domingo, 18 de octubre de 2009

"Tron" (1982) - Steven Lisberger

Crítica Tron Steven Lisberger
En una década plagada de remakes innecesarios y secuelas tardías (e igualmente innecesarias, aunque a veces, también disfrutables), no es de extrañar que estén en desarrollo proyectos como el de Tron Legacy, secuela del clásico de culto “Tron”, y que se estrenará el año que viene -28 años después que su predecesora-, con Jeff Bridges retomando el papel del programador Kevin Flynn. Si bien el prematuro teaser trailer aparecido en el Comic Con de este año apunta a que esta vez su personaje podría ser el villano de la función.
Dicho esto, se presenta una ocasión ideal para repasar el film original e intentar así descifrar los motivos por los cuales fue, en su momento, un fracaso de crítica y público, y el por qué, años más tarde, terminó convirtiéndose en el film de culto que es hoy día.

Uno de los mayores alicientes de Tron parte directamente de su curiosa y original premisa, en la que un joven programador, Kevin Flynn, tratando de desenmascarar a un alto ejecutivo de una gran corporación, termina “teletransportado” o, mejor dicho, digitalizado, al interior de un mundo digital controlado por un tiránico programa, el PCM.

En este mundo computarizado, en el que los programas adquieren el aspecto de sus creadores, Flynn deberá encontrar a Tron, un programa de seguridad creado por su amigo Alan Bradley (y con su mismo aspecto, of course), y con su ayuda derrotar al PCM y liberar así la computador central de la compañía. Por supuesto, el déspota programa no se lo pondrá nada fácil, y Flynn y sus nuevos amigos virtuales deberán sortear todos los obstáculos que éste les tenga preparado.


Tron” fue, sin duda, una película adelantada a su tiempo. En aquella época, en la que aún no existían ni Pc’s ni Mac’s, pero en la que la tecnología ya empezaba a dar pasos importantes y cautivadores para el público, la propuesta de Steven Lisberger supuso toda una revolución visual y conceptual. Ni tan siquiera existían aún términos que pudieran definir la animación digital que la cinta simulaba.

Aunque hoy día sus efectos puedan parecernos algo anticuados u obsoletos, lo cierto es que en lo visual, Tron sigue siendo fascinante, sobre todo teniendo en cuanto el año de su realización. A mi gusto, quizás sea la integración y aspecto de los personajes reales lo que más evidencia la vejez de la película, pero por lo demás, considero que el paso del tiempo no la ha tratado tan mal y que ese mundo digital aún conserva su atractivo.

Lo más irónico y curioso de ese mundo electrónico que presentaba Tron es que no estaba realizado por completo con efectos digitales (la tecnología de la época aún no lo permitía), sino que todo era fruto de un cuidado y laborioso trabajo de retroiluminación, fotomontajes y rotoscopia. Un proceso artesanal encomiable, en que el que también se pintaban a mano los fotogramas o se utilizaban diversos filtros ópticos para realzar la luz. Además de estas técnicas y la infografía que aportaron empresas como Triple-I o MAGI, hay que destacar también la imprescindible participación de artistas de la talla de Syd Mead, al que le debemos el diseño de los vehículos de este film o los de Blade Runner y Aliens, además del aspecto de Cortocircuito, entre otros trabajos; o Moebius, quién se encargó de diseñar los trajes –como ya hizo en Alien de Ridley Scott- que luce el reparto en el mundo digital.


Todo esto, sin embargo, no sirvió para que la película triunfara en taquilla, sino más bien lo contrario. La recepción del público no fue muy entusiasta, y aunque logró recuperar los 17 millones que costó hacerla, su taquilla doméstica (33 millones), repartida en más de mil cines, no fue lo suficiente como para estar hablando de un éxito (como mínimo, suele exigirse duplicar el presupuesto invertido)

La crítica tampoco fue muy benévola que digamos, por lo que terminó convirtiéndose en un estreno maldito, pese al esfuerzo que hubo detrás de él.
Así que los planes para una futurible secuela se descartaron de inmediato. La productora, Walt Disney Pictures, que por aquél entonces estaba apostando por películas no muy de su ámbito, como la propia Tron o El Abismo Negro, decidió intentar rentabilizar el producto sacando al mercado un videjuego de la misma, el cual propició más beneficios que la propia película. Por lo que resulta algo irónico que lo que pretendía ser un homenaje al efervescente mundillo de los videojuegos fracasara, y que su versión jugable, fuera todo un éxito.

