Nunca he tenido problemas para reconocer lo que a otros
cinéfilos les cuesta horrores o consideran un pecado: que me lo puedo pasar
teta con las películas de Michael Bay. Evidentemente, no con todas ellas, pero
algunas sí han hecho las delicias del crío palomitero que llevo –y todos
llevamos- dentro. Sin ir más lejos, “La Roca” me parece una de las mejores
películas de acción de todos los tiempos (y su mejor obra, de lejos), y no me
canso de verla; como tampoco me canso de ver “Armageddon” (co-escrita, por
cierto, por el ahora idolatrado J. J. Abrams) o “Dos policías rebeldes” (aunque
la secuela ya no la aguante tanto). Incluso la primera hora de “La isla” me
parece ciencia-ficción de primer nivel (lástima que luego se reduzca a una
larga y agotadora persecución).
Un buen día, sin embargo, mi condición de espectador
eventualmente satisfecho con su cine tocó fondo con la llegada de la franquicia
“Transformers”. Si bien la primera entrega logró mi aceptación (no sin ciertos
reparos), sus deleznables secuelas consiguieron que detestara profundamente los
niveles de estupidez y saturación pirotécnica a los que el director me sometía.
Es cierto que los excesos siempre han formado parte de su sello, pero en
aquellas dos ocasiones rebasó el límite que mis sufridoras neuronas podían
soportar.
Cuando creía que ya no había esperanza de recuperar al
director que una vez llegué a defender (el cine también necesita, para bien o
para mal, a cineastas de su condición), éste anunció su siguiente proyecto: una
comedia de acción de bajo presupuesto (sic) inscrita en el mundo del
culturismo. Las palabras “bajo presupuesto” sonaban especialmente extrañas –e
intrigantes- para un director poco dado a trabajar con menos de 100 millones en
sus bolsillos.
Bay, imagino que algo harto de rodar espectáculos
multimillonarios con amasijos de hierro como protagonistas (que, todo sea
dicho, le han hecho de oro), decidía cambiar de aires y apostar por algo
diferente e inusual en su filmografía. Una película en la que, irónicamente, presenciamos al Bay más desatado y
descarado; un Bay cuyos excesos encuentran su razón de ser en el delicioso
disparate que es “Pain & Gain”.
La historia, por muy increíble que parezca (y lo parece
mucho), se basa en hechos reales, algo que el director, consciente del grado de
surrealismo imperante a lo largo del metraje, considera a bien recordar en un
momento dado de la cinta (especialmente cuando más absurda y menos creíble
resulta). Obviamente, todo hecho real pasado el celuloide cuenta con sus
licencias y libertades creativas, pero a grandes rasgos, la historia de
nuestros tres ineptos protagonistas es verídica, y ese puntito de “realidad
radiografiada” le da un plus importante, aunque no sea especialmente
significativo para disfrutar de la película.
Estamos en los 90. Daniel Lugo (Mark Wahlberg) es un exconvicto y
culturista que trabaja como entrenador/preparador físico en un gimnasio de
Miami. Si bien está medianamente satisfecho con la vida que lleva, siente que
está estancado y que nunca prosperará ni conseguirá más de lo que ya tiene.
Lugo aspira a más, y ese “más” lo quiere de inmediato. Para elevar su estilo de
vida optará por la vía rápida y “fácil”. Su idea consiste en pegarle el palo a
uno de sus forrados clientes, Victor Kershaw (Tony Shalhoub). Para ello,
necesita la ayuda de otros dos compinches/socios: su amigo Adrian Doorbal
(Anthony Mackie); y un recién llegado al gimnasio, el también exconvicto Paul
Doyle (Dwayne Johnson).
El plan: secuestrar a Kershaw y extorsionarlo (lo que
incluye unas sesiones de tortura) para que acceda a traspasar sus activos a
Lugo. ¿Qué podría salir mal? Pues prácticamente todo.
El problema es que nuestros tres protagonistas no son
unos lumbreras, precisamente, sino más bien todo lo contrario. Tres zoquetes con
mucho músculo hiperdesarrollado pero con poca materia gris en sus cerebros de
mosquito. No es de extrañar que dos de ellos hayan dado con sus huesos en la
cárcel.
A medida que transcurren los días, el plan va de mal
en peor, y lo que empieza como un simple secuestro acaba convirtiéndose en una
espiral de violencia que escapa a su control.
Somos testigos de su estupidez supina y de sus, en
consecuencia, continuos tropiezos y malas decisiones, y verdaderamente nos
preguntamos si, más allá de la ficción añadida, pudo haber tres tipos tan
inútiles como para originar todo el relato que sirve de base para el guión. Y
es que aquí el director mete en la coctelera a Tarantino, Ritchie, los Coen y,
por supuesto, al propio Michael Bay, para cascarse una delirante comedia criminal que no duda en satirizar “el sueño
americano” y, si hace falta, ensalzarlo al mismo tiempo que lo pisotea. Y
recordemos que esto lo dirige un tipo encantado de ondear la bandera yanqui en casi
todas sus películas.
Pero semejante trama también le sirve de excusa
perfecta para dar rienda suelta a sus caprichos visuales, aglutinando en su
estilo videoclipero tanto la cámara lenta (eficazmente insertada) como la
cámara al hombro, y permitiéndose el lujo, por exigencias de guión (o al menos
esta vez podemos creer que sí), de rodar planos en los que las bellezas de
turno muestran sus encantos a cámara.
Pero no nos engañemos,
pues ante todo hay un guión. Un
guión que es disparatado, violento, absurdo y en ocasiones hasta de mal gusto,
pero que conforma la ida de olla más descacharrante, sarcástica y bienvenida de
la reciente filmografía de Bay. Una locura que contagia al espectador y le
hace disfrutar, e incluso encariñarse, de sus tres catetos protagonistas. Y ahí
hay destacar cómo Walhberg y Johnson se
adueñan por completo del show orquestado por Bay. Los intérpretes no sólo
se dedican a lucir sus vigoréxicos músculos, sino que también exhiben una
genial vis cómica dentro de la insensatez de sus personajes.
Con “Pain & Gain” Bay se redime de sus pecados, si bien esta reconciliación con el
director parece que nos va a durar poco, pues ya está inmerso en el rodaje de
“Transformers 4”, entrega que éste aceptó firmar a cambio de que el estudio le
financiara la cinta presente (es el precio que hay que pagar cuando trabajas bajo
a los designios de la industria de Hollywood).
Pero que nos quiten lo bailado, ya que ahora toca
disfrutar de su última obra, y ésta es una
gamberrada violenta e hilarante que de seguro no dejará a nadie indiferente.
Puede que esté destinada a dividir al
público (o la amas o la odias, sin término medio), y que peque de no saber
condensar mejor la trama (dos horas son demasiados minutos), pero al fin y al
cabo ofrece bastante más que la ensalada de tiros, explosiones y testosterona
habitual del director. Pero que mucho más.
P.D.: Algunos se quejarán de la traducción española del
título por “Dolor y dinero”. Pero podría haber sido peor, pues "Secuestra
como puedas" o "Tres idