sábado, 24 de marzo de 2012

“Blancanieves (Mirror, Mirror)” (2012) – Tarsem Singh

Crítica Blancanieves (Mirror, Mirror) 2012 Tarsem Singh
Después del rotundo éxito de “Alicia en el País de las Maravillas” de Tim Burton (la novena película más taquillera del mundo, ahí es nada), no es de extrañar que a Hollywood le haya dado por desempolvar los cuentos clásicos de toda la vida y darles un “lavado de cara” para llevarlos de nuevo a la gran pantalla con ínfulas taquilleras.

Pero que aquella infausta perversión de la obra de Lewis Carroll triunfara no significa que las demás también lo hagan. La anodina versión crepusculera de Caperucita Roja que protagonizaron Amanda Seyfried y Gary Oldman, por ejemplo, no hizo tan buenos números, aunque gracias a su reducido presupuesto tampoco tuvieron que lamentar pérdidas económicas.

Ahora es el cuento de Blancanieves y los siete enanitos el que busca hacerse un hueco en las carteleras, y encima lo hace por partida doble (si no contamos la española –en blanco y negro y muda- que dirige Pablo Berger con Maribel Verdú ni la de Disney para el año próximo titulada “The Order of the Seven”). Estos dos proyectos que se estrenan con apenas unos pocos meses de diferencia son, por un lado, “Blancanieves y la leyenda del cazador”, la versión épica y repleta de acción y efectos especiales que maneja Universal Pictures y que no veremos aquí hasta Junio; y por el otro “Blancanieves (Mirror, Mirror)”, la comedia para toda la familia que nos viene de la mano de Tarsem Singh, quién en diciembre del año pasado nos obsequiaba con un festín de sangre y violencia en la hiperbólica “Immortals”.

No es la primera vez que coinciden dos proyectos iguales o similares en el mismo año. No hay más que echar la vista atrás para encontrarnos con “Un pueblo llamado Dante's Peak” vs “Volcano” en 1997, “Armageddon” vs “Deep Impact” un año más tarde, o más recientemente “The Descent” vs “La caverna maldita” (2005), entre otros ejemplos varios. Incluso “Sin compromiso” y “Con derecho a roce” se construían a partir de una premisa romántica idéntica. Ahora bien, aquí de lo que se trata es de la adaptación de un mismo cuento tradicional de los Hermanos Grimm que ha pasado de padres a hijos generación tras generación, y al que por lo visto cada estudio quiere darle su particular enfoque, a cuál más transgresor respecto al original.

Una malvada hechicera
(Julia Roberts) se convirtió en Reina cuando conquistó el corazón de un honrado Rey. Pero tras la desaparición del soberano, la Reina ha sumido al reino en la pobreza, recaudando continuamente duros impuestos para celebrar sus fiestas de palacio. Ahora que su fortuna se agota, sus planes son casarse con un joven, rico y apuesto Príncipe (Armie Hammer). Sin embargo, un obstáculo se interpone en su camino: la dulce Blancanieves (Lily Collins), heredera por derecho del trono y cuya belleza se gana la atención del susodicho Príncipe. Desesperada, la Reina ordena a Brighton, su fiel lacayo, que lleve a Blancanieves al bosque y la mate. Sin estómago para cometer tan vil crimen, Brighton libera a la joven y huye de regreso a palacio convenciendo a su ama de haber cumplido el encargo.

Vagando por el bosque, Blancanieves encuentra finalmente refugio en la casa de una banda de salteadores de caminos diminutos (los siete enanos), quienes la acogen no sin ciertas reticencias.

Los pilares básicos de la historia que todos conocemos más o menos se mantienen, si bien hay cambios notables en diversos aspectos de la trama y de los personajes. Sin ir más lejos, aquí los siete enanitos no se ganan la vida honradamente picando paredes en una mina sino que se dedican a robar a todo al que se le ocurre internarse en sus dominios (léase el bosque). Tampoco se mantienen sus nombres (al menos no los que nos dio a conocer la maravillosa versión animada de Disney) ni sus rasgos característicos, aunque alguno que otro (Gruñón) queda ligeramente representado.


La Reina sigue siendo malvada, muy malvada; y Blancanieves dulce y encantadora, incluso cuando aprende a robar y a batirse en duelo con espadas (¿robar?, ¿duelos de espadas? Sí, se lo enseñan los enanos tras un intenso entrenamiento). El Príncipe, esta vez, es un poco zoquete, y en vez de leñador tenemos a un sirviente/lacayo/lameposaderas que cumple a rajatabla todas las ordenanzas de la Reina salvo, claro está, una en concreto: matar a Blancanieves. Luego ya pagará por ello con el correspondiente castigo.

Aquí el macguffin de la trama no reside tanto en que Blancanieves pueda superar a la Reina en belleza (la famosa pregunta al espejito ni tan siquiera aparece), sino en el hecho de que la joven pueda arrebatarle el corazón del príncipe al que quiere atrapar en sus redes. Además de que tampoco tiene intención alguna de legarle el trono al que tanto se ha aferrado todos estos años de liderazgo en solitario.

El propósito del guionista parte de la idea de contar el cuento desde la perspectiva de la Reina, algo que sucede a medias, pues pese a ser ella quién nos introduce en la historia a través de un delicioso prólogo animado (lo mejor de la película, sin duda), pronto su protagonismo queda pisado por Blancanieves y los enanos. En parte es mejor así, teniendo en cuenta el tratamiento –en ocasiones insufrible- que le han dado a algunos personajes. Y es que la Reina de Roberts, en pequeñas dosis, resulta mucho más soportable. Claro que esta puede ser una apreciación muy subjetiva por mi parte ya que la exnovia de América nunca ha sido santa de mi devoción (por decirlo finamente).

Por otro lado, dentro del marco humorístico en el que se inscribe el filme, los enanos son prácticamente los únicos que de vez en cuando nos sacan una sonrisa, ya que el resto de gags, coñas y demás artimañas jocosas resultan tan infantiloides y ridículas (la poción del cachorrito y sus posteriores efectos en el príncipe son para echar al guionista a la hoguera) que dan ganas de abandonar la sala antes de que termine la proyección.

En honor a la verdad hay que decir que la película no es tan horrible como apuntaban los tráilers, pero tampoco es que el montador de los mismos tuviera mucho de donde cortar y rescatar para hacer una presentación medianamente potable de la misma. Lo mejor es que la vuelta de tuerca de Tarsem logra mantener el espíritu de cuento que, dudo mucho, pueda siquiera alcanzar la “versión tolkiana de Universal”. Sin embargo, eso no la salva de ser una versión tediosa e irritante del cuento cuya gracia se ve reducida a momentos muy puntuales, lo que inevitablemente malogra su condición de “comedia para toda la familia”.


Dentro de este a ratos bochornoso espectáculo de pasteloso colorido y esperpéntico vestuario (esto último, muy propio de Tarsem; no hay más que recordar a los dioses de pasarela de su “Immortals”), el reparto salva un poco los platos, y aunque Lily Collins, por ejemplo, luzca unas cejas en las que podrían aterrizar aviones, no puedo sino reconocer que deviene en una Blancanieves ideal. Por el contrario, Sean Bean parece un poco perdido, cómo preguntándose “qué demonios hago yo aquí y por qué no estoy rodando alguna película directa a videoclub, con la que seguro pasaría menos vergüenza ajena”. Y es que al pobre le ha tocado asistir a la peor parte de la cinta, es decir, el final, en donde Tarsem (con la excusa de que en el reino se cantaba y se bailaba antes de la llegada de la malvada bruja) nos encasqueta, como tiro de gracia, un chirriante desenlace musical al más puro estilo Bollywood (algo que el director hindú seguramente ansiaba poder incluir desde su primera incursión en Hollywood). Y eso que el tráiler ya nos había puesto en preaviso, pero no ha sido suficiente para amortiguar el daño causado en mis retinas y oídos.

No obstante, en vista de la división de opiniones surgida tras la asistencia al pase de la película (unos salieron encantados y otros echando pestes), no seré yo quien desaconseje su visionado (a fin de cuentas, mi opinión es tan válida o discutible como la de cualquier otro), pero personalmente recomendaría reservarse los euros por si acaso la “deconstrucción” de Universal resulta ser mejor propuesta, cosa que, por supuesto, aún está por ver.

En todo caso, siempre nos quedará la película Disney, una joya de la animación.




Valoración personal:

8 comentarios:

Machete dijo...

Lo cierto es que todavía tengo pendiente La Celda y Immortals, pero veo que mis sospechas se confirman. Mala pinta me daba. Y eso que The Fall la encontré bastante bien. Creo que terminaré viendola por curiosidad, pero en casa.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

A mi The Fall no me gustó, pero La Celda era muchísimo peor. Te la puedes ahorrar. Immortals es de esas de desconectar el cerebro. Yo iba con pocas expectativas y me entretuvo.

Saludos ;)

Pepe Cahiers dijo...

No se, me da la sensación de que esta película ha nacido ya muy antigua.

Machete dijo...

Jaja, vaya expectativas que me creas. XD

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Pepe,
No sé si será ese el problema, pero en mi caso es que el humor que ostenta como que no me entra ni con vaselina.

Machete,
Si quieres te miento, eh xD

Que conste que mi opinión de La Celda es bastante compartida, y por eso te digo que te la ahorres. Las otras ya como tu gustes. Además, si te dejo las expectativas por los suelos, luego tienes más posibilidades de que te gusten ajaja

Saludos ;)

Machete dijo...

Mejor que no.

Eso también es verdad. XD

Gárgola dijo...

Esta película está dando más que hablar por las cejas de blancanieves que por la película en sí. Al menos se las han retocado para el cartel.
Un saludo.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Al principio pensé que sería cosa de Tarsem y de sus marcianos estilismos, pero resulta que la chica las trae de fábrica xD

Cejas a parte, la actriz lo hace bien, pero ojalá la hubieran colocado en la otra Blancanieves, porque la sosa de Kristen Stewart no me despierta mucho entusiasmo como princesita.

Saludos ;)