viernes, 12 de mayo de 2017

“Alien: Covenant” (2017) – Ridley Scott



Sinopsis: Rumbo a un remoto planeta al otro lado de la galaxia, la tripulación de la nave colonial Covenant descubre lo que creen que es un paraíso inexplorado, pero resulta tratarse de un mundo oscuro y hostil cuyo único habitante es un “sintético” llamado David (Michael Fassbender), superviviente de la malograda expedición de Prometheus... 

Comentario:
He de reconocer que la primera vez que vi Prometheus no aprecié -o no quise apreciar- todos sus defectos, y otros tantos los dejé pasar sin más. Supongo que el fan de Alien que hay en mí hizo la vista gorda y se dejó llevar por las expectativas de volver a disfrutar de naves espaciales y alienígenas revientapechos de la mano del señor Ridley Scott. Pero seamos honestos, ni los más indulgentes podemos obviar que la película no aguanta un segundo asalto.

Scott nos llevó de nuevo al universo alien para explicarnos los orígenes de los xenoformos (cosa que ni hacía falta ni nadie pidió) a través de un pedante discurso filosófico y pseudoexistencialista muy de baratillo y que para nada encajaba con la saga. Para colmo, en su condición de horror survival espacial, la cinta se mostraba falta de ideas y sorpresivamente torpe, debido en parte a la estupidez supina de unos personajes (los humanos) escritos sin pies ni cabeza. Tan sólo el androide interpretado por Michael Fassbender resultaba mínimamente coherente. Ni que decir que éste era lo único rescatable del ambicioso y pretencioso fiasco de Scott.

Quizás por ello, Fassbender no sólo es el único que repite en esta continuación, sino que además lo hace por partida doble. Si bien lo que nos tiene preparado el guionista con respecto a los dos sintéticos es algo que, por desgracia, se ve venir a leguas desde su primer encuentro. 

En cuanto al resto de la tripulación, decir que la de la Covenant es, en parte, algo más rescatable que la de la Prometheus, aunque se paseen por un planeta desconocido como el que se va a dar una vuelta por el campo, o que se salten a la torera todos los posibles protocolos de emergencia una vez que empiezan los problemas. 

En cualquier caso, personajes como el de Daniels (Katherine Waterston) tienen bastante más enjundia que el de la Dra. Shaw y cía, y aunque la ausencia de Ripley siga siendo el gran vacío que Scott no va a poder llenar jamás, por lo menos esta vez nos preocupamos un poco más por su supervivencia. Además, como en el caso de “Prometheus”, los más catetos son de los primeros en diñarla, cosa que se agradece.


 Es evidente que Scott ha procurado recuperar buena parte de la esencia “slasher” de la cinta original, aumentando considerablemente las dosis de violencia y gore (en compensación de la absoluta falta de suspense), e incluso permitiéndose algún que otro desnudo gratuito cual gamberra serie B italiana. Sin embargo, esto sigue teniendo en su adn tanto o más de su predecesora (Prometheus) como de la saga madre, por lo que el resultado es una mezcla de ambas que no termina de cuajar. 

Por un lado, tenemos a David, con su narcisismo y su complejo de Mesías elevado a la máxima potencia, mediante el cual Scott sigue soltando su discurso sobre Dioses, la creación y demás zarandajas que, simple y llanamente, nos traen sin cuidado, cuando no directamente estorban. Por el otro, el intento de survival es, a estas alturas, un más de lo mismo escuetamente satisfactorio. Hay facehugger, hay pechos que revientan, hay xenoformos con malas pulgas, y sobre todo hay sangre y explosiones por doquier, pero no deja de ser todo una amalgama de algo que ya hemos visto en anteriores (y mejores) ocasiones. Scott nos entrega lo de siempre, esperando que la potencia de los efectos visuales de hoy en día supla la falta de emoción y tensión imperantes. Con todo, no se puede negar que las dos horas se pasan volando, y que en el apartado técnico Scott sigue mostrándose impecable (¡faltaría más!). 

Los que reclamaban mayor presencia del xenoformo probablemente quedarán contentos con el resultado de un filme que se limita a cumplir con el trámite de seguir sacando tajada de una idea que tiene ya sobre sus espaldas 38 años. Una idea que Scott parece empeñado en seguir exprimiendo hasta que no quede ni gota. 


VALORACIÓNPERSONAL