sábado, 28 de julio de 2012

“Impávido” (2012) – Carlos Therón

Crítica Impávido 2012 Carlos Therón
Cuando un director tiene un estilo muy marcado a la hora de rodar, éste deviene en un sello inconfundible para identificar sus películas. Esto puede ocurrir tanto en el cine mainstraim (Michael Bay, Tim Burton…) como en el cine más independiente (Wes Anderson, Terence Malick…).

 Cuando esto ocurre, es fácil acumular a tu alrededor tantos admiradores como detractores. Claro que siempre es mejor eso que ser un mero mercenario sin personalidad…

Lo cierto es que cuando el estilo de un director gusta, no es raro que surja algún admirador/imitador que pretenda copiarle u homenajearle (según se mire), o simplemente alguien que, en ciertos aspectos (manejo de la cámara, temáticas, etc.) denote cierta influencia de ese director. 

El día en el que Guy Ritchie se presentó al mundo entero con “Lock & Stock”, no tardaron mucho en compararle con el director de “Reservoir Dogs”. Tanto es así, que algunos le calzaron el apelativo de “el Tarantino inglés”. Aún con un registro similar, lo cierto es que Ritchie logró desmarcarse pronto de las comparaciones y labrarse su propio sello característico y genuinamente inglés.

Ahora es Carlos Therón el que parece querer emular el cine gangsteril de Ritchie y Tarantino con esta “Impávido”, una película con mucho macarra, mucha tía buena, mucho dinero y mucho tiroteo; y con un protagonista con tanto morro y chulería como mala suerte. Aunque según él, la suerte -buena o mala- no existe.

Rai, un ladrón de coches de poca monta con habilidades de tahúr, le debe dinero a Mikima, el jefe del crimen organizado. Para saldar su deuda de juego debe hacer un encargo aparentemente sencillo. Sin embargo, las cosas no salen como estaba previsto y la oportunidad de devolverle el dinero acaba volando por los aires junto con un coche robado.
Y esto es sólo el principio del peor día en la vida de Rai…

Después de rodar varios cortos,  ejercer de guionista para la serie “Los hombres de Paco” y debutar en el cine dirigiendo la infame “Fuga de cerebros 2” (un producto de encargo sin más), Therón lleva al largometraje el corto homónimo que realizó en 2007. Para ello, el director, que co-escribe el guión junto a su hermano Roberto y Alfonso Aranda (habituales colaboradores en sus cortos), cuenta con el reparto original de aquél.

Julián Villagrán, al que hemos visto recientemente protagonizando “Extraterrestre” de Vigalondo o haciendo de yonki en “Grupo 7”, se mete en la piel de Rai, un torpe ladronzuelo que acaba en la cárcel por amor y sale de ella más sólo que la una. Su (ex)novia italiana, Daniella, se ha buscado a otro que la mantenga y ya no le hace ni puñetero caso (ni siquiera le contesta las llamadas).

Su estancia entre rejas, no obstante, no le han hecho cambiar de vida, y Rai regresa a sus malos hábitos de siempre: robar coches. Esta vez se asocia con Manrique, al que conoció en la cárcel y con quién trabó una buena amistad.

Todo va de lujo hasta que topa con Tena (Manolo Solo), el contable de Mikima y el encargado de coordinar sus operaciones con la obligada colaboración del inútil del sobrino de su jefe. A través de él, Rai entra en una partida de póquer en la que termina perdiendo y debiendo un montón de pasta al tipo más peligroso de la ciudad. Y ahí es dónde empiezan sus problemas…

 
Macarras, ladrones, policías corruptos, traficantes de cocaína, puteros, prostitutas, bailarinas de striptease… “Impávido” cuenta con el repertorio de chusma habitual al completo para desarrollar esta macarra comedia criminal al más puro estilo Guy Ritchie, al que homenajea/copia con todo el descaro del mundo (rifs de guitarra en la banda sonora incluidos). Probablemente a la película que más se asemeje del director inglés sea “Snatch (Cerdos y diamantes)”, algo que la propia distribuidora se encarga de recordarnos en la promoción.

En ese sentido, la película suena a ya visto, y dentro del panorama criminal no ofrece nada nuevo. Tampoco Therón ha sido el primero en acercase al género de este modo… Ya lo hizo en su momento Juanma Bajo Ulloa con “Airbag” y más recientemente Paco Cabezas con la horrible “Carne de neón”. 

 ¿Es eso un problema para disfrutarla? No del todo, ya que la historia en sí y los personajes tienen su atractivo, y los 95 minutos de desventuras resultan, cuanto menos, entretenidos.

La narración alterna el seguimiento de los distintos personajes que componen la trama, de modo que mientras vemos a Rai por su cuenta de viaje por Europa, Mikima y Tena se dedican a lo suyo. Y a ninguno de ellos parece sonreírles la fortuna.

La película es un cúmulo de desdichas, una tras otra, con Rai pringando más y más a cada minuto que pasa. Las cosas se tuercen de mala manera por un lado y por el otro, para que al final -como es de esperar- todos los males confluyan en una gran bola de m*****a que acabará reventando y salpicando a todos. Para llegar a eso, Therón y compañía llevan “la mala suerte” del/los protagonista/s hasta el extremo, forzando un tanto demasiado los giros y golpes de efecto que presenta su guión. Ese es, quizás, el mayor punto negro de la película… Si el desarrollo resultara algo más “casual”, quizás el conjunto sería más sostenible y loable.

De todos modos, “Impávido” tiene gancho y los atributos suficientes para contentar a los que gusten de este tipo de cine. Claro que puestos a devenir en un Ritchie a la española, no hubiera estado de más que Therón la hubiera hecho parecer más autóctona. Porque dejando a un lado la nacionalidad de sus intérpretes, lo cierto es que la historia bien podría transcurrir en cualquier otro lugar que no fuera España y no se notaría la más mínima diferencia. 

Y es que la influencia del cine extranjero (americano, más que nada) es tal, que a la película le falta cierta entidad y autenticidad patria. Algo similar le ocurría a “Promoción fantasma”, que de tanto mamar y homenajear del cine adolescente yanqui (con John Hugues a la cabeza), al final les salía un híbrido un tanto anacrónico.

Aquí  tanto los personajes como los escenarios son meros estereotipos del cine de toda la vida. No digo que esta chusma no se encuentre en España (desde luego que sí), pero no imagino a muchos mafiosos de aquí conduciendo un Shelby Cobra del 64’ ni realizando atracos al más puro estilo Hollywoodiense (¿alguien ha dicho “Le llamanda Bodhi”?). Pero había que meter un carro clásico (y de lujo) para que Mikima se viera más “cool” y presuntuoso, y obviamente no le iban a poner al volante de un Seat 600 o un Citröen Dyane. 


Es un detalle nimio, pero es un pequeño ejemplo de lo poco española que se siente a ratos la película. Las charlas de Rai y Manrique en la cárcel, el atraco de Mikima… Esto ya lo hemos visto antes (y mejor), y la ubicación spanish no ayuda a marcar la diferencia, aunque de vez en cuando sí ofrece sus puntos más cañí (esas cangrejeras…), y algunos diálogos le dan un toque más de aquí que ayuda a sentir la historia un poquito más cercana. También tenemos a Tena, que parece salido de “Cuéntame cómo pasó”, y que es de los pocos personajes que realmente se acerca a la fauna patria.

En cuanto al reparto, la mayoría resulta competente, pues ya venían con el rodaje hecho en el cortometraje original. Villagrán se muestra cómodo en la piel del torpe de Rai, un delincuente granujilla pero sin ser mala gente del todo.  Manuel Soto clava con toda naturalidad al bigotudo de Tena (en mi opinión, lo mejor de la película) y Selu Nieto da el pego como el atolondrado -pero más listo de lo que parece- primo de Mikima. Por su parte, Pepe Oliva,  Victor Clavijo (que siempre cumple) y Pepón Nieto (que casi siempre hace de Pepón Nieto) aciertan también en sus pequeños papeles, así como algún otro conocido del director (Pablo Penedo, el guaperas gay de “Fuga de cerebros 2”).

Al otro lado de la balanza, en cambio, tenemos a Nacho Vidal, que por mucho que se esfuerce en poner cara de malote no convence como el villano de turno. Lo suyo es el porno, y no hay más vuelta de hoja. Físicamente da el perfil para su personaje, pero sus cualidades actorales se reducen a lo que le cuelga entre las piernas. Carolina Bona (Daniella) ni fu ni fa, aunque aquí el problema quizás esté en el idioma. Y Marta Torné luce palmito y poco más, aunque eso, hay que reconocerlo, se le da muy bien (para el papel de chica florero tampoco es que se necesite mucho más).

El accidentado periplo de este “impávido” robacoches (en una especie de infausto y apresurado viaje hacia la madurez tardía) se queda algo por debajo de las pretensiones de Therón (quién aún está a tiempo de encontrar su propio estilo en futuros trabajos), pero tampoco disgusta si se acude a ella con pocas expectativas (tal fue el caso de un servidor). El montaje vertiginoso y videoclipero es efectivo para el tipo de propuesta que ofrece, así que ahí no hay peros que valgan, y algunos gags están bastante logrados

P.D.: El título viene, en gran medida, por el juego de cartas al que juegan los protagonistas: una variante del mus francés en la que una amable muchacha se mete debajo de la mesa para prestar sus favores -al azar- a uno de los jugadores. El que descubre quién es el afortunado jugador que los recibe, se lleva todo el dinero de la mesa.

  

Valoración personal: 
 

viernes, 20 de julio de 2012

“El caballero oscuro: la leyenda renace” (2012) - Christopher Nolan


Crítica El caballero oscuro: la leyenda renace Christopher Nolan 

*Nota de aviso: Con tal de no quedarme en la superficie y poder profundizar un poco más de lo habitual, me permito enmarcar algunas reflexiones debidamente señaladas como spoilers. 

Todo comienzo tiene un final. Es ley de vida, y con Batman no hay excepción.

El popular superhéroe de DC resurgió de sus cenizas hace ya ocho años de la mano de Christopher Nolan, quién le dio al personaje un enfoque muy personal y nunca antes visto en el subgénero superheroico. El director sacrificó parte de la fantasía del universo de Batman para otorgarle un tono más realista. O dicho de otro modo, más plausible con nuestra realidad. Eso marcó las pautas por las que se acabaría construyendo esta nueva saga, siguiendo un camino mucho más serio, solemne y sombrío que el que jamás había transitado dicho héroe en el cine.


Todos esos atributos encandilaron tanto al público (los fans, especialmente) como a la crítica, algo que no pasó desapercibido para otros estudios y productores, que no dudaron en incluir las palabras “realista y oscuro” en su habitual vocabulario. Tal es así, que “al estilo Nolan” no tardó mucho en convertirse en una coletilla que definiría un concepto hoy día perseguido por muchos pero no alcanzado todavía por nadie.  De hecho, y pese a lo bien que le ha sentado a Batman, dicho estilo no tiene por qué congeniar con todos los personajes de cómic llevados a la gran pantalla y ni mucho menos con todo reboot que Hollywood se plantee. Pero ya se sabe que cuando algo triunfa hay que copiarlo y explotarlo.

El éxito y los elogios alcanzaron una mayor magnitud  tras la llegada de la segunda –y formidable- entrega, “El caballero oscuro”. Incluso un servidor, poco entusiasta con su predecesora, se rindió a sus pies ante las cotas de excelencia que alcanzaba el filme, algo que sólo se podía lograr transgrediendo a las inconfundibles señas de identidad de un género muy encorsetado. Porque más que una película de superhéroes,  “El caballero oscuro” era un thriller policial de primera categoría. 

Lo que para mí fue toda una revelación, para el resto no fue más que la confirmación de que Batman  había regresado por la puerta grande y de que esta nueva oportunidad en el celuloide iba a dejar huella. Y la ha dejado, no nos quepa duda.

Pero tal como decía al inicio, todo termina, y el Batman de Christopher Nolan lo hace con esta tercera y última entrega. Es el fin de una franquicia, el fin de un ciclo iniciado ocho años atrás. Tarde o temprano, este justiciero de la noche volverá a nuestras pantallas, pero ya no será en manos de Nolan, que se despide dejando el listón muy alto.

Han pasado ocho años desde que Batman (Christian Bale) desapareciera en la oscuridad, convirtiéndose de héroe en fugitivo de la noche a la mañana. Al asumir la culpa por la muerte de Harvey Dent, el Caballero Oscuro lo sacrificó todo por un bien mayor. Y durante un tiempo, esa mentira con la que han cargado él y el Comisario Gordon (Gary Oldman) ha funcionado sin problemas. La actividad criminal de la ciudad de Gotham se ha visto aplacada gracias a la dura Ley Dent. Pero los tiempos de bonanza están llegando a su fin.

La aparición en escena de Bane (Tom Hardy), un terrorista enmascarado, y sus despiadados planes para Gotham obligan a Bruce Wayne a regresar de su autoimpuesto exilio para volver a enfundarse en el traje de Batman. Esta vez, sin embargo, hace falta algo más que un superhéroe para vencer al mal.

Si en “El caballero oscuro” (a partir de ahora TDK) nuestro héroe se batía en un duelo más bien intelectual contra su anarquista oponente, el Joker, en “El caballero oscuro: la leyenda renace” (a partir de ahora TDKR) el enfrentamiento se amplía también a lo físico. Bane es un saco de músculos muy bien entrenado y capaz de darle una buena paliza a nuestro protagonista. Y a su fuerza casi sobrehumana hay que añadir una cabeza perfectamente amueblada y capaz de planificar el caos más absoluto en Gotham (nada que ver con el marioneta sin cerebro que vimos en la bochornosa “Batman & Robin” de Schumacher).


Además, Bane cuenta con todo un ejército a sus órdenes, por lo que en esta ocasión Batman necesita de más efectivos para evitar que el villano se salga con la suya.

Ahí entra de nuevo el Comisario Gordon, su más fiel aliado, y un nuevo recluta, John Blake, un joven y perspicaz agente de policía que devendrá en una pieza clave del equipo.

Blake, por cierto, SPOILER—conoce la identidad de Batman, pero la explicación que nos dan los guionistas no es muy sostenible. Por muy espabilado que sea el chico y por mucho que su sufrimiento lo emparente con Wayne,  cuesta creer que le desenmascare con tanta facilidad – FIN SPOILER

Las últimas palabras de Gordon en TDK decían que “Batman es el héroe que Gotham se merece, pero no el que necesita ahora.” Esto ya no es así. La ciudad necesita urgentemente a su solitario justiciero, aunque su regreso no sea deseado por todos. Los representantes de la ley están en su contra, y eso, obviamente, dificulta su misión. Aunque éstos no son el único obstáculo al que tiene que enfrentarse. Una habilidosa ladrona de dudosa integridad, Selina Kyle (una estupenda Anne Hathaway), merodea por la ciudad al servicio del enemigo (aunque por sus propios intereses).

Todos estos personajes confluyen en una guerra sin cuartel que tiene a Gotham como escenario y a sus ciudadanos como principales víctimas; o mejor dicho, rehenes.

El caos y la destrucción vuelven a ser el objetivo principal de un villano que, no podemos negarlo, se queda por debajo del legado ofrecido por el Joker de Ledger. Esto, no obstante, es algo que ya se veía venir. De todos modos, es un personaje con entidad y presencia, y probablemente el némesis perfecto de Batman.  El único modo de vencerle es sobreviviendo al mismo infierno que él padeció. Bane lleva a Batman al límite, por lo que nuestro héroe afronta aquí sus mayores retos para conseguir renacer de sus propias cenizas. 

¿Hay algún pero? Sí, que el terror que inspira Bane se vaya un poco al traste cada vez que abre la boca

Con el montaje en mano, la preocupación de Warner residía en que la máscara (adecuadamente justificada en la historia) impedía que se escucharan correctamente sus líneas de diálogo, por lo que Nolan prometió una mejora, aunque no una modificación total. Siendo éste el resultado, el problema no está en que no se le entienda sino en lo chocante de la entonación y las florituras que le otorga Hardy a su voz; demasiado teatral y exasperantemente histriónica. Un desacierto que, en mi opinión, echa al traste gran parte de la fuerza de su personaje, ya que en su caso la voz es prácticamente el 90% de la interpretación. E ignoro si en el doblaje al castellano corregirán este lastre o, si por el contrario, lo empeorarán (me inclino por lo segundo…).
Voz a parte, es el villano que necesita esta secuela porque Bane es un terrorista, y “The Dark Knight Rises” trabaja a una escala mucho mayor que su predecesora; es una película más grande (siguiendo así una pauta habitual de Hollywood en toda secuela que se precie). Aún situándose dentro de un mismo escenario (Gotham), TDK estaba más condensada (entorno a una figura, el villano, y sus distintas “travesuras”) y era mucho más redonda. En una el camino es más recto, mientras que en la otra los desvíos y atajos eran constantes. Por otro lado, y aunque ambas se construyen en base a una estructura universal (introducción, nudo y desenlace), sólo la tercera acarrea con el peso que supone dar el “punto y final” a una trilogía. Y esa es mucha responsabilidad. Muy bien llevada a lo largo de más de horas, aunque algo titubeante en varias de sus decisiones finales. Decisiones, algunas, discutibles si son analizadas desde un prisma muy subjetivo, pero para nada incorrectas.

