Sinopsis: Cuando
el cuartel general de la agencia secreta es destruido, se descubre una
organización de espionaje aliada en EE.UU. llamada Statesman, cuyo origen se
remonta a la fecha en que ambas fueron fundadas. En una nueva aventura que pone
a prueba la fuerza y el ingenio de sus agentes, ambas organizaciones secretas
de élite aúnan sus esfuerzos para intentar derrotar a su enemigo común y salvar
al mundo... algo que está convirtiéndose en una especie de hábito para
Eggsy.
Comentario:
Basándose en el cómic de Mark Millar, “Kingsman: The Secret
Service” de Mathew Vaughn supuso, para el cine de espías, un regreso a los
orígenes más lúdicos del subgénero. Héroes imbatibles, villanos megalómanos, hermosas
y letales damiselas, esbirros estrafalarios, gadgets imposibles… Todo lo que
hizo de Bond un icono cinematográfico, y todo lo que éste ha perdido en los
últimos años en favor del realismo y las pretensiones dramáticas, lo recupera y
lo eleva a la máxima potencia el director londinense.
Kingsman recoge ese testigo con orgullo, a medio camino siempre
entre el homenaje y la parodia, poniendo a prueba a cada rato nuestra
incredulidad.
Vaughn juega al desfase, a la acción hiperbólica y
desenfrenada que desata con especial impacto y espectacularidad en esas
estrambóticas y exageradas set pieces
que se monta en el transcurso de la película. Así que o entras en su juego o no
entras. Es así de simple. Y servidor entra encantado.
Por tanto, si la primera entrega no fue de tu agrado,
tampoco lo será esta segunda, pues no deja de ser un más de lo mismo llevado un
poco más allá de ese límite casi imperceptible que divide lo alegremente desvergonzado
de lo ridículamente patético. Porque aunque estos Kingsman estén más cerca del
Bond de Roger Moore que del de Sean Connery, uno nunca llega a sentir vergüenza
ajena. Quizás porque ese tono jocoso está aderezado con unos personajes que realmente
parecen de carne y hueso y no meros monigotes. Personajes a los que se les coge
cariño rápidamente.
Quizás uno de los aciertos para con nuestro joven héroe sea
el distanciarse del mujeriego agente 007 para convertirse en hombre de una sola
mujer. Eso sí, la novia de Eggsy no es cualquier mujer… ¡Nada menos que una
princesa! (sí, aquella a la que salvó en la primera entrega y que bien supo
recompensarle dicho rescate).
Entre tanto, para compensar el exceso de testosterona
imperante, en esta ocasión el enemigo a batir es una bella y desalmada villana en
la pálida y pecosa piel de Julianne Moore, quien encarna a una reina del
narcotráfico con delirios de grandeza.
Pero lo más divertido de todo, amén de la delirante
presencia de Elton John (quien demuestra saber reírse de sí mismo) o la ácida
representación del Presidente de los EE.UU. (muy conveniente en plena era
Trump), es toparse con el homólogo americano de los Kingsman, los Statesman,
ataviados éstos con un look genuinamente texano (botas camperas, vaqueros,
bolos alrededor del cuello y sombrero en la cabeza) y que usan como tapadera
una destilería de whiskey (con “e”) en lugar de la sofisticada y exquisita
sastrería de los agentes ingleses.
Todo ello hace de esta secuela una mezcla explosiva algo más
chiflada que su predecesora, por lo que si uno es capaz de dejarse llevar por la
locura desatada, de seguro disfrutará del festivo, descarado y a ratos cínico espectáculo.
P.D.: El regreso de Galahad (Colin Firth) está muy traído
por los pelos. No por cómo le salvan la vida (eso ya entra dentro de la
dinámica de la película) sino porque hemos de entender que cuando “murió” a
manos de Valentine (Samuel L. Jackson), nadie fue a recoger su cadáver ni le
propiciaron el debido entierro. ¿Cómo se come eso, amigo Vaughn?
VALORACIÓN PERSONAL:
No hay comentarios:
Publicar un comentario