sábado, 23 de marzo de 2013

Tony Swatton, el herrero de Hollywood



Cuando hablamos de cine solemos citar a directores, actores y actrices, guionistas, productores…  Ellos constituyen buena parte de los pilares básicos sobre los que se construyen las películas. Pero no son los únicos, y hay muchas, muchísimas personas que trabajan para que un proyecto salga adelante, algo que de los nos podemos percatar muy fácilmente permaneciendo atentos  a los créditos finales de una película. Detrás de cada set, de cada plano o cada secuencia se percibe la labor de muchos de estos trabajadores anónimos.

A menudo, a la hora de analizar en profundidad o simplemente valorar los detalles más técnicos de un filme, nos referimos a la fotografía, la banda sonora, los efectos especiales, el maquillaje, el vestuario o la ambientación en general.  Los nombres de los directores de fotografía y los compositores suelen ser (re)conocidos  y acostumbran a tener cierta relevancia en nuestras críticas/reseñas, mientras que los de los otros artesanos suelen ser una incógnita y pocas veces les ponemos nombre y apellidos. Más complicado todavía resulta cuando se trata de una autoría compartida. 

Con el post que hoy nos ocupa pretendo ponerle cara, nombre y apellido a uno de esos artesanos de Hollywood cuya labor resulta imprescindible y muy valiosa a la hora abordar uno de los aspectos que, con frecuencia, mayor interés suelen despertar en producciones de carácter épico y/o fantástico. Me refiero al armamento, y en este caso en particular, a las armas blancas y otros utensilios producto del laborioso trabajo de herrería de verdaderos artistas del oficio.

Tony Swatton es un herrero autodidacta que empezó en la industria del cine a principios de la década de los 90, realizando allí sus primeros trabajos para películas como “Hook (El capitán Garfio)” o “La sombra”. Desde entonces, Swatton ha participado en numerosos largometrajes (no necesariamente cine de género) y también en series de televisión, diseñando y forjando todo tipo de armas (espadas, sobre todo), armaduras y joyería fina. Por su talento y la calidad de sus obras, Swatton se ha ganado el respeto de la industria y muchos ya le consideran toda una leyenda en el mundo de la armadura y el trabajo del metal, amén de una auténtica inspiración para jóvenes armeros.

 
Entre sus créditos cinematográficos más flamantes, figuran superproducciones como Blade, La máscara del Zorro, El patriota, Hellboy, Men In Black II, Matrix Reloaded, Master and commander: Al otro lado del mundo, El último samurái, las dos primeras entregas del Spider-Man de Sam Raimi,  la trilogía de “Piratas del Caribe” o las más recientes “Sucker Punch” y “Los juegos del hambre”. 

Hace aproximadamente 20 años, Swatton fundó en Burbank, California, “Sword & Stone”, un completo centro de servicios de herrería especializado en la construcción de armas blancas, armaduras y variados accesorios para la televisión, el cine, la música y la industria de la moda, así como para coleccionistas. En su página, www.swordandstone.com, no sólo podréis encontrar una buena muestra de sus trabajos, sino también descubrir su canal de Youtube, Man at Arms, en dónde semanalmente nos muestra la creación de una nueva y magnífica pieza, como por ejemplo la espada que luce Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) en la popular “Juego de tronos” o la espada de He-Man de la mítica serie animada de los ochenta “Master del Universo”.

Para concluir, vale la pena añadir que Swatton también forma parte del grupo de ilustres maestros con los que cuenta la Stan Winston School of Character Arts, la escuela de efectos especiales fundada por el tristemente desaparecido Stan Winston

lunes, 11 de marzo de 2013

SESIÓN DOBLE: Magia negra y brujería (¡Nueva sección!)


Ante la imposibilidad temporal de acudir a pases de prensa,  de ahora en adelante me va resultar más complicado poder realizar críticas de los estrenos presentes en nuestra cartelera. Por tanto, la situación actual me obliga a modificar mi habitual rutina bloguera. 

Mi deseo principal es que este cambio no devenga en algo negativo sino todo lo contrario; en una oportunidad para nutrir el blog de aquellos contenidos que, por una razón u otra, antes no lograban ver la luz. Reseñas y/o artículos que, debido a la crítica del estreno semanal, quedaban pospuestos o incluso descartados por falta de tiempo (y/o ganas).