Lo cierto es que más allá de lo meramente visual, la película de Lisberger tiene ciertas e ineludibles carencias narrativas que le impiden ser una buena película, u en todo caso, un entretenimiento más disfrutable. Quizás, el hecho de que esté concebida como un juego de plataformas en el que su protagonista deba sortear varias pruebas, haga de ella más un videojuego cinematográfico que en una consistente película en sí misma. Lo más destacable pues, sería la secuencia de la carrera de Light Cycle, es decir, la de motos de luz, conocidas en España como Cíclos de Luz debido a una mala traducción, y que es la que ha pasado a posteridad.


El resto de la acción es algo torpe, apoyándose mucho el poderío estético, pero olvidando otras cosas muy importantes en el cine como es la implicación con los personajes, que aquí es bastante nula pese a la carismática labor del siempre eficiente Jeff Bridges. Además, las secuencias más trepidantes no gozan de mucha intensidad ni emoción que digamos, por lo que finalmente en la retina del espectador queda grabado únicamente ese fascinante mundo de luces, colores y formas geométricas.

Es quizás la inexperiencia o torpeza de Lisberger tras la cámara (evidenciada aún más en sus posteriores trabajos) lo que mengua considerablemente las posibilidades de Tron de ser un gran entretenimiento y no sólo espectáculo visual.

Aún con sus defectos, Tron es una película que marcó un punto y parte en la forma de concebir el cine, y por ello su visionado resulta imprescindible para comprender la evolución que ha sufrido el campo de los efectos especiales en el séptimo arte. Además fue la precursora de un nuevo subgénero ci-fi como es el de la realidad virtual, y del cual podemos hallar otros títulos como “El cortador de césped” o “Johnny Mnemonic” (anclada ésta, a su vez, en términos cyberpunk), que en comparación, habrían envejecido peor; o también la más reciente Matrix, otra pieza de culto para los amantes del género (no así sus ruidosas y olvidables secuelas).

Quizás sea recomendable abandonar el concepto idealizado que se tiene del film y mantener a buen recaudo el “efecto nostalgia”, para ver un poco más allá de lo que es, igualmente, un título apreciable y significativo. De esta manera es más fácil comprender los motivos de su fracaso inicial y las razones por las cuales es de culto para gran parte de una generación.




Valoración personal:

sábado, 10 de octubre de 2009

"Número 9" (2009) – Shane Acker


Con “9”, probablemente estemos ante una de las propuestas de animación más imaginativas y sugerentes del año, además de una de las más esperadas. Aunque eso no implica que sea la película de animación del año (ese puesto, para mí, ya se lo tiene ganado “Up”)

Su estreno en EE.UU. se produjo el 9 de septiembre (9/9/2009), pero no será hasta el 1 de Enero de 2010, casi 5 meses después, cuando por fin llegue a nuestras salas. Uno de esos injustos retrasos que, por desgracia, cada vez nos sorprenden menos.

La historia de “9” se sitúa en un mundo post-apocalíptico en el que la humanidad ha sido borrada de la faz de la Tierra. En su lugar, parecen haber sobrevivido, entre las ruinas, unos pequeños muñecos de trapo provistos de alma, y que constantemente huyen de una máquina gigante que les persigue con el fin de arrebatarles la vida. Estos muñecos suelen esconderse como pueden del enemigo, pero la llegada de 9, otro superviviente de trapo, cambiará las cosas. La valentía del recién llegado inducirá al resto a superar sus propios miedos y a hacer frente a la máquina de una vez por todas. Juntos intentarán vencer al malvado ser que les atormenta y les quiere robar el alma. En su camino, además, descubrirán el origen de estas máquinas y también el de ellos mismos.


“9” es algo así como la versión extendida del cortometraje de mismo título que creó Shane Acker en 2005 (pinchad aquí, por si no lo habéis visto aún), y con el que fue nominado –aunque no vencedor- a los Oscars de aquél año en la categoría de Mejor Corto Animado (compitiendo con Pixar, quienes tampoco se llevaron la estatuilla). El trabajo de este animador dejó impresionado al mismísimo Tim Burton, y de ahí que éste sea uno de los productores de este largometraje (el otro es el inefable Timur Beckmambetov…)

Que el nombre de Burton figure en los carteles es un arma de doble filo. Por un lado, para el público de a pie es de sobras conocido, por lo que la película ya está medio vendida; pero por el otro, puede llegar a eclipsar la figura de su director y creador, como ya ocurriera con “Pesadilla antes de Navidad” (méritos compartidos entre Burton y Henry Selick) De hecho, con el primer tráiler, muchos ya certificaban la presencia del toque Burton en ella, cuando resulta que la idea y toda la inventiva conceptual y visual del film se debe exclusivamente a Acker. Así que habrá que esperar si con el tiempo, y con futuros proyectos, Acker consigue hacerse un nombre propio en la competitiva industria de la animación (talento no parece faltarle)

El mayor atractivo de “9” reside, obviamente, en su peculiar “puesta en escena”, por así decirlo, bastante alejada de las propuestas habituales; y en sus protagonistas, nada menos que un puñado de muñecos de trapo con alma. Las aventuras de estos personajes se desarrollan, además, en un escenario poco corriente en el género de animación para toda la familia (exceptuando a Wall-E, claro); un mundo post-apocalíptico sombrío y devastado por una guerra entre hombres y máquinas (¿alguien ha dicho Terminator?). A ese tono oscuro y semi-adulto se le añade luego toda una maquinaria/tecnología de carácter bastante retro o “stitchpunk”, como alguno ya la ha definido (da la impresión que ese futuro es más bien un pasado alternativo, a juzgar por algunos vehículos que se observan durante el metraje), por lo que la propuesta no podría ser más atrayente para el espectador habido de ideas nuevas que refresquen el panorama cinematográfico actual.

Así que en ese sentido, la película de Acker es una delicia, y ya sólo por su estética merece un visionado. Ahora bien, una vez inmersos en la historia, ésta ya no goza de la misma genialidad que su atractivo envoltorio.


La acción está por encima de casi todo lo demás, y en su espectacularidad reside gran parte del sustento de la trama, que todo hay que decirlo, es algo monótona. La verdad es que se echa en falta algo más de profundidad en unos personajes que son puro estereotipo (aunque se agradece que el muñeco de trapo más habilidoso sea hembra y no macho).

La acción está bien llevada, con un ritmo intenso y unas secuencias bien orquestadas, pero algo faltas de épica (algo más cercano a lo que es un videojuego, pero sin partícipes en él). En parte, eso es debido a que nuestra implicación con los personajes es algo vaga, de modo que los momentos más emotivos también se resienten un poco. Por ejemplo, la parte final concentra un importante carga dramática que, digamos, funciona gracias a la fuerza de sus imágenes y no tanto el cariño que uno le haya podido coger a los personajes. Por tanto, se apela poco a nuestra empatía, dejando que la creatividad visual sea la que nos deje prendados (algo que, de seguro, conseguirá en más de un espectador)

Ese tono adulto que se intuía en el tráiler no lo es tanto, si bien tampoco se puede decir que sea una cinta infantil, pues algunas imágenes podrían ser algo aterradoras para los críos (básicamente cuanto hacen acto de presencia las temibles y espeluznantes máquinas)

A mi juicio, las carencias que muestra la película son quizás herencia de un cortometraje que, para funcionar, no necesitaba tanto fundamento. Pero para extender 11 minutos a casi ochenta (muy poquitos, por cierto), hacen falta muchos más ingredientes. Acker lo sabe y aprovecha la extensión de metraje para situarnos en un contexto mejor definido, presentarnos a todos los personajes y desarrollar una explicación del por qué de su existencia. Todo lo que no necesita el corto, resulta imprescindible para el largometraje, quedando el concepto original como una idea aislada que funciona perfectamente en su campo de limitada duración. Aún así, a Acker -que ha contado con la ayuda de otros dos guionistas- le falta trabajar mucho más los personajes y las emociones que necesita transmitir la historia. No es que se quede en un producto superficial, ni mucho menos, pero es un claro ejemplo de que el continente es muchísimo mejor que el contenido, o digamos que está más conseguido. Sin embargo, y en última instancia, como producto de entretenimiento que es, funciona sin problemas.


Creo que una mención aparte es la que merece la banda sonora de Deborah Lurie, que me parece estupenda. Enérgica percusión acompañada de poderosos coros, y que a veces pasa a ser algo más sosegada, pero manteniendo siempre un tono muy característico. Por tanto, siento que contiene esa épica que tanto se echa de menos en algunas imágenes, pero que a la vez tan bien las acompaña. Se nota también un poco la mano de Danny Elfman, que ha participado en la composición de algunos temas. Así que si sois entusiastas de las bandas sonoras, ésta no debería faltar en vuestra colección.


En resumidas cuentas, “Número 9” entretiene pero no deja huella más allá de lo puramente estético. Muchos se quedarán prendados por esa creatividad visual de Acker (digna de elogio, por supuesto), mientras que otros, como un servidor, no podremos desprendernos de esa sensación a ligera decepción. El diseño de producción es fantástico, con un aura oscura más que acertada y con una acción trepidante y muy efectiva, pero la historia no es tan atrapante, ni tan original ni tan entrañable (aunque el canto a la vida y a la amistad que transmite siempre es bienvenido)




Valoración personal:

miércoles, 7 de octubre de 2009

"Night Train" (2009) – Brian King


Cada vez tengo más claro que, cuanto menos sepa uno sobre la película que se dispone a ver, mejor. Con haber leído la sinopsis, tener claro el género que trata y, como mucho, haber visto un tráiler para saber si puede resultar interesante o no (siempre que no sea de esos destripantes), hay más que suficiente, o al menos es una ventaja para no crearse expectativas de ningún tipo.
Obviamente, eso no implica que, bajo este modus operandi, todo cuanto veamos sea de nuestro agrado, pero puede que sí estemos más predispuestos a dejarnos llevar por la historia que se nos quiera contar.

Night Train es una de esas películas hechas para salir editadas directamente a DVD. Con este tipo de producciones suele haber cierta desconfianza, si bien de vez en cuando uno descubre cintas bastante interesantes que acaban dejando un mejor sabor de boca que las superproducciones hollywodienses que abarrotan nuestras carteleras.

La historia de aquí se nos relata acontece en Nochebuena, en un tren nocturno con muy pocos pasajeros. En una de sus paradas, un misterioso personaje sube a bordo del tren sin apenas mediar palabra, y toma asiento en el último vagón de todos, ocupado tan sólo por otras dos personas; Peter Dobbs (Steve Zahn), un hombre de negocios, y Chloe White (Leelee Sobieski), una joven estudiante de medicina.

Al cabo de un rato, cuando el revisor (Danny Glover) se decide a cobrar el billete al extraño viajero, éste resulta que ha muerto debido a la ingesta de unas potentes pastillas. El procedimiento habitual en estos casos, es hacer una llamada informando del suceso, para que en la próxima estación se encarguen del cadáver. Sin embargo, la curiosidad puede con los pasajeros, y éstos deciden abrir un paquete que el hombre agarraba con fuerza momentos antes de su muerte. Para su sorpresa, el paquete contiene una caja con valiosísimas piedras preciosas, de modo que los tres, pasajeros y revisor, toman la decisión de deshacerse del cuerpo sin que nadie los vea, y repartirse así la fortuna del desconocido.

Pero pronto esta codiciosa decisión desencadenará una serie de fatales consecuencias, no sólo para los implicados, sino también para el resto de pasajeros del tren. El preciado tesoro será motivo de engaños, traiciones y obsesiones, que harán tambalear los cimientos de la moral humana.



Como ya sabréis, las películas que se desarrollan en un único espacio, ya sea cerrado o no, suelen tener para mí, un especial atractivo. En este caso, toda la trama se desarrolla a bordo de un tren nocturno, el cual va casi vacío, y son unos pocos personajes los que centran nuestra atención.

Al principio, conocemos un poco a estos personajes, lo suficiente como para intuir más o menos que papel desempeñará cada uno en esta historia. Luego de la inesperada muerte del extraño pasajero, es cuando el viaje empieza a ponerse interesante, observando el plan que trazan los tres para poder deshacerse el cadáver sin ser vistos, y así poder quedarse con la valiosa caja.

Pero como suele ocurrir en estos casos, el plan falla y los imprevistos no tardan en sucederse. A medida que el tren avanza, la situación se va complicando cada vez más, hasta terminar descontrolándose de mala manera. Y con la aparición de otro desconocido pasajero, se revelan unos datos que hacen el viaje mucho más espeluznante.

A partir de ese momento, la película coge un tono más tenebroso, pasando del simple thriller, al thriller sobrenatural. No es que estemos hablando de un brusco giro de guión a mitad de metraje, ya que la película va dejando entrever sus intenciones a medida que va avanzando, pero sí es cierto que cuando tenemos un poco más de información acerca de la caja, la historia adquiere otro matiz muy distinto.


Brian King, que anteriormente había sido guionista de esa joyita de la ci-fi reciente titulada Cypher, debuta en la dirección con esta historia escrita también por él mismo y que bien podría haber surgido de la mente de un Richard Matheson, por ejemplo. De hecho, Night Train podría pasar por un capítulo largo de Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) o Historias de la cripta (Tales from the Crypt), ya que su planteamiento fantástico evoca directamente a los relatos de esas series. Puede también que funcionase mejor como episodio corto que como largometraje, pero la ajustada duración del film evita que tengamos esa sensación de estiramiento que a veces se da con algunas películas que adaptan relatos cortos. Y es que King guarda algún que otro as en la manga para que reforzar su cuento, aunque no se puede negar que quizás descarrile un poco hacia el tramo final; y no porque la historia pierda interés, ni mucho menos, pero si se torna algo más efectista, y entran en juego demasiados personajes… más de los que la historia necesita.

De todas formas, el punto fuerte de la película radica en las acciones y reacciones de los protagonistas entorno a la dichosa cajita. Eso, unido a unas competentes actuaciones y un ritmo in crescendo, hacen de Night Train un meritorio entretenimiento, quedando claro que un limitado presupuesto no es impedimento para que una buena idea llegue a buen puerto (¿o a debería decir estación? xD)

Tampoco la historia necesita de muchos medios. El propio entorno (un viejo tren, en una oscura, fría y nevada noche… qué mejor ambientación que ésta) y una acertada y poco ambiciosa dirección, hacen que sea un producto bastante digno.

De paso, nos reencontramos con un veterano como Danny Glover, al que siempre es un placer ver en pantalla, y redescubrimos a Steve Zahn, un actor que ya me demostró en Rescue Dawn que es más que un secundario graciosete. A ambos les acompaña Leelee Sobieski, aquella joven promesa que finalmente se quedó en eso, en promesa y poco más (la verdad es que a mí nunca me gustó demasiado, y aquí tampoco es que brille demasiado en su rol de femme fatale). Zahn y Sobieski, por cierto, ya habían compartido cartel en otro thriller de terror, “Nunca juegues con extraños”.

En definitiva, Night Train me ha supuesto una grata sorpresa. No es ninguna maravilla, pero hace honor a la expresión de “menos es más”, y King se las apaña bastante bien para entretenernos durante poco más de 80 minutos, gracias un guión muy curioso e inquietante.




Valoración personal:

sábado, 3 de octubre de 2009

"Arrástrame al infierno" (2009) – Sam Raimi


Más vale tarde que nunca, o eso dice la dicha. Y es que aunque me hubiera gustado reseñar esta película en su momento de estreno, no ha podido ser hasta ahora cuando realmente puedo dejar constancia de mis impresiones acerca del esperado retorno de Sam Raimi al género del terror (del terror gamberro, para ser más exactos)

Y es que han sido muchos –demasiados- los años dedicados a la saga del trepamuros, y ya tocaba volver a los humildes orígenes.

La historia de “Drag Me To Hell” empieza con Christine Brown (Alison Lohman), una joven y buena chica de pueblo que trabaja en un banco y que tiene por novio a un comprensivo y afable profesor de Universidad. La vida de Christine es de lo más corriente, y lo más excitante que le podría ocurrir es que la ascendieran en el trabajo, algo por lo que ella está trabajando duramente. Pero ese puesto se lo disputa también uno de sus nuevos compañeros, así que deberá empezar a tomar ciertas decisiones que le convengan más a ella que a sus clientes.

Desgraciadamente, el momento en el que decide dejar a un lado su bondad para pensar un poco más en sí misma y en su futuro, resulta ser el más inoportuno y con la persona más equivocada. Y es que tras negarle, aún con súplicas, un retraso en el pago de la mensualidad de la hipoteca a la anciana Sylvia Ganush, ésta, ofendida y desdichada, le lanzará una maldición que cambiará por completo la apacible vida de la simple empleada. A partir de ese instante, un malvado espíritu la perseguirá con el único objetivo de arrastrarla al infierno. ¿Podrá Christine, de algún modo, deshacerse de dicha maldición?


Para muchos, Sam Raimi es un director conocido y respetado por la costosa y taquillera saga de Spider-man, pero para otros lo es por ser el responsable de otra saga muy diferente: Evil Dead, compuesta ésta por tres películas antológicas en las que destacó el personaje de Ash (interpretado por un inimitable Bruce Campbell) y que por méritos propios se han convertido en clásicos indiscutibles del cine de terror (especialmente la primera, la más terrorífica de todas; siendo la segunda un pseudo remake cómico de su antecesora, y la tercera un delirante y entretenidísimo mejengue de géneros con el que se reafirmó la grandiosidad del antihéroe Ash)
Somos precisamente los que estamos en este segundo grupo los que más deseábamos que el director volviera a deleitarnos con alguna de sus aterradoras gamberradas.

Así es como Raimi, escaldado por las nefastas opiniones vertidas sobre la última entrega del superhéroe arácnido (no reflejadas en una triunfante taquilla, todo sea dicho), decidió retomar un proyecto que escribió casi una década atrás, y que versaba, de nuevo, sobre el tema de las maldiciones y los espíritus malignos. Esta vez sería una chica la que se vería acosada por las fuerzas del mal.


“Arrástrame al infierno” nos devuelve, concretamente, al Raimi más cercano a “Terroríficamente muertos (Evil Dead II)"; un tipo gamberro, disparatado, desagradable y sin tapujos. Adjetivos más que reconocibles en su última película. Ahora bien, hay muchísimo menos gore debido a la calificación PG-13 que la cinta ostenta por imposición del estudio (y es que sólo piensan en el dinero…)

Alison Lohamn, que ya demostró aptitudes en “Los impostores (Matchstick Men)” de Ridley Scott, es Christine Brown, la víctima de la maldición de la lamia, el ser infernal que querrá llevársela a lo más profundo del infierno. En ese sentido, la película transcurre en base a los acechos del monstruo a la chica, que son de lo más variopintos y también nauseabundos, y con especial predilección por “las cosas que entran y salen de la boca”, recurso que Raimi utiliza de forma excesivamente reiterada (la primer a vez tiene su gracia, la segunda se acepta, pero ya las venideras terminan por cansar y demostrar una alarmante falta de originalidad)

Quizás el mejor momento de la película sea el tour de force entre Christine y la vieja Ganush en el aparcamiento. Una secuencia tan violenta como descabellada, y que supone el inicio de los terribles acontecimientos que le sucederán a la protagonista. Aunque más allá de eso,
encuentro muy interesante también el dilema moral que se le plantea a ésta hacia al tramo final.

Tampoco es que el planteamiento que Raimi nos propone sea muy original. El tema de las maldiciones, con la ayuda de los médiums y demás tópicos, está ya algo gastado, pero el director sabe salir a flote gracias a su mala leche, a ese tono irreverente y paródico que envuelve la cinta. De hecho, si no fuera por eso, no pasaría de ser otra película de terror más, plagada de golpes de efecto sonoros que difícilmente nos provoquen algún susto (a lo sumo, reventarnos los tímpanos si disponemos de un ensordecedor Dolby Surround)


Por supuesto, además del aspecto cómico, la película fluye con solvencia gracias una conseguida atmósfera (pese a lo cutre de algunos efectos digitales; cosa perdonable siendo una serie B) y un ágil ritmo narrativo, además de apoyar todo el peso de la película en una actriz entregada a su personaje (nada que objetar a la excelente labor de Lohman, pese a que eso deje a su novio en la ficción–Justin Long- en un segundísimo plano)

Pero como ya digo, los caminos por los que discurre esta cinta están muy vistos, y los recursos que emplea el director no son lo sorprendentes que cabría esperar de un cineasta de tan experimentada trayectoria, más cuando termina cayendo muchas veces en el recurso fácil (los ruidos, los momentos oníricos…) o en lo innecesariamente grotesco y/o exagerado (algo de lo que no me quejaría si estuviera algo más medido y repartido a lo largo del metraje)

Con lo bueno y lo malo, “Arrástrame al infierno” se convierte en una divertida, entretenida y algo asquerosa cinta de terror, que gustará más o menos dependiendo de si uno sabe dejarse llevar por el tono burlesco y autohomenajeador que Raimi nos propone. Y es que ese desmedido humor negro puede no convencer a todos por igual.

Para un servidor, ha resultado ser una ligera aunque no completa satisfacción, si bien supone una muestra más que evidente de que aún queda algo del director que fue antaño. Lamentablemente, parece que ser que en un futuro próximo se prestará de nuevo a seguir ridiculizando al trepamuros y a ser otro rico mercenario con el que Hollywood pueda llenar sus arcas (algo, por otro lado, comprensible, teniendo en cuenta que el film que nos ocupa tampoco ha sido un gran éxito, pese a cubrir sobradamente su modesto presupuesto)


P.D.: Mención especial a Lorna Raver como la vieja Sylvia Ganush, una villana que merece, desde ya, un puesto de honor en la historia del género.




Valoración personal: