viernes, 10 de marzo de 2017

“Kong: la Isla Calavera” (2017) - Jordan Vogt-Roberts


 
Sinopsis oficial: un variopinto grupo de científicos, soldados y aventureros se unen para explorar una mítica y desconocida isla del Pacífico, tan peligrosa como hermosa. Apartados de todo lo que conocen, se aventuran en los dominios del poderoso Kong y desatan la batalla definitiva entre el hombre y la naturaleza. Su misión de exploración se convierte en una lucha por la supervivencia y la huida de un Edén ancestral en el que no hay cabida para la humanidad.

Comentario: desde su primera aparición allá por el cada vez más lejano 1933, Kong se convirtió en uno de los grandes -por tamaño y relevancia- monstruos de la historia del cine. Su estreno fue todo un hito que, en consecuencia, hizo que tuviera un gran impacto dentro de la cultura popular, de tal modo que hoy pocos se atrevan a discutirle el título de “King” (rey) que tan orgulloso ostenta. Y es que las referencias, guiños o imitaciones al gorila gigante creado por Edgar Wallace se extienden no sólo al cine, sino también a la televisión, los cómics, los videojuegos y un largo etcétera.

En los albores del cine, los monstruos que predominaban en la gran pantalla eran Drácula Frankenstein, la Momia y el Hombre Lobo. Así que no es de extrañar que la aparición de semejante mostrenco, apoyado éste en unos atractivos efectos especiales, impresionara y cautivara al público de la época. Más tarde llegaría su homónimo nipón, Godzilla (rey indiscutible de los kaiju); o los monstruos de Harryausen (El monstruo de los tiempos remoto), entre otros muchos que componen el bestiario del fantástico cinematográfico.

El equivalente al impacto de King Kong a principios de la década de los 30 lo podríamos situar justo 60 años después, en 1993, cuando varias generaciones experimentamos en nuestras carnes el asombroso y arrollador estreno de “Jurassic Park” de Steven Spielberg.

Precisamente, desde principios de los 90 hasta nuestros días, los efectos visuales han experimentado una auténtica revolución. A día hoy existe muy poco margen para impresionar al espectador, así que conseguir cautivarlo por medio únicamente de los efectos especiales es un tanto absurdo. Y ese probablemente sea el punto flaco de muchas producciones y  de muchos cineastas de la actualidad: apoyarse única y exclusivamente en el poder prácticamente ilimitado de los efectos digitales.
Desde luego, hay muchos otros atributos a tener en cuenta para salir triunfante, y en “Kong: la Isla Calavera” eso lo han tenido muy presente. Lo que se traduce en un espectáculo no sólo poderoso a nivel visual (los vfx son, salvo algún que otro croma, impecables; y las escenas de acción apoteósicas) sino también a nivel empático. Y no me refiero a los aspectos emocionales de la historia, que siendo honestos, aquí son bastante precarios pese al intento de convertir al personaje de Brie Larson en un sucedáneo de Ann Darrow. No, lo que cautiva de este último Kong no son sus pretensiones dramatico-románticas, ni sus esfuerzos por humanizar a la bestia (que los hay y funcionan), sino su absoluta entrega al delirio, al puro desenfreno más descarado de una epopeya de proporciones mastodónticas deliciosamente pulp , lo mejor de todo, nunca exenta de humor y autoconsciencia. Y esto queda patente desde los primeros minutos. 

Muchos otros han intentado proseguir con el legado de Kong, y la mayoría se han estrellado por el camino. Y aunque con el paso del tiempo el “King Kong” de Peter Jackson ha ido ganándose mi indulgencia e incluso mi aprobación, no puede sino afirmar con total seguridad que es “Kong: Skull Island” el mejor ejemplar en su especie desde el clásico de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack.


Vogt-Roberts tiene muy claro que todos conocemos de sobras a Kong y que lo hemos visto ya millones de veces. Sabe muy bien que jugar al escondite con su criatura no tiene ningún sentido, así que no tarda demasiado en mostrarla al público en todo su esplendor. La secuencia de la accidentada llegada de los helicópteros a la isla es una auténtica orgía de muerte y destrucción. A posteriori, la acción se minimiza y se posiciona a un terreno más cercano al survival, por así decirlo, pero sin perder nunca el ímpetu y el ritmo iniciales. 

He de admitir que uno de mis mayores temores tras los primeros avances era que la película fuera a convertirse en una agotadora montaña rusa repleta de sacudidas, o dicho de otro modo, en otro espectáculo vacuo y extenuante marca Hollywood. Por suerte, no es el caso, dado que la acción está bien diseminada a lo largo del metraje y, lo mejor de todo, dirigida con mano firme por un director que, dicho sea de paso, se marca toda una galería de planazos para enmarcar.

Es cierto que los personajes son puro estereotipo, cuando no mera carnaza o relleno para cumplir con el obligado cupo multirracial. Por supuesto, a Larson y a Hiddleston se les podría haber sacado mucho más partido; especialmente a él y a su apreciado carisma. Pero en compensación,  tenemos a otros personajes algo mejor tratados, como los que interpretan Samuel L. Jackson (el villano humano de la función) o John C. Reilly, éste último como bufón roba-escenas. Y el dúo que conforman Jason Mitchell y Shea Whigham, aunque también bastante tópico, resulta de lo más simpático.
Así pues, el escaso desarrollo de los personajes no socaba en ningún el entretenimiento que entrega  Vogt-Roberts, gracias a que el verdadero héroe de la historia, como en casi todas las películas de King Kong, es el propio gorila. Y aquí probablemente se luzca mejor que nunca.
Quien diga que el culminante enfrentamiento final no está la altura de lo esperado, o miente como un bellaco, o es que simplemente se ha equivocado de sala.

Así que quién se acerque a ver “Kong: la Isla Calavera” como lo que es, una multimillonaria y placentera monster-movie con alma de serie B, no saldrá defraudado. Por si fuera poco, la función viene amenizada por un repertorio musical plagado de temazos setenteros (no en vano,  cortesía la trama se sitúa en plena era Reagan post-Vietnam) cortesía  de Black Sabbath, The Hollies o Creedence Clearwater Revival. Un lujo.

P.D.: Hay escena post-créditos, así que no abandonéis la sala precipitadamente, porque es perderéis un breve adelanto de lo que está por venir.  


VALORACIÓN PERSONAL: 
 

5 comentarios:

Fucktricio dijo...

Justo la acabo de ver hace unas horas, no podría estar más de acuerdo, aunque hay humanos en la película esta se centra en King Kong como en una especie de película de orígenes. El espectáculo visual es tan brutal que uno ni siquiera se cuestiona detalles de la trama, ni falta que hace, ni tampoco si los personajes son o no desarrollados. Es una película épica de monstruos, si de por si en los avances se veía brutal no se compara con lo que ve uno en la sala de cine. La quiero ir a ver de nuevo a ser posible en Imax, merece la pena verla en la pantalla más grande disponible en el cine ya que al menos a mi me mantuvo en algunas escenas con la boca abierta literalmente. Recomendada ampliamente. Saludos.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Sin duda, se trata de un entretenimiento espectacular y divertido que debe ser disfrutado en pantalla grande.

Creo que los avances destriparon más de la cuenta, pero aún así es impresionante ver las escenas de acción en el cine.

Saludos ;)

Patrick Bateman dijo...

Pues estoy bastante de acuerdo en todo lo que mencionas. Para mí el tramo central, flaquea un poco, aunque está bien desarrollado. Por tanto, sirve como pausa para un reprise final que nada tiene que envidiar al recibimiento de Kong a los helicópteros. Me quedo medio punto por debajo de tu puntuación, pero la verdad, me gustó bastante más de lo que esperaba.

Saludos.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Sí, qwuizás el tramo central sea algo más endeble, pero consigue no estancarse. El final es bastante potente.

Saludos ;)

Patrick Bateman dijo...

Cierto, avanza bastante bien. También hay que tener en cuenta que dos horas de mamporros hubiese aburrido.

Saludos.