SPOILER ---
Había dos caminos a seguir. Ambos plausibles, pero uno mejor que el otro. O sino mejor, más justo y menos conveniente cara a una mayor parte del público (y cara a los productores). 

En principio, en el “pre-final” me creo la muerte Batman. ¿Por qué? Porque necesito/quiero creérmela. Es lo que el cerebro -no así el corazón- me pide que sea; lo que la saga pide que ocurra. Porque es el cierre definitivo, el colofón final, que el Batman de Nolan andaba buscando. Principalmente porque ese es el camino que más o menos se ha ido marcando desde el principio: el nacimiento del héroe (Batman Begins), el alzamiento y la caída (TDK), la muerte y la gloria (TDKR). Y en cierto modo hay una muerte, pero sólo la del alter ego. Y es que en el fondo, Gotham sigue y seguirá necesitando a Batman, se esconda quién se esconda bajo la máscara. Porque el bien siempre estará tan presente en el mundo como lo estará el mal; y cuando está el mal, todos necesitamos un héroe que nos haga creer y nos impulse hacía lo correcto; un héroe que nos guíe en la oscuridad y sirva como símbolo y ejemplo de conducta (aunque su forma de impartir justicia sea, curiosamente, infringiendo las leyes establecidas por el hombre).  

FIN SPOILER ---

La oscuridad en la que ha transitado la franquicia a lo largo de tres películas culmina en haz de luz brillante y, en cierto modo, cegador. Y quiero creer que esa luz responde a decisiones artísticas más que económicas, pero mucho me temo que ahí el peso del estudio ha podido con la libertad creativa del director (¿mataría Warner a su gallina de los huevos de oro teniendo, para más inri, la mirada puesta en La Liga de la Justicia? Ya os lo digo yo: ni de coña.) 

Nolan se decide por un final. No es mi favorito, pero lo acepto. No obstante, para llegar ahí se trazan más malabarismos de los habituales y algunos de los golpes de efecto caen en saco roto bien por los rumores con los que se inundó la red en los albores del proyecto, y que ya nos chafan cualquier mínima posibilidad de sorpresa (SPOILER--la identidad secreta de Miranda Tate/Marion Cotillard no es ningún misterio --FIN SPOILER); o bien porque los conocimientos previos del universo Batman nos hacen sospechar más de la cuenta por dónde pueden ir los tiros. Así que en ese aspecto, el espectador que llegue más “virgen” a la sala (el que no sepa nada más de Batman que lo hecho por Nolan) será el que más los disfrute. El resto contamos con una ventaja (la información) que, finalmente, supone una desventaja. Sabemos demasiado como para que algo no nos resulte previsible. Porque en esta ocasión, la trama es más convencional.  Y aún así, el director se permite el lujo de ofrecer algún que otro “¡Zas! en toda la boca” a los fanboys más intransigentes (SPOILER-- ¿No había sitio para Robin en este reboot? Pues toma dos tazas. Porque ningún personaje es prescindible si cae en las manos adecuadas  --FIN SPOILER)

 
Algunos de los puntos más álgidos del guión siguen recayendo en las conversaciones privadas que mantiene Bruce Wayne (el mejor Bale de la trilogía) con su sabio mayordomo; desde las más trascendentales y dramáticas hasta las más cómicas. Los chascarrillos siguen apareciendo de forma eventual (“Esto no es un coche”) pero el nivel dramático ha subido unos peldaños. Eso y no la acción -o al menos no por sí sola- es lo que convierte a esta entrega en la más épica de las tres (con el plus de la portentosa banda sonora de Hans Zimmer de por medio). No por ello es la mejor (ahí TDK sigue imbatible), pero es más que suficiente para poner el broche de oro a la saga y contentar a los fans.
Puede que no cumpla los deseos de todos y que no supere a su antecesora (lo cual tampoco ha de ser un requisito), pero no hay duda alguna de que en su condición de blockbuster es un triunfoCasi tres horas llenas de espectáculo, emoción y épica en un esplendoroso 2D. Y lo mejor, sin necesidad de dejarse el cerebro en casa, aunque los recursos pirotécnicos sean esta vez algo más fantasiosos/peliculeros de lo habitual (ese “Batjet”, la “cura milagrosa”…).

Para Nolan el viaje ha terminado. Esto es un punto y final para el director, pero para Batman puede ser un punto y seguido o un punto y a aparte. Todo depende de cómo lo maneje el estudio. El desenlace es lo suficientemente abierto como para seguir  desde ahí, aunque no imagino dicha continuidad en manos de otro cineasta.

P.D.1: SPOILER—Bane merecía una muerte mejor. A la atura de su espectacular presentación aérea y, sobre todo, en manos de Batman y no de un cañonazo de Catwoman– FIN SPOILER



Valoración personal:

miércoles, 4 de julio de 2012

“The Amazing Spider-Man” (2012) - Marc Webb

Crítica The Amazing Spider-Man 2012 Marc Webb
A principios de la década pasada, dos exitosas películas de superhéroes,  “X-Men“ (2000) y “Spider-Man”  (2002), se convirtieron en las precursoras de una moda aún vigente en nuestros días y a la que parece quedarle cuerda para rato.  Y es que desde entonces, los enmallados héroes surgidos de las viñetas han pasado a ocupar un hueco muy importante del cine de entretenimiento “made in Hollywood”. Sin ir más lejos, dos películas inscritas en este subgénero superheroico, “El caballero oscuro” y la reciente “Los vengadores”, forman parte ya de la lista de filmes más taquilleros de la historia.

Marvel ha sido la editorial comiquera que más y mejor ha sabido involucrarse en el mundillo cinematográfico, sobre todo desde que decidió llevar a cabo sus propias adaptaciones. Pero  esto  último es algo que no ha podido hacer con todos sus personajes. Spider-Man,  cuyos derechos de explotación  están en manos de Sony, es el ejemplo más claro, pero también el más afortunado (al menos, taquilleramente hablando). A la citada primera película le siguieron dos secuelas más, todas ellas dirigidas por Sam Raimi y con el mismo cuarteto protagonista: Tobey Maguire (Peter Parker/Spiderman), Kirsten Dunst (Mary Jane), James Franco (Harry Osborn), y J.K. Simmons, (J. J. Jameson). Todas arrasaron en taquilla, pero la tercera entrega supuso un jarro de agua fría incluso para los fans. La decepción fue tan grande que hasta el propio director entonó el mea culpa.

