jueves, 28 de junio de 2012

Dylan Dog: Los muertos de la noche (2011) – Kevin Munroe

Crítica Dylan Dog: Dead of Night 2011 Kevin Munroe
Desde que Hollywood puso la mirada fija en los cómics, estos se han convertido en una fuente inagotable de ideas para los estudios de cine, quienes no dudan en llevar a la gran pantalla cualquier historieta que funcione medianamente bien en papel.  Los superhéroes son los que mayor provecho están sacando de esta moda, si bien el mundo del cómic es mucho más amplio que eso y abarca muchísimos géneros y también nacionalidades. Lo habitual es que  los estudios estadounidenses se centren en el mercado nacional, sin mirar mucho más allá de sus fronteras salvo raras excepciones como algunas adaptaciones manga (especialmente si constan de su versión anime, como Dragonball Evolution o Speed Racer), manhwa (cómic coreano, como la reciente El sicario de dios) o la adaptación a manoa de Steven Spielberg y Peter Jackson  de Tintín, famoso personaje del cómic francés. 

Hablando precisamente del cómic francés, éste sería el poco cómic europeo que no se encuentra tan huérfano de adaptaciones, dado que los franceses son bastante aficionados a trasladar –con pésimos resultados, todo sea dicho- sus propios personajes a la gran pantalla. Películas como “Los Dalton contra Lucky Luke” o la posterior “Lucky Luke”, “Blueberry: la experiencia secreta”,  “Adele y el misterio de la momia” o la saga protagonizada por Astérix y Obélix son buena prueba de ello. Y si no han sido los propios franceses los que han llevado a Tintín al cine ha sido simplemente porque Spielberg se hizo con los derechos del personaje hace ya muchos años.

Dicho esto, y aunque es muy probable que siga adaptándose más cómic americano que europeo, de vez en cuando podemos toparnos con alguna que otra excepción, como es el caso de la cinta que nos ocupa. 

Nueva Orleans. Dylan Dog (Brandon Routh) es un detective muy particular cuya especialidad han sido siempre los casos paranormales. Dylan ejercía como una especie de punto intermedio entre el mundo de lo humanos y el mundo de los monstruos (conocidos todos como no-muertos), encargándose de mantener en secreto la existencia de los segundos y procurando que éstos convivieran con absoluta normalidad y discreción junto a los humanos sin pasarse de la ralla. Pero tras una tragedia personal, el detective decidió apartarse de dicha tarea para centrarse en casos más mundanos (y humanos), como infidelidades o pequeñas estafas.

Sin embargo, un misterioso caso hará que Dylan salga de su retiro. El padre de su nueva cliente (Anita Briem) ha sido asesinado aparentemente por un hombre lobo, y Dylan, con la ayuda de su amigo Marcus Adams (Sam Huntington), tratará de descubrir quién ha sido y por qué. A partir de entonces, el joven detective y su ayudante tendrán que lidiar con vampiros, hombres lobo, zombies y con un monstruo venido del mismísimo Infierno.

La película adapta la serie de cómics italianos creados por Tiziano Sclavi y publicados en 1986 por la casa Sergio Bonelli Editorial. Se trata de un cómic de culto que ha sido traducido a multitud de idiomas y editado en varios países, por lo que una adaptación a la gran pantalla debería estar a la altura de las circunstancias. Desgraciadamente, no ha sido así.

Primero de todo hay que indicar que, a diferencia de muchas adaptaciones comiqueras recientes, esta “Dylan Dog: Dead of Night” no cuenta con una gran financiación detrás sino más bien todo lo contrario. Se estima que el presupuesto ronda los 20-30 millones de dólares, algo que para una cinta plagada de criaturas monstruosas se me antoja ciertamente insuficiente si detrás de la cámara no hay un profesional que sepa sacarle partido. 

Y no son pocas las veces que el cine de bajo presupuesto nos da mayores alegrías que los hiperpublicitados blockbusters de turno, pero lamentablemente ésta no es una de esas veces. Y es que la obra de Sclavi no podría haber caído en mayor desgracia

El protagonista de esta historia es Dylan Dog, un detective a lo Sam Spade pero de lo sobrenatural. De hecho, la propuesta bebe mucho de la novela negra y, por ende, del cine negro, por lo que no se duda tampoco en utilizar recursos habituales del género como la clásica voz en off, empleada aquí para ir narrando los pensamientos de Dylan a lo largo del metraje.


La trama se centra básicamente en la investigación que lleva a cabo el susodicho detective sobre el asesinato perpetrado por un hombre lobo, por lo que veremos al personaje deambular por la ciudad de un sitio a otro en busca de pistas. Obviamente, la particularidad de la cinta reside en ese contexto que la sitúa dentro de un mundo que coexiste junto al nuestro y que está plagado de criaturas que los humanos consideramos mitos, leyendas o pura fantasía.  

La mayoría de las sospechas recaen en un clan de hombres lobo cuyo patriarca es Gabriel (Peter Stormare), y en un grupo de “vampiros discotequeros” liderados por Vargas (Taye Diggs). Dos razas que, como no podría ser de otra forma, parecen estar enfrentadas. A partir de ahí, es cuestión de ir atando cabos hasta resolver el entuerto. Pero como ya digo, el resultado no acompaña para nada.

Uno de los principales escollos es la torpe dirección de Kevin Munroe, que aborda su segundo trabajo cuatros años después de llevar a cabo la fallida versión animada de las Tortugas Ninja (TMNT - Tortugas ninja jóvenes mutantes, 2007).  Munroe es incapaz de insuflarle algo de vida al relato, el cual está tan muerto como los zombies que aparecen en pantalla. 

