sábado, 27 de noviembre de 2010

“Robinson Crusoe en Marte” (1964) – Byron Haskin

critica Robinson Crusoe en Marte 1964 Byron Haskin
Al leer el título de la película que nos ocupa, uno podría pensar que estamos ante una de aquellas típicas y bizarras producciones de serie B de los años 50 y 60; una de esas casposas –a la vez que entrañables- producciones de ci-fi o fantasía de argumentos disparatados y resultados aún más delirantes, si cabe. Pero no, no es el caso.

Aunque el título invite, quizás, a tomársela a broma, lo cierto es que esta “Robinson Crusoe on Mars” se toma en serio a sí misma y hace méritos para que el espectador la aprecie por lo que es: una estimable aventura espacial.

Los guionistas John C. Higgins y Ib Melchior tomaron como fuente de inspiración la conocida novela de Daniel Defoe, “Robinson Crusoe”, y la trasladaron al espacio, cambiando al náufrago de Dafoe por un astronauta, y la isla tropical por el rocoso planeta Marte.

Lo cierto es que en Hollywood es más habitual ver cómo actualizan los clásicos a una época contemporánea que no el trasladarlos a un futuro lejano. Sin embargo, es posible encontrar algunos ejemplos de este tipo de casos. Por ejemplo, el emblemático western “Sólo ante el peligro” de Fred Zinnemann fue llevado a una colonia de Júpiter en la ochentera “Atmósfera cero”; y Disney con “El planeta del tesoro” envió al espacio el navío de John Silver de “La isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson. Y lo mismo ocurría con La Odisea de Homero en la serie de dibujos animados “Ulises 31” (una coproducción entre Francia y Japón, por cierto)

Aquí ocurre algo similar:

El Comandante Christopher “Kit“ Draper (Paul Mantee), el coronel Dan McReady (un Adam West pre-Batman) y una simio llamada Mona, son la tripulación de una sonda espacial enviada a investigar la zona gravitatoria de Marte. Cuando llegan a su destino, se ven obligados a utilizar todo su combustible para evitar una colisión inminente con un meteorito. Esta maniobra les deja varados en la órbita del planeta, por lo que no les queda otra que abandonar la nave. Para ello, utilizan unas cápsulas salvavidas expulsadas hacia la superficie de Marte, siendo así los primeros hombres en pisar el desconocido planeta rojo.

En el aterrizaje, Draper sale ileso pero McReady fallace, lo que deja al comandante con la única compañía de Mona.

Ahora la misión de Draper consiste en mantenerse con vida hasta que alguien sepa de su situación y le rescate. Pero podrían pasar días, incluso meses, hasta que eso ocurra, y la escasez de agua, alimentos y oxígeno supondrán en gran obstáculo para su supervivencia en Marte.


Cabe decir que la película no traslada al dedillo la obra de Dafoe sino más bien que se inspira en ella y aprovecha algunos de sus detalles argumentales para narrar la historia de otro tipo de náufrago. De hecho, nuestro protagonista no se llama igual, aunque éste sí alude directamente al Robinson Crusoe literario al decidir llamar “Viernes” al esclavo humanoide (un Victor Lundin a lo egipcio) con el que más adelante se topará (y que es el personaje equivalente al que aparece en la obra de Dafoe)

Al cambiar de escenario, algunas de las adversidades que debe afrontar el protagonista son distintas. Para empezar, la atmósfera de Marte no es del todo respirable para un humano. Si inhala su aire más de 15 minutos, le espera una muerte segura. Por ello, Draper debe racionar la cantidad de oxígeno que le queda para evitar agotarlo antes de tiempo. Y este límite de tiempo se presenta como un grave problema a la hora de dormir, por lo que deberá ingeniarse algún tipo de mecanismo que le sirva de despertador.

Otros obstáculos son la escasez de agua y comida, pues la superficie del planeta es como un gran desierto sin fauna ni flora que puedan servirle de alimento.

Haciendo algún que otro descubrimiento al azar, poniendo en práctica su astucia y su pericia, y aprovechando el instinto de supervivencia de Mona, Draper logrará establecerse en Marte durante mucho más tiempo del que tenía previsto. Sin embargo, con el paso de los meses averiguará que la soledad es también otra dificultad que deberá superar (y que se solucionará casi por si sola con la aparición del citado “Viernes”)


Hoy en un día, gracias a nuestra avanzada -aunque aún limitada- tecnología, tenemos un mayor conocimiento de Marte que el que se tenía en la época en la que se rodó la película, cuando aún el hombre ni tan siquiera había llegado a la Luna (aunque para algunos escépticos nunca llegó, claro). En posteriores películas hemos visto un Marte mucho más fiel a la realidad, pero pese a eso, el que aquí vemos se aproxima bastante a la idea genérica que siempre se ha tenido de él. Así pues, el planeta se nos muestra como un lugar rocoso y arenoso, y sin apenas rastro de vida (muchas de las escenas de exteriores se rodaron en el Parque Nacional del Valle de la Muerte, en California). Algunos elementos, como las bolas de fuego, se introducen para dar más juego y convertirlo en un lugar aún más hostil.