En ese instante, el futuro del arácnido pendía de un hilo (y nunca mejor dicho). En un principio, la solución pasaba por arreglar el desperdicio realizando una cuarta entrega manteniendo a Raimi en la silla de director. A fin de cuentas, las dos anteriores habían gustado, y no por el traspiés de la última (irónicamente, la más taquillera de la trilogía) iban a dejar escapar la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, las desavenencias  con Raimi  respecto al guión y al nuevo rumbo de esta cuarta entrega hicieron que el estudio anunciara, para sorpresa de todos, un reinicio de la franquicia. El propósito: empezar desde cero con un nuevo reparto y con otro cineasta asumiendo las labores de dirección. Y el resultado ya está aquí.

Peter Parker (Andrew Garfield) es un chico de instituto algo marginado que fue abandonado por sus padres cuando era niño, por lo que desde entonces ha sido criado por su Tío Ben (Martin Sheen) y su Tía May (Sally Field).  Una pequeña avería doméstica en casa permite  a Peter descubrir un misterioso maletín que perteneció a su padre. Desde ese momento, emprende una búsqueda para llegar al fondo de la desaparición de sus padres, la cual le llevará directamente a Oscorp y al laboratorio del Dr. Curt Connors (Rhys Ifans), el antiguo socio de su padre.

Bien es cierto que la idea del reboot no fue muy bien recibida por los seguidores del superhéroe. Las películas de Raimi estaban demasiado cerca en el tiempo, y la idea de que se contara de nuevo los inicios del personaje, en vez de avanzar en su desarrollo, daba más pereza que otra cosa. Quizás por ello, desde el principio se vendió la película como “la historia jamás contada de Peter Parker “, procurando alejarse lo más posible de lo hecho por Raimi y así evitar las consabidas comparaciones.

Pero a menos que se siga el modelo que Tim Burton empleó en Batman o Louis Leterrrier con el reboot/secuela de Hulk, toda primera película parte del nacimiento del héroe, así que resulta inevitable volver a contar aspectos que nos son ya de sobra conocidos como por ejemplo la picadura de araña que le otorga superpoderes al joven protagonista. No obstante, aquí hay suficientes cambios sustanciales respecto a la anterior versión (según tengo entendido, siguiendo la línea Ultimate de los cómics) como para que a uno no le importe volver a presenciar el origen del famoso trepamuros.


Para empezar, la chica por la que suspira Parker ya no es la pelirroja Mary Jane sino la rubia Gwen Stacy (que no apareció en la versión de Raimi hasta la tercera entrega), y aunque la trama sigue girando en torno a Oscorp (con un Norman Osborn en la sombra de cara a la posterior secuela), el villano es otro de bien distinto. Por tanto,  aún con una base argumental similar, asistimos a una película de Spider-Man diferente y,  en mi opinión, mejor. ¡Qué demonios! ¡Muchísimo mejor!

Antes que nada, vaya por delante que la trilogía de Raimi no despierta en mi ninguna simpatía (más bien todo lo contrario: rechazo total, desde la primera hasta la última), por lo que la idea del reboot se presentaba como una oportunidad única para ver, por fin, un filme de Spider-Man en condiciones (y conste que soy todo lo opuesto a un fanboy; sólo he leído un cómic suyo, y de casualidad). Y los que compartimos dicha opinión (una escasa minoría), estamos de enhorabuena porque esta oportunidad ha sido bien aprovechada. Cualquier reticencia inicial que un servidor pudiera tener antes de la proyección se desvaneció en el aire acondicionado de la sala.

 “The Amazing Spider-Man” es puro entretenimiento, sí, pero del bueno. Sin prisas pero sin pausas, y apostando no sólo por la espectacularidad de sus escenas de acción y sus efectos (lo habitual en este tipo de cintas) sino también por el desarrollo dramático de sus personajes. Y eso, amigos, es crucial para que esto no se convierta en un simple producto de usar y tirar.

En sus dos horas y cuarto, este “reinicio” nos ofrece toda una serie de motivos por los que recibir con los brazos abiertos una nueva franquicia del trepamuros. Y todo gracias tanto al buen hacer de su director y guionistas como a su acertadísimo reparto.

Lo más sorprendente de todo es que la primera escena de acción propiamente dicha (sin contar las primeras exhibiciones de superpoder de Peter Parker) no aparezca hasta la hora y cuarto, aproximadamente (la secuencia del puente y el primer enfrentamiento entre Spider-Man y el Lagarto). Y durante ese tiempo previo la película funciona de maravilla. 

Nos presenta a todos los personajes (a los ya conocidos y a los nuevos) y empieza a tejer la trama con sumo cuidado para que el entramado y los distintos elementos que lo constituyen sean lo suficientemente resistentes como para no depender en demasía de la pirotecnia. Y es que “The Amazing Spider-Man” se compone tanto de acción (en su tramo final, sobre todo) como de drama y también romance (amén de las generosas y acertadas dosis de humor). Y nada chirría ni nada sobra.

¿Era necesario una hora de introducción? Quizás no. ¿Se echa de menos más acción a raudales? Probablemente.  ¿Ha valido la pena el sacrificio? Rotundamente sí.


 Marc Webb, director  de la estimable “(500) Days of Summer”, no parecía, a priori, el tipo de director que uno elegiría para un proyecto de esta clase, pero tras su visionado es cuando uno se da cuenta del por qué de dicha elección. Y es que tanto él como sus guionistas han sabido construir la trama alrededor de sus personajes y no al revés, y de ahí que el drama y el romance funcionen del modo en el que lo hacen. 

Citaba un crítico americano que éste es el “Spider-Man para la generación Crepúsculo”. No podría estar más en desacuerdo con una afirmación que considero tan desafortunada como gratuita (amén de peyorativa). Como si hoy día toda película que incluyera un romance juvenil debiera ser comparada, por defecto (e imagino que por cercanía en el tiempo), con la obra de Meyer. Pero Crespúsculo no inventó el romance juvenil (en todo caso lo mancilló), y cinco minutos de flirteos o carantoñas entre Parker y Stacy seguramente valgan más que toda la saga de los vampiros luminiscentes. Principalmente porque sus responsables han sabido cómo manejar esos coqueteos no sólo para que no nos indigesten sino para que resulten amenos y sean una parte fundamental de la historia (de no ser así, el encuentro bajo la lluvia entre Parker y Stacy caería en saco roto y, en cambio, nos duele tanto como les pueda doler a ellos).

En algún momento puede sentirse  “The Amazing Spider-Man” como un amago de película romántica, pero nada más lejos de la realidad. El romance no es en ningún momento el motor de la trama. Durante buena parte del tiempo, lo que mueve a Parker es la venganza, pero cuando logra entrar en razón, la motivación de hacer lo que es correcto es lo que guía sus pasos. Y Gwen Stacy está en medio del meollo porque la trama y el protagonista la necesitan ahí más que nunca.

La base en la que se construye este reinicio es la desaparición de los padres de Parker, lo cual se relaciona directamente con Oscorp y, por ende, con Norman Osborn. Y esto ha de servir para sustentar lo que viene a ser la nueva franquicia, es decir, que la citada “historia jamás contada de Peter Parker “ queda dividida en varias partes (por el momento dos, que sepamos), siendo esta primera película sólo el principio de ese relato. 
Aquí y ahora, el que centra nuestra atención es el Dr. Curt Connors, un hombre con buenas intenciones pero que trabaja para el hombre equivocado. Y esas buenas intenciones finalmente se convierten, bajo presión, en una ambición y egolatrías desmesuradas, deviniendo así en un “mad doctor” que juega a ser Dios y al que sólo puede detener nuestro protagonista.

Sus enfrentamientos gozan de la espectacularidad que se le exige a una superproducción, por lo que en ese sentido, Webb no desentona en absoluto. Es más, consigue impregnar el resultado final de un look muy comiquero que favorece a muchas secuencias, no sólo las de acción. Los movimientos de Spidy, tanto en combate como en sus quehaceres diarios, son más dinámicos y arácnidos que nunca (sus movimientos, sus poses, sus piruetas…).  Hay un elaborado trabajo coreográfico detrás, y eso se nota en cada detalle.


Incluso el tan criticado traje no sólo tiene su razón de ser (vemos de dónde surge la idea de la licra y más o menos cómo se lo fabrica), sino que además acaba integrándose a la perfección. ¿Que el traje que lucía Maguire era idóneo? Quizás sí, pero había que cambiarlo, y el resultado no es ni mucho menos a peor.
En lo que sí ganamos y mucho es en interpretación. Parker nunca ha sido un chico popular, y no lo es aquí, pero tampoco es un completo pringado con cara de atontado todo el rato (lo siento por Maguire, al que considero un buen actor pero un nefasto superhéroe). Los guionistas han acertado con el tono y el look, y Garfield ha hecho el resto, erigiéndose un Peter Parker extrovertido, serio cuando toca y muy humano. Además de sufridor, tanto en lo físico (si pilla hostias vestido de Spider-Man, éstas se notan después) como en lo emocional, aunque aquí quién más sufre es la pobre Tía May, que se pasa toda la película con lágrimas en los ojos. 

Igual de bien funcionan el resto de personajes, desde la encantadora Gwen Stacy en la piel de una teñida –por muy rubia natural que sea- Emma Stone, hasta el dual Dr. Connors de Ifans, pasando por el testarudo pero honesto Capitán Stacy (Denis Leary).

Los personajes son el pilar de esta “The Amazing Spider-Man”. Importan y nos implican en la historia, y de ahí que algunos segmentos resulten realmente emocionantes (la travesía entre las grúas). Sin esa implicación emocional se quedaría en un mero pasarratos. Probablemente disfrutable, pero sin mucho calado.

E insisto: la película no tiene absoluta dependencia de las escenas de acción. Puede prescindir de ellas durante buena parte del metraje sin que el espectador deje de disfrutar y, lo que es mejor, sin que las eche de menos. Y eso sólo ocurre cuando la base, el guión, está bien trabajado; cuando se siente que una película de superhéroes puede ser más que chascarrillos (que los hay) y toneladas de pirotecnia. No hace falta sucumbir al tono oscuro y realista de Christopher Nolan (que juega en otra lista distinta, y desde luego admirable) para conseguir un filme de superhéroes satisfactorio a todos los niveles.

Así pues, quiénes jamás comulgaron con la versión de Raimi están de enhorabuena: esta es la película del trepamuros que estaban esperando. A los fans de la trilogía anterior no puedo sino recomendarles que dejen los prejuicios en casa y se dejen llevar por este excitante espectáculo. Pocas veces un reinicio se ha mostrado tan inspirado (y en opinión de quién esto escribe, justificado), así que bienvenido sea este “semi-nuevo” Spider-Man.

P.D.: No salgáis pitando de la sala. Hay escena durante los créditos.



Valoración personal:

martes, 3 de julio de 2012

“Ice Age 4: La formación de los continentes” (2012) - Steve Martino & Mike Thurmeier


Crítica Ice Age 4: La formación de los continentes 2012 Steve Martino & Mike Thurmeier
Son pocas las sagas que mantienen el tipo entrega tras entrega. Lo más habitual es que a medida que se estiran vaya decreciendo la calidad, si bien a veces es más una cuestión de altibajos. En animación, es poco frecuente encontrarse con una saga longeva (entiéndase por longeva, más de dos películas), algo que parece haber quedado reservado a grandes estudios como Pixar y Dreamworks; la primera con su trilogía de “Toy Story” y la segunda con la tetralogía de “Shrek” (y su spin-off, “El gato con botas”). 

Sin embargo, ahí está Blue Sky, cuya (exitosa) franquicia “Ice Age” alcanza ya las cuatro películas, una cantidad muy poco habitual. Pero ya se sabe que cuando una saga funciona en taquilla, ésta se exprime todo lo posible, y más. 

En este caso en particular no seré yo quien se queje.  Aunque la primera secuela (Ice Age 2: El deshielo) no estaba a la altura de su predecesora, seguía siendo una cinta de animación de lo más amena. Y la siguiente entrega (Ice Age 3: El origen de los dinosaurios) se benefició enormemente  del escenario subterráneo, los dinosuarios y la inclusión de un nuevo y carismático personaje (Buck, la comadreja tuerta).

En esta cuarta entrega, el macguffin  de la historia es la formación de los continentes, tal como indica su título. 

Un cataclismo continental se avecina, y sus primeros efectos ya están aquí.  Tras una intensa sacudida geológica, Manny, Diego y Sid quedan aislados del resto de la manada, navegando a la deriva en un pedazo de hielo. Por si esto no fuera suficiente, se tropezarán con una banda de piratas marinos decididos a impedirles el regreso a casa.

Afrontar una cuarta entrega es arriesgado. Hay que lograr un motivo de peso para traer de vuelta a la pandilla y que el público desee reencontrarse con todos ellos. Dado el éxito de la saga, la predisposición del público está prácticamente asegurada, pero la calidad depende de sus responsables, y por ello el esfuerzo para con una cuarta entrega debe ser equiparable (sino superior) al invertido en sus antecesoras.
En “Ice Age 4: La formación de los continentes” las señas de identidad de la saga siguen intactas, y el mensaje familiar es, nuevamente, la piedra angular sobre la que se apoyan las vicisitudes de la trama. Para ello, esta entrega aporta, como ya hicieran sus predecesoras, nuevos personajes (al tiempo que reduce el protagonismo de otros), entre los que se destacarían “Melocotón” (traducción, por risible que suene, del original Peaches), la hija adolescente de Manny, y cuya máxima preocupación (cataclismo aparte) es conseguir el afecto de Ethan y la aceptación de su pandilla; y la abuela de Sid, recién abandonada por su familia tal como hicieron con él años atrás.

Otro personaje que funciona en ese sentido “familiar” en el que confluyen los personajes es Shira, miembro de la tripulación pirata que toma como rehenes a Diego, Manny y Sid. 

 
El devenir de la trama no puede calificarse de otro modo que de previsible, si bien eso no impide pasar un rato agradable con las desventuras de estos simpáticos animales prehistóricos. El humor es su gran baza y, en ese sentido, éste sigue resultando fresco y divertido pese a que estemos hablando ya de una cuarta entrega. Eso no quiere decir que no se perciba cierto desgaste, que lo hay, pero no desmerece en demasía la calidad del producto.

Los momentos en los que aparece Scrat siguen siendo impagables. La entrañable ardilla va a lo suyo, con su aventura paralela a la trama principal, en busca de su codiciado tesoro.  Y esta vez puede que alcance el paraíso… o no.

Por metepatas que sea, Sid es adorable, así que gran parte del peso del humor también recae en él, y lo comparte ésta vez con su abuelita, que tiene sus puntazos a lo largo del metraje.

La confrontación del grupo protagonista con la banda de piratas capitaneada por Gutt, un terrible orangután, es lo que da juego a la aventura y propicia los momentos más trepidantes de la película. Sin embargo, Gutt y su tripulación nos obsequian también con un segmento musical impropio de la saga y que desentona demasiado. Y no es la única cancionilla que nos endosan, ya que en los créditos finales toda la trupe se pone a bailar y a cantar como si de un clásico de Disney se tratara. Reconozcámoslo: los musicales sí, pero no aquí.

Es evidente que se trata de una vil concesión a los más peques de la casa, pero dicho añadido resulta incómodo al romper con los patrones establecidos en la franquicia. No es que resulte excesivamente molesto, pero descoloca y no aporta nada gratificante al conjunto.

De todos modos, “Ice Age 4: La formación de los continentes” se caracteriza por lo básico: comedia y aventura, y en ese sentido, resulta una amena y entretenida cinta de animación para toda la familia que, de seguro, contentará a los seguidores de la saga (servidor lo es), pese a que esté un peldaño por debajo de su predecesora

¿Funcionaría una quinta entrega? Quién sabe, pero no creo que me molestase mucho comprobarlo (y aún así, preferiría que ésta fuera la última, por aquello de no tentar a la suerte; cuatro ya son muchas).


 
Valoración personal:

domingo, 1 de julio de 2012

“El enigma del cuervo” (2012) – James McTeigue

Crítica El enigma del cuervo 2012 James McTeigue
La obra de Edgar Allan Poe marcó profundamente la literatura de su época e influenció a muchos escritores coetáneos y posteriores (entre ellos, H. P. Lovecraft). Famoso por sus poemas y, sobre todo, por sus cuentos de terror, a Poe se le considera también fundador del relato de misterio o detectivesco con obras como “Los crímenes de la calle Morgue", un género que más tarde inspiraría a escritores como Arthur Conan Doyle, creador de uno de los detectives ficticios más famosos de la historia: Sherlock Holmes.

Pese a su aclamado talento, Poe jamás obtuvo grandes beneficios por su obra, por lo que vivió una vida económicamente precaria. Esto le llevó a dedicarse también al periodismo y a la crítica literaria, faceta ésta en la que resultó ser bastante polémico.

La muerte le llegó de forma inesperada a los 40 años,  y aún hoy día las causas de la misma resultan una incógnita. Sus últimos años de vida (sin la compañía de su joven esposa, que falleció de tuberculosis) los pasó enganchado a lo bebida, con lo que se consideró ésta una de las causas más probables de su fallecimiento.

Sus cuentos más famosos han sido llevados a la gran pantalla en numerosas ocasiones, si bien destacan por encima de todo las adaptaciones que realizó la Universal durante los años 30 y 40, y el ciclo que produjo Roger Corman en la década de los 60. Incluso su vida dio para una película titulada “The Loves Of Edgar Allan Poe” (1942).

Sylvester Stallone, un fan declarado de la obra de Poe, también lleva años planeando un biopic del escritor, pero mientras éste no llega (y quién sabe si algún día lo hará), tendremos que conformarnos con lo que nos trae James McTeigue (aka “el tercer Wachowski”).

Baltimore, siglo XIX. Inmerso en la investigación de un brutal homicidio, el detective Emmett Fields (Luke Evans) descubre algo sorprendente: el crimen se parece enormemente a uno de ficción publicado en el periódico local y cuyo autor no es otro que Edgar Allan Poe (John Cusack), un popular escritor caído en desgracia. Mientras la policía le interroga, se sucede otro horripilante asesinato inspirado en una de las historias de Poe

Es entonces cuando el detective llega a la conclusión de que se trata de un asesino en serie que se basa en su obra para cometer sus sangrientos crímenes. A partir de ese momento, él y el escritor colaborarán mano a mano para poder atrapar al culpable. Pronto, no obstante, descubrirán que el asesino  desea involucrar a Poe en su macabro juego, peligrando así no sólo su vida sino también la de su amada Annabel Lee (Alice Eve).

Después de debutar con la adaptación de “V de Vendetta”, una de las aclamadas novelas gráficas de Alan Moore, y rodar un película de ninjas (la mediocre Ninja Assassin) cuando ya nadie se acordaba de ellos (lejos quedó la moda imperante en los 80-90), McTeigue se atreve ahora con una cinta que mezcla la vida real de Edgar Allan Poe con una ficticia trama criminal apegada directamente a la obra del escritor.

Todo comienza en una oscura noche de 1849, en Baltimore, cuando varios policías llegan al escenario de un horrendo crimen y encuentran los cuerpos ensangrentados y mutilados de una madre y su hija. El modus operandi del asesinato coincide con uno relatado por Poe en su cuento  “Los crímenes de la calle Morgue”. Pero este no es más que el primero de una serie de crímenes de un asesino obsesionado con recrear las historias del escritor. Para más inri, su siguiente víctima es Rufus Griswold, un crítico literario con el que Poe mantenía una sonada rivalidad, por lo que al escritor no le queda otra que implicarse en el caso e intentar detener al asesino antes de que llegue demasiado lejos.

El misterioso asesino va dejando pistas para captar la atención de Poe y retarle a que le capture, pero todo se complica para el escritor cuando  su amada entra la mira de su terrible admirador. En ese momento, la caza al asesino se convierte en una persecución a contrarreloj en la que la vida de Annabel pende de un hilo.
El punto de partida de la película, muy similar al episodio piloto con el que nació la serie “Castle”, nos permite hacer un pequeño recorrido por la obra de Poe en lo que a sus cuentos más conocidos se refiere,  a la vez que nos ilustra con detalles concretos de su vida (unos pocos, pues la mayor parte es mera ficción). Todo ello enmarcado en la típica trama criminal de minucioso asesino en serie que establece un macabro juego del gato y el ratón entre él y sus perseguidores (en este caso, el detective Fields y Poe).
Cusack se mete en la piel de Poe  con momentos puntuales de un histrionismo que en ocasiones se contagia también a sus compañeros de reparto, lo que indica una deficiente dirección de actores por parte de McTeigue, más preocupado por las florituras visuales y por mostrar con toda crudeza los crímenes de su asesino. Y esto último, todo hay que decirlo, juega a su favor si nos ceñimos a lo truculento de la trama, si bien considero que el horror del que hacía gala Poe era mucho más psicológico que físico. Pero aquí nos encontramos con una producción hollywoodiense de carácter netamente comercial, así que bienvenida sea la hemoglobina.


Lo más interesante de todo es ver cómo ficción cinematográfica (la parte criminal y amorosa), literatura (los cuentos y poemas del escritor) y realidad (ese Poe en las últimas) se van entremezclando en una trama que, no vamos a negarlo, resulta bastante rutinaria desde el punto de vista del subgénero de “asesinos en serie”. De hecho, llegados a cierto punto de la historia no resulta difícil imaginar quién está detrás del jueguecito que ha puesto en jaque al famoso escritor, y una vez se ven ambos las caras, el desenlace es poco menos que previsible si nos atenemos a  la escena que abre la película. De todos modos, el condimento esencial viene a ser la inserción del personaje de Fields, que con una personalidad diametralmente opuesta a la de su ocasional compañero, ofrece el contrapunto perfecto para abordar la parte más pragmática de la investigación.

Dejando a un lado las -un poco cansinas- carantoñas amorosas entre Poe y su amada Annabel (tanto “te amo” de por medio produce indigestión), la historia resulta de interés por sus apuntes biográficos e incluso por la sorna con la que se toma las licencias artísticas (sin ir más lejos, el crítico asesinado por el péndulo no sólo existió sino que sobrevivió a Poe el tiempo suficiente como para llenar de infamias –es de suponer que por pura envidia - la biografía del escritor). También es efectiva la trama criminal pese a lo funcional de la misma, aunque da la impresión que podría haber dado más de sí si el enfoque hubiese sido más solemne y menos artificioso.  O dicho de otro modo, si se hubiera optado por un acercamiento más psicológico y detectivesco y no tan cercano al frenesí del cine palomitero.  Pero con McTeigue en la silla de director tampoco es que se pudiera pedir mucho más. Demos gracias a que se deja ver sin requerir mucho esfuerzo por nuestra parte.



Valoración personal: