sábado, 21 de enero de 2012

“Silencio en la nieve” (2011) – Gerardo Herrero

Crítica Silencio en la nieve 2011 Gerardo Herrero
Uno de los conflictos bélicos que más veces se ha abordado en el cine es, sin lugar a dudas, la Segunda Guerra Mundial. Y probablemente los americanos sean los más prolíficos en este campo dada la potente industria cinematográfica que poseen (y lo mucho que les gusta vanagloriarse de su incursión). Sin embargo, no son los únicos, y otros países, tanto del bando de Los Aliados como del bando del Eje, también han realizado, con mayor o menor fortuna, producciones que han reflejado -desde su propio punto de vista- distintos episodios de tan terrible y devastadora guerra.

Durante la II G. M., España mantuvo una (discutible) posición neutral respecto a ambos bandos, con lo cual es lógico que nuestro cine se haya interesado más bien poco en este tema y se haya centrado más en conflictos bélicos que nos atañen directamente, como la Guerra Civil, el más importante de nuestra historia reciente.

No obstante, y como ya insinúo en el párrafo anterior, esa neutralidad de nuestro país frente a la guerra no era tal, por lo que sí hubo participación de soldados españoles. Por aquél entonces, Franco pactó un acuerdo con Hitler por el que le prestaba su ayuda en el momento en el que se iniciara la invasión de Rusia. Cuando esto ocurrió, entró en acción la División Azul, un cuerpo de voluntarios españoles que lucharon codo con codo (aunque no sin discordia) con el bando alemán.
En ese contexto es en el que se sitúa “Silencio en la nieve”, la última película del director y productor Gerardo Herrero.

Frente de Rusia, invierno de 1943. Un batallón de la División Azul se topa con una serie de caballos sumergidos bajo el hielo de un lago congelado. Junto a uno de los caballos, aparece el cadáver de un soldado español. Un corte le atraviesa el cuello de lado a lado, y en el pecho tiene una inscripción grabada a cuchillo: "Mira que te mira Dios". Los mandos encargan la investigación al soldado Arturo Andrade (Juan Diego Botto), un exinspector de la policía que asume la tarea con rigor y profesionalidad, y al que le asignan como ayudante al sargento Espinosa (Carmelo Gómez).

La película, basada en la novela “El tiempo de los emperadores extraños” del escritor madrileño Ignacio del Valle, se ubica en un contexto bélico sin posicionarse políticamente hacia ninguno de los bandos enfrentados. Esto es así porque el pilar de la historia es una trama criminal sin las pretensiones añadidas de ser un relato histórico de dicho acontecimiento ni de la participación de la División Azul en el mismo, un tema por otra parte poco tratado en el cine.


El descubrimiento de un soldado asesinado es el punto de partida de una trama detectivesca que involucra a dos miembros de la División Azul encargados de la investigación. Uno de ellos es Arturo Andrade, un hombre reservado que fue inspector de la policía durante la II República y los primeros meses del franquismo. El otro es el Sargento Espinosa, un tipo pesimista convencido de que la derrota ante el enemigo es inminente. Ninguno de los dos parece demasiado convencido de la lucha contra el Ejército Rojo, pero en estos momento algo más importante ocupa sus quehaceres diarios. Ambos se entregan concienzudamente al caso de asesinato que les han asignado, tratando de recabar información acerca de la víctima y de todos aquellos con quienes mantuvo algún contacto. Sus sospechas iniciales atribuyen el móvil del asesinato a motivos políticos, probablemente un ajuste de cuentas por parte de algún quintacolumnista. Sin embargo, la inscripción que el asesino dejó marcada en el cuerpo, "Mira que te mira Dios”, resulta desconcertante. No será hasta que la citada frase cobra significado cuando se den cuenta que detrás de todo se oculta una perversa venganza y que el cadáver del soldado puede ser el primero de otros tantos si no logran atrapar al asesino a tiempo.

Herrero maneja con bastante solvencia esta historia criminal que, si por algo destaca, es por ubicarse en medio de una guerra sin tregua, mostrándonos de forma colateral la locura de la contienda y los rifirrafes entre soldados españoles y soldados alemanes. También se hace hincapié en las desconfianzas interna entre los propios miembros de la División Azul, formada tanto por falangistas voluntarios y fascistas radicales que no pertenecían a Falange como por republicanos. Todo ellos enrolados “voluntariamente” a luchar contra el comunismo. Además, en el guión también se refleja la caza de brujas entre los masones (tanto de derechas como de izquierdas) que hubo tras la Guerra Civil Española y que, tal como comprobaremos, SPOILER -- resulta ser el desencadenante de los asesinatos -- FIN SPOILER.

La caza al asesino nos mantiene intrigados durante buen parte del metraje gracias a que el desarrollo de la investigación avanza sin prisas pero también sin pausas, facilitando poco a poco esa información que nos irá descubriendo quién se esconde detrás de tan brutal asesinato y el por qué de sus actos.


Puede que alguna situación resulte algo forzada, y no cabe duda que el affaire del protagonista con la muchacha rusa y la relación que éste entabla con un niño huérfano poco aportan a la historia (aunque quizás sí ayudan a definir un poco su personaje), pero en líneas generales es una película que funciona gracias a su intriga y a la sólida construcción de sus personajes. Así como al correcto trabajo de todo su reparto, sin excepciones; desde la pareja protagonista formada por Juan Diego Botto (que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción) y Carmelo Gómez, hasta el variado elenco de secundarios (el casi siempre poco aprovechado Víctor Clavijo, un desafiante –aunque un pelín estridente- Sergi Calleja, un simpático e inocente “chófer” de correos a cargo de Jordi Aguilar, etc.).

Merece también la pena resaltar el cuidadísimo diseño de producción y el trabajo de fotografía que, en conjunto, logran ambientar creíblemente esta historia ubicada en plena Segunda Guerra Mundial.

“Silencio en la nieve” es un interesante thriller ubicado en un entorno cruel donde la muerte y la miseria son el pan de cada día, y en donde la pareja protagonista intenta poner algo de orden y justicia. No es una película perfecta, pero el resultado es estimable, amén de que resulta una propuesta bastante instructiva –sin caer en el tono documentalista- en lo que al tema de la División Azul se refiere.




Valoración personal:

jueves, 19 de enero de 2012

Millennium en Doctortrade

Millennium en Doctortrade

La semana pasada se estrenó la adaptación americana del primer libro de la Saga Millenium a cargo de David Fincher, versión que ha cosechado muy buenas críticas y de la cual ya dejé mi opinión personal en el blog. Precisamente, y como ya comenté en la correspondiente crítica, la obra de Larsson tuvo sus primeras adaptaciones en su Suecia natal, así que si sois fans de las mismas u os interesa descubrirlas por primera vez, ahora tenéis la oportunidad de adquirirlas a buen precio en Doctortrade. Encontraréis Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina y La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire a partir de 5 euros.

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Saludos ;)

viernes, 13 de enero de 2012

“Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres” (2011) – David Fincher

Crítica Millennium 2011 David Fincher
Quizás lo peor que le pueda ocurrir a un escritor es no poder saborear el éxito de su obra. Ese sería precisamente el caso del sueco Stieg Larsson, que falleció antes de ver cómo su trabajo póstumo, la Trilogía Millennium, se convertía en un éxito de ventas (65.000.000 de ejemplares en 46 países).

Larsson escribió tres novelas de carácter policiaco/criminal tituladas “Los hombres que no amaban a las mujeres”, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, y que cronológicamente conforman la susodicha saga.

Cada cierto tiempo se repite este “fenómeno best-seller” (a menudo, literatura “fast-food” para todos los públicos, incluso para aquellos que lo único que han leído en su vida es el libro de la autoescuela), y del mismo modo que le ocurrió a Dan Brown y su Da Vinci, pronto se quiso sacar provecho del éxito de las novelas trasladándolas a la gran pantalla. Los propios suecos fueron los primeros interesados en rodar una película por novela y tratando de ajustarse fielmente a lo escrito por Larsson. Posteriormente, a estas tres películas le siguió una miniserie de televisión. Todo ello sirvió para aumentar aún más la popularidad del desaparecido escritor y catapultar al estrellato a su actriz protagonista, Noomi Rapace, a la que recientemente hemos podido ver en “Sherlock Holmes: Juego de sombras” (su modesto aterrizaje en Hollywood).

Pasada la euforia inicial, en Columbia decidieron que ellos también querían ser participes del éxito de Larsson y sus novelas de largos y abstractos títulos. Por ello decidieron tirar de la opción más manida: el remake. Versionar la primera película sueca o, si se prefiere, volver a adaptar la novela (según el resultado, parece una cosa u otra), era lo más preferible dado que a los americanos (en su mayoría), al igual que a los españoles (en su mayoría), no les gusta leer subtítulos, por lo que distribuir la cinta original equivaldría muy seguramente a estrellarse en taquilla. Claro que esto último también le podría pasar al remake, tal como le ocurrió –injustamente, todo sea dicho- a “Déjame entrar” de Matt Reeves. Pero estos productores fueron un poco más precavidos y le encargaron la tarea a un director de peso y elevado reconocimiento: David Fincher.

En medio de un escándalo por difamación, el periodista financiero Mikael Blomkvist (Daniel Craig) es contactado por uno de los empresarios más ricos de Suecia, Henrik Vanger (Christopher Plummer), para que investigue en profundidad la desaparición, muchos años atrás, de su querida sobrina Harriet. Vanger está convencido de que Harriet fue asesinada por uno de los miembros de su numerosa familia, por lo que Blomkvist tendrá que dar con el asesino estudiando minuciosamente el día de la desaparición de la joven. Para ello, el periodista contará con la ayuda de Lisbeth Salander (Rooney Mara), una inusual pero ingeniosa investigadora (y habilidosa hacker) que trabaja para Milton Security.


Para los que hayan leído las novelas y/o visto las adaptaciones suecas, probablemente el interés de esta versión americana radique exclusivamente en comprobar lo que ha hecho Fincher con semejante material. Esto les permitirá juzgar su trabajo como adaptación fiel o no a la novela y/o como mejor o peor versión respecto a la original sueca. Para los que jamás nos hemos acercado a la obra de Larsson en ninguno de sus formatos, es la oportunidad de volver a ver al director enfrascado en un thriller policiaco tras “Seven” y “Zodiac”.

La historia de “Millennium” se enmarca en Suecia (en una Suecia donde absolutamente nadie habla sueco…) en la ficticia ciudad de Hedestad, y más concretamente en la isla de Hedeby, lugar de residencia de Henrik Vanger y buen parte de su familia, con la que no mantiene ningún contacto a excepción de su sobrino Martin. Hasta allí se desplaza Mikael Blomkvist con la intención de llevar a cabo la investigación de la desaparecida Harriet bajo el falso pretexto de escribir una biografía sobre Henrik.

A medida que Blomkvist va conociendo a varios miembros del clan Vanger y va avanzando en sus pesquisas, se da cuenta que hay una verdad aún mayor y más oscura oculta detrás de la desaparición de Harriet y que podría tener relación con una serie de terribles asesinatos ocurridos en el país. Es en ese instante cuando se da cuenta que necesita ayuda para resolver el caso, y nadie mejor que Lisbeth Salander, la persona que el mismo Henrik Vanger contrató para que le investigara a él antes de solicitar sus servicios.



La trama de la película podría pasar tranquilamente por una más de “asesinos en serie” si no fuera por dos elementos cruciales de la misma: por un lado está el hecho de enmarcar la investigación dentro de un núcleo tan cerrado como es el de una adinerada familia sueca de la que poco a poco iremos conociendo más detalles (desde el pasado nazi de varios de sus miembros hasta las profundas desavenencias existentes entre ellos tras el misterio en torno a Harriet Vanger). Esto permite centrar las indagaciones del protagonista y, por ende, del espectador, en un único foco de sospechosos a lo “Diez negritos” de Agatha Christie, descartando uno a uno a los susodichos familiares hasta dar con el culpable.

Por otro lado está el peculiar personaje de Lisbeth Salander (vulnerable a la par que resistente/superviviente), una rara avis dentro del género de la novela negra que nos proporciona algunos momentos verdaderamente sórdidos (SPOILER-- la venganza ojo por ojo contra su violador, por ejemplo --FIN SPOILER) y que ofrece un marcado contraste al lado de Mikael Blomkvist, un personaje mucho más convencional.

Por tanto, tenemos una extraña pareja (un periodista acostumbrado a destapar la corrupción de ricos empresarios y una experta informática de conducta inestable) que unen fuerzas en busca de la verdad, aunque los motivos que les hagan embarcarse en la investigación sean bien distintos.

Estos serían los atributos más destacables de una historia de desarrollo ciertamente rutinario pero que en su traslación a la gran pantalla se muestra eficazmente ensamblada y narrada gracias tanto a la labor del guionista (no olvidemos que la escritura corresponde a Steven Zaillian, que pese a algunos tropiezos ha parido guiones como el de “La lista de Schindler”, “American Gangster” o “Gangs of New York”) como a la de su director, un David Fincher en su salsa.

Ya de los espectaculares créditos iniciales, que bien podrían pertenecer a una entrega del emblemático James Bond (por cierto, ¿para cuándo una película del agente 007 dirigida por este señor?) y que evidencian el pasado videoclipero de Fincher, marcan la diferencia (aunque sean una sobrada, molona, pero sobrada al fin y al cabo) y nos avisan de que no vamos asistir a un thriller del montón. Mención especial al tema musical que acompaña a dichos créditos, un “Immigration Song” de Led Zeppelin versionado para la ocasión por Trent Reznor y Atticus Ross, autores de la martilleante (y mayormente insufrible) banda sonora de la película (que pasa de tener temas bastante potables a otros que son un auténtico suplicio para cualquier oído con un mínimo de sentido del ritmo… y del buen gusto, si se me permite añadir).


Fincher maneja con mano férrea las dosis de intriga de una historia que en algunos aspectos resulta algo previsible (SPOILER-- Stellan Skarsgård tiene la palabra “culpable” tatuada en la frente desde su primera aparición -- FIN SPOILER).

El seguimiento de la investigación criminal es muy minucioso a la par que sobrio, sin alardes pirotécnicos ni golpes de efecto metidos con calzador (que suele ser lo típico en este género). La estructuración del guión es sólida, tanto en su inicio, cuando la historia se bifurca en dos vías narrativas que, por separado, nos impregnan de la esencia de los dos personajes protagonistas (Mikael por un lado y Lisbeth por el otro) como cuando los caminos de ambos se encuentran para dar comienzo al nudo de la trama. El problema, no obstante, lo encontraríamos en el tramo final, donde la historia se alarga más de la cuenta con “dos desenlaces” claramente diferenciados: uno de ellos es el que atañe al caso Harriet, que debería haber sido el punto final de la película, sea esto más o menos fiel a la novela (cosa que ignoro); y el otro el que cierra el asunto legal de Mikael con la acusación por difamación, y que en caso de no suprimirse, sí debió sintetizarse mejor para no alargar un metraje que ya de por sí resulta bastante excesivo. Y es que por mucho Fincher que esté detrás de la cámara, casi 160 minutos son demasiados minutos para una película de estas características (aunque en conjunto, es una cinta mucho más llevadera que “Zodiac”, y el ritmo prácticamente no sufre de altibajos).

De todos modos, estamos ante un thriller bien armado que tiene lo fundamental para contentar al espectador: drama, intriga, asesinatos, sexo, corrupción, secretos familiares, una heroína de armas tomar, buenas interpretaciones (2011 ha sido el año de Christopher Plummer e imagino que Rooney Mara convencerá hasta los más escépticos), diálogos certeros, momentos perturbadores, etc. Un Fincher que demuestra que un trabajo por encargo, y más aún un remake, puede ser de calidad.

P.D.: Esta adaptación americana supone el inicio de una nueva trilogía que bien podría seguir a los mandos de Fincher, siempre y cuando el público responda en taquilla y asegure el futuro de las secuelas, cosa que aún está por ver.




Valoración personal:


viernes, 6 de enero de 2012

“Sherlock Holmes: Juego de sombras” (2011) - Guy Ritchie

“Sherlock Holmes: Juego de Sombras” (2011) - Guy Ritchie
Justo cuando su carrera parecía estar en dique seco, Guy Ritchie resucitó de sus cenizas cual Ave Fénix primero con “Rocknrolla”, una película de mafiosos en la línea de sus primeros y más famosos trabajos, y luego con “Sherlock Holmes”, reinvención del magistral personaje literario creado Arthur Conan Doyle. Fue esta última precisamente la que le puso en el redil de Hollywood, consiguiendo que su nombre se vinculara a jugosos proyectos como “Sgt. Rock” o una nueva versión de Excalibur, ambas bajo el amparo de Warner Bros.

Pero la taquilla es la que manda, y la primera entrega de este “reinventado” Sherlock Holmes fue todo un éxito (en parte por el trabajo de los guionistas al adaptar el cómic de Lionel Wigram y en parte por la perfectamente identificable labor de Ritchie tras las cámaras), por lo que había que aprovechar la idea y la disponibilidad del solicitado Robert Downey Jr. (otra pieza clave) para lanzarse a la piscina con una inmediata secuela.

Así es como dos años después llega a nuestras carteleras “Sherlock Holmes: Juego de Sombras”, entrega en la que nuestro famoso detective tendrá que enfrentarse a un enemigo a la altura de su brillante intelecto, el profesor Moriarty.

Una serie de crímenes y atentados bomba están golpeando al mundo, y el astuto Sherlock Holmes tiene la certeza de que detrás de todo se encuentra el profesor Moriarty, una gran mente criminal.

Holmes volverá a contar con la inestimable ayuda de su buen amigo el Dr. James Watson para tratar de descubrir el plan que está orquestando su enemigo y tratar de detenerlo antes de que sea demasiado tarde.

No hay duda que pese a las permisibles licencias (la base literaria y los atributos del personaje siguen ahí, aunque algunos se obcequen en negarlo), este remozado Sherlock Holmes caló hondo entre los espectadores. Parte del mérito fue también gracias al buen hacer del carismático Robert Downey Jr. en la piel del famoso detective.

Por ello, y porque la película sigue llevando su nombre por título, Sherlock Holmes vuelve a ser la gran estrella de la función. Y si ya en la anterior entrega nos encontramos con un Holmes más desenfadado y peleón de lo habitual, aquí su personaje alcanza altas cotas de virtuosismo y excentricismo, amén de acentuarse aún más –y con un tono marcadamente paródico- su afán por los disfraces durante el transcurso de sus investigaciones.

El humor sigue siendo uno de los puntos fuertes, y una muestra de ello se aplica de maravilla a la ya de por sí estupenda comicidad entre Downey Jr. y Jude Law, la pareja protagonista.


Ahora tenemos a un Watson a punto de pasar por la vicaría y completamente desligado de los casos que ocupan el tiempo de Holmes. Aún así, y por mucho que discutan mientras están juntos y por mucho que el buen doctor se queje del incorregible comportamiento de su amigo, ambos forman un gran equipo y se necesitan mutuamente en lo bueno y en lo malo. Juntos se complementan y juntos es la única manera en la que pueden vencer a su despiadado enemigo.

Moriarty ha sido siempre el archienemigo de Holmes en los relatos de Doyle, por lo que su aparición resultaba indispensable, más cuando en la primera entrega su personaje se encontraba urdiendo maldades en la sombra. En aquella nos sugirieron su presencia y aquí directamente nos lo presentan como el gran villano capaz de ir un paso por delante del gran detective londinense.

El profesor Moriarty es un hombre culto y muy astuto, pero además posee una capacidad innata para el mal y una absoluta falta de escrúpulos que lo convierten en un rival de mucho cuidado.

La investigación en torno a sus maquiavélicos planes se torna aún más peligrosa cuando la vida de Watson y su inminente esposa corre peligro, y cuando entra en juego el personaje de Madam Simza, la pitonisa gitana encarnada por Noomi Rapace.

Para la actriz sueca, conocida por su papel de Lisbeth Salander en la saga Millemiun, éste supone su trampolín hacia la meca de Hollywood, y si bien su actuación es correcta, lo cierto es que su personaje queda bastante desaprovechado, tal como ocurre con todas las féminas de la saga. Madam Simza tiene agallas y se defiende bastante bien en el arte de la lucha, pero luce poco como secundaria. Lo mismo le ocurre a la esposa de Watson, que aunque en el desenlace juegue un papel importante, su presencia sigue limitándose a cuatro escenas contadas (y todos los que hemos visto a Kelly Reilly en “Eden Lake” sabemos que puede dar mucho más de sí). Y luego tenemos a una efímera Rachel McAdams nuevamente en el papel de Irina Adler, esa pícara ladronzuela capaz de traer de cabeza a Holmes y con la que se podría haber explotado un romance con buena química. Desgraciadamente, lo suyo es un visto y no visto que de algún modo sirve para mostrar el lado más humano SPOILER-- y trágico -- FIN SPOILER de Holmes. A título personal SPOILER-- me dolió sobremanera que su muerte sirviera para mostrar otras capas interiores del personaje protagonista. Aunque ya se sabe que en una saga ningún personaje muere definitivamente… -- FIN SPOILER.


Es de suponer que los guionistas no han querido que nadie se interponga en el protagonismo de Holmes y Watson, y menos entre el duelo del primero contra Moriarty (atención al gran guiño literario en el desenlace de su enfrentamiento final). Son estos tres personajes los que llevan el peso de la historia. Una historia que quizás esté por debajo de sus posibilidades teniendo en cuenta el villano que tenían entre manos y la inclusión del hermano de Holmes, Mycroft, en manos de un simpático Stephen Fry haciendo de Stephen Fry y que en personalidad poco se parece al Mycroft descrito por Doyle.

La primera “Sherlock Holmes” nos la vendieron como una película de acción de época, y resultó contener más misterio y suspense del que uno pudiera esperar. Y ese fue, precisamente, uno de sus logros. En esta ocasión, sin embargo, la intriga es más bien simplona (y fácilmente deducible), y aunque Holmes siga haciendo gala de mucho ingenio y astucia, sus hallazgos no sorprenden tanto y nos cuesta ver en él al brillante detective al que tantas veces Scotland Yard ha requerido para resolver misteriosos asesinatos. Es como si por protagonista tuviéramos a un brillante matemático, y las matemáticas que nos mostrase el guión fueran de primero de secundaria.

Una trama más trabajada en ese aspecto hubiera dado mucho más juego entre el duelo Holmes vs Moriarty. De todos modos, y teniendo en cuenta lo que nos proponen (cierto acercamiento al por qué de las guerras y, por ende, a la Gran Guerra que tiene lugar un par de décadas después de los hechos que aquí transcurren) y que ambos actores están perfectos en su rol (después de ver a Jared Harris no creo que nadie eche de menos al rumoreado Brad Pitt), las posibles carencias del guión apenas hacen mella y quedan compensadas por las dosis de buen entretenimiento que nos ofrece la película dirigida por Ritchie.

El director británico despliega nuevamente su arsenal de artificios visuales y recursos videocliperos para lograr secuencias de acción mucho más espectaculares y grandilocuentes, convirtiendo esta segunda parte en una superficial pero francamente efectiva película de acción. A menos intriga, más pirotecnia, pero en conjunto, la fórmula se repite y, qué demonios, vuelve a funcionar.

Excelente pareja protagonista con un Downey Jr. en su salsa, buen villano, historia entretenida, generosas dosis de acción y humor, gran ambientación y redonda banda sonora a cargo de Hans Zimmer, que tras la experimentación que nos brindó en su predecesora aprovecha ahora la espectacularidad de la función para ofrecer una partitura más poderosa y épica, y con unos toques zíngaros que casan de lujo con algunos segmentos de la película. Claro que lo más sorprenderte es encontrarse en la banda sonora la inclusión (a modo de impagable guiño) de un tema ajeno (de los varios que hay) como el de Ennio Morricone correspondiente a “Dos mulas y una mujer”.

En conclusión, una de esas pocas afortunadas que puedan presumir de ser la excepción al popular dicho de “segundas partes nunca fueron buenas”. Ojalá pudiéramos decir esto más a menudo.



Valoración personal: