad no ha hecho más que confirmar mis dudas. Mientras unos la tachan de bodrio absoluto, otros lo hacen de peliculón; aunque luego hay unos terceros que se decantan por el término medio, dejándola como una película entretenida pero que podía haber sido mucho mejor. Para disipar dudas y saber a qué grupo pertenecía un servidor, no me ha quedado otra que comprobarlo por mí mismo y juzgar (es lo mejor que uno puede hacer cuando no se fía ni de los entusiastas ni de los catastrofistas)

X-Men Orígenes: Lobezno es un spin-off –de los varios previstos- de la saga cinematográfica X-Men, iniciada allá por el 2000 por Bryan Singer y finalizada, con una tercera entrega tan amada como odiada, por Brett Ratner en el 2006. Teniendo en cuenta que ya en estas tres cintas, el personaje de Lobezno (Hugh Jackman) contaba con gran parte del protagonismo, no era de extrañar que éste fuera explotado en una continuación para su exclusivo lucimiento y, ya de paso, para contarnos sus orígenes, como bien nos indica el título del film que nos ocupa.


Como precuela que es, ésta nos situa 17 años antes de los hechos acontecidos en sus predecesoras, narrándonos los inicios del proyecto Arma X y la forma en la que Lobezno convirtió sus huesudas garras en poderosas armas de matar recubiertas de adamantium (un material indestructible).
Engañado y traicionado, Logan (Jackman) se convierte en el conejito de indias del Coronel Stryker (Danny Huston) en sus experimentos con los mutantes. Jurando hacerle pagar sus fechorías y vengar la muerte de su novia en manos de Victor Creed (Liev Schreiber), Logan se “transforma” en Lobezno, un hombre lleno de rabia y dolor, reconvertido en un animal y movido únicamente por la sed de venganza. Ahora Stryker sufrirá la ira del monstruo que él mismo ha creado y Creed deberá asumir las consecuencias de su traición.


La Fox ha intentado por todos los medios amortiguar el efecto del workprint, y por ello se han esforzado en remarcar que la versión definitiva y la copia de trabajo ofrecen muchas diferencias. La verdad es que cualquiera lo diría, no ya porque muchos afirmen que son la misma película con algunos minutos y escenas de diferencia, sino porque sus efectos especiales, en algunas ocasiones, resultan tan bochornosos que parece que sigamos asistiendo a la copia inacabada y no a la definitiva. Un blockbuster de elevado presupuesto no debería presentar efectos especiales de saldo, ya que si hay un mínimo que se les pide a este tipo de productos, es que el dinero invertido sirva, por lo menos, para mostrar fx de calidad, algo que aquí ocurre de forma salteada. Y es que escenas perfectamente pulidas hacen compañía a otras que causan vergüenza ajena, algo bastante incomprensible para el estudio que produjo la trilogía original. O bien el presupuesto se les quedó corto o bien las prisas les hicieron hacer una chapuza (la escena de Lobezno frente al espejo es inadmisible en una producción millonaria de estas características)

Si gran parte del sustento de las películas de superhéroes son sus efectos especiales, está claro que la Fox ha cometido un error garrafal al exhibir un producto bastante desigual en ese aspecto. Sin embargo, eso motivo quizás sea insuficiente para despotricar de X-Men Orígenes: Lobezno. Miremos pues, más allá de sus efectos…

Hay un aparente esfuerzo por darle a la cinta no sólo espectacularidad, que la tiene pese a esos eventuales defectos especiales, sino también cierto empaque en el guión. La historia es atractiva de por sí, especialmente para los fans de la patrulla X y del personaje en cuestión. Vaya por delante que un servidor nunca ha leído los cómics en los que supuestamente se basa o inspiran dichos orígenes, así que no puedo juzgar la fidelidad con la que los guionistas han tratado la historia de Lobezno. Pero sí puedo juzgar lo que tengo ante mis ojos, y en ese sentido, me da la sensación que las lagunas argumentales son varias. No tengo claro si la idea era contar esos orígenes de forma apresurada o es que en la sala de montaje han hecho un verdadero estropicio a base de recortes y más recortes.


Para empezar, el reclutamiento de Logan y Victor Creed se me antoja excesivamente apresurado, así como su incorporación al resto del equipo que conforma Stryker. De golpe y porrazo, aparecen todos los personajes en pantalla, para durar apenas unos minutos (dedicados a la exhibición de sus superpoderes). Si bien lo más sangrante es que, bien avanzado el metraje, observamos que Logan tiene cierta amistad con alguno del grupo, como con John Wright, mientras que con otros, La Mole y el Agente Zero, no parece haber tan buen rollito. Pues en el caso de La Mole y de Wright, esas relaciones no quedan bien expuestas al inicio del film (lo contrario a Zero, que se nota que se caen mal nada más conocerse), y por ello desconciertan y parecen metidas con calzador, como si algo se nos escapara o no nos lo hubieran contado.

Pero lo peor es el uso irregular que se les da a todos esos personajes, algo que ya ocurría en sus predecesoras (especialmente en la tercera entrega). La presencia de algunos queda reducida casi a la nada, y se desaprovecha tanto al personaje como al actor que lo interpreta. En el caso de Gambito, aún podemos dar gracias que no queda relegado a un simple cameo y que su participación en la trama tenga relevancia para el devenir de la misma. Pero a Wade Wilson –entre otros- se le echan en falta más minutos, no ya porque su verborrea pueda dar más juego a la película, sino porque la idea de la Fox era hacer de este film una presentación trampolín para su propio spin-off, y el resultado deja mucho que desear (de pasarse los orígenes de Deadlpool/Masacre por el forro para convertirlo en un supermutante indestructible, prefiero no comentar nada, ya que tampoco soy un erudito en el tema)

También parece apresurado todo el proceso en el que las garras de hueso de lobezno pasan a ser de adamantium, además de infringir la coherencia que les une a la primera película de Singer sobre los X-Men (incluso en los breves flashbacks de aquella, había más carga dramática ¡y sangre! que en la que aquí se nos muestra). Por tanto, la unidad entre las distintas películas que conforman la trilogía queda algo descolgada, y eso debió tenerse en cuenta y corregirse nada más concebir el proyecto.

Más allá de eso, de lo que sí puede presumir la película es de tener a Hugh Jackman, que por sí solo llena la pantalla. El actor ha hecho suyo al personaje; se nota que se siente cómodo con él (me río yo de los puristas que lo tachaban de ser demasiado alto –argumento pueril donde los haya- para ser un buen Lobezno) y que se ha entregado a fondo para interpretarlo con dignidad. También Liev Schreiber como Victor Credd y Danny Huston como Stryker realizan un trabajo más que correcto, siendo estos los que más minutos comparten en pantalla con Jackman. Del resto no se puede decir nada malo, ya que son un visto y no visto, aunque me quedo con la simpática pareja de abueletes que ayudan a Logan en un momento de la película (y por supuesto, con la dulce belleza de Lynn Collins/Silverfox)

En cuanto a la dirección, Gavin Hood se ha prestado a lo que el guión le ofrece. Buenas secuencias de acción con otras excesivamente inverosímiles incluso para unos mutantes (la del helicóptero, por ejemplo). Una carga dramática ligera pero bien llevada, dados los antecedentes del director (ésta es su primera cinta de acción), unas dosis de humor bien administradas, buenas tomas aéreas… pero la narrativa es deficiente, dado el apresurado transcurrir de los acontecimientos. Eso y unas peleas en las que se nota demasiado el uso de los cables, le quita toda emoción al espectáculo.

Con sus más y sus menos, X-Men Orígenes: Lobezno consigue entretener al espectador. Pero se trata de un entretenimiento agridulce. Por una parte, podemos dar gracias a que no estamos ante un calamitoso despropósito, teniendo en cuenta que está producida por el estudio responsable de las recientes de Dragonball Evolution o Street Fighter. Pero la otra cara de la moneda es esa sensación de que un gran personaje como Lobezno, merecía una gran película, o por lo menos, a la altura de las de Singer (que tampoco es que me parezcan la hostia en vinagre, dicho sea de paso)

Unos efectos más pulidos, menos aglutinamiento de personajes y un poco más de metraje para desarrollar en condiciones tanto la historia como las características de cada personaje, hubieran dado como resultado una película mucho más disfrutable.

La película de Gavin Hood probablemente divierta a los devoradores de palomitas, ya que al fin y al cabo esa es su misión, pero no estaba de más pedirle un poco de consistencia al asunto. Para mí no es más que un liviano entretenimiento.



Valoración personal: