viernes, 30 de mayo de 2014

“Al filo del mañana” (2014) - Doug Liman


Después de aparecer en películas potencialmente premiables como “Leones por corderos” o “Valkiria”, parece que al fin Tom Cruise ha abandonado sus infructuosas aspiraciones por alzarse con una estatuilla de la Academia (o cuanto menos añadir algunas nominaciones a su currículum). Y es que de un tiempo a esta parte, el bueno de Tom parece haberse entregado por completo a un tipo de cine cuyo mayor reconocimiento se encuentra en un lugar muy distinto: la taquilla.

Más dispuesto a granjearse una buena jubilación que a la posibilidad de recibir premios por sus interpretaciones, el actor se ha dejado ver, en estos últimos años, en producciones comerciales bien diversas. A su regreso a la reactivada saga de Misión Imposible hay que sumarle sus trabajos en cintas de acción como “Noche y día” o “Jack Reacher” (otra con visos a convertirse en franquicia), o en la ciencia-ficción (post-apocalíptica) de “Oblivion”. Perteneciente a éste último género nos llega ahora “Edge of Tomorrow”,  basada en un manga de Hiroshi Sakurazaka publicado a principios de este año: “All You Need Is Kill”. Aunque visto lo visto, lo más apropiado hubiese sido bautizarlo como “All You Need Is To Die”.

Y es que el resultado de esta adaptación a la gran pantalla es lo más parecido a mezclar en un coctelera a “Atrapado en el tiempo” (por su premisa temporal), “Salvar al Soldado Ryan” (por sus escenas bélicas), “Starship Troopers” (por el futurista look militar y la temática) y “Matrix” (por el parecido de los aliens con los Centinelas).


En un futuro próximo, la Tierra ha sido invadida por una letal raza extraterrestre cuyo avance  parece imparable. Para hacer frente al enemigo existen las Fuerzas Unidas de Defensa, unos comandos especiales equipados con la última tecnología militar. Ahí va a parar a modo de castigo nuestro protagonista, el Comandante William Cage (Cruise),  un oficial que nunca ha entrado en combate y al que obligan a participar en una misión suicida.

Cage fallece durante su primera incursión en el campo de batalla, pero es en el instante de su muerte  cuando se produce un fenómeno inexplicable: éste se despierta de nuevo justo en la víspera de la batalla. A partir de ese momento, Cage entrará en un bucle temporal en el que revivirá continuamente el fatídico día, combatiendo hasta la muerte y resucitando una y otra vez…

A cada batalla que libra, nuestra protagonista adquiere experiencia y se convierte en un soldado más hábil y eficaz. Sin embargo, eso no es suficiente para vencer al invasor, y necesita de la ayuda de Rita Vrataski (Emily Blunt), la soldado más valiosa del ejército, para derrotar definitivamente a los alienígenas.  

La presentación del personaje que encarna Cruise se aleja un poco de lo habitual, pues la primera impresión que nos causa es la de encontrarnos ante un cobarde chupatintas. Por supuesto, sabemos que esa postura miedica ante la idea de entrar en combate no va a durar mucho. A fin de cuentas, éste representa al héroe destinado a salvar a la humanidad. Es por eso que a lo largo de la película, mediante sus continuas reincidencias en el campo de batalla, su actitud irá cambiando y su posición respecto al conflicto irá adquiriendo un matiz más personal.

 

Con cada “reinicio”, Cage no sólo mejora sus habilidades en el combate sino que también toma consciencia de que, sin comerlo ni beberlo, se ha convertido en la última esperanza de la humanidad; en la pieza clave en la lucha contra los alienígenas. Pero el meollo de la cuestión no radica sólo en sus progresos como soldado sino en el cómo afronta esas situaciones una y otra vez. En cómo afronta los obstáculos y cómo las decisiones que toma se adaptan a los cambios que él mismo hace y deshace, o hace y rehace. Y quizás la peor condena de todas no sea, cuál Sísifo o Prometeo, la tortura de revivir el día de su muerte o verse obligado a morir cada vez para seguir avanzando hacia la victoria contra el enemigo, sino el hecho de recordar todo lo vivido y revivido mientras que el resto de personas a su alrededor lo vive todo de nuevo por primera vez.  Un detalle especialmente molesto de cara a ganarse el afecto de Rita, su única aliada en esta infernal pesadilla. Y es que mientras que él va pasando más tiempo con su compañera y conociéndola mejor, ésta en cambio se encuentra con él siempre en el mismo punto.

La relación inusual entre estos dos personajes y el buen aprovechamiento de una premisa que, sin ser del todo original, sí es muy atractiva, unido a los afortunados toques de humor (en ocasiones realmente hilarantes) y a la espectacularidad pirotécnica de turno, convierten a “Edge of Tomorrow” un gratificante entretenimiento.

Contiene elementos de muchas otras películas, algunas ya citadas en el encabezamiento de esta crítica, pero en última instancia, se convierte en una propuesta con suficiente  personalidad propia. Y quizás sea por sus viajes en el tiempo, por sus exotrajes  y su variopinto grupo de soldados a lo “Aliens”, o quizás sólo por la mera presencia de Bill Paxton, pero lo cierto es que se percibe cierto regustillo a lo James Cameron. Y eso, amigos, siempre es bueno.


Harto de ver cómo muchas películas con buenos argumentos se vienen  bajo en el transcurso de los minutos, da gusto comprobar cómo el nuevo y mejor film de Doug Liman desde “El caso Bourne” sabe mantener el tipo hasta el final.  El ritmo frenético, el carisma de Cruise y las potentes secuencias de acción son, junto a su juguetona trama, sus mejores armas contra el aburrimiento.


P.D.: Vale la pena destacar, amén del aspecto mecánico/pulposo de los alienígenas (bastante alejados del típico “bicho insecto/cucaracha” (cuando no, lagartija) con el que tan a menudo se representa a este tipo de monstruos), también esos ultramodernos trajes de combate que recuerdan al exo-esqueleto que lucía Matt Damon en “Elysium”. Aunque puestos a buscar referencias, quizás habría que señalar sus orígenes en la literatura de género, citando las novelas “Tropas del espacio” de Robert A. Heinlein y “La guerra interminable” de Joe Haldeman como principal fuente de inspiración.



Valoración personal: 

lunes, 12 de mayo de 2014

“Snowpiercer (Rompenieves)” (2013) - Bong Joon-ho


Hace algunos años sonaron las alarmas y todo el mundo hablaba de ello: el calentamiento global de nuestro amado planeta era una realidad que ya no podíamos seguir ignorando. ¿Los culpables? Nosotros, los seres humanos, con nuestras emisiones de gases contaminantes -producto de la quema de combustibles fósiles como el carbón, la gasolina o el petróleo- a la atmósfera.

Para algunos, este “cambio climático” debido a causas humanas  no son más que paparruchas; falacias alarmistas a las que no hay que hacer el menor caso. Sin embargo, el consenso científico es general, y se han propuesto algunas medidas para mitigar estos cambios de temperatura. Véase el Protocolo de Kyoto, un acuerdo internacional cuyo objetivo es estabilizar dicha concentración de gases. Claro que del compromiso al hecho hay un buen trecho, y no parece que estemos contribuyendo a una mejora significativa. 

Desde el pasado siglo, la concentración de los gases contaminantes ha aumentado un 30%, la temperatura ha aumentado aproximadamente 0,6°C , y el nivel del mar ha crecido de 10 a 12 centímetros. Los efectos pueden ser variados y nos afectan a todos: desde inundaciones a sequías, pasando por intensas olas de calor. Recientes estudios indican que es probable que la temperatura global de la superficie aumente entre 1,1 a 6,4 °C durante el siglo XXI. De seguir así, muchas especies animales (el oso polar, entre los más amenazados) y vegetales acabarían por extinguirse delante de nuestras narices.

No hay vuelta atrás ni existen milagros tecnológicos para paliar los efectos del cambio climático. ¿O sí?
La última película del surcoreano Bong Joon-ho (Memories of Murder, The Host) nos plantea un futuro en el que sí es posible, aunque para nuestra desgracia la solución se nos muestre afín al dicho de que “es peor el remedio que la enfermedad”.

 “Snowpiercer (Rompenieves)”, basada en la novela gráfica francesa “Le Transperceneige”, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, nos sitúa en un futuro próximo en el que un fallido experimento para contrarrestar el calentamiento global ha provocado  una edad de hielo que ha acabado con casi toda la vida en la Tierra (en la línea de la reciente “The Colony”). Los últimos supervivientes habitan en el  'Snowpiercer', un tren enorme y en perpetuo movimiento que atraviesa el planeta de punta a punta a través de desiertos de hielo y nieve. En su interior, los residentes se amontonan en los vagones dividiéndose en un claro sistema de clases: los pobres, que malviven en la cola del tren pasando frío y hambre; y los privilegiados, que gozan de todas las comodidades en la parte delantera.

Tras años de represión y constante sufrimiento, emerge entre los habitantes de la cola un nuevo líder, Curtis (Chris Evans), dispuesto a cambiar el estado de las cosas iniciando una rebelión con el fin de apoderarse del tren.


Más allá de la temática ecológica subyacente, y dentro de un marco postapocalíptico ciertamente estridente y algo inverosímil, la película Bong Joon-ho pone sobre la mesa una clara denuncia a la división de clases, al totalitarismo y la represión ciudadana

Desde tiempos inmemoriales, en los que los primeros asentamientos entre seres humanos fueron constituyendo las primeras civilizaciones, fueron también apareciendo las divisiones entre clases sociales. En la división resultante es inevitable notar que al tiempo que unos están arriba de la pirámide, otros muchos se encuentran abajo. Arriba, los que someten; y abajo, los que son sometidos. Los que tienen poder y los que carecen de él…

La reducida comunidad alojada en el apocalíptico Snowpiercer constata el hecho de que para que unos gocen de privilegios, otros tantos tienen que sufrir su subyugo. Y ante la injusta opresión surge, como es de esperar, un sentimiento de rebelión. Sentimiento éste alojado profundamente en el alma de nuestro antihéroe protagonista, quién emprende un ardua gesta hacia libertad cuya meta le ha de llevar finalmente a la redención personal.

La eterna lucha de clases reducida a los estrechos y asfixiantes vagones de un tren ultramoderno como metáfora del mundo en el que vivimos. Un lugar en el que mientras unos disfrutan de las burbujeantes aguas de su jacuzzi  o saborean los más deliciosos y prohibitivos manjares, otros malviven sin tener apenas un trozo de pan que echarse a la boca ni agua corriente con la que asearse debidamente. Esos serían los extremos más claros aunque no siempre los más visibles ni tampoco los más abundantes, si bien entre uno y otro existen infinitos intermedios en los que se entremezclan miseria y riqueza a partes muy desiguales.

El último Capitán América cinematográfico, Chris Evans, vuelve a encarnar al heroico protagonista, sólo que esta vez se trata de un héroe muy diferente al que encarna en las superproducciones de Marvel. Su personaje, atormentado por la culpa, representa aquí el último resquicio de esperanza para un grupo de hombres, mujeres y niños desesperados y ansiosas por una vida mejor o, cuanto menos, más justa. Es tal la desesperación, tras tanto motín fallido, que Curtis/Evans no dudará en sacrificar lo que haga falta (y a quién haga falta) con tal de conseguir su objetivo. Ese egoísmo, unido a su inseguridad para con su posición de líder, así como ese sentimiento de culpa procedente de un pasado oscuro, hacen de él un antihéroe singular.
Evans lleva sobre sus hombros el peso de la cinta, demostrando como pocas veces sus dotes dramáticas, además de sus ya sobradamente conocidas dotes físicas. Pero no está solo, pues le acompaña un ilustre trupe de secundarios encabezada por el veterano John Hurt, el casi siempre desaprovechado Jamie Bell y ese gran intérprete surcoreano que es Song Kang-ho. Amén de sólidas actrices como Octavia Spencer o una Tilda Swinton extremadamente cargante (así lo exige su caricaturesco personaje). Y como guinda del pastel, un hombre en la sombra que, obviamente, no voy a desvelar.


Aún con su evidente mensaje por bandera, “Snowepiercer” no abandona su condición de filme de acción, algo que afronta con inusitadas explosiones de brutal violencia. En éstas, el poderío visual de Bong Joon-ho hace acto de presencia, manejando la cámara con virtuosismo y mostrándonos impactantes enfrentamientos cuerpo a cuerpo que son una auténtica carnicería.

Quizás esa excelsa brutalidad en pantalla (en ocasiones, muy bruta)  incomode a algunos espectadores, e incluso muchos consideren que entorpece o estorba el mensaje que el guión dispara a bocajarro, pero para quien esto escribe la mezcla funciona. Probablemente se erija más como filme de acción/ciencia-ficción, pero su contenido interno va más allá, y eso ya es mucho más de lo que ofrecen muchos blockbusters u otras cintas de corte similar.

“Sownpiercer” es salvaje, excesiva, incómoda y cruda, pero también deja espacio a la esperanza. El transcurso de la acción a modo casi de videojuego, saltando los personajes de un vagón a otro como si de niveles de un juego se tratara, entraña a cada rato una serie de hallazgos  que poco a poco van desenmarañando una trama mucho más compleja de lo que parece a simple vista. El Snowpiercer no sólo es un tren sino también una caja llena de sorpresas, la mayoría desagradables para nuestros rebeldes protagonistas, y que en cada vagón nos invita a hacer un descubrimiento para ir encajando las piezas del rompecabezas.  Este juego funciona a las mil maravillas, haciendo bien de guardarse unos cuantos ases en la manga a modo de golpes de efecto que han culminar en un inconmensurable desenlace.


Con todo, “Snowpiercer” es un cita ineludible para el buen aficionado a la ciencia-ficción. 



Valoración personal:

jueves, 8 de mayo de 2014

Autobombo: escribiendo para Phenomena Experiencie


Poco a poco, y sin proponérmelo, voy extendiendo mis tentáculos por la red cinéfila española, escribiendo en otros medios además de en este humilde blog.

A mi inclusión, desde hace ya unos cuantos años, al staff de Scifiworld (participando tanto en la revista impresa como el portal web), se unen ahora mis colaboraciones para la revista digital de Phenomena Experience.

¿Y qué es Phenomena Experience? Pues para los que no lo conozcáis, se trata de una iniciativa impulsada por el director español Nacho Cerdá con el fin de recuperar las míticas dobles sesiones de antaño proyectando, de nuevo en la gran pantalla, grandes clásicos de los 70, 80 y 90. La primera proyección tuvo lugar en Barcelona en el año 2010, y desde entonces se han ido programando un buen puñado de títulos (Tiburón, Alien, Regreso al futuro, Gremlins…) tanto en la ciudad condal como, más tarde, en Madrid y Zaragoza.

Desde enero de 2014, Phenomena Experience edita su propia revista digital con detallada información acerca de las películas que forman parte de sus próximas proyecciones. Con motivo al especial que el inminente Salón del Cómic de Barcelona dedica a la guerra en las historietas, este mes se presenta un programa doble que rinde homenaje al cine bélico. En dicha sesión se proyectarán dos clásicos de los ochenta: “La chaqueta metálica” de Stanley Kubrick, y “Evasión o victoria” de John Huston.

Y es precisamente en este número en el que un servidor se ha estrenado como redactor escribiendo un breve artículo sobre la obra magna antibélica de Kubrick. Para leer éste y otros artículos, podéis descargaros gratuitamente la revista desde su página oficial: www.phenomena-experience.com.

Espero y deseo que os guste mi artículo.



Saludos!