sábado, 13 de junio de 2015

"Jurassic World" (2015) - Colin Trevorrow


Sinopsis oficial: Veintidós años después de lo ocurrido en Jurassic Park, la isla Nublar ha sido transformada en un parque temático, Jurassic Wold, con versiones «domesticadas» de algunos de los dinosaurios más conocidos. Cuando todo parece ir a la perfección y ser el negocio del siglo, un nuevo dinosaurio de especie todavía desconocida y que es mucho más inteligente de lo que se pensaba, comienza a causar estragos entre los habitantes del Parque.


“Parque Jurásico”, la película original del antaño Rey Midas de Hollywood, se ha convertido, por derecho propio, en todo un hito del cine de entretenimiento. Un espectáculo de primera clase que arrasó en las taquillas de todo el mundo y que supuso en su momento toda una revolución en el campo (por entonces en pañales) de los efectos especiales generados por ordenador.

La recreación en pantalla de aquellos dinosaurios que parecían estar vivitos y coleando delante de nuestras narices maravillló al público y dejó con la boca abierta a toda una generación de críos que aún hoy día recordamos con cariño y nostalgia esa increíble y emocionante experiencia. Fue tal el impacto que tuvo (y retuvo) la película, que terminamos asistiendo una auténtica invasión de “dinomanía”. Fue en aquél momento en el que descubrimos que a todos ¡nos encantaban los dinosaurios! Por supuesto, el enorme y diverso despliegue en merchandising que acompañó a la película tuvo también mucho que ver en ello.

Junto a Terminator 2 (estrenada un año antes), Jurassic Park sentó todo un precedente sobre cómo se desarrollarían los blockbusters venideros, tanto en materia de efectos como de negocio.

Por supuesto, ni Spielberg ni el estudio desaprovecharían la oportunidad de sacarle provecho a su exitosa adaptación (recordemos que se basaba “libremente” en una novela de Michael Crichton), y tres años después lanzarían la primera secuela: “El mundo perdido: Jurassic Park”. Aunque inferior a su predecesora, esta continuación también obtendría una sustanciosa recaudación. Y como el nombre de Jurassic Park vendía entradas sí o sí, se intentó una tercera vez, haciendo evidente la decadencia de la saga con la mediocre “Jurassic Park III”, estrenada en 2001.

Desde entonces han sido varios los intentos fallidos de llevar a cabo una cuarta entrega, con escrituras y reescrituras de guiones que parecía que nunca iban a llegar a buen puerto.  Hasta que hace unos años se anunció que Jurassic Park IV al fin llegaría a los cines y sería el inicio de una nueva trilogía. Lo que nos lleva hasta el día de hoy, con la presente “Jurassic World” copando las pantallas de medio mundo.


Llevando sobre sus espaldas semejante responsabilidad tenemos a Colin Trevorrow, quién sorprendió a propios y a extraños con su debut “Safety Not Guaranteed”, una pequeña perla indie enmarcada en el género de la ciencia-ficción y, más concretamente, en la siempre golosa temática de los viajes en el tiempo.

Decir que al amigo Colin no le ha temblado el pulso a la hora de pasar de una modesta película independiente a un proyecto de gran presupuesto, afrontando con mucha profesionalidad el reto de hacerse cargo de una secuela que acarrea, tanto para bien como para mal, con el peso del recuerdo de sus predecesoras.


 El director ha sabido manejar con soltura no sólo la acción, rodada de forma impecable, sino también el combinar sabiamente los momentos emotivos con los destellos humorísticos que copan el metraje. Y es que “Jurassic World” no sólo es una película muy entretenida, sino también divertida. Y eso sin quitarle un ápice del horror que supone ver convertido un parque temático destinado al goce en familia en una auténtica trampa mortal para los visitantes, con  letales depredadores del jurásico montándose un festín a base de tierna y jugosa carne humana. En ese aspecto, cabe destacar la palpable crueldad  de algunas secuencias, rodadas, eso sí, con estilo y sin necesidad de llegar al gore explícito. Al fin y al cabo, esto es una película para toda la familia, y en estos casos la contención prevalece.

Dado que la acción transcurre en la Isla Nublar original, con el proyecto del Parque Jurásico hecho realidad (sólo que con un nuevo nombre y muchas mejoras tecnológicas), las referencias a la primera película no sólo son inevitables sino continuas. La cosa va más allá del simple guiño (a veces directo, a veces más sutil), convirtiéndose en una secuela autoreferencial que por momentos nos recuerda a los mejores momentos de la cinta de Spielberg. Sin ir más lejos, tenemos una escena con un ¿apatosaurus? gravemente herido que se asemeja al encuentro con el triceratops enfermo de la primera entrega, y que para tales efectos cuenta también con un dinosaurio animatrónico (¡bien!). Además de homenaje, la secuencia en cuestión sirve como punto de inflexión en el desarrollo del personaje de Bryce Dallas Howard, la directora de operaciones del parque. Howard interpreta a Claire, una mujer que vive por y para su trabajo; más preocupada en contabilizar la rentabilidad del parque que en el bienestar de los dinosaurios o en el disfrute de los propios visitantes, a los que solamente ve como meras cifras. Por supuesto, esto irá cambiando en el transcurso de la cinta, y precisamente en esta escena es dónde empezará a desvelarnos su lado más humano.

Aunque aquí quién lleva la voz cantante es Owen, un exmilitar experto en comportamiento animal a quién da vida Chris Pratt. Owen, un tipo duro que parece salido de las viñetas de “Xenozoic Tales” de Schultz, lleva años entrenando a un grupo de agresivos velociraptores a los que ha conseguido, digamos, domesticar, estableciendo con ellos una relación tipo alfa, ganándose su confianza y respeto. Esto supondrá un elemento crucial de cara a afrontar la amenaza que se les viene encima cuando un despiadado y sumamente inteligente “superdinosaurio” logre escapar de su cautiverio y campe a sus anchas por el parque aniquilando a todo ser vivo -humano o dinosaurio- que se cruce en su camino. Como afirma en un momento dado el personaje de Owen, este monstruo apodado Indominus Rex “Mata por placer”.


 Al final comprobaremos que la única forma de acabar con semejante bicho malo es haciendo honor a aquello de “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”.

Claro que el Indominus no es el único malo de la película. A lo largo de la saga, ese rol a menudo se lo han repartido un dinosaurio y un humano. El típico personaje despreciable (¿os acordáis del orondo programador Dennis Nedry?) que representa  lo peor de nuestra especie; personaje que en esta ocasión recae en Vincent D’Onofrio (de actualidad por su papel de Wilson Fisk –villano, of course- en la serie “Daredevil).

Al trío protagonista se les suma la pareja de críos en peligro (otro clásico de la saga), a los que su tía Claire y Owen tendrán que rescatar, al tiempo que intentarán arreglar el desastre imperante (tiempo en el que seremos testigos también de la tensión sexual no resuelta entre ambos). A destacar también entre el elenco de secundarios a Lowery, el ingeniero técnico que colecciona figuritas de dinosaurios, y que pone el puntito friki (y las gotitas de humor) a la película.

Unas buenas dosis de rugidos, destrucción, carreras para salvar el pellejo y toneladas de nostalgia hacen de esta entrega la mejor secuela de “Jurassic Park” rodada hasta la fecha. Una entrega que, por su estructura, funciona a modo de reboot encubierto, lo que en cierto modo le resta originalidad. Una carencia que queda a todas luces compensada por su indiscutible efectividad como entretenimiento.

Una muy digna y respetuosa secuela que nos hace reencontrarnos con el niño que llevamos dentro. Cierto es que a estas alturas sus efectos digitales no nos van a sorprender, y que dudosamente provoque una nueva fiebre de dinomanía, pero desde luego sí resulta meritorio emocionarnos y a hacernos vibrar nuevamente en la butaca de una sala de cine escuchando la poderosa y pegadiza sintonía de John Williams.

El carisma de Chris Pratt y lo guapísima que está Bryce Dallas Howard. El humor y las constantes referencias al film original.


Que la clásica sintonía de Williams ensombrezca el notable trabajo de Michael Giacchino en la banda sonora. Que no posea la grandeza de la película original.


Valoración personal:

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