
“Altitude” nos cuenta la historia de cinco jóvenes que deciden alquilar un pequeño avión para una escapada de fin de semana, y que pilotará una de ellos, la novata en estas lides, Sara. Sin embargo, poco después del despegue, algo empieza a ir mal y los instrumentos de vuelo dejan de funcionar correctamente. Los cuatro amigos empiezan a ponerse nerviosos, mientras Sara procura mantener el control de la situación y del aeroplano.
Para más inri, una tormenta se aproxima y el combustible se está agotando, por lo que dicha situación empieza a ponerse muy crítica. Pero por si estos no fueran suficientes problemas, parece que una misteriosa y maligna fuerza sobrenatural se encuentra al acecho oculta entre las nubes.
Con tan prometedor argumento, no deja de ser frustrante que uno acabe topándose con un producto tan mediocre. Un atractivo punto de partida echado a perder por la ineptitud de su guionista.
Pero empecemos por el principio…
La cinta comienza de forma interesante, mostrándonos un suceso del pasado que tiene relación directa con nuestros protagonistas. Más adelante, se nos presenta al grupo de viajeros protagonistas del terrible viaje en avión que estamos a punto de presenciar.
Las referencias cinéfilas y/o a la cultura popular son algo habitual en el cine, y es algo que gusta mucho de usar a los guionistas y a los directores, especialmente a estos últimos cuando se trata de su primer largometraje. También es algo que los cinéfilos solemos recibir casi siempre con una sonrisa cómplice en la boca. Sin embargo, un exceso de referencias puede resultar contraproducente, y eso es precisamente lo ocurre aquí nada más empezar la película.
En tan sólo cinco minutos, el guionista Paul A. Birkett (cuyo currículum se compone básicamente de varios telefilmes y subproductos de videoclub, cosa que se nota) se saca de la manga referencias a Hitchcock, al Bigfoot, a Bin Laden, a Coldplay –ésta está justificada dado que el macguffin de la trama es un viaje a uno de sus conciertos-, a John Travolta y a Rain Man, provocando que los diálogos iniciales resulten un tanto artificiales y forzados. Y es que las referencias y guiños deben ser bien medidos, y sobre todo bien distribuidos a lo largo del metraje para evitar saturación y esa sensación de artificialidad que ya he comentado. Incluirlos todos de golpe en los primeros minutos con la intención de ganarse al espectador es un error.
De todas formas, éste paso en falso es algo que podemos perdonar, ya que al fin y al cabo no es lo que va impedirnos disfrutar de la historia. Lo que nos lo va a impedir serán unos adolescentes histéricos y encefalograma plano que nos harán el viaje de lo más insoportable.

Uno de los grandes problemas de un film de terror (y bien pensado, también de cualquier otro género) es que el espectador no empatice con sus protagonistas o que le causen tal indiferencia que poco le importe lo que les ocurra en el transcurso de la trama. Pero hay algo aún peor que eso, y es que éstos terminen cayéndote tan mal que les desees la muerte al poco de empezar el film. Y esto es lo que sucede con Altitude, cuyos protagonistas no hacen más que crispar nuestra paciencia con su irritante comportamiento y las continuas estupideces en las que incurren. Ahí destacaría, por encima de todos, el personaje de Sal, el clásico mix entre graciosillo de turno y gallito tocanarices, y cuyas intervenciones se saldan siempre con alguna discusión absurda o algún comentario o actitud grosera. Si eso le sumamos la sobreactuación del actor, queda claro que sería el primero en nuestra lista de “pasajeros que expulsaríamos del avión sin paracaídas”. Desgraciadamente, no nos libramos de él tan fácilmente…
El intento, por parte de Birkett, de crear una sensación de desasosiego y tensión constantes se va al garete por querer centrarse en exceso en unos personajes insulsos y difícilmente soportables que invitan a que uno pierda pronto el interés por lo que pueda ocurrir en el interior del avión.
En una situación límite, nuestras reacciones son impredecibles, y el ser humano tiende a perder la calma y sacar a relucir sus instintos de supervivencia más primarios. Esto, en parte, queda reflejado en la película, pero no está del todo bien aprovechado dado que no cuenta con unos personajes ni una historia suficientemente bien construidos como para que nos sumerjamos a conciencia en la trama. Y el otro elemento en el que ésta se apoya, la tentaculada criatura que va a la caza del avión, resulta ser bastante secundario y no se le saca todo el jugo que podía dar.

La explicación de su origen probablemente tampoco sea la más satisfactoria (algo así como un agujero de gusano, otra dimensión o una especie de Triángulo de las Bermudas aéreo hubiera sido más interesante), pero el problema está en que en base a ésta, hay que ser coherente, y eso es algo que tampoco logra el guionista, orquestando un desenlace a todas luces absurdo y chapucero (SPOILER--- una cosa es que la imaginación de Bruce haga realidad sus peores pesadillas y otra muy distinta es que eso le permita viajar en el tiempo --- FIN SPOILER) , además de innecesariamente sensiblero, mezclando así peras con manzanas y dando como resultado un disparatado pastiche que supone la guinda a un pastel amargo e indigesto.
Quizás uno de los momentos más rescatables de Altitude, uno que respira ese espíritu que servidor quería ver en esta cinta, es la inevitable escena heroica de turno, que aunque resulte un tanto increíble, por lo menos ofrece algo de emoción y tensión a un relato que carece precisamente de tales ingredientes.
“Altitude” falla por completo en sus pretensiones, y a duras penas sirve para pasar el rato.
El pretendido homenaje a Weird Stories y a H.P. Lovecraft (el autor solía escribir en dicha revista) queda deslucido por el pobre resultado conseguido. Cualquier capítulo de Amazing Stories o The Twilight Zone -claros referentes a los que evoca el film-, se me antoja mucho más gratificante y entretenido que esta insulsa y exasperante película de terror. No funciona ni en su vertiente catastrofista (a la que más tiempo dedica) ni en su vertiente terrorífica. Su apreciable acabado técnico no puede suplir las carencias de su guión (pobre historia, odiosos personajes, malos diálogos) ni de su limitado reparto (el bellezón de Jessica Lowndes se salvaría por los pelos, dado que su personaje es el más sensato/soportable del grupo, si bien su actuación tampoco es para lanzar cohetes)
Ni el bajo presupuesto ni las expectativas que uno pueda tener ante ella (en mi caso tampoco eran muy altas), pueden eximir a “Altitude” de ser un film realmente decepcionante.