Aunque la historia empieza de forma prometedora y el contexto sobrenatural en el que se desarrolla ésta resulta la mar de atrayente, el transcurso de la misma es bastante anodino, carente de ritmo y, sobre todo, carente de sentido del espectáculo. Si bien el misterio es el hilo conductor, el suspense brilla por su ausencia y los supuestos giros argumentales o golpes de efecto se ven a leguas, por lo que no causan el menor impacto en el espectador. Ahí quizás habría que echarle la culpa también al dúo de guionistas formado por Thomas Dean Donnelly y Joshua Oppenheimer, responsables de cosas como la infame “El sonido del trueno” (una de las peores películas que servidor ha tenido la desgracia de ver en una sala de cine) o el reciente reboot/remake de “Conan, el bárbaro”, uno de los mayores fiascos del año pasado.

Debo hacer constar mi absoluto desconocimiento acerca del cómic de Sclavi (y si no fuera por la película probablemente ni me sonaría el nombre de Dylan Dog), pero da la impresión que el mundo que recrea tiene muchas posibilidades y, sin embargo, nada de eso se plasma aquí. Salvando unos pocos destellos de ingenio (algunos diálogos con sorna o momentos puntuales como el de la tienda de piezas o el de la terapia de grupo para zombies), el guión carece de interés. Por no hablar del dañino montaje, cortando escenas de cualquier manera y con escaso aprecio por la continuidad narrativa. Ni tan siquiera las secuencias de acción resultan satisfactorias debido al escaso –por no decir nulo- sentido de la planificación de Munroe para rodarlas con dinamismo y atractivo visual. Tampoco ayuda mucho un diseño de producción y unos efectos especiales dignos de una película de videoclub.

Si acaso, es de agradecer que no se emplee en exceso el uso del ordenador y se opte por el maquillaje (de lo poco salvable de la película) y los trajes de goma y látex, porque cuando lo digital asoma la nariz (el enfrentamiento contra el monstruo final) el resultado es bastante deficiente.


Otro lastre insalvable que arrastra la película es su reparto, y muy especialmente su actor protagonista, el mediocre Brandon Routh. El que fuera el insulso Clark Kent/Superman en la ya de por sí decepcionante “Superman Returns” de Bryan Singer, sigue aquí demostrando sus carencias interpretativas con una acusada falta de expresividad, siendo incapaz de transmitir el dolor que siente su personaje por la pérdida de su amada (tranquilos, no es un spoiler), esbozar una sonrisa medianamente creíble o soltar los chascarrillos que le han escrito los guionistas con algo de gracia y/o estilo. Además, los atributos de Dylan Dog hacen de él un personaje carismático, pero Routh tiene el carisma de un ladrillo, y eso hunde por completo a este detective de lo sobrenatural.

Mejor parado sale Sam Huntington, quién curiosamente repite al lado de Routh después de interpretar a Jimmy Olsen, periodista del Daily Planet, en la citada película del hombre de acero. Su personaje es el del típico compañero graciosillo, y en él reside básicamente la vertiente humorística de la cinta. Al principio, Hutington despierta simpatía, pero llega un punto en que resulta un tanto cargante. Cuando eso ocurre empieza a recordar al Rob Schneider que acompañaba a Stallone en “Juez Dredd”; y eso, la verdad, no es muy buena señal.

Del resto de intérpretes apenas vale la pena decir nada. Diggs no impone lo más mínimo como villano, la chica (Briem) funciona prácticamente como mero florero la mayor parte del tiempo y el único que podría salvarse de la quema, Peter Stormare, tiende  aquí a la sobreactuación.

Lo cierto es que poco hay que salvar de esta película, pues si ya como entretenimiento deja bastante que desear, no quiero ni imaginar lo que debe suponer como adaptación de la obra de Sclavi. De hecho, para los que no la conocemos, esto se nos antoja más como una hermana barata, cutre e insípida de “Constantine”, que tampoco es que fuese para tirar cohetes, pero al menos era más entretenida.

P.D.: La película ha tardado algo más de un año en estrenarse en nuestras salas.



Valoración personal:

viernes, 22 de junio de 2012

Iconos del cine fantástico y las estrellas que no los interpretaron (Parte 1)

Iconos del cine fantástico y las estrellas que no los interpretaron (Parte 1)
A día de hoy resulta realmente fácil para el espectador de a pie seguir el día a día de todo lo que se cuece en la meca del cine. No hay más que conectarse a Internet desde el ordenador, el teléfono móvil u otro aparato electrónico para informarse de los rodajes pasados, presentes y futuros que llevan a cabo los grandes estudios de Hollywood. Los más cinéfilos acudimos diariamente a webs, blogs e incluso redes sociales como Twitter o Facebook para conocer todos los detalles de esos proyectos. Toneladas de información (y desinformación…) están al alcance de nuestra mano, y eso nos permite conocer, a tiempo real, los entresijos que hay detrás de cada película. 

Tenemos conocimiento de cuándo se inicia o está por iniciarse un nuevo proyecto, quién es el estudio que lo financiará (y por cuánto) y quién es o será el equipo que estará detrás de él (director, guionista/s, reparto e incluso el compositor). Y gran parte de lo que sucede a lo largo del proceso desde que nace la idea hasta que llega (o no) a buen puerto, es seguido por webs especializadas, las cuáles, a su vez, son seguidas por nosotros, los usuarios. 

Hubo un tiempo, sin embargo, en que para acceder a esos detalles contábamos con muy pocas fuentes de información, siendo las revistas especializadas la más destacada y fiable de ellas. 

Muchas de las anécdotas y curiosidades de antaño nos han sido descubiertas con el paso del tiempo, y aunque algunas ya son de sobras conocidas por el buen aficionado, nunca está de más hacer un pequeño repaso de aquellas que una vez pasaron inadvertidas.

En este artículo he querido recopilar a algunos de los personajes más icónicos del cine fantástico reciente junto a los actores y actrices que estuvieron a punto de encarnarlos. Estoy seguro que estaréis al tanto de muchos de estos castings, pero quizás otros os sorprendan.

Uno de los casos más conocidos es, sin lugar a dudas, el del famoso arqueólogo/aventurero Indiana Jones. Antes de que Harrison Ford cogiera el látigo y se calzara la fedora a lo largo de cuatro películas (tres, para algunos insensatos), hubo otro candidato –de entre los muchos que pasaron por el selectivo casting- con todas las papeletas para hacerse con el papel.  Ese otro fue Tom Selleck, quién por aquél entonces disfrutaba del éxito televisivo gracias a “Magnum”. Precisamente, el contrato que le vinculaba a ésta fue el impedimento para que pudiera encarnar a Indy. La CBS no estaba dispuesta a ceder al protagonista de su exitoso serial, por lo que Steven Spielberg y George Lucas tuvieron que recurrir a uno de los actores que ya habían descartado: Harrison Ford. 


Puede sonar extraño que Ford no fuera la primera elección, teniendo en cuenta que ya había trabajado con Lucas en “American Graffitti” y en las dos primeras entregas de Star Wars, las cuales le proporcionaron cierta popularidad entre el público. Pero quizás ése fuera precisamente el motivo, y Lucas y Spielberg prefirieran un rostro menos conocido; o quizás es que más allá de la saga galáctica, Ford no se había comido un colín como actor protagonista en sus anteriores filmes, y temieran que no diera la talla en esta gran apuesta. Sea como fuere, el destino quiso que el actor encarnase al Dr. Jones, y el resto ya es de sobras conocido.

Por su parte, Selleck pudo resarcirse interpretando unos años más tarde a otro aventurero en la estimable –aunque desgraciadamente poco conocida- “La gran aventura hacia China”, un filme mucho más clásico y sin componentes fantásticos. 

Como apunte final, mencionar que Selleck realizó sus pruebas de cámara junto a Sean Young en el papel de Marion Ravenwood, personaje que luego recayó en Karen Allen.

Volviendo de nuevo a Harrison Ford, al actor ya le había sonreído la fortuna  cuando consiguió el papel de Han Solo por delante de otros jóvenes aspirantes como Kurt Russell, Nick Nolte, Al Pacino, Burt Reynolds, Tom Berenger, Christopher Walken e incluso Billy Dee Williams, el único actor negro de la lista, y quién finalmente obtendría un papel en la saga interpretando a Lando Carlrissian, amigo de Solo. 

George Lucas buscaba a actores jóvenes y poco conocidos, pero no quería a Ford porque ya le había dirigido en la citada “American Graffitti”. No obstante, le pidió que participara como ayudante en los castings, lo que sin duda terminaría convenciéndole de que él era el tipo indicado para el papel.

Lo cierto es que Lucas compartió sesión de casting con su buen amigo Brian De Palma, quién andaba buscando reparto para su próximo film, “Carrie”, por lo que algunos de los presentes hicieron pruebas para ambas películas.  Es el caso de Carrie Fisher y Sissy Spacek, quienes terminaron asumiendo los roles de Leia y Carrie, respectivamente. Otra de las actrices que pasó por el casting de Leia fue Jodie Foster, cuyo talento ya se pudo comprobar un año antes en “Taxi Driver”, de Martin Scorsese.

En cuanto a Luke Skylwalker, Mark Hamill se hizo con el papel por delante de William Katt, que acabó, obviamente, en “Carrie”. Katt, por otro lado, sería más conocido por la popular serie de televisión “El gran héroe americano”.

Otro personaje icónico de la ciencia-ficción que pudo tener no sólo otro aspecto sino también un tratamiento totalmente  distinto al que luego se vería en pantalla fue Terminator.  

Mientras James Cameron planeaba la película, tenía en mente a Lance Henriksen para encarnar al implacable T-800. La idea, en principio, era la de mostrar a un cyborg asesino sigiloso y que no llamara demasiado la atención, algo en lo que el actor se aplicó concienzudamente durante aquellos días previos al rodaje. No obstante, tras una reunión con Arnold Schwarzenegger, que postulaba para encarnar el héroe (Kyle Reese), Cameron terminó convencido por el austríaco de que su Terminator debía tener una presencia realmente amenazante, intimidatoria. Schwarzenegger venía de encarnar dos veces seguidas a Conan, y prefería optar por el rol de villano, así que tras la charla, Terminator se convirtió en un tipo grandote y musculoso, y Henriksen  derivó en un papel secundario como detective del departamento de homicidios de Los Ángeles. 

Desierta la candidatura a héroe protagonista, éste fue finalmente asumido por Michael Biehn, que estaba en la lista de candidatos para Terminator, y quién acabaría convirtiéndose en uno de los actores fetiches de los primeros éxitos del director (véase “Aliens, el regreso” o “Abyss”).

Uno de los rostros más jóvenes (y eternamente aniñados) del género fantástico es el de Michale J. Fox,  el inolvidable Marty McFly de la trilogía de “Regreso al futuro” (amén del jovencito hombre-lobo de “Teen Wolf”). Sin embargo, antes que él ya hubo alguien que compartió escenas con el Dr. Emmett Brown (Christopher Lloyd). Ese fue Eric Stoltz, que asumió el papel debido a los compromisos de calendario de Fox con la serie “Enredos de familia” (Family Ties), en antena desde dos años atrás (1982).

Stoltz fue el sustituto elegido por delante de C. Thomas Howell, otro de los candidatos que pasaron a la “fase final”. Pero tras cuatro semanas de rodaje, tanto el director (Robert Zemeckis) como los productores (entre ellos, Steven Spielberg) llegaron a la conclusión que, pese a sus aptitudes, Stoltz no encajaba con el perfil que definía a Marty McFly. El actor carecía del sentido del humor que debía transmitir su personaje (se dice que su interpretación era demasiado dramática…), y tampoco parecía sentirse demasiado cómodo subido a un monopatín.  En cambio, reconocían que Fox era idóneo, por lo que decidieron reunirse de nuevo con Gary David Goldberg, productor de la serie, para que diera mayor libertad al actor y le permitiera actuar en la película. De la reunión se concluyó que Fox tenía máxima prioridad con la serie, pero que si lograba compaginar los rodajes, no habría problema. Y así es como Fox iba de un plató a otro para actuar simultáneamente en “Enredos de familia” y en “Regreso al futuro”, serie y filme que lo catapultaron a la fama.

 
Con la marcha de Stoltz, también se despidió  a Melora Hardin, la actriz que iba a interpretar a Jennifer Parker, lo novia del protagonista.  A diferencia de su compañero, Hardin no llegó a rodar ninguna escena, y para su despido se alegó que era demasiado alta para Fox, por lo que fue sustituida por Claudia Wells. Dicha actriz, no obstante, tuvo que declinar participar en la secuela para poder cuidar de su madre, enferma de cáncer, por lo que el papel de Jennifer fue a parar esta vez a Elisabeth Shue.

A todo esto, la primera opción para encarnar a  Doc Brown fue John Lithgow, pero al no estar disponible, uno de los productores propuso a Christopher Lloyd, con el que ya había trabajado en “Las aventuras de Buckaroo Banzai” (1984). En principio, Lloyd rechazó la oferta, pero cambió de parecer tras leer el guión.
Y hasta aquí, la primera entrega de este repaso. En cuánto me sea posible (espero que más pronto que tarde), publicaré la segunda parte con más personajes icónicos y los actores/actrices que jamás los llevaron al estrellato (aunque en algún caso, tal como se ha podido comprobar, algunos sí los interpretaron).

P.D.: Los fotomontajes que figuran en el artículo (primera y segunda imagen) son obra de un servidor (para bien o para mal).

sábado, 16 de junio de 2012

“War of the Dead” (2011) - Marko Makilaakso

Crítica War of the Dea 2011 Marko Makilaakso
Mezclar dos elementos que infunden terror como los zombies y los nazis no es que sea algo novedoso. Una de las precursoras en dicha materia fue “Revenge of the Zombies”, rodada en 1943, es decir, en plena Segunda Guerra Mundial, y en la cual un mad doctor en la piel de John Carradine (padre del desaparecido David Carradine & hermanos) trabaja para crear un ejército de no-muertos para el Tercer Reich. Argumento similar se repetiría allá por la década de los setenta en “Shock Waves”, una casposa serie B reconvertida en pieza de culto debido, quizás, a la presencia de un ilustre del género de terror como Peter Cushing. En esta ocasión, y situándose en la actualidad (de la época), es un grupo de veraneantes quiénes descubren por casualidad, en una isla remota, a todo un batallón de zombies-nazis bajo las órdenes de un loco científico (Cushing).

En los ochenta nos encontramos con la francesa “Le lac des morts vivants”, traducida literalmente en España como “El lago de los muertos vivientes”, y bautizada a nivel internacional como “Zombie Lake”. Aquí desaparece la figura del científico loco y nos acercamos más al concepto de maldición (típico del cine de fantasmas), con los lugareños de un pequeño pueblo de algún lugar de Francia siendo aniquilados por unos vengativos soldados alemanes que fueron asesinados y arrojados a un lago por la resistencia francesa. La cinta iba ser dirigida por el conocido cineasta español Jesús Franco, pero su agenda no se lo permitió, por lo que el productor contrató al francés Jean Rollin para que se hiciese cargo de la misma, contando eso sí, con guión del propio Franco, quién un año después se resarciría rodando “La tumba de los muertos vivientes”, con unos nazis no-muertos custodiando un tesoro templario en el desierto africano al que se dirige una incauta expedición.

Y de ahí pegamos un salto en el tiempo hasta la década pasada, en la que parece que el zombie nazi volvió a ponerse de moda gracias a películas como la noruega “Dead Snow” (aka Zombis nazis), en clave de comedia y sorprendentemente estrenada en nuestros cines gracias a DeAPlaneta; o, un año antes, la inglesa “Outpost”, titulada en aquí como “El búnker”, con aire fantasmagórico y que fue directa al mercado doméstico. Precisamente, su director nos ha traído este año una secuela bajo el título de “Outpost: Black Sun”, la cual, he de advertir, resulta poco menos que prescindible. Y no es que su predecesora fuera la gran cosa, pero al menos lograba entretener, cosa que ésta no. Incluso hay una tercera entrega en camino (Outpost: Rise of the Spetsnaz) en manos de otro director.

Todo esto nos lleva hasta la cinta que nos ocupa, “War of the Dead” (antes conocida como Stone’s War),  cuyo argumento tiene no pocos puntos en común con la citada “Outpost”, pues gran parte de la acción transcurre entre las robustas paredes de un búnker alemán.

Finlandia, 1941. El capitán Martin Stone encabeza un comando de soldados de élite estadounidenses y finlandeses cuya misión es asaltar un bunker enemigo. Antes de llegar a su objetivo, son sorprendidos en medio del bosque por un grupo de alemanes a los que combaten sin descanso. Es entonces cuando se topan la terrible realidad: los abatidos vuelven a la vida, y ya no diferencian entre enemigo o aliado. Ante la nueva amenaza, Stone y sus hombres se ven obligados a huir a la profundidad del bosque, en territorio ruso, en dónde descubrirán el origen del mal que les acecha.


Hace algunos años, dos proyectos de temática zombie-nazi llamaron sobremanera mi atención. Uno era “Worst Case Scenario,” cuyo primer avance resultaba ser de lo más apetitoso. La película, de procedencia holandesa y en clave de comedia negra, empezó a rodarse en 2004, pero fue cancelada a principios de 2009 por problemas financieros. El otro proyecto que suscitó mi interés fue “War of the Dead”, que poseía un tráiler bastante espectacular y prometedor al son del ya famoso tema de Clint Mansell ya empleado para otros tantos trailers y perteneciente a la banda sonora de “Requiem por un sueño”. 

Esta cinta, de origen lituano, también corrió el peligro de irse al traste, pero su director y guionista, Marko Makilaakso, luchó durante años para poder llevarla a buen puerto. Pese al inevitable retraso, “War of the Dead” pudo por fin ver la luz en el marco del After Dark Film Festival celebrado en Toronto en octubre de 2011. Por tanto, era cuestión de tiempo que el resto de mortales pudiéramos hincarle el diente, cual zombie hambriento.

¿Ha valido la pena tanta espera? Bueno, el mero hecho de poder saciar nuestra/mi curiosidad ya es de bien agradecer. Sin embargo, tras su visionado, el grado de satisfacción no es ni mucho menos el esperado.

Durante los primeros minutos somos testigos de cómo un grupo de soldados rusos capturados por el ejército alemán son conducidos a través de un túnel para acabar en una fría mesilla de quirófano y ser sometidos a los infames experimentos de los científicos nazis. Inmediatamente después, un breve texto nos informa acerca de dichos experimentos, cuyo fin no era otra que engañar a la muerte. Sin embargo, por orden expresa del mismísimo Adolf Hitler, el proyecto fue cancelado y los cuerpos de los sometidos soldados apilados y enterrados… hasta ahora, cuando emergen de sus tumbas con sed de sangre para acabar con nuestros protagonistas.

Resulta irónico que al director le tomara tanto tiempo terminar la película y, sin embargo, el transcurso de la misma se sienta tan apresurado. 

La primera media hora es un no parar de idas y venidas de no-muertos, de tiroteos aquí y allá, y de huidas constantes… No hay tregua ni para los protagonistas ni para el espectador.

Pasados esos minutos no es que se produzca un cambio radical (todo sigue avanzando con demasiadas prisas y con muy pocas explicaciones al respecto), pero al menos hay ciertos momentos de reposo narrativo que sirven para desvelar sutiles detalles acerca del origen de esta pesadillesca situación (de la que sólo el espectador tiene un conocimiento previo), y también más detalles acerca de los personajes.; los pocos que quedan, pues en esa media hora inicial Makilaakso ha liquidado prácticamente a todo el comando. Los pocos supervivientes, el capitán Martin Stone entre ellos, deberán luchar por sus vidas haciendo frente no sólo a estos seres surgidos del mismísimo infierno, sino también al enemigo al que se enfrentan en esta dichosa guerra. 

 
Los zombies destacan por su velocidad y su fuerza, en la línea de la precursora “28 días después”, pegando grandes saltos si es necesario y siendo capaces de tender emboscadas a sus víctimas. Por tanto, se trata de zombies con un importante grado de conciencia e inteligencia, y dotados de gran fuerza y resistencia.

En apenas hora y veinte minutos se puede afirmar sin temor alguno que hay concentrada bastante más acción que otras películas de zombies de mayor duración. Secuencias de acción rodadas con cierto oficio, aunque abusando reiteradamente de la cámara lenta, técnica presente a lo largo de todo el metraje. 

Así pues, es difícil que uno se aburra, y quizás ahí residan las mayores virtudes del filme: es corto, rápido y directo.  

Por el contrario, los intentos melodramáticos caen en saco roto, y tanto las conversaciones íntimas entre los protagonistas como los momentos lacrimógenos le dejan a uno bastante frío. La desconexión con los personajes es total, y ahí no hay golpe de efecto o clímax final que valga. La acción te arrastra hacia la siguiente escena, y así sucesivamente, y sigues la trama casi por inercia, pero con un interés ciertamente reducido por saber cómo acaba todo o por ver quién salva finalmente el pellejo y quién no.

También nos obsequia con algún segmento un tanto burro, como la larga e intensa pelea final a puño limpio entre Stone y un zombie malcarado (como si de una “peli de hostias” se tratara), y choca bastante el carácter “badass” que adquiere dicho capitán en el último tramo de la cinta. Por otro lado, desde el guión parece abrirse una vía de incertidumbre hacia un personaje en concreto, provocándonos una desconfianza y unas dudas (intuimos que sabe más de lo que dice u oculta algo crucial…) que al final no van a ningún lado.
Con todo, la sensación general es de ligera indiferencia y de que podría haber dado mucho más de si se hubiera cuidado más el guión (personajes, detalles de la trama, etc.). La dirección es correcta, pese al ya comentado abuso de cámara lenta, y técnicamente, si obviamos sus últimos minutos echando mano del ordenador, es bastante competente (ambientación, maquillaje, etc.). Pero como cinta de horror fantástico-bélico no contenta lo suficiente.



Valoración personal: 

sábado, 9 de junio de 2012

“Iron Sky” (2012) - Timo Vuorensola

Crítica Iron Sky 2012 Timo Vuorensola
Cuánto más disparatado es el argumento de una película, mayor es el apetito del buen aficionado a la hora de hincarle el diente, y cuando vio la luz la primera noticia acerca de un proyecto titulado “Iron Sky” (allá por el 2006, en los albores de su producción), a muchos se nos hizo la boca agua con sólo leer su delirante premisa: 

En 1945, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de naves espaciales nazis (sic) son enviadas a la cara oculta de la Luna para establecer una base militar. Con el paso de los años, la base se convierte en residencia permanente para los fieles al Führer que lograron escapar de la Tierra. 

En 2018, los descendientes de aquellos nazis están decididos a librar la última batalla con el objetivo de lograr lo que sus predecesores no consiguieron: conquistar el mundo. Para ello contarán con una gran flota espacial y una poderosa arma secreta.

Un argumento tan disparatadamente jugoso como éste necesita de los medios adecuados para llevarse a cabo como es debido. Y tratándose de un filme de origen finlandés, país poco ducho en ofrecer cine de carácter fantástico, no es de extrañar que en su realización se hayan empleado tantos años de trabajo.

Desde que el primer teaser tráiler de la película apareciera -en busca de cofinanciación- en el Festival de Cine de Cannes de 2008, hasta el fin de su rodaje a principios de 2011, han pasado nada menos que cuatro años. En este largo tiempo se ha invertido un presupuesto nada desdeñable de 7,5 millones de euros, lo que sin duda le ha permitido al filme gozar de una factura bastante resultona. Y es que semejante planteamiento pedía, precisamente, un despliegue a la altura. 

No estamos ante una superproducción de Hollywood, ni detrás de sus efectos especiales están grandes empresas como Industrial Light & Magic o Weta Workshop. Sin embargo, el acabado final, lejos de ser impecable, sí resulta satisfactorio.

La utilización de los cromas es el aspecto técnico que con más frecuencia delata su condición de serie B, ya que no siempre resultan del todo convincentes. Ahora bien, en lo que respecta a la recreación de la base lunar nazi y toda su flota naval, el trabajo es muy meritorio, no ya sólo en materia de efectos digitales sino también en el detallado diseño conceptual de todos sus elementos (los escenarios, las naves…).

Esto contribuye a hacer mucho más creíble la propuesta, dentro de lo increíble de la misma, y ayuda a que las secuencias de acción resulten visualmente atractivas y espectaculares.

Pero (tenía que haber un “pero”) si la dedicación en conseguir unos buenos efectos especiales y un buen diseño de producción hubiese sido equivalente al empeño en redactar un guión mínimamente potable, probablemente ahora estaríamos hablando de una simpática joyita del género. Desgraciadamente, esto no ha sido así, y “Iron Sky” muestra sus mayores y contundentes defectos en su paupérrimo guión.
 
Su potencial argumento queda lastrado por la escasa pericia de los guionistas para saber sacarle partido. La trama se muestra torpe y repleta de altibajos, la mayoría de los cuales pertenecientes a los segmentos que transcurren en la Tierra, lo que provoca que la justita hora y media de metraje se nos haga más larga de lo que es y más pesada de lo que debería. En pocas palabras, la película aburre. 


La historia tiene algunos apuntes interesantes, como que la acción transcurra en un improbable 2018 con una clara parodia de la republicana Sarah Palin al frente de la presidencia de los EE.UU. (apropiándose ésta del famoso lema “Yes, We Can” con el que su oponente, el demócrata –y actual Presidente- Barack Obama hizo campaña en las elecciones de 2008), o que los gobernantes de los distintos países se reúnan para hacer frente a la invasión nazi para, constantemente, tirarse los trastos a la cabeza.
 
También en alguna ocasión aislada nos topamos con un gag inspirado, como el que tiene por protagonista a una de las obras magnas de Chaplin, “El gran dictador”. 

La banda sonora, a cargo del grupo industrial esloveno Laibach, es muy apropiada, y en sus momentos más álgidos nos obsequia con referencias que van desde las óperas de Richard Wagner  (La carga de las Valquirias) hasta las composiciones de John Williams para La Guerra de las Galaxias (el leitmotiv de Darth Vader). 

El resto, lamentablemente, no termina de funcionar.  Ni los sucesivos gags ni los personajes en los que se apoyan.

El guiño a uno de los momentos cumbres de la (gran) película alemana “El hundimiento”, esto es, el cabreo monumental de Hitler ante sus primeros oficiales, no sólo está mal insertado en la trama (de sopetón y muy poco justificado), sino que además carece del ingenio necesario para sacarnos una sonrisa. Cualquiera de los videos que circulan en Youtube manipulando dichas escenas resulta mucho más divertido y ocurrente que la pantomima que aquí se han sacado de la manga en un intento de perpetuar la broma a una escala mayor, más cinematográfica (más cercano a las spoof movie).

De los personajes protagonistas sólo merece la pena rescatar a la pseudo Sarah Palin (Stephanie Paul) y a la Teniente Renate Richter encarnada por la actriz alemana Julia Dietze. Pero su partenaire, James Washington (Christopher Kirby), estorba más que otra cosa; el villano, Klaus Adler, carece de fuerza al caer en manos de un actor tan mediocre como Götz Otto; la estilista Vivian Wagner (Peta Sergeant) resulta crispante (por no decir insoportable), y el nuevo Führer a cargo de Udo Kier goza de menos presencia en pantalla de la que uno desearía, con lo que acaba relegado a un desalentador segundo plano.

 
Ante todo, “Iron Sky” es una comedia, y en ese aspecto falla estrepitosamente. Más allá de su premisa, la historia ni engancha ni hace gracia, y sólo algunos momentos puntuales (el inicio, algún gag esporádico y la batalla final) merecen la pena de ser rescatados de un conjunto bastante insustancial y, lo que es peor, desaprovechado. 

Ni su director, Timo Vuorensola (que ya rodó, o mejor dicho, codirigió unos años antes una parodia de Star Treck titulada “Star Wreck: In the Pirkinning”), ni sus guionistas han sido capaces de llevar a buen puerto una idea que, sin ser del todo original (existe una novela de Robert A. Heinlein con nazis escondidos en la Luna), prometía como mínimo pasar un rato agradable y echarse unas risas; sino con ella, por lo menos sí a su costa. Pero más allá de lo marciana y, precisamente por ello, llamativa sinopsis, el resto de la película carece de inspiración
  
No es extraño que un proyecto al que se le sigue la pista desde hace tanto tiempo tienda a no cumplir del todo las expectativas depositadas en él, pero eso no quita el hecho de que estamos ante un caso claro de “película fallida” (tal como le ocurrió a la “Mars Attacks” de Tim Burton) y, por tanto, decepcionante. Se puede ser más o menos indulgente con ella, pero es evidente que las pretensiones de sus responsables eran ambiciosas y que el resultado se ha quedado bastante corto.

De todas formas, “Iron Sky”, que debutó en la 62 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín y que ya se ha exhibido en países como Alemania o su Finlandia natal (en España dudo que la veamos), no ha pasado desapercibida, y a su director ya le han ofrecido otro filme de temática nazi basado en una novela gráfica titulada “I Killed Adolf Hitler”, en la que un asesino del futuro viaja hasta 1939 para matar a Adolf Hitler. Otra idea que, sobre el papel, promete. Esperemos que esta vez Vuorensola se codee con guionistas más capacitados.   

  
Valoración personal: 

viernes, 1 de junio de 2012

“Blancanieves y la leyenda del cazador” (2012) – Rupert Sanders

Crítica “Blancanieves y la leyenda del cazador” 2012 Rupert Sanders
A principios de año aterrizaba en nuestras carteleras la primera de las versiones del famoso cuento (uno de tantos) de los Hermanos Grimm programadas para este 2012: “Blancanieves (Mirror, Mirror)”. 

A cargo del siempre excesivo Tarsem Singh, este acercamiento en clave de comedia familiar fue recibido de manera dispar, sin dejar apenas lugar para el término medio. O gustaba mucho o no gustaba nada. Resultado final: una taquilla insuficiente tanto a un lado como al otro del charco, quedándose a las puertas de dar beneficios al no lograr recaudar el mínimo deseado, es decir, el doble de lo invertido (unos 85 millones de dólares).

Ahora, transcurridos cinco meses, nos llega la gran apuesta de Universal, “Blancanieves y la leyenda del cazador”, otra reconstrucción del cuento muy a la manera del Hollywood más blockbusteril, esto es, espectacularidad y efectos especiales por un tubo cual “El señor de los anillos”. Una comparación nada gratuita si nos ceñimos a los épicos avances previos a su estreno. 

La historia de base viene a ser la de siempre. El bien contra el mal encarnados por Blancanieves (Kristen Stewart) y la malvada reina (Charlize Theron), respectivamente, y cuyo enfrentamiento nace, principalmente, de la envidia cochina de ésta última por la belleza de su joven hijastra (algo que en esta ocasión, a tenor del casting elegido, resulta difícil de creer). 

Con tal de deshacerse de la única rival en belleza y, a su vez, heredera al trono, la pérfida soberana encarga a un experimentado cazador (Chris Hemsworth) la misión de matar a Blancanvies a cambio de devolverle a éste a su difunta amada. Las cosas, sin embargo, no salen cómo estaba previsto, y el cazador termina ayudando a la joven a escapar de sus perseguidores. Ahora ambos deberán unir fuerzas con los aliados fieles al antiguo monarca para acabar con el reinado de terror de la malvada bruja.

El filme del debutante Rupert Sanders (aclamado director de spot publicitarios) abre la incipiente temporada de blockbusters veraniegos a golpe de espada y magia negra. Y es que el cuento, señores, nos lo han vuelto a cambiar…. un poquito.  

En esta ocasión, el mayor aliado de la joven Blancanieves es un desaliñado y borrachuzo cazador necesitado urgentemente de redención y, por qué no, de amor. Pero no descartemos tan pronto al apuesto y valiente príncipe azul de la ecuación, porque él también tiene su pequeño huequecito en la trama.

No faltan tampoco los siete enanitos que, al igual que en la versión de Singh, han pasado de buscar piedras preciosas en las paredes de una mina a arrebatárselas por la fuerza a los incautos caminantes que se cruzan en su camino. Una forma un tanto deshonesta de ganarse la vida tras la llorada muerte de su estimado Rey.
La introducción inicial es ya un clásico, y en su brevedad reside precisamente su mayor virtud. Los primeros minutos se encargan de poner al espectador en situación, relatándonos así el ascenso al poder de la pérfida Ravenna, una mujer de letal belleza.


Contado esto, pasamos a la trama propiamente dicha. Y ésta empieza con Blancanieves librándose del cautiverio al que la tenía sometida la Reina y huyendo de sus perseguidores a través del Bosque Oscuro. Un bosque que, a juzgar por su nombre, no depara demasiadas bondades para el valiente que se interne en él.
En este punto, la película entra en un bucle dominado por la narración apresurada y reiterativa. La presentación del (anti)héroe es lo justamente rápida y concisa para saber de qué pie calza éste, pero lo que viene a continuación precisa de mayor tiempo de cocción; a fuego lento, a ser posible. No obstante, los guionistas apuestan por la acción casi sin descanso, convirtiendo casi todo el metraje en una interminable persecución cuyo esquema se repite demasiadas veces. Un esquema tal que este: “Encuentran a Blancanieves - se sucede un enfrentamiento - sus perseguidores fallan y ella huye”. Y así una vez tras otra, dejando más espacio a la acción que al desarrollo de los personajes. De ahí que el romance entre Blancanieves y Eric el cazador cojee un poco o que los momentos más dramáticos nos dejen indiferentes. 

Sanders no logra una implicación emocional medianamente aceptable con el espectador, y eso mengua considerablemente nuestro disfrute. Ahora bien, sabe compensarlo a base imaginería visual, con un atractivo despliegue de efectos especiales y un diseño de producción espectacular.
Visual y estéticamente, “Blancanieves y la leyenda del cazador” es un deleite. La recreación de los bosques es portentosa, tanto el Oscuro como el Encantado (sobre todo este último); la demostración de poder de Ravenna y sus sucios trucos no son siempre originales, pero son llamativos y en ocasiones sí resultan inspirados (su ejército de guerreros de ¿ónix negro?, por ejemplo); el diseño de vestuario obra de la diseñadora Colleen Atwood, una habitual colaboradora de Tim Burton (Sweeney Todd, Sleepey Hollow, Eduardo Manostijeras…), es exquisito, dedicando especial atención a los vestidos de la Reina; y por último, la caracterización de los enanos es sobresaliente, pues nadie diría que son actores de más de metro y medio si no fuera porque les conocemos a casi todos: Bob Hoskins, Ian McShane, Toby Jones, Ray Winstone, Nick Frost, Eddie Marsan… 

Los efectos especiales son dignos de un superproducción de estas características, y sólo la aparición de unos pequeños duendecillos desentona un poco con la calidad imperante.
En definitiva, técnicamente no hay mucho que reprocharle. Ahora bien, la historia ya es harina de otro costal. El guión es muy esquemático y repetitivo. No se puede negar que la película entretiene, y tiene secuencias dignas de pagar la entrada, pero –y a riesgo de sonar tópico- le falta “alma”. Esa alma necesaria para que dentro de unos años la recordemos con el mismo cariño con el que ahora recordamos “Willow”, entrañable película de aventuras a cuyo espíritu más se asemeja esta versión épica del cuento de los Grimm. Y precisamente la épica también se resiente al no terminar de empatizar con Blancanieves; bien porque, como ya he apuntado antes, se pasa muy de puntillas sobre los personajes, bien porque Kristen Stewart es demasiado apática para resultar una princesa encantadora (y menos aún, guerrera). 


Tenemos que creernos que  todo un ejército está dispuesto a arriesgar sus vidas para conseguir que su princesa recupere el trono, pero ni actriz ni guionistas consiguen que nos lo creamos. Una revelación de última hora y un discursito inspirador cuál William Wallace no son suficientes para alentar lo que viene a ser la gran y esperada batalla final. 

Por fortuna, ahí tenemos a Hemsworth, un Thor sin pasar por peluquería, que se convierte en un héroe de lo más convincente (hacha en mano); y a Charlize Theron, una villana digna de cuento, con cierto histrionismo teatral muy apegado al tono caricaturesco de este tipo de antagonistas. Quizás a algunos les parezca sobreactuada, pero en mi opinión da en el clavo con lo que se espera de una pérfida bruja. Además, no estamos ante un ser cruel por naturaleza sino por causa-efecto. 

Ravenna no es la típica mala porque sí, sino que es un ser torturado y vengativo. Tiene un motivo incontestable para ser como es, y aunque eso no justifique ni exonere sus actos, sí nos proporciona razones para meternos en su piel (aunque más de uno lo que prefiera es meterse en su cama).

Los elementos icónicos del cuento adheridos a su personaje, como el espejito mágico o la manzana envenenada, siguen presentes porque son imprescindibles, por mucha reinvención que se busque.

En cambio, el amor entre el cazador y la princesa no llega a consumarse (¡un cuento de hadas sin boda, no es un cuento de hadas!), y se vislumbra una especie de trío amoroso (¿otra vez, Kristen?) cara a una ya anunciada segunda parte. Secuela que sólo el público decidirá si debe existir.

En “Blancanieves y la leyenda del cazador” el cuento de hadas ha pasado a ser más bien una historia de espada y brujería, con una Blancanieves a la que no le falta lucir la brillante armadura cuando toca; con un héroe zarrapastroso pero muy macho, y con una malvada reina hermosísima y trágica (con mención especial a su espeluznante hermano/fiel lacayo). 

Todo ello es suficiente (por los pelos) para pasar dos entretenidas horas en una fresquita sala de cine resguardado del intenso calor del exterior, pero probablemente no permanezca en el recuerdo mucho más tiempo del que estará en cartelera. 
 


Valoración personal: