sábado, 29 de marzo de 2008

"Dragon Wars" (2007) - Hyung-rae Shim

Dragon Wars viene a ser lo que se conoce como una superproducción, aunque en este caso su procedencia no es exclusivamente americana sino una coproducción junto a Corea del Sur. El film, dirigido y escrito -es un decir- por un tal Hyung-rae Shim, ha contado con un presupuesto de 75 millones de dólares y siete años de producción (!!).

Aferrándonos a eso, uno espera como mínimo ver un buen espectáculo, pero nada más lejos de la realidad.

Por un lado, el dinero invertido ha resultado ser insuficiente (ya tiene delito) para crear unos dignos efectos especiales para una película en la que se dan cita serpientes gigantes, dragones voladores, enormes lagartos, etc.
El resultado es bastante pobre, a medio camino entre el barato telefilm y los blockbusters yanquis, y a ratos pareciendo más un videojuego que una película. De todas formas, si nos olvidamos de lo que ha costado (económicamente hablando) y reducimos nuestras exigencias, podemos disfrutarlos sin más.

El mayor problema, y básicamente lo que hunde por completo toda la película, es un guión escrito con los pies, con una historia mal contada, llena de incongruencias y sin sentidos y apoyada en una pareja de actores sumamente pésima, sobretodo el muy mediocre prota masculino.


La película empieza en la época actual para pocos minutos después trasladarnos al pasado mediante un extenso flashback metido de la forma más torpe posible. En él, un niño (el protagonista) escucha la vieja historia que le cuenta un anticuario acerca de una leyenda coreana sobre un Imoogi -según el folklore, una criatura gigante que se encarga de salvaguardar la Tierra- malvado que irrumpe en una aldea en busca de un poder que lo convertirá en un dios-dragón. Ese poder reside en el interior de una joven aldeana -identificada debidamente con una curiosa marca de nacimiento en forma de dragón- y la protegen un viejo mago (una especie de Gandalf asiático) y un joven guerrero (enamorado de la aldeana en cuestión).

El malvado Imoogi, al no lograr su propósito cuando la pareja de enamorados se suicida (toma ya!), está condenado a esperar 500 años para volver a intentarlo. Y así es como en la actualidad, los personajes de la leyenda, reencarnados en unos jóvenes y guapetones americanos de Los Ángeles (!!), deberán hacer frente de nuevo a la monstruosa criatura.

La historia en sí, con unos buenos efectos especiales, un guión más elaborado y unos actores que conozcan el significado de las palabras “interpretar” y “expresividad”, daría para una entretenida película fantástica, pero la inutilidad de Hyung-rae Shim convierte esto en todo un despropósito.

Los personajes desaparecen y aparecen de la nada según convenga en la trama, y las escenas se suceden una tras otra sin conexión alguna. Las acciones y decisiones que toman los personajes son por momentos absurdas (la chica protagonista, a raíz de unas pesadillas relacionadas con su destino, decide llamar a la policía para acto seguido encontrarse recluida en un hospital!). Los diálogos son, en su mayoría, tan insulsos que uno se aburre cada vez que los personajes parlotean entre sí.
La pareja protagonista, tras conocerse, tarda apenas unos minutos en besuquearse a orillas del mar, como si entre ellos el amor y la pasión desenfrenada hubiera surgido al primer contacto visual.
La estancia en cuarentena en un hospital de Los Ángeles significa encerrar bajo llave a alguien en una habitación normal y corriente vigilada por un policía gordinglón. Y ser disparado a menos de dos metros de distancia te deja un rato inconsciente pero ni te mata ni te hiere.

Con tales estupideces, las apariciones de la serpiente gigante resultan ser los únicos momentos que nos sacan del tedioso aburrimiento que supone todo lo demás.


Shim además tiene la original idea de meter un poco de humor en la historia, algo que agradeceríamos si éste no fuera tan rídículo (parecen chistes sacados de alguna Scary Movie de turno)

El cúmulo de idioteces e incongruencias que se acumulan en “Dragon Wars” hace imposible su disfrute. Tan sólo tres secuencias salvan la película de la mediocridad más absoluta:
La primera es el ataque a la aldea 500 años atrás; la segunda es la batalla que tiene lugar en la ciudad entre el ejército estadounidense y las fuerzas del mal (los citados dragones voladores y lagartos contra helicópteros y tanques): y la tercera es la pelea final entre el Imoogi malvado y el Imoogi bueno, que por fín hace acto de presencia en, por supuesto, el momento más oportuno (salvando a los protas de una muerte inminente, como no podía ser de otro modo)

Son pues, estas tres secuencias las que consiguen entretenernos un poco pese a que los fx no sean ninguna maravilla (también es cierto que los hay peores). Eso sí, beben en su mayoría de otras producciones tipo King Kong o Godzilla (versión Roland Emmerich), y algunos planos parecen sacados de un film de Michael Bay.

Como es lógico, la película, prevista en España para ser estrenada en cines (en EE.UU. lo hizo en septiembre del 2007), ha acabado en las estanterías del videoclub, que es básicamente el lugar donde debe estar. Así que si os dejais caer por ahí, que nos engañe su bonita carátula (de lejos, lo mejor junto a la banda sonora de Steve Jablonsky) porque lo que os vais a encontrar es un costoso y aburrido subproducto que nada tiene que envidiar a los decepcionantes blockbusters made in USA salvo su reparto de estrellas hollywoodienses.


Valoración personal:

miércoles, 19 de marzo de 2008

Arthur C. Clarke nos dijo adiós

Dado que este blog pretende, entre otras cosas, rendir culto a la ciencia-ficción en general (literatura, cine...), no podía dejar pasar la triste noticia del fallecimiento del escritor Arthur C. Clarke, uno de los más destacados referentes de la literatura de ciencia-ficción que junto a autores tales como Isaac Asimov (uno de mis preferidos) y Robert Heinlein, fueron bautizados como Los Tres Grandes de la ciencia-ficción moderna.

Según apuntan varias fuentes, Clarke ha fallecido esta madrugada (miércoles 19 de febrero) en su casa de Colombo (Sri Lanka) a los 90 años de edad a causa de una insuficiencia neumológica. Desde mediados de los 60 padecía un síndrome post-polio que había debilitado su cuerpo, lo cuál le obligaba en ocasiones a estar postrado en una silla de ruedas.

Arthur C. Clarke es conocido especialmente -entre su variada y fructífera bibliografía- por “El Centila”, novela corta que sirvió de base para la película “2001: Una Odisea del Espacio” llevada a cabo en el año 1968 por el gran Stanley Kubrick. Dicha película es hoy todo un referente de la ciencia-ficción cinematográfica, por lo que incluso en su momento fue novelizada a partir del propio guión de la cinta por el mismo Clarke y mateniendo el título de la misma.
Luego le siguieron otras tres continuaciones: 2010: Odisea Dos, también llevada a la gran pantalla por Peter Hyams en el 84 y con resultados notablemente inferiores (aunque nada despreciables, a mi gusto), 2061: Odisea Tres y 3001: Odisea Final.


La obra de Clarke se caracterizó principalmente por una notable firmeza a la hora de construir escenarios y por una gran solidez sobre los conocimientos técnicos que impregnaban sus novelas. Sin ir más lejos, llegó a escribir también más de 100 obras científicas y filosóficas que la valieron un gran reconocimiento fuera de la literatura de ficción.
Él siempre creyó en los avances científicos como una mejora para el ser humano, algo que se refleja en muchos de sus relatos. También estuvo muy obsesionado, en el buen sentido de la palabra, con la existencia de vida extraterrestre, otro gran tema de su extensa obra.

A día de hoy, otra de sus grandes aportaciones al género ci-fi, “Cita con Rama”, es objetivo de adaptación al cine de la mano, en un principio, del director David Fincher.
Esperemos que dicha adaptación haga honor a uno de los más grandes escritores de ciencia-ficción que ha existido.

Quisiera terminar el post con una frase que una vez pronunció y que es una de las que más me gustan:

"La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible."


Descanse en Paz.

lunes, 17 de marzo de 2008

"Krull" (1983) - Peter Yates

En pleno auge del género de espada y brujería se realizó, a principios de los ochenta, una particular producción que mezclaba ciencia-ficción y fantasía. A medio camino entre “El señor de los anillos” y “La Guerra de las Galaxias”, “Krull” se ofrecía al espectador como una película de aventuras con todos los ingredientes necesarios para pasar un buen rato: un apuesto y valiente héroe, una hermosa princesa en apuros, un ser maligno y su despiadado ejército, unos lugares místicos, unos seres fantásticos, unos ancianos visionarios, maldiciones y profecías, etc.
Desgraciadamante, su estreno en cines quedó ensombrecido por la tercera parte de la saga galáctica de Geroge Lucas, “El retorno del Jedi”; eso y unas desfavorables críticas por parte de los “entendidos”, hizo que los espectadores ignoraran la película.

Con el paso del tiempo ha ido adquiriendo mayor reconocimiento, en gran parte por un público que la descubrió tardíamente pero que supo valorar su aportación al género fantástico. No es extraño pues que haya conseguido con los años el estatus de “película de culto”, al igual que sucedió con la menospreciada -en su momento- Blade Runner (entre otras tantas cintas que la crítica especializada se ha ido cepillando víl e injustamente década tras década)

No siempre las consideradass “de culto” resultan ser buenas películas (uno se lleva cada chasco...), y aunque dentro del género que se engloba Krull, ésta no sea de las mejores, sí tiene suficientes alicientes como para considerarse un buen entretenimiento indigno de perecer en el olvido colectivo.


Bebiendo de la literatura fantástica y muy en concreto de Tolkien, el guionista Stanford Sherman escribió una arriesgada historia que se desarrolla en el planeta Krull, un mundo asediado por un monstruo alienígena y su destructivo ejército.
Dos poderosas naciones enemigas deciden fusionarse y hacer frente al invasor. Uniendo en matrimonio a los respectivos hijos de cada rey, pretenden fortalecer el pacto entre las naciones y así crear un sólo reino y un sólo ejército. Sin embargo, instantes antes de que se produzca el enlace, la princesa Lyssa (Lysette Anthony) es raptada por el enemigo cuando éste irrumpe en la fortaleza aniquilando a todos los que allí se encuentran. Tan sólo el príncipe Colwyn (Ken Marshall) logra sobrevivir al ataque.

A partir de este momento, Colwyn deberá emprender un viaje en busca de su amada, y para rescatarla tendrá que encontrar un arma lo suficientemente poderosa para acabar con el temible monstruo y poder así liberar al planeta. A lo largo del camino, se le irán uniendo en su propósito varios personajes que se convertirán en sus estimables e indispensables compañeros. Un viejo sabio, un torpe mago, un forzudo cíclope y unos altruistas ladrones -entre ellos, un casi principiante Liam Neeson- formarán su pequeño ejército para derrotar a las fuerzas del mal (que épico me ha quedado esto xD)


El encargado de llevar a cabo tan curioso film fue Peter Yates, que por aquellas fechas lo mejor que había realizado (y por lo que será recordado siempre) fue “Bullitt”, una de las más alabadas películas de acción de los 70. Fue Krull su primer y único acercamiento al género fantástico, y para ello contó con un reparto no demasiado conocido aunque sí efectivo, pues todos ellos cumplen con soltura sus respectivos papeles (aunque el protagonista no sea lo carismático que se le podría exigir)

El presupuesto no era tan holgado como el que poseía Lucas para su Star Wars, pero los decorados, pese a notarse el cartón piedra, se me antojan encantadores e imaginativos, dándole un aire pulp muy agradecido.
Los efectos especiales hoy en día han quedado un tanto obsoletos, más teniendo en cuenta los avances técnicos actuales y la pobre infografía con la que contaba esta producción. Pero aunque algunas secuencias sean cutrecillas (el viaje a lomos de las yeguas de fuego o la pelea final contra la bestia, por ejemplo), eso no empaña la buena labor en vestuario, maquillaje, arte conceptual, fotografía y muy especialmente banda sonora. Para esto último, el gran James Horner contó con la Orquestra Sinfónica de Londres, creando así unas poderosas y épicas melodias que encajan a la perfección con las imágenes.

Las dos horas que dura la película se hacen muy amenas, sin aburrir en ningún momento gracias a un ritmo bien llevado y a la constante sucesión de pruebas a las que se ven sometidos los protagonistas. Quizás peque un poco de ingenua (la facilidad con la que se entablan lazos amistosos entre los diferentes personajes) y los momentos dramáticos no sean su fuerte, pero la acción y algún toque de humor compensan cualquier fallo que pueda tener en ese aspecto.

Probablemente -y ese quizás sea su mayor pega-, el final no esté a la altura del resto, ya que la aparición del monstruo y su consecuente muerte no son lo espectaculares que cabría esperar, pero hay que tener en cuenta los limitados medios con los que se contaba, que impedían claramente ofrecer un mayor espectáculo.
Actualmente, eso no supone un problema ya que casi cualquier producto comercial suele disponer de unos buenos fx, aunque en detrimiento vaya una dejadez en los guiones/historias y en los personajes, o por decirlo de un modo shakesperiano, mucho ruido y pocas nueces.

En definitiva, una eficiente película de aventuras que todo buen aficionado al género fantástico y de ciencia-ficción debería conceder una oportunidad, aunque tan sólo sea por simple curiosidad.
Entretiene y deja un buen sabor de boca pese a sus evidentes carencias y su más que dudosa originalidad (recordemos que bebe de muchos otros)


Valoración personal:

domingo, 9 de marzo de 2008

"Feast" (2005) - John Gulager

Producida por ese par de amiguetes que son Matt Damon y Ben Affleck, y también por Wes Craven -un nombre clave en el cine de terror-, tenemos quizás una de las comedias terroríficas más hilarantes y entretenidas de los últimos años.
Por desgracia, “Feast” no ha llegado (que yo sepa) a nuestro país ni tan siquiera en DVD, lo cuál no deja de ser una lástima viendo el tipo de lamentables productos de mismo género que sí se plantan en nuestras carteleras y videoclubs.

La película trata sobre un variopinto grupo de personas que encerrados en un bar de carretera en medio de la nada, tendrán que hacer frente a unas feroces criaturas que los han elegido como cena para su particular festín nocturno.

Esto puede recordarnos a otros films que se desarrollan en espacios reducidos que se ven amenzados por alguna/s criatura/s sobrenatural/es (El caballero del Diablo, Abierto hasta el amancer, La Cosa, Alien, etc.)

Confieso mi absoluto fervor hacia este tipo de productos siempre y cuando se sepa mantener un buen ritmo a lo largo de los minutos sin caer en lo reiterativo y sobretodo si se consigue crear un ambiente opresivo y asfixiante. Y realmente el debutante John Gulager consigue ambas cosas, añadiéndole además un disparatado toque de humor negro que lo diferencia de otras cintas de índole similar.

Nada más empezar, la original y jocosa presentación de los personajes ya nos deja claro el tipo de humor que se va a respirar a lo largo de los 92 minutos que dura el “festín”. Eso no quiere decir que no haya momentos de verdadera tensión, porque también los hay (la escena en la que van en busca de una radio, por ejemplo)

Antes de que aparezcan las bestias, uno ya sabe más o menos quiénes serán las primeras víctimas en caer, y es que algunos llevan la palabra “muerte” escrita en la frente. No obstante, los guionistas han sido lo suficientemente atrevidos para guardarnos algunas sorpresas, de modo que algunas muertes nos pillan totalmente desprevenidos.

Los tópicos se utilizan aquí para autoparodiarse y reírse un poco del género en general. En ocasiones son utilizados para sacarnos un sonrisa sin que falten, además, algunos guiños que contenten al buen cinéfilo (o quizás debiera decir cinéfago). Otras veces tienen el descaro de romper clichés y dejarnos con la boca abierta con acontecimientos que no nos esperábamos.
De este modo, aunque nos sepamos más o menos el devenir de la sencilla trama y el comportamiento de algunos personajes (a cuál más extravagante y/o patético), se puede decir que la película goza de suficientes momentos inesperados como para que no nos resulte “más de lo mismo”.


La simpática presentación de los personajes nos priva además de innecesarios preámbulos, por lo que enseguida nos metemos de lleno en la acción. El ataque de los monstruosas criaturas no se hace esperar y en los primeros 20 minutos de metraje ya tenemos el primer ataque con víctimas y heridos por doquier. La sangre empieza a estucar paredes y mobiliario, mientras que trozos de carne redecoran el establecimiento.

Quizás el aspecto negativo es que todo ocurre a una velocidad excesiva y con mucho movimiento, por lo que a veces no somos capaces de apreciar con claridad lo que está ocurriendo. Imagino que eso, unido a ciertos momentos un tanto oscuros para mi gusto, se utiliza para disimular las carencias de un limitado presupuesto, de tal modo que las bestias y casquería no se nos antoje cutrecilla.
No en vano, es de agradecer el uso de técnicas y efectos especiales a la antigua usanza, que le otorga un autenticidad que ningún monigote por ordenador le podría dar. Al igual que en “Dog Soldiers” (película con la que también guarda similitudes), son personas las que se esconden bajo un montón de pelo y látex.


De todas maneras, su punto fuerte es, como ya he indicado antes, el humor negro y socarrón del que hace gala. Éste, combinado con unos cuantos momentos de incertidumbre, unos estrafalarios personajes, unos bicharracos grandotes y feos (que además copulan!) y mucha acción y hemoglobina, hacen de “Feast” un producto realmente disfrutable para el amante del buen gore y del cine más delirante.

Hay que añadir además que el reparto, pese a ser mayormente desconocido y habitual de series televisivas, cumple con su cometido. Obviamente algunos nos producirán mayor empatía que otros, pero cada uno tiene su particular personalidad. Todos deben aparcar sus diferencias y unirse para salvar el pellejo ante el brutal asedio.
No faltan tampoco los diálogos sarcásticos, los tacos y alguna escena de sexo (incluída la que ofrecen los monstruitos de turno)



Si sois capaces de dejar los prejuicios a un lado y tomaros la película con humor, teneis asegurada hora y media de diversión.
Un film con aires a serie b ochentera.

Y por si os quedais con ganas de más, ya os adelanto que se están preparando dos secuelas cuyos títulos provisionales son “Feast 2: Sloppy Seconds” y “Feast 3: The Happy Finish”. Repiten director, guionistas y algunos actores de esta primera parte, por lo que esperemos que el nivel no decaiga.


Valoración personal:

"10.000" (2008) - Roland Emmerich

Debo admitir sin reparo alguno que he disfrutado y mucho con la primera etapa americana de Roland Emmerich. Películas como “Stargate” (su mejor film) o la incomprendida e infravalorada “Independence Day” (entretenidísimo y espectacular homenaje a la ci-fi de los años 50) son películas de estricto corte comercial con las que un servidor ha gozado plenamente en un cine (sensación que actualmente me ocurre una o dos veces al año... y eso con suerte)

Emmerich es un director que se ha caracterizado por poner patas arriba la ciudad de Nueva York en concreto, y EE.UU. -y el mundo- en general; bien sea con invasiones alienígenas, enormes bichos producto de la mutación o catástrofes climatológicas. Viene a ser algo así como el sucesor de Irwin Allen (especialista en cine catastróficio y fantástico en los años 60-70).
Esto, entre otras cosas, le ha hecho ganarse muchísimas críticas por cierto patriotismo que destilan sus producciones. Sin ir más lejos, la citada “Independece Day” es machacada casi única y exclusivamente por ser considerada una americanda, cuando en verdad, no es más que una mirada irónica al poder militar y político yanqui (almenos algunos la entendemos así)

El patriota” ya lo dice todo con su título. Es lógico encontrar patriotismo en una película americana sobre la Guerra de Independencia Americana (puede ser más sútil o menos, eso sí). Criticar negativamente la película por esa vía no me parece justo. Prefiero valorar si me entretuvo satisfactoriamente o no como producto comercial que era.

A veces el patriotismo apesta tanto que afecta negativamente una película, pero tratándose de films de banal entretenimiento, no creo que sea algo demasiado relevante. También es cierto que hay cierto sector del público (y la crítica) que a la mínima aparición de una bandera americana ya echan pestes. Pues lo mismo podrían decir los americanos de nuestras “españoladas”. Habría que ser un poquito más permisivo con según que películas. Otra cosa sería que estuviésemos hablando de dramas bélicos con pretensiones educativas/históricas.


Las primeras críticas hacia “10.000” apuntaban negativamente por usar el inglés en plena prehistoria, pero es que así muchas otras decenas de películas ambientadas en épocas y lugares distintos en los que se habla perfectamente inglés (o español cuando la cinta en cuestión se dobla para nuestro país). Si nos cargamos esta película por usar el inglés, entonces nos cargamos por lo menos 30 o 40 años de cine, salvándose pocas películas como “Apocalypto” de Mel Gibson o “En busca del fuego” de Jean Jacques-Annaud.

La última película de Emmerich tiene el suficiente cúmulo de despropósitos como para ser atacada por vías menos obvias como el lenguaje o el patriotismo yanqui. De echo, de lo último poco hay, salvo que entendamos por patriotismo el soltar un discursito antes de una batalla (cosa que también hacen en “Braveheart”, “Gladiator” o “300”)


Así pues, empecemos primero por sus defectos más destacables, que son casi innumerables.

10.000” es una película que se pasa por el forro cualquier rigor histórico. Eso es algo apreciable ya desde el mismo trailer. Hay tal mezcla de culturas, étnias, animales y ecosistemas en un mismo espacio y época, que hasta un niño de la E.G.B. se sonrojaría.
Personalmente, eso es algo que no me importa en exceso, pues lo que andaba buscando era puro espectáculo. Teniendo en cuenta la no veracidad de los hechos, podriamos suspender muchas otras películas (Gladiator, Bravehart o Elizabeth: la edad de oro, son las primeras que me vienen a la cabeza)

Lo lamentable de veras es la caracterización de la tribu protagonista.
Los pelucones a modo de rastas cantan a leguas; su suciedad es superficial, limitándose a cuatro manchas en la cara y uñas con roña, pues por lo demás poseen barbas y perillas perfectamente depuradas y unos dientes blancos como la leche.

Apenas sufren las inclemencias del tiempo y van de una montaña nevada a un caluroso desierto con suma facilidad y rapidez, encontrándose una civilización tras otra, una tribu tras otra. No esta muy claro si siguen en el mismo estracto de tierra o si se encuentran dando tumbos por Port Aventura.

La humanidad y el sentido del honor que sienten algunos de los animales prehistóricos de la cinta es abrumadora. Tanto que el protagonista podría pasar por una nueva versión de “El señor de las bestias”. Aquí se dan cita (enormes) dientes de sable perdonavidas y mamuts domesticados como si de mulas se tratara.

La historia en sí es simplona, lo cual no quiere decir que por ello la película deba ser mala. Quizás el problema haya sido el no aprovechar esa simpleza.
Mientras que Mel Gibson con un guión que cabría en un servilleta de papel hacía de “Apocalypto” una película de la que se respiraba aventura y diversión por los cuatro costados, Emmerich con su “10.000se queda a medio gas en todo.

Sus personajes no son lo heroicos que debieran ser (falta de carisma por parte del prota). La cansina voz en off y una banda sonora deudora de Hans Zimmer no son suficientes para transmitir la emoción necesaria para que las secuencias de acción sean realmente épicas. A parte de que estas secuencias saben a poco...
El primer ataque al poblado lo hemos visto en otras películas y de mejor forma. No le llega, por ejemplo, ni a la suela de los zapatos a la de “Conan el bárbaro”. Incluso “Pathfinder” le da mil vueltas en ese aspecto.
El encuentro con unos gigantonas aves se resuelve con mucha confusión, y a la escena final (¿plagio de “300”?) le falta fuerza.

Hablemos además de que la historia resulta ser un cúmulo de profecias que desembocan en un final de lo más inverosímil y fantasioso, sólo superado por el insultante final de “La liga de los hombres extraordinarios”, y que Camilla Belle es una "actriz" sosa de cuidado (es que ni propinándole unos latigazos le cambia la expresión de la cara)

Con todo ello, podemos llegar a la conclusión de que no vale la pena malgastar el dinero de una entrada en semejante disparate. Y quizás sea así, si uno no se la toma a broma.

Desde luego yo he salido bastante decepcionado, incluso después de haber leído duras críticas que redujeron mis expectativas hacía ella.

Como punto a favor podemos decir que, al fin y al cabo, resulta entretenida si uno no pone reparos a los errores que se dan cita en ella (y si lo hace, puede tomárselo con humor y echarse unas risas). Ignoro si será suficiente motivo para atraeros al cine, pero yo de vosotros me lo pensaría dos veces. Ni siquiera los efectos especiales son suficientemente atractivos, pues el reducido presupuesto (75 millones de dólares) sólo ha dado para unos mamuts impecables, mientras que el resto resulta un tanto bochornoso (véase el dientes de sable o la caída de la punta de la pirámide)

Creo que esta vez Emmerich la ha vuelto a pifiar. No me parece peor que “Godzilla”, pero está muy por debajo del resto de su filmografía (para quien lo considere un mal director esto último puede no significar mucho xD)


Valoración personal:

martes, 4 de marzo de 2008

"New Rose Hotel" (1998) - Abel Ferrara

Partiendo de un relato de William Gibson, la historia nos situa en un futuro no muy lejano, donde las corporaciones luchan por el poder de la información, un poder que puede enriquecerlas y una información que puede cambiar el curso de los acontecimientos.

En este contexto tenemos a Hiroshi, un reputado ingeniero genético cuyos conocimientos pueden poner patas arriba cualquier concepto o teoria antes establecida por los científicos, o simplemente sacarse de la manga una vacuna contra la gripe, por citar un caso hipotético.

Dos corporaciones son las que se rifan los servicios del sr. Hiroshi, un hombre dificil de comprar. Por una lado está la japonesa Hosaka y por el otro la alemana Maas.
Los japoneses deciden contratar los servicios de unos espías para que recapten los datos suficientes sobre Hirsohi para poder utilizarlos a su favor y de algún modo ganarse su confianza.
Los espías Fox (Christopher Walken) y X (Willem Dafoe), una vez recogida toda la información, contratan a una joven y atractiva prostituta para que seduzca al famoso ingeniero y así lo atraiga hacía Hosaka, la megacorporación japonesa.


La premisa es cuanto menos interesante, siempre viniendo de la mentalidad de Gibson. El problema es saber llevarla de forma eficiente, algo bastante dificil dados los resultados.

Hay que reconocer que las obras de Gibson son, la mayoría de veces, dificiles de trasladar al cine. Prueba de ello es “Johnny Mnemonic”, una fallida traslación de una novela del autor montada a modo de apabullante despliegue visual y vacío contenido argumental, en pos siempre de la acción más superflua y del lucimiento de su estrella protagonista, un Keanu Reeves en alza después del éxito de “Speed” (uno de las mejores películas de acción de los 90, dicho sea de paso)

El mayormente sobrevalorado Abel Ferrara se atrevía con un relato de Gibson allá por el 98 dándole un tratamiento poco convencional a la historia, algo que no tiene por que ser negativo (todo lo contrario), siempre y cuando se le dé consistencia y garra al asunto. Esto, obviamente, no ocurre en New Rose Hotel, donde el discurso se reduce a los mínimos, empaquetando el marco argumental en dos personajes y medio, es decir, en Fox, X y de vez en cuando y para, entre otras cosas, subir la testosterona masculina, la prostituta Sandii (Asia Argento).


Todo lo demás -especulaciones, traiciones, tratos, espionaje, etc- ocurre de oídas, pues todo se fundamenta en base a los personajes interpretados por Walken y Dafoe y en sus diálogos reveladores, que a ratos son lo más interesante de una insípida y terriblemente aburrida película.

Al citado Hirsohi lo vemos siempre a través de grabaciones espía y lo que sabemos de él lo conocemos por boca de Fox (Walken). El plan de seducción vemos cómo se prepara pero no cómo se ejecuta, lo cual le resta muchos puntos al desarrollo de la trama.
Dafoe y Walken cumplen con sus respectivos papeles, pues no de ser así el bostezo del espectador sería aún más atronador. Asia Argento se limita a desprender sensualidad por cada poro de su piel, pero poco más. De hecho, se abusa de sus escenas de cama y en ocasiones no aportan nada a la historia.

Para terminar de rematar, todo el farragoso entramado se resuelve a modo de flashbacks durante unos eternos 20 minutos finales. Estos flashbacks o bien son escenas ya vistas o bien escenas creadas para la ocasión y que relatan sucesos no vistos con anterioridad pero de suficiente valía para entender según que cosas. Si esto se hace de forma cuidada y con cierto ritmo, no hay problema alguno en encasquetárselos al espectador (aunque no soy muy partidario de resolver una película de este modo). Pero aquí Ferrara abusa de ellos, llenando el metraje final de un exceso de información que por reiterativa y lonjeva acaba cansando.

El director, que ajerce también de co-guionista, desaprovecha una historia prometedora que en ningún momento tiene fuerza. Ni siquera conocemos la magnitud de los acontecimientos que pueden sucederse, ya que apenas se contextualiza la historia. No sabemos nada de este probable futuro no muy lejano, ni de sus pobladores ni de sus ciudades. Las megacorporaciones no son más que unos nombres en medio de la nada más ambigua.

A Gibson aún se le resiste el medio cinematográfico, pues aún nadie es capaz de trasladar sus novelas de forma contundente, ni hacerlas atractivas ni tan siquiera para el buen amante del género.
Y el que se atreva a adaptar el “Neuromante” debe aprender de los errores de Abel Ferrara y Robert Longo, y saber que forma y lenguaje usar, sobretodo para no convertirlo ni en un pseuproducto comercial para las masas ni en un aturdimiento cerebral de pretencioso envoltorio y poca sustancia.


Valoración personal: