domingo, 11 de noviembre de 2018

Mis fracasos de taquilla favoritos (I): La Isla de las Cabezas Cortadas (Cutthroat Island)



Presupuesto: 98 millones de dólares
Taquilla doméstica: 10 millones de dólares.
Estreno USA: 22 Diciembre 1995
Estreno España: 15 de Enero 1996


Sinopsis: Tras la muerte de su padre, Morgan Adams, capitana del barco pirata Morning Star, emprende la búsqueda de las tres partes en que está dividido el mapa de un fabuloso tesoro. Como el idioma en que está escrito el mapa es latín, Morgan compra un esclavo conocedor del idioma para descifrarlo, William Shaw.

Para conseguir el tesoro Morgan deberá enfrentarse no solo al acoso de la flota británica que trata de erradicar la piratería del Caribe, sino también a su cruel tío, el capitán Dawg, que también ansía el tesoro y que no se detendrá ante nada para conseguirlo, aunque deba acabar con su propia familia.



Comentario:
Mucho antes de que el Capitán Jack Sparrow y la tripulación de la Perla Negra navegaran por el Mar Caribe en busca de tesoros malditos, ya lo hizo Morgan Adams a bordo del Morning Star. Y antes que ella, muchos otros.

Por desgracia, y a diferencia de Sparrow, a Adams la taquilla no le sonrió como debiera, y su incursión en el género quedó relegada al olvido. O peor todavía: ser recordada como uno de los mayores fiascos de taquilla de la historia, dudoso honor que comparte junto a la “Cleopatra” de Mankiewicz o “La puerta del cielo” de Cimino. Con esta última, para más inri, les une el estigma de ser las culpables de llevar a la bancarrota a su productora (United Artists la una, Carolco la otra).

Lo cierto es que en el caso de “La Isla de las Cabezas Cortadas”, esto último no deja de ser una verdad a medias. Carolco Pictures, la productora fundada por Mario Kassar y Andrew G. Vajna atravesaba ya cierta crisis a principios de la década de los 90, estando a punto de la quiebra en 1992, y probablemente salvándose de ella gracias al enorme éxito de dos títulos clave en su trayectoria: “Terminator 2: el Juicio Final” e “Instinto básico”. Por aquél entonces, Vajna ya se había montado su propio estudio, Cinergi Pictures, quedándose Kassar a los mandos, asumiendo así el control absoluto de la compañía.

¿Pero por qué pendía de un hilo una compañía que cosechaba éxitos desde principios de los ochenta? Básicamente, por su arriesgado sistema de producción basado en la preventa, es decir, financiar las películas a través de la venta previa de derechos a los distribuidores extranjeros. Si la película resultaba ser un éxito, como lo había sido la segunda parte de Rambo (primer título con el que se llevó a cabo esta estrategia), la recompensa era evidente, pero si ésta fracasaba, el daño a las arcas del estudio podía ser catastrófico. Teniendo en cuenta que Carolco invertía ingentes cantidades de dinero en sus grandes superproducciones, y que además pagaba una fortuna a sus intérpretes (Schwarzenegger percibió un salario de 10 millones de dólares más la negociación de un 15% de los beneficios de taquilla por Terminator 2), estaba claro que al primer fiasco sonado, la compañía podía irse a pique.

Aunque películas como “Stargate”, “Soldado Universal” o “Máximo Riesgo” fueran un éxito, la compañía seguía teniendo graves problemas financieros. Sin ir más lejos, para evitar que la polémica rodease al estreno del film de Stallone, tuvo que pagar casi un total de 800 mil dólares a varios escritores que aseguraban que les habían robado la idea del guión de la cinta.



Llegados a este punto, Kassar tenía dos proyectos sobre la mesa para evitar el déficit: uno era una película titulada “Crusade”, acerca de las Cruzadas en Tierra Santa y que dirigiría Paul Verhoeven con la gran estrella taquillera del estudio (y del momento) Arnold Schwarzenegger a la cabeza. Una idea que director y actor habían concebido durante el rodaje de “Desafío total” (otro de los grandes éxitos de Carolco). Presupuestada en 100 millones de dólares, parecía ser una apuesta segura, tanto por el director como por su protagonista y las cotas épicas que podían alcanzar de nuevo ambos juntos. Además, se rumoreaba un reparto completado con nombres como los de Robert Duvall, Jennifer Connelly John Turturro, e incluso un pequeño papel Charlton Heston (que terminaría coincidiendo con Arnold en la genial “Mentiras arriesgadas”). Sin embargo, el miedo de Kassar a que el presupuesto inicial se incrementara a lo largo del rodaje, y la negativa de Verhoeven a darle garantías de que eso no ocurriría, llevaron a éste a enterrar el proyecto en el fondo del océano.

Así que la segunda opción fue una película de piratas, un género que llevaba muerto desde hacía décadas, y que Kassar pensó que podría resucitar entregando el proyecto a Renny Harlin, cineasta que venía de saborear las mieles del éxito con “La Jungla 2: Alerta roja” y la citada “Máximo riesgo”, dos títulos que no dudaron en usarse para la promoción de la película. Ya sabéis, el ya clásico “Del director de…”.

Que la última película sobre piratas que pisara unos cines, “Piratas” (1986) de Roman Polanski, se saldara con un sonoro fracaso no amedrantó a Kassar, que dio luz verde a una superproducción cuyos problemas no tardaron en llegar. Apenas unos días antes del inicio de la producción, perdieron a sus tres actores principales; entre ellos Michael Douglas, que vio cómo su papel en el guión se iba recortando cada vez más. Supongo que quedar relegado a secundario en favor de una protagonista femenina (la mujer del director), no le haría mucha gracia a la estrella de Instinto Básico, por lo que abandonó el barco antes de zarpar. Una oportunidad perdida de volver a encontrarnos con el Michael Douglas simpático y entrañable de “Tras el corazón verde” y “La  joya del Nilo”. Su papel, el del picarón ladronzuelo -y mentiroso compulsivo- William Shaw (un trasunto del Errol Flynn más pirata), terminó recayendo –tras varios rechazos- en MatthewModine, quien tras mucha insistencia aceptó el papel sólo con la condición de obtener un salario similar al que iba a percibir su antecesor.

Para el rol protagonista, Harlin encontró a la actriz ideal en su, por aquél entonces, esposa Geena Davis, a quien volvería a dirigir en otro (semi) fracaso de taquilla: “Memoria letal”. Se rumorea que la parejita no se contuvo de caprichitos durante el rodaje, todo a costa del estudio, lo que poquito a poco fue engrosando el presupuesto, cuya cifra alcanzaría los ya conocidos (y perdidos en el fondo del mar) 98 millones de dólares.

Una parte de esos millones, eso sí, se invirtió en la construcción de dos espléndidos barcos pirata a escala real, con un tamaño de 42 m de eslora cada uno, dando lugar a un sed de rodaje de auténtico lujo. Ni corto ni perezoso, Harlin hizo volar en pedazos uno de esos barcos para la emocionante batalla final de la película, lo que sin duda confirió gran realismo a la escena al no recurrir al uso habitual de maquetas. Aunque me imagino a Kassar con los sudores fríos sólo de pensar en si la escena no salía bien a la primera toma… Porque no habría otra toma.


Quien también se quedó en puerto fue el compositor David Arnold (Stargate), cuyo conflicto de agendas con “Independence Day” impidió que abordara la banda sonora con la que ya llevaba unas semanas trabajando, y de cuyas escrituras sacaría provecho finalmente el filme de invasiones alienígenas de Emmerich. Su lugar lo ocupó el más modesto y desconocido John Debney, quien pese a las inquisitivas comparaciones con Arnold (se le tachó de copiar su estilo), orquestró una música fabulosa y absolutamente acorde con el animado espíritu de aventura de la película.

Y es que “La Isla de las Cabezas Cortadas”, como así se bautizó por estos lares (un título deliciosamente rimbombante y mucho más blando que el original “La Isla de los Asesinos”*) era y es una estupenda combinación de humor, acción y romance. Una genuina película de piratas, con sus batallas navales a cañonazos, sus mapas del tesoro, sus islas paradisíacas y sus piratas de poco fiar con sus patas de palo y sus parches en el ojo.
El cine de piratas, que vivió su mayor apogeo en las décadas de los 30 y 40, revivía con todo el esplendor de las nuevas tecnologías, perpetuando así la imagen romántica e idealizada de la piratería que siempre nos ha mostrado Hollywood y que por supuesto poco o nada tenía que ver con la realidad. En ese sentido, es mucho más realista la magnífica y muy recomendable serie de televisión “Black Sails”.

En cualquier caso, ni el público ni la crítica supo apreciarla, condenándola al ostracismo.

Quizás tampoco ayudara la poca promoción que tuvo (seguramente recortada a raíz de los despilfarros de dinero durante el rodaje) ni su fecha de estreno, que si bien las navidades son propicias para el cine de entretenimiento, puede que verano fuera mejor época para una superproducción cuyos protagonistas se pasan la mayor parte del tiempo en alta mar o en playas exóticas.

Y si ya hilamos muy fino, veremos que una cinta de acción con una protagonista femenina rara vez atraía a los espectadores en masa; menos cuando el género estaba abonado de Schwarzeneggers, Stallones, Van Dammes o Willis.


Fuera como fuere, lo cierto es que siempre ha sido muy difícil predecir los movimientos del público. No existe ninguna fórmula para el éxito. Quizás sí puede haber algunas pautas a seguir para por lo menos no andar sobre arenas movedizas, pero que en ningún caso garantizan el triunfo. De ser así, los estudios arrasarían con todas y cada una de sus producciones, cosa que evidentemente no ocurre. Y de poder predecirse el éxito, no existirían los “sleepers”, o lo que es lo mismo, aquellas películas que sorprenden a propios y extraños erigiéndose como triunfadoras cuando nadie apostaba por ellas.

El por qué unas películas fracasan y otras arrasan es, en ocasiones, todo un misterio. Puede que todo se deba a un afortunado o desafortunado cúmulo de circunstancias y/o buenas/malas decisiones, pues no siempre la calidad del producto en sí justifica una cosa u otra. Claro que esto de la “calidad” no deja de ser, también, algo meramente subjetivo. Eso sí, la subjetividad de muchos es la que dicta el hacerse con el tesoro o sucumbir en el intento.

El fracaso de “La Isla de las Cabezas Cortadas” finalmente supuso un duro golpe para la carrera cinematográfica de Modine y Davis, pero sobre todo para el primero, quien ya no logró recuperarse jamás. Davis, ya divorciada de Harlin, encontró una segunda vida en la televisión gracias a la serie “Señora presidenta”. Por su parte, el respiro que le propició el éxito de “Deep Blue Sea” a Harlin fue fugaz, ya que  después terminaría anclado como director de serie B y subproductos de videoclub, a cuál más cochambroso.

Para los que siendo unos enanos fuimos al cine y disfrutamos de lo lindo con ella, “La Isla de las Cabezas Cortadas” es y será siempre un fallido blockbuster a reivindicar.

Mención aparte merece el que quizás sea una de las mejores obras del gran Drew Struzan: un maravilloso cartel que destila aventura en cada pincelada. Un trabajo que además llegó en una época en la que el montaje fotográfico ya empezaba a comerle todo el terreno al cartel ilustrado.


*Diría que “Cutthroat Island” también podría traducirse como “La Isla de las Gargantas Degolladas” o algo así, ya que “throat” significa “garganta”. Además, tendría un doble sentido, ya que para acceder al tesoro, Morgan y Shaw tienen que descender por la profunda “garganta” de la cueva tal y como sugieren las indicaciones cifradas del mapa.