Draper consigue refugiarse en una especie de cueva, pero deberá explorar más a fondo si quiere encontrar agua y comida. También existe una zona polar cubierta de nieve producto de la condensación del vapor de agua atmosférico, y allí recae también nuestro náufrago en un momento cumbre de la película.

La trama en sí no profundiza apenas en la soledad del protagonista ni en su relación con Viernes. Además, en la obra de Dafoe se establecía un lazo de amistad procedente de una primeriza relación amo/esclavo, algo que aquí apenas se deja entrever (quizás se sugiere al inicio, pero la mayor parte del tiempo son buenos compañeros que se ayudan mutuamente)

También en la novela, Crusoe trataba de enseñar –e imponer- su religión cristiana al bueno de Viernes, que ya tenía a su propio Dios y sus propias creencias, mientras que en esta versión futurista se alude a la Fe y se cita a Dios de forma mucho más trivial.


No son las únicas diferencias, además de las obligadas dada la época y el escenario, por lo que podríamos considerar que de la fuente original toma prestado tan sólo la premisa o la columna vertebral de la trama, pero su desarrollo, y sobre todo su final, poco o nada tienen que ver.

Técnicamente es una película muy de su tiempo. Esto es, decorados de cartón piedra (que para mí gusto siguen teniendo su encanto), efectos especiales que ya se han quedado demasiado obsoletos (aunque probablemente ya lo estuvieran en su momento), y las habituales imágenes de archivo que solían utilizarse cuando el presupuesto o los medios de los que se disponía no permitían recrear dichas secuencias (en este caso, la erupción volcánica del interior de Marte)

Quizás lo que desmerece un poco el resultado final es precisamente el uso de esas imágenes y la repetición de algunas escenas, como las de las naves alienígenas mineras disparando sus rayos y rompiendo rocas, y que son las mismas una y otra vez. Esto denota que no estamos, ni mucho menos, ante una película de alto coste, sino más bien todo lo contrario.


“Robinson Crusoe en Marte” fue uno de los últimos trabajos del director (y artista de efectos especiales) Byron Haskin, que ya contaba con experiencia en el género tras films como “De la Tierra a la Luna” (1958), “La conquista del espacio” (1955) o la mítica “La guerra de los mundos” (1953), que es por la cual se le conoce más (siendo la mejor de las citadas, dicho sea de paso). De hecho, las naves y los efectos de aquella cinta recuerdan sobremanera a los de ésta (y ambas estuvieron producidas también por George Pal)

Entre 1963 y 1964 rodó varios episodios -6, para ser exactos- de la serie “The Outer Limits” (aka “Más allá del límite”), pero Haskin coqueteó también con el cine de aventuras. Suya es una de las primeras adaptaciones del clásico literario de Stevenson “La isla del tesoro” (1950). Dirigió también “Su Majestad de los mares del sur” y “Cuando ruge la marabunta”, ambas de 1954 (aunque la de Heston tiene más de melodrama que de aventuras); y finalmente “Las aventuras de Simbad” (1963).

“Robinson Crusoe en Marte” probablemente no sea su mejor película. Le falta profundidad a la historia (el tema de la soledad se queda en nada) y desarrollo a los personajes. También hubiese estado bien conocer más detalles acerca de los orígenes de Viernes (su planeta, su civilización, etc.) y los antecedentes de Draper antes de su llegada a Marte (sus motivaciones, si tiene familia esperándole en casa…)

De todas formas, es una versión libre y adulterada de Robinson Crusoe bastante original y entretenida. Los amantes de la ciencia-ficción como un servidor seguramente la encontrarán interesante pese a sus carencias, y es a ellos sobre todo a quiénes se la recomendaría.

En 2007 se editó en Dvd una edición especial, pero mucho me temo que no se ha distribuido en España (o al menos yo no he sabido encontrarla)

P.D.: Como dato curioso, la película inspiró un par de canciones, una cantada por Johnny Cymbal, y la otra por el propio Victor Lundin (Viernes), que tiene en su haber dos álbumes como cantante y compositor.



Valoración personal:

jueves, 18 de noviembre de 2010

“Piraña” (2010) – Alexandre Aja

critica Piraña 3D 2010 Alexandre Aja
Su debut con la película “Furia” pasó mayormente desapercibido, por lo que la mayoría de nosotros conocimos a Aja gracias a “Alta Tensión”, un eficiente slasher (si omitimos su insultante –por tramposo y absurdo- final) en el que ya percibimos a un director que apuntaba maneras dentro del género de terror. Luego el francés cruzó el charco para realizar el remake de “Las colinas tienen ojos” de Wes Craven, y el resultado fue una de las mejores películas de terror de la pasada década.

En Hollywood se frotaron las manos con este nuevo fichaje y le encargaron otro remake, en este caso de un film surcoreano titulado "Geoul sokeuro (El otro lado del espejo)”. Sin embargo, esta vez la jugada no les salió tan bien (aún con un buen comienzo) y no fuimos pocos los que salimos decepcionados de la sala.

Aja parecía empeñado en dedicar su trayectoria americana a los remakes, así que su siguiente proyecto (previsto inicialmente para Chuck Russell) fue una puesta al día de la mítica “Piraña” del no menos mítico –y debutante por aquél entonces- Joe Dante. Una serie B de la factoría Corman surgida a raíz del éxito del “Tiburón” de Spielberg (coincidiendo ese año con su sucuela), y que consiguió convertirse en un modesto “clásico” del cine de bajo presupuesto de la época.

La escritura del guión corrió a cargo de Pete Goldfinger y Josh Stolberg, responsables también del remake de la ochentera “Sorority Row” (conocida aquí con el título de “Siete mujeres atrapadas” y rebautizada en su nueva versión como “Hermandad de sangre”). Si ya éstos dos inspiraban más bien poca confianza, peor fue cuando otros dos guionistas, Patrick Melton y Marcus Dunston (el dúo detrás de cosas como "Feast 3" y varias secuelas de Saw), andaban metiendo mano en el script con intención de “pulir” algunos detalles.

Las dificultades técnicas que ocasionan las cámaras 3D en el rodaje, hiizo también que Aja optase por rodarla en 2D y realizar posteriormente una conversión estereoscópica (aunque no en el último momento, como sucedió con el cochambroso 3D de “Furia de Titanes"). Los primeros tests secreenings no convencieron demasiado, y el CGI de las hambrientas pirañas tampoco, por lo que tanto la filmación como el proceso de post-producción se alargaron más de la cuenta.

Lo cierto es que la realización de la película llevó más tiempo y esfuerzo del que Aja había previsto. Y todo para que al final saliera lo que ha salido…

Una serie de temblores submarinos han liberado unas pirañas prehistóricas en el Lago Victoria, Arizona, durante las vacaciones de primavera, que es cuando el lago se llena de gente joven para divertirse. Allí, un grupo de personas deberá unir sus fuerzas para sobrevivir a estas criaturas. Entre ellas está la sheriff Julie Forester (Elisabeth Shue), que hará todo lo posible para salvar a su familia.

El director ya dejó claro en una entrevista que con este remake se iba a distanciar casi por completo de lo visto en la original de Dante. Que la trama discurriría por distintos senderos, y que haría de esta nueva “Piraña” su personal versión contemporánea.

Se agradece que a la hora de abordar un remake el director no se limite a hacer un “copiar y pegar” y que afronte el proyecto desde su propia perspectiva. Lástima que su visión de la misma esté tan atrofiada…

Desde que se conoció el fichaje de un par de actrices porno (una como mera figurante y otra como parte del reparto principal), sabíamos que Aja andaba preparando una buena gamberrada. Y la confirmación nos llegó por medio de la publicidad viral del film (con atractivas mozas ligeritas de ropa como principal reclamo) y de su tráiler.

Esta “Piraña 3D” prometía ser una de las películas más salvajes, sangrientas y picantes de la temporada. Y eso, desde luego, lo ha conseguido (aunque aquí en España siga pendiente de distribución…)

Obviamente, no es una película que se tome en serio a sí misma, y por consiguiente, el espectador tampoco debe tomársela en serio. Sin embargo, eso no es motivo suficiente para uno le ría las gracias al director, pues sean cuales sean las pretensiones y/o la predisposición del espectador, el objetivo final no deja de ser el de otras tantas producciones: entretener y divertir al público. Y Aja cumple lo primero gracias a su escueta duración pero falla estrepitosamente en lo segundo.


El humor del que hace gala la película es realmente lamentable. Puede que sea una mera cuestión de gustos (no lo niego), y que lo que yo considere bochornoso otros lo encuentren tronchante a más no poder. Pero lo cierto es la mayor parte del metraje resulta del todo desechable, especialmente casi todo lo que acontece a bordo del yate de Derrick Jones, el director de cine pornográfico interpretado por un cargante e histriónico Jerry O'Connell.

Hasta que las pirañas no se montan el festín de su vida, hemos de aguantar las continuas chorradas que los guionistas han escrito para introducirnos en la historia. Una historia basada en la zafiedad de sus chistes, en unos personajes anodinos (en el mejor de los casos), en un montón de gore (lo único rescatable) y en mucho desnudo gratuito. Y es que la mayor parte del tiempo es como estar contemplando una versión sangrienta de una American Pie pasada de rosca (que ya es decir)

Aja abusa de los topless como si no tuviera nada más con qué contentarnos, además del gore. Puede que en un primer momento tenga su gracia, pero llega un punto en que parece que la película realmente no tiene nada más –ni mejor- que ofrecer. Si quisiera pasarme hora y media viendo tetas, directamente me pondría una porno.

Hay diálogos y secuencias que son de juzgado de guardia. La historia no engancha y los personajes tampoco, amén de que los miembros más veteranos del reparto están totalmente desaprovechados.

Para qué seguir contemplando tan vergonzoso espectáculo, se preguntarán algunos. Pues básicamente para poder ver a las pirañas asesinas. Unas pirañas que esta vez, al ser prehistóricas, son mucho más grandes, salvajes y veloces. Pero volvemos a tropezar con otro obstáculo para nuestro disfrute: la representación de estos “simpáticos” pececitos es bastante deficiente. Si bien el diseño es acertado (feas y realmente amenazadoras), el trabajo digital es, la mayoría de las veces, bastante cutre. Puede que el 3D ayude a disimular un poco la cutrez imperante, pero la verdad es muchas de las secuencias en las que se ve a éstas atacar a los indefensos bañistas son penosas. La que se lleva la palma es el ataque a la primera víctima que se cobran nada más salir de su “prisión” (premio a la secuencia más roñosa del año)

Cierto es que no estamos ante una superproducción, pero con 25 millones de presupuesto creo que se podría haber hecho algo mejor (o menos cantoso). Y si el CGI no convencía desde un primer momento, siempre podían haber recurrido a los efectos artesanales de toda la vida (a Dante me remito)

La verdad es que si no fuera por el director de fotografía, cualquiera pensaría que estamos ante otra producción de la inefable Asylum. A fin de cuentas, los efectos y las interpretaciones no son mucho mejores.

Quizás un par de momentos salvan a la película de caer en la más absoluta mediocridad (y propician que mi valoración personal sea más benévola de lo que debería): el violento y sumamente sanguinario ataque en masa que llevan a cabo las pirañas con todos los fiesteros que pululan por el lago; y el tramo en el que la sheriff Forester acude al rescate de sus hijos, una de los pocos momentos de la cinta en que realmente se palpa algo de tensión.

Por lo demás, la película es más bien prescindible… Si Aja creía que con una buena ración de tetas y sangre nos íbamos a conformar, es que entonces nos infravalora como espectadores. Incluso para hacer gamberradas de este tipo hay que tener gracia, como Rodríguez con “Machete”, que aún con sus errores (exceso de personajes y subtramas), consiguió divertirme como no lo ha hecho ésta.



Del reparto poco se puede decir. Todos imaginamos que la inclusión de Richard Dreyfuss iba a ser un claro guiño (a modo de homenaje y parodia) a Matt Hooper, el experto en tiburones del clásico de Spielberg (incluso su personaje se llama Matt y recita una línea de diálogo de Hooper). Pues bien, su presencia no pasa de la mera anécdota (quizás sea mejor así), cuando nos lo vendieron como uno de los principales protagonistas.

El caso de Ving Rhames es algo más sangrante. Probablemente el actor pasaba por ahí y, como tenía unos minutos libres, se prestó a rodar un par o tres de escenas, en una de las cuáles se dedica a hacer puré de piraña. Y es que su personaje, que prometía, finalmente se queda en nada (siempre nos quedará el agente de la ley que interpretó en la gloriosa “Amanecer de los muertos”)

La guapísima Dina Meyer (Starship Troopers, DragonHeart, Johnny Mnemonic) pasa totalmente desapercibida, y al entrañable Christopher Lloyd (Regreso al futuro) se le reserva un breve papel que da la impresión de haber sido recortado en la sala de montaje.

El otro rostro nostálgico del reparto, Elisabeth Shue, salvo un poco los platos, pero tampoco consigue el protagonismo que debería haber tenido.

Del resto mejor no comentar nada. Cara bonitas (Jessica Szohr es una preciosidad) y poco más.

“Piraña” es, sin lugar a dudas, una mala película. Pese a eso, o quizás gracias a eso, algunos se lo han pasado pipa con la carnicería que les ha ofrecido Aja. De hecho, yo mismo esperaba encontrar aquí una “buena mala película” de esas con las que poder echarme unas buenas risas. Desgraciadamente, y para mi gusto, el resultado es excesivamente malo, ridículo y vulgar como para poder decir que he pasado un buen rato.

Alguien debió decirle a Aja, antes de empezar, que no sólo de desnudos y gore vive el aficionado. Probablemente él se lo haya pasado mejor rodando semejante despropósito que nosotros -o al menos yo- viéndolo.

P.D.: Actualmente se vincula al francés con la adaptación en acción real del manga/anime “Cobra: The Space Pirate”. Esperemos que este cambio de aires (=género), y el hecho de que no sea un remake, haga que Aja vuelva por el buen camino y que, de paso, rompa con la maldición que tienen los animes adaptados al cine.

P.D.2: De las tres cosas que anuncia el póster, sólo una es cierta. No hay mar, pues es un lago; y no hay sexo, pues nadie copula. Sangre, eso sí, hay en cantidades industriales.



Valoración personal:

viernes, 12 de noviembre de 2010

“Imparable” (2010) – Tony Scott

critica Imparable 2010 Tony Scott
Las películas con vehículos fuera de control casi podrían considerarse todo un subgénero. Centrándonos en las que tendrían a un tren como “protagonista”, y excluyendo así cintas catastróficas como “Aeropuerto” o “La aventura del Poseidón”, tendríamos que destacar la setentera “El puente de Cassandra“, film que reunió a algunas viejas glorias del cine clásico como Burt Lancaster, Ava Gardner , Richard Harris o Sophia Loren, para embarcarlos (salvo Lancaster) en un tren infectado por un virus mortal, y debiendo su título al lugar al que éste debía dirigirse con tal de evitar un desastre mayor.

La moda catastrofista setentera no sólo afectó a Hollywood sino que, un año antes incluso de que se estrenara ésta, en Japón ya rodaron “Pánico en el Tokio Express (The Bullet Train)”, película en la que unos terroristas colocaban una bomba en un tren de alta velocidad que realizaba su trayecto entre Tokio y Hakata. El quit de la cuestión residía en que si el tren bajaba de los 80 km/hora, la bomba estallaba. ¿Y de qué nos suena esto? Así es, en los 90 “Speed” trasladó similar argumento a un autobús urbano de Los Ángeles, convirtiéndose de unas de las mejores películas de acción de todos los tiempos y también en una de las más imitadas. Hubo un pésimo telefilme – Runaway Car- protagonizado por Judge Reinhold (Superdetective en Hollywood), en el que era un coche el que estaba fuera de control; e incluso el propio Jan de Bont quiso repetir la jugada con la cochambrosa “Speed 2”, en la que toda la acción transcurría a bordo de un lujoso transatlántico (de nuevo con Bullock pero sin Reeves y sin el más mínimo interés)

Pero para trenes fuera de control, tendríamos que volver al pasado y recordar la ochentera “El tren del infierno”, con dos presos, Jon Voight y Eric Roberts, fugándose de la cárcel en un tren a cuyo maquinista le daba un infarto (lo bueno es que tenían a Rebecca De Mornay haciéndoles compañía)

Si dentro del tren introducimos el elemento “terrorista”, la película deviene siempre en una especie de “Jungla de Cristal” en movimiento, como así pudimos comprobar con “Alerta Máxima 2”, cuya primera entrega ya era un pseudo plagio de la de McClane, sólo que en un barco.

Pero Steven Seagal no sería el único héroe de acción sobre raíles, ya que en 2002 Van Damme haría lo propio en “Sin Control”, otro de sus infames subproductos de videoclub. Y antes que estos dos, un Pierce Brosnan pre-Bond haría lo mismo en el telefilme “El tren de la muerte”. Y es que la televisión es la que ha sacado más provecho de la fórmula del tren peligroso, ya sea de nuevo con un virus mortal (“Lasko. El tren de la muerte”, con Arnold Vosloo) o con una carga nuclear (“Atomic Train”, con Rob Lowe)

Ahora es Tony Scott el que amplía la lista con “Imparable”.

Un tren cargado de material altamente tóxico e inflamable avanza descontroladamente llevándose todo lo que se le pone por delante. Un veterano mecánico ferroviario (Denzel Washington) y un joven conductor (Chris Pine), urdirán un ingenioso plan para intentar pararlo antes de que descarrile en un área densamente poblada y provoque un desastre nacional.

Scott abandona el metro de Nueva York y, tras “Asalto al tren Pelham 123”, se sube a un tren de Pensilvania para entregarnos una frenética película de acción inspirada en un hecho real. Obviamente, el cine se toma sus licencias a la hora de trasladar sucesos reales a la gran pantalla, por lo que siempre es preferible que usen el término “inspirada” antes que el ”basada”, aunque a veces las diferencias sean mínimas.

Los protagonistas de la hazaña son Frank Barnes (Washington) y Will Colson (Pine).

Barnes es un veterano ingeniero de ferrocarriles con 28 años de experiencia a sus espaldas. Vive centrado en su trabajo, lo que hace que a veces descuide un poco su relación con Maya y Nicole, sus dos hijas de 18 y 19 años (un par de jamelgas que animan la vista al espectador)

Un buen día, le asignan un nuevo compañero, el novato conductor Will Colson. Colson llega a la empresa “por enchufe” tras una mala racha profesional y personal, y como consecuencia de la nueva política que lleva a cabo la empresa: despedir a los ferroviarios más veteranos para reemplazarlos por jóvenes recién formados (y más baratos, por supuesto)

En estas circunstancias, Will empieza su primer día de trabajo con Frank a bordo de una vieja locomotora, la 1206. Sus personalidades chocan debido a la diferencia de edad y de experiencia que les separa, amén también de su actitud y la distinta forma con la que ambos afrontan las adversidades de la vida.

Sin embargo, deberán dejar sus diferencias y sus problemas personales a un lado cuando descubran que un tren descontrolado circula por su misma vía.


Amén de la pareja protagonista, que son los que soportan la mayor parte del peso de la película, la historia cuenta también con otros personajes que se suman a la difícil situación con tal de hallar una rápida y satisfactoria solución. En ese sentido, tenemos a Connie Hooper, la controladora de trenes -interpretada por Rosario Dawson- que está en contacto directo con Frank y Will al otro lado de la radio. Ella es la voz de la razón, una mujer fuerte e inteligente que sabe manejar la situación con sentido común y sin perder los nervios.

Cuenta, además, con el apoyo del ayudante de estación, Ned (Lew Temple), y con Werner, un inspector de seguridad enviado para una visita turística de unos escolares y cuyos conocimientos resultarán de mucha utilidad para resolver el entuerto. Desgraciadamente, por encima de todos ellos está el jefe de Connie, Galvin (Kevin Dunn), un cretino cuyo único interés reside en evitar la catástrofe minimizando al máximo las pérdidas económicas que el suceso pueda ocasionarle a la empresa.

Todos ellos son parte de la trama. Una trama sencilla pero efectiva que Scott maneja con habilidad para que aguante casi dos horas de metraje sin que se haga pesada o reiterativa.

Aunque el motor de la historia sea la acción en sí misma, Mark Bomback, guionista de La jungla 4.0 y La montaña embrujada, encuentra lugar en el guión para definir bien a sus personajes principales, de modo que resulten verosímiles y, de algún modo, el espectador pueda empatizar con ellos. Aunque se trate sólo de unas pinceladas, éstas son suficientes para que la vertiente dramática funcione y le dé un plus a una trama que busca, ante todo, la tensión y la emoción a través del espectáculo. Un espectáculo que el director nos sirve con el mayor grado de realismo posible.

Y es que Scott, como artesano de la vieja escuela que es, rueda las secuencias de acción prescindiendo prácticamente de efectos digitales. Esto es beneficioso precisamente para conferir credibilidad a todo lo que transcurre ante nuestros ojos, y potenciando la implicación y disfrute del espectador, que contempla cómo los especialistas e incluso los propios actores (Washington subiéndose al techo del tren en el tramo final) se juegan el cuello en el rodaje de dichas escenas. Es como tener una película de los 90 hecha ahora, y dónde sólo se recurre al ordenador si realmente es necesario (cosa que me parece genial)


Pero no sólo en ese sentido hablamos de un tono más o menos realista, sino que Bomback y Scott intentan que las situaciones más peligrosas no parezcan una insultante fantasmada, y aunque haya lugar para los momentos heroicos tan característicos de este tipo de producciones, por lo menos uno no siente que le están tomando el pelo (no como en el fantoche y patriotero desenlace de su “Asalto al tren Pelham 123”)

Quizás sea debido a que tampoco tenemos a un grupo de terroristas secuestrando al tren sino que el accidente es producto de la negligencia -e inutilidad- de un par de despreocupados ferroviarios, por lo que las heroicidades deben ir en consonancia. Por el contrario, esto implica también que el clímax final quizás no sea lo intenso y espectacular que uno desearía.

En cuanto al reparto, tan sólo se puede apuntar que todos cumplen sobradamente con lo que se les pide. Washington se encuentra a gusto en este tipo de papeles, y más dirigiendo Scott, con el que coincide por quinta vez y con quién nos dejó en un par de peliculones como “Marea roja” y “El fuego de la venganza”. Pine nos sorprendió a todos con su carismática interpretación en “Star Trek”, y aunque aquí no puede desplegar todo su potencial, queda claro es que más que una cara bonita (si elige bien, tiene carrera por delante) Y Dawson se desenvuelve con soltura en un papel menor que, gracias a Dios, no es el típico de mujer florero.

Respecto a Dunn, resulta curioso su papel de “malo de la función”. Quizás sea una “venganza personal” de Scott por participar en Hot Shots, la mítica y divertida parodia de su exitosa Top Gun (y de la cual está preparando ya la tardía secuela)

Mención especial también a Lew Temple como el cowboy a galope de su 4x4 que aparece justo cuando más se le necesita.

“Imparable” es una trepidante película de acción ideal para devorar palomitas. Ni es un peliculón ni reinventa nada, pero Scott sabe cómo entreternos con los mecanismos y recursos de toda la vida. Por tanto, entretenimiento garantizado para una digna heredera de Speed.



Valoración personal:

sábado, 6 de noviembre de 2010

“Frozen” (2010) – Adam Green

critica Frozen 2010 Adam Green
El actor Adam Green debutó en la silla de director en 2006 con “Hatchet”, un slasher de serie B en clave de comedia y que parodiaba el subgénero de los psychokillers tomando como mayor referente al mítico Jason Vorhees de la saga “Viernes 13”. La película, aunque más bien mala, resultaba bastante simpática, especialmente para los seguidores de este tipo de cintas, que no tardaron en encumbrarla.

Al año siguiente abordó un thriller de terror más serio, “Spiral”, que co-dirigió junto a Joel Moore, y ahora en 2010 nos trae dos películas: “Frozen”, que se estrenó en enero de este año en el Festival de Sundance para posteriormente editarse en Dvd; y “Hatchet II”, secuela de su ópera prima y que, junto a la misma Frozen, se proyectó en el reciente Festival de Sitges.

*La siguiente sinopsis contiene detalles concretos de los minutos iniciales de la película.

En Frozen, Green nos cuenta la historia de Dan y Joe, dos amigos de la infancia que van a pasar una tarde de domingo a una estación de esquí acompañados de Parker, la novia de uno de ellos. Como no quieren pagar el precio completo de las tres entradas del telesilla, Dan convence a su chica para que soborne al operador de remonte para que los deje subirse a todos a un módico precio. Después de conseguirlo, los tres amigos se pasan toda la tarde esquiando.


Los chicos, no obstante, tienen ganas de más, y están dispuestos a hacer un último descenso por la montaña antes de regresar a casa. Desgraciadamente, se ha hecho tarde, y la estación de esquí está a punto de cerrar antes de tiempo debido a una inminente tormenta.


Es entonces cuando deciden convencer de nuevo al operador del telesilla para que les deje subir una última vez. Éste accede, pero al rato debe acudir a la oficina del jefe y es sustituido por un compañero de trabajo. Antes de irse, el empleado le comenta a su sustituto que sólo quedan tres esquiadores, y que cuando bajen el telesilla se puede apagar. Cuando el asistente ve a otro grupo de tres esquiadores que baja de la montaña, da por sentado que éstos eran los esquiadores que quedaban por bajar, por lo que cierra el telesilla dejando varados a Dan, Joe y Parker en su silla y a una elevada altura del suelo. Los tres amigos han quedado abandonados en el telesilla y se avecina una tormenta. Sin embargo, la pesadilla no ha hecho más que empezar…

Concentrar toda la acción en un simple telesilla y con tres personajes como protagonistas absolutos no es fácil. Ante todo, hay que conseguir el ritmo no decaiga y que se mantenga el interés a lo largo de todo el metraje. Y eso es algo que Green consigue con bastante eficacia.

Lo cierto es que la historia es bastante atrayente, pero después del chasco con “Altitude” y de leer algunas tibias críticas al respecto, no las tenías todas conmigo. Por suerte, esta vez no ha habido que lamentar su visionado y puedo decir que mis expectativas se han visto más o menos cumplidas. Ahora bien, la película no está exenta de errores, y esos son precisamente los que pueden hacer que la balanza se decante fácilmente hacia el lado de los que los que la han disfrutado o hacia el lado de los que se han sentido estafados.


Para empezar, la idea es, en cierto modo, original, ya que aunque sus bases son bastante básicas y pueden recordarnos, dentro de otro contexto, a otras películas como por ejemplo “Open Water”, hay que decir que no existe en la cinematografía actual o pasada ninguna otra película con igual premisa. Una premisa que a priori no resulta descabellada, ya que seguramente más de alguna vez alguien, una vez subido a un telesilla, se haya llegado a plantear la posibilidad de que se semejante circunstancia se pudiera producir (de hecho, en la vida real, ha habido casos de telesillas descolgándose o quedándose parados por fallos en el suministro eléctrico)

Green toma esa posibilidad y la materializa en Frozen como un desafortunado descuido que se convierte en una auténtica pesadilla para sus tres protagonistas.



En los primeros minutos, Dan, Joe y Parker intentan no perder la calma, pensando que quizás la pausa en su trayecto se deba a una broma pesada del operador o a un súbito fallo técnico. Pero cuando las luces de la estación se apagan, los jóvenes empiezan a preocuparse de verdad. Por mucho que intentan auto engañarse diciéndose a sí mismos que todo pasará pronto, lo cierto es que cada vez están más convencidos de que nadie sabe de su situación y que salvo que tengan un golpe de suerte, nadie va a rescatarles. Salir de ahí va a depender única y exclusivamente de ellos.

El mayor problema con el que topan es la altura a la que se encuentran del suelo, lo que hace inviable saltar sin romperse algún hueso. A eso hay que añadir las bajas temperaturas y el descenso de las mismas debido a la inminente tormenta. Pero por si esto fuera poco, unos lobos hambrientos les acechan esperando pegarse un buen festín con su joven y jugosa carne.

La angustia de los tres amigos va en aumento a medida que pasa el tiempo, por lo que no tardarán en impacientarse por encontrar una rápida solución se les saque pronto de allí antes de que mueran congelados. Estando en domingo, la estación no volverá a abrir hasta el viernes siguiente, con lo que aguantar cinco días en el telesilla es una posibilidad que tan siquiera pueden plantearse.

Green narra con buena mano la historia, consiguiendo que ésta aguante el tipo durante la justa y adecuada hora y media de duración. Pese a lo simple de la trama, sabe mantener el interés del espectador con unos personajes bien construidos cuyos diálogos permiten definirlos un poco mejor. Además, los tres intérpretes logran unas actuaciones convincentes (sobre todo Bell y Ashmore), algo imprescindible para que empaticemos con ellos y nos preocupe su supervivencia.

Técnicamente no es una cinta que se vea afectada por su más que evidente escasez de recursos, ya que el director y guionista se maneja con bastante soltura dentro del cine de bajo presupuesto. Por lo que en el caso de Frozen, como en muchas otras producciones, los problemas vienen del guión. Y aquí el mayor escollo es la falta de verosimilitud de algunos elementos o detalles.

Para empezar, creo que una estación de esquí infestada de lobos no es algo que resulte demasiado común/creíble. Un lugar turístico debe tener unas medidas de seguridad adecuadas para evitar la presencia de estos molestos visitantes, aún cuando la estación permanece cerrada. Si encima los animalitos aparecen sólo en fin de semana para encrudecer la ya difícil situación de los protagonistas, pues da la sensación que de Green los ha incluido en la trama un poco con calzador. Y lo peor es que terminan convirtiéndose en el segundo mayor obstáculo de Dan, Joe y Parker para salir de ahí con vida, por lo que su dudosa presencia peca también de excesivo protagonismo.


También puede parecernos extraño que, en los tiempos que corren, ninguno de los tres jóvenes lleve un teléfono móvil encima, aunque no sé si esto es algo más plausible. Nunca he ido esquiar, por lo que ignoro si, por norma general, el móvil se suele dejar en la habitación del hotel o en alguna taquilla. Así que podemos poner en cuarentena ese “defecto de credibilidad” a la espera de que alguien lo corrobore en algún comentario.

Pero lo que ya no se entiende es que los protagonistas tengan tan poca astucia como para no pensar en atar unas cuantas piezas de ropa para, a modo de cuerda, poder descender del telesilla, si bien no hasta llegar al suelo (haría falta mucha ropa y el clima no invita a quedarse en cueros), sí por lo menos lo suficiente como para reducir considerablemente la distancia hasta él y con ello, reducir también el peligro de hacerse daño en el salto.

De todas formas, si uno obvia estos detalles o no les concede mayor importancia, es muy probable que Frozen le deje satisfecho, ya que se trata de una película que consigue transmitir con acierto la angustia, desesperación e impotencia de sus tres protagonistas, por lo que funciona en su vertiente dramática tanto como en su vertiente de puro suspense. Tiene la acción suficiente para no aburrir, y las dosis justas de humor para no convertirse en una comedia involuntaria. Los personajes no nos sacan de quicio y sus diálogos no resultan ni fútiles ni de mero adorno, por lo que ya supera con creces la mayoría de producciones protagonizadas por adolescentes.

“Frozen” es un survival bien dirigido y bien interpretado que podría haber sido mucho mejor si no pecara, en algunos instantes, de poca verosimilitud.



Valoración personal: