Ante la imposibilidad temporal de acudir a pases de prensa, de ahora en adelante me va resultar más
complicado poder realizar críticas de los estrenos presentes en nuestra
cartelera. Por tanto, la situación actual me obliga a modificar mi habitual rutina
bloguera.
Mi deseo principal es que este cambio no devenga en algo
negativo sino todo lo contrario; en una oportunidad para nutrir el blog de
aquellos contenidos que, por una razón u otra, antes no lograban ver la luz. Reseñas
y/o artículos que, debido a la crítica del estreno semanal, quedaban pospuestos
o incluso descartados por falta de tiempo (y/o ganas).
Con la seria intención de aprovechar esta situación para
introducir novedades en el blog, he decidido crear una nueva sección titulada “Sesión doble”. Esta sección nace con el
propósito de reseñar dos títulos con un nexo en común, ya sea éste su género,
su temática o cualquier otro aspecto (que estén dirigidos por el mismo
cineasta, protagonizados por el mismo actor, etc.) que motive su análisis conjunto.
En cierto modo, es también una forma de matar dos pájaros de un tiro, reseñando
a la vez un par de películas que quizás en solitario no aparecerían publicadas
(por los motivos que fuesen).
Al tratarse de dos títulos, el análisis de los mismos no
será especialmente extenso, pero sí lo suficientemente conciso como para
satisfacer la curiosidad del lector.
Para inaugurar esta sección, he decidido seleccionar dos
títulos añejos y no muy conocidos, o que por lo menos no gozan de la reconocida
popularidad que, considero, merecerían tener.
Se trata de dos cintas que giran en entorno al tema de la
brujería y la magia negra. ¡Empecemos!
“Arde, bruja, arde”
(1962) - Sidney Hayers
Sinopsis: Norman
Taylor (Peter
Wyngarde) es profesor de
Psicología en la pequeña y prestigiosa universidad británica de Hempnell. Allí
vive plácidamente con su esposa Tansy (Janet Blair), disfrutando de una acomodada posición y de un notable prestigio
académico: sus alumnos lo adoran y sus compañeros lo admiran (y envidian). Un
fin de semana, Norman descubre que su mujer realiza pequeños rituales mágicos y
confecciona amuletos con los que pretende proteger su hogar y la carrera de su
marido frente a las amenazas externas. Racionalista y escéptico, Norman insta a
Tansy a abandonar tales prácticas. A partir de ese instante, la vida de Norman
dará un vuelco de 180 grados.
Estamos ante una producción británica bastante alejada de
las historias truculentas que proliferaban por aquella época. Ofrece, en primera
instancia, un acercamiento a la brujería mucho más “casero” o convencional, por
así decirlo, liberándose de grandes artíficos fantasiosos; una brujería al
alcance de cualquiera y en un entorno cuotidiano que, de algún modo, nos hace
sentir la historia mucho más cercana. Al fin y al cabo, quién más quién menos
puede practicar tales artes si dispone del
libro y los ingredientes/materiales adecuados (aunque eso tampoco asegure resultados
satisfactorios). Esta magia se nos presenta como un instrumento que puede
emplearse tanto para hacer el bien como para hacer el mal, dependiendo de quién
sea el /la practicante.
Tansy, la esposa de nuestro protagonista, desea lo mejor
para su marido, por lo que confecciona amuletos de todo tipo que distribuye y
esconde por toda la casa sin el consentimiento ni conocimiento de Norman.
Cuando éste descubre tales prácticas, obliga a Tansy a deshacerse de todo, pese
a la insistencia de ésta en las terribles consecuencias que esto podría acarrearles.
Los amuletos les han procurado bienestar y les han protegido de la maldad que,
según ella, algunos envidiosos les desean. Por tanto, deshacerse de dicha
protección podría resultar nefasto. Pero para Norman eso no son más que
tonterías, cuentos para asustar a los
niños o engatusar a aburridas amas de casa. Es más, una de sus tesis como
profesor de psicología se fundamenta precisamente en echar por tierra toda
creencia en brujería y fenómenos paranormales.
Pero el escepticismo de Norman se topará con la cruda
realidad, pues la desgracia se cierne sobre él justo después de que Tansy de
deshaga de esos extraños amuletos. Su reputación y, por ende, su próspera
carrera profesional, comienzan a pender de un hilo. Y eso es sólo el principio
de lo que está por venir. Por mucho que se niegue a creerlo, su vida corre
serio peligro, y sólo podrá salvarse deshaciéndose de su incredulidad y
combatiendo al mal que le acecha.
Sidney Hayers (de quién cabe destacar la posterior “The
Trap”, un filme de aventuras romántico bastante curioso) aborda esta historia
con mano firme, destacando la sobriedad de su puesta en escena y deleitándonos
con un magnífico suspense in crescendo que acaba desembocando en un intenso
clímax final. Es en estos últimos minutos dónde el director se permite mayores
alardes efectistas que consiguen elevar
el relato a cotas de terror realmente pesadillescas.
“Night of the Eagle”
fue rebautizada como “Burn, Witch, Burn!” para el mercado estadounidense,
siendo éste el título que luego se emplearía en la traducción española. La
cinta, no obstante, se basa en la novela “Conjure Wife” escrita por Fritz
Leiber en 1943, y por tanto no hay que confundirla con la novela “Burn, Witch,
Burn” de 1932 escrita por Abraham Merritt, la cual ya fue adaptada al cine por
Tod Browning en la estimable “Muñecos infernales” (The Devill-Doll, 1936). Nada
tienen que ver una novela con la otra, y
tanto el título como la portada que luce el filme de Hayers pueden llevar a
equívocos respecto al tipo de producción que uno podría esperar.
Por último, apuntar que detrás de su guión se encuentran ilustres
como Richard Matheson o Charles Beaumont, prolíficos autores de historias de
terror y ciencia-ficción que además participaron en la confección de diversos
episodios de la serie “Twilight Zone” (para nosotros, “La dimensión desconocida”).
Valoración personal:
“La noche del
demonio” (1957) – Jacques Tourneur
Sinopsis: El Profesor
Henry Harrington, un investigador de sectas que venía denunciando las
actividades demonológicas del Dr. Karswell (Niall MacGinnis), muere en un extraño accidente. El
psicólogo norteamericano John Holden (Dana Andrews), que se encuentra de visita en Londres, es bastante escéptico respecto
a cuestiones tales como la brujería y las sectas satánicas, a pesar de lo cual
investigará el caso, con la colaboración de la sobrina del difunto.
Nos encontramos de nuevo con un protagonista escéptico hasta
la medula en cuestiones de carácter sobrenatural. Al igual que el Norman de “Night
of the Eagle”, se trata de un hombre ducho en psicología, por lo que cualquier
misterio que se le presente tiende a ser explicado con razonamientos lógicos.
Holden no cree en la brujería, pero está dispuesto a esclarecer
la extraña muerte del profesor Harrington con tal disipar las absurdas dudas
que indican que el causante bien pudiera ser un ser demoníaco. Para él, el Dr. Julian
Karswell no es más que un habilidoso ilusionista cuya charlatanería le ha proporcionado
fama y propiciado un culto satánico a su alrededor. El propio Karswell insiste en la naturaleza sobrenatural
de sus poderes, y no duda en amenazar a Holden garantizándole el mismo destino
que el Profesor Harrington si insiste en desacreditarle. Por supuesto, Holden
no se toma en serio sus palabras, pero poco a poco sentirá que su vida se
encuentra seriamente amenazada, ya sea por un mal de este mundo o de cualquier
otro. Pese a ello, su escepticismo se mantiene firme, por lo que sólo la
insistencia de Joanna, la sobrina del difunto, puede hacerle entrar en razón y
prevenirle de un trágico final.
Tourneur, que ya había demostrado su talento dentro del
género de terror (y de serie B) con títulos sobradamente conocidos como “La
mujer pantera” o “Yo anduve con un zombie”, vuelve a dar de lleno en la diana
con esta propuesta en la que el mal se encarna en la figura del enigmático Dr. Karswell, quién amenaza a
nuestra protagonista pronosticándole la muerte en cuestión de tres días. Esa
especie de cuenta atrás mantiene en vilo al espectador a largo de la película, intensificándose
nuestra inquietud a medida que el terrible destino se acerca.
En ocasiones puntuales, la amenaza se hace visible con la
aparición de un horrendo y amenazador monstruo;, un monigote que a día de hoy
puede resultarnos un tanto pecaminoso, y del que hasta cierto punto se podría
haber prescindido. De hecho, éste no contaba con el beneplácito del director,
que prefería sugerir la presencia de la criatura en vez de mostrarla en todo su
esplendor. Según contaría el propio Tourneur, dichas secuencias se rodaron sin
su aprobación y por orden directa del productor Hal E. Chester. Aunque
discutible, su inclusión no empaña el relato, el cual goza de generosas dosis
de suspense que en cierto modo lo emparentarían con el cine negro de décadas
anteriores. Al igual que “Night of the Eagle”, su punto fuerte es el choque de
creencias y la dura pugna entre mantener el escepticismo como filosofía de vida
o dejar la puerta abierta a la posibilidad de que existan fenómenos a los que
no podamos dar respuesta (al menos no una que consideremos sensata y racional).
Hay que señalar que para su estreno en EE.UU., la película fue recortada (nuevamente siguiendo las directrices de Chester) a los 87 minutos y bautizada bajo un nuevo título: Curse of the Demon. De ahí que a menudo aparezca nombrada tanto con este título como con el original "Night of the Demon".
Valoración personal:
Conclusiones:
Dentro del género de terror, pocas películas han tratado el tema de la brujería
con la elegancia y sobriedad que manejan estas dos cintas. En ambas, el punto
fuerte es el suspense y los momentos de tensión que se acentúan a medida que
transcurre el metraje. Dos propuestas que a día de hoy mantienen el tipo como
pocas, y que recomiendo encarecidamente a todo amante del género, especialmente
a los apasionados del horror británico menos explícito.