lunes, 12 de mayo de 2014

“Snowpiercer (Rompenieves)” (2013) - Bong Joon-ho


Hace algunos años sonaron las alarmas y todo el mundo hablaba de ello: el calentamiento global de nuestro amado planeta era una realidad que ya no podíamos seguir ignorando. ¿Los culpables? Nosotros, los seres humanos, con nuestras emisiones de gases contaminantes -producto de la quema de combustibles fósiles como el carbón, la gasolina o el petróleo- a la atmósfera.

Para algunos, este “cambio climático” debido a causas humanas  no son más que paparruchas; falacias alarmistas a las que no hay que hacer el menor caso. Sin embargo, el consenso científico es general, y se han propuesto algunas medidas para mitigar estos cambios de temperatura. Véase el Protocolo de Kyoto, un acuerdo internacional cuyo objetivo es estabilizar dicha concentración de gases. Claro que del compromiso al hecho hay un buen trecho, y no parece que estemos contribuyendo a una mejora significativa. 

Desde el pasado siglo, la concentración de los gases contaminantes ha aumentado un 30%, la temperatura ha aumentado aproximadamente 0,6°C , y el nivel del mar ha crecido de 10 a 12 centímetros. Los efectos pueden ser variados y nos afectan a todos: desde inundaciones a sequías, pasando por intensas olas de calor. Recientes estudios indican que es probable que la temperatura global de la superficie aumente entre 1,1 a 6,4 °C durante el siglo XXI. De seguir así, muchas especies animales (el oso polar, entre los más amenazados) y vegetales acabarían por extinguirse delante de nuestras narices.

No hay vuelta atrás ni existen milagros tecnológicos para paliar los efectos del cambio climático. ¿O sí?
La última película del surcoreano Bong Joon-ho (Memories of Murder, The Host) nos plantea un futuro en el que sí es posible, aunque para nuestra desgracia la solución se nos muestre afín al dicho de que “es peor el remedio que la enfermedad”.

 “Snowpiercer (Rompenieves)”, basada en la novela gráfica francesa “Le Transperceneige”, de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, nos sitúa en un futuro próximo en el que un fallido experimento para contrarrestar el calentamiento global ha provocado  una edad de hielo que ha acabado con casi toda la vida en la Tierra (en la línea de la reciente “The Colony”). Los últimos supervivientes habitan en el  'Snowpiercer', un tren enorme y en perpetuo movimiento que atraviesa el planeta de punta a punta a través de desiertos de hielo y nieve. En su interior, los residentes se amontonan en los vagones dividiéndose en un claro sistema de clases: los pobres, que malviven en la cola del tren pasando frío y hambre; y los privilegiados, que gozan de todas las comodidades en la parte delantera.

Tras años de represión y constante sufrimiento, emerge entre los habitantes de la cola un nuevo líder, Curtis (Chris Evans), dispuesto a cambiar el estado de las cosas iniciando una rebelión con el fin de apoderarse del tren.


Más allá de la temática ecológica subyacente, y dentro de un marco postapocalíptico ciertamente estridente y algo inverosímil, la película Bong Joon-ho pone sobre la mesa una clara denuncia a la división de clases, al totalitarismo y la represión ciudadana

Desde tiempos inmemoriales, en los que los primeros asentamientos entre seres humanos fueron constituyendo las primeras civilizaciones, fueron también apareciendo las divisiones entre clases sociales. En la división resultante es inevitable notar que al tiempo que unos están arriba de la pirámide, otros muchos se encuentran abajo. Arriba, los que someten; y abajo, los que son sometidos. Los que tienen poder y los que carecen de él…

La reducida comunidad alojada en el apocalíptico Snowpiercer constata el hecho de que para que unos gocen de privilegios, otros tantos tienen que sufrir su subyugo. Y ante la injusta opresión surge, como es de esperar, un sentimiento de rebelión. Sentimiento éste alojado profundamente en el alma de nuestro antihéroe protagonista, quién emprende un ardua gesta hacia libertad cuya meta le ha de llevar finalmente a la redención personal.

La eterna lucha de clases reducida a los estrechos y asfixiantes vagones de un tren ultramoderno como metáfora del mundo en el que vivimos. Un lugar en el que mientras unos disfrutan de las burbujeantes aguas de su jacuzzi  o saborean los más deliciosos y prohibitivos manjares, otros malviven sin tener apenas un trozo de pan que echarse a la boca ni agua corriente con la que asearse debidamente. Esos serían los extremos más claros aunque no siempre los más visibles ni tampoco los más abundantes, si bien entre uno y otro existen infinitos intermedios en los que se entremezclan miseria y riqueza a partes muy desiguales.

El último Capitán América cinematográfico, Chris Evans, vuelve a encarnar al heroico protagonista, sólo que esta vez se trata de un héroe muy diferente al que encarna en las superproducciones de Marvel. Su personaje, atormentado por la culpa, representa aquí el último resquicio de esperanza para un grupo de hombres, mujeres y niños desesperados y ansiosas por una vida mejor o, cuanto menos, más justa. Es tal la desesperación, tras tanto motín fallido, que Curtis/Evans no dudará en sacrificar lo que haga falta (y a quién haga falta) con tal de conseguir su objetivo. Ese egoísmo, unido a su inseguridad para con su posición de líder, así como ese sentimiento de culpa procedente de un pasado oscuro, hacen de él un antihéroe singular.
Evans lleva sobre sus hombros el peso de la cinta, demostrando como pocas veces sus dotes dramáticas, además de sus ya sobradamente conocidas dotes físicas. Pero no está solo, pues le acompaña un ilustre trupe de secundarios encabezada por el veterano John Hurt, el casi siempre desaprovechado Jamie Bell y ese gran intérprete surcoreano que es Song Kang-ho. Amén de sólidas actrices como Octavia Spencer o una Tilda Swinton extremadamente cargante (así lo exige su caricaturesco personaje). Y como guinda del pastel, un hombre en la sombra que, obviamente, no voy a desvelar.


Aún con su evidente mensaje por bandera, “Snowepiercer” no abandona su condición de filme de acción, algo que afronta con inusitadas explosiones de brutal violencia. En éstas, el poderío visual de Bong Joon-ho hace acto de presencia, manejando la cámara con virtuosismo y mostrándonos impactantes enfrentamientos cuerpo a cuerpo que son una auténtica carnicería.

Quizás esa excelsa brutalidad en pantalla (en ocasiones, muy bruta)  incomode a algunos espectadores, e incluso muchos consideren que entorpece o estorba el mensaje que el guión dispara a bocajarro, pero para quien esto escribe la mezcla funciona. Probablemente se erija más como filme de acción/ciencia-ficción, pero su contenido interno va más allá, y eso ya es mucho más de lo que ofrecen muchos blockbusters u otras cintas de corte similar.

“Sownpiercer” es salvaje, excesiva, incómoda y cruda, pero también deja espacio a la esperanza. El transcurso de la acción a modo casi de videojuego, saltando los personajes de un vagón a otro como si de niveles de un juego se tratara, entraña a cada rato una serie de hallazgos  que poco a poco van desenmarañando una trama mucho más compleja de lo que parece a simple vista. El Snowpiercer no sólo es un tren sino también una caja llena de sorpresas, la mayoría desagradables para nuestros rebeldes protagonistas, y que en cada vagón nos invita a hacer un descubrimiento para ir encajando las piezas del rompecabezas.  Este juego funciona a las mil maravillas, haciendo bien de guardarse unos cuantos ases en la manga a modo de golpes de efecto que han culminar en un inconmensurable desenlace.


Con todo, “Snowpiercer” es un cita ineludible para el buen aficionado a la ciencia-ficción. 



Valoración personal:

2 comentarios:

Fucktricio dijo...

Vaya, acá no hay fecha de estreno de esta cinta aún, espero llegue por que si me llamó la atención desde que vi el primer poster y trailer. Raro que este próximo viernes si se estren ninfomanía de Lars Von Trier, a la par del estreno de Godzilla por acá en México. Saludos y con tu review me dieron más ganas de ver esta película.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Tampoco es que en nuestro país se estrene mucho cine asiático, pero hemos tenido la suerte de que una pequeña distribuidora se ha hecho con los derechos de ésta. Y aunque la exhibición en cines está siendo muy reducida, por lo menos algunos tenemos la oportunidad de disfrutarla como se merece: en la gran pantalla.

La de Godzilla se estrena este fin de semana en España, así que trataré de hacer una escapadita para verla :)

Saludos!