Con la seria intención de aprovechar esta situación para introducir novedades en el blog, he decidido crear una nueva sección titulada “Sesión doble. Esta sección nace con el propósito de reseñar dos títulos con un nexo en común, ya sea éste su género, su temática o cualquier otro aspecto (que estén dirigidos por el mismo cineasta, protagonizados por el mismo actor, etc.) que motive su análisis conjunto. En cierto modo, es también una forma de matar dos pájaros de un tiro, reseñando a la vez un par de películas que quizás en solitario no aparecerían publicadas (por los motivos que fuesen).

Al tratarse de dos títulos, el análisis de los mismos no será especialmente extenso, pero sí lo suficientemente conciso como para satisfacer la curiosidad del lector.

Para inaugurar esta sección, he decidido seleccionar dos títulos añejos y no muy conocidos, o que por lo menos no gozan de la reconocida popularidad que, considero, merecerían tener.

Se trata de dos cintas que giran en entorno al tema de la brujería y la magia negra. ¡Empecemos!
 
“Arde, bruja, arde” (1962) - Sidney Hayers

Sinopsis: Norman Taylor (Peter Wyngarde) es profesor de Psicología en la pequeña y prestigiosa universidad británica de Hempnell. Allí vive plácidamente con su esposa Tansy (Janet Blair), disfrutando de una acomodada posición y de un notable prestigio académico: sus alumnos lo adoran y sus compañeros lo admiran (y envidian). Un fin de semana, Norman descubre que su mujer realiza pequeños rituales mágicos y confecciona amuletos con los que pretende proteger su hogar y la carrera de su marido frente a las amenazas externas. Racionalista y escéptico, Norman insta a Tansy a abandonar tales prácticas. A partir de ese instante, la vida de Norman dará un vuelco de 180 grados. 

Estamos ante una producción británica bastante alejada de las historias truculentas que proliferaban por aquella época. Ofrece, en primera instancia, un acercamiento a la brujería mucho más “casero” o convencional, por así decirlo, liberándose de grandes artíficos fantasiosos; una brujería al alcance de cualquiera y en un entorno cuotidiano que, de algún modo, nos hace sentir la historia mucho más cercana. Al fin y al cabo, quién más quién menos puede practicar  tales artes si dispone del libro y los ingredientes/materiales adecuados (aunque eso tampoco asegure resultados satisfactorios). Esta magia se nos presenta como un instrumento que puede emplearse tanto para hacer el bien como para hacer el mal, dependiendo de quién sea el /la practicante.

Tansy, la esposa de nuestro protagonista, desea lo mejor para su marido, por lo que confecciona amuletos de todo tipo que distribuye y esconde por toda la casa sin el consentimiento ni conocimiento de Norman. Cuando éste descubre tales prácticas, obliga a Tansy a deshacerse de todo, pese a la insistencia de ésta en las terribles consecuencias que esto podría acarrearles. Los amuletos les han procurado bienestar y les han protegido de la maldad que, según ella, algunos envidiosos les desean. Por tanto, deshacerse de dicha protección podría resultar nefasto. Pero para Norman eso no son más que tonterías,  cuentos para asustar a los niños o engatusar a aburridas amas de casa. Es más, una de sus tesis como profesor de psicología se fundamenta precisamente en echar por tierra toda creencia en brujería y fenómenos paranormales.

Pero el escepticismo de Norman se topará con la cruda realidad, pues la desgracia se cierne sobre él justo después de que Tansy de deshaga de esos extraños amuletos. Su reputación y, por ende, su próspera carrera profesional, comienzan a pender de un hilo. Y eso es sólo el principio de lo que está por venir. Por mucho que se niegue a creerlo, su vida corre serio peligro, y sólo podrá salvarse deshaciéndose de su incredulidad y combatiendo al mal que le acecha.

Sidney Hayers (de quién cabe destacar la posterior “The Trap”, un filme de aventuras romántico bastante curioso) aborda esta historia con mano firme, destacando la sobriedad de su puesta en escena y deleitándonos con un magnífico suspense in crescendo que acaba desembocando en un intenso clímax final. Es en estos últimos minutos dónde el director se permite mayores alardes  efectistas que consiguen elevar el relato a cotas de terror realmente pesadillescas. 

 Night of the Eagle” fue rebautizada como “Burn, Witch, Burn!” para el mercado estadounidense, siendo éste el título que luego se emplearía en la traducción española. La cinta, no obstante, se basa en la novela “Conjure Wife” escrita por Fritz Leiber en 1943, y por tanto no hay que confundirla con la novela “Burn, Witch, Burn” de 1932 escrita por Abraham Merritt, la cual ya fue adaptada al cine por Tod Browning en la estimable “Muñecos infernales” (The Devill-Doll, 1936). Nada tienen que ver  una novela con la otra, y tanto el título como la portada que luce el filme de Hayers pueden llevar a equívocos respecto al tipo de producción que uno podría esperar.

Por último, apuntar que detrás de su guión se encuentran ilustres como Richard Matheson o Charles Beaumont, prolíficos autores de historias de terror y ciencia-ficción que además participaron en la confección de diversos episodios de la serie “Twilight Zone” (para nosotros, “La dimensión desconocida”).


Valoración personal:


“La noche del demonio” (1957) – Jacques Tourneur

Sinopsis: El Profesor Henry Harrington, un investigador de sectas que venía denunciando las actividades demonológicas del Dr. Karswell (Niall MacGinnis), muere en un extraño accidente. El psicólogo norteamericano John Holden (Dana Andrews), que se encuentra de visita en Londres, es bastante escéptico respecto a cuestiones tales como la brujería y las sectas satánicas, a pesar de lo cual investigará el caso, con la colaboración de la sobrina del difunto.

Nos encontramos de nuevo con un protagonista escéptico hasta la medula en cuestiones de carácter sobrenatural. Al igual que el Norman de “Night of the Eagle”, se trata de un hombre ducho en psicología, por lo que cualquier misterio que se le presente tiende a ser explicado con razonamientos lógicos.  

Holden no cree en la brujería, pero está dispuesto a esclarecer la extraña muerte del profesor Harrington con tal disipar las absurdas dudas que indican que el causante bien pudiera ser un ser demoníaco. Para él, el Dr. Julian Karswell no es más que un habilidoso ilusionista cuya charlatanería le ha proporcionado fama y propiciado un culto satánico a su alrededor.  El propio Karswell insiste en la naturaleza sobrenatural de sus poderes, y no duda en amenazar a Holden garantizándole el mismo destino que el Profesor Harrington si insiste en desacreditarle. Por supuesto, Holden no se toma en serio sus palabras, pero poco a poco sentirá que su vida se encuentra seriamente amenazada, ya sea por un mal de este mundo o de cualquier otro. Pese a ello, su escepticismo se mantiene firme, por lo que sólo la insistencia de Joanna, la sobrina del difunto, puede hacerle entrar en razón y prevenirle de un trágico final.

Tourneur, que ya había demostrado su talento dentro del género de terror (y de serie B) con títulos sobradamente conocidos como “La mujer pantera” o “Yo anduve con un zombie”, vuelve a dar de lleno en la diana con esta propuesta en la que el mal se encarna en la figura del  enigmático Dr. Karswell, quién amenaza a nuestra protagonista pronosticándole la muerte en cuestión de tres días. Esa especie de cuenta atrás mantiene en vilo al espectador a largo de la película, intensificándose nuestra inquietud a medida que el terrible destino se acerca. 

En ocasiones puntuales, la amenaza se hace visible con la aparición de un horrendo y amenazador monstruo;, un monigote que a día de hoy puede resultarnos un tanto pecaminoso, y del que hasta cierto punto se podría haber prescindido. De hecho, éste no contaba con el beneplácito del director, que prefería sugerir la presencia de la criatura en vez de mostrarla en todo su esplendor. Según contaría el propio Tourneur, dichas secuencias se rodaron sin su aprobación y por orden directa del productor Hal E. Chester. Aunque discutible, su inclusión no empaña el relato, el cual goza de generosas dosis de suspense que en cierto modo lo emparentarían con el cine negro de décadas anteriores. Al igual que “Night of the Eagle”, su punto fuerte es el choque de creencias y la dura pugna entre mantener el escepticismo como filosofía de vida o dejar la puerta abierta a la posibilidad de que existan fenómenos a los que no podamos dar respuesta (al menos no una que consideremos sensata y racional).

Hay que señalar que para su estreno en EE.UU., la película fue recortada (nuevamente siguiendo las directrices de Chester) a los 87 minutos y bautizada bajo un nuevo título: Curse of the Demon. De ahí que a menudo aparezca nombrada tanto con este título como con el original "Night of the Demon".


Valoración personal:


Conclusiones: Dentro del género de terror, pocas películas han tratado el tema de la brujería con la elegancia y sobriedad que manejan estas dos cintas. En ambas, el punto fuerte es el suspense y los momentos de tensión que se acentúan a medida que transcurre el metraje. Dos propuestas que a día de hoy mantienen el tipo como pocas, y que recomiendo encarecidamente a todo amante del género, especialmente a los apasionados del horror británico menos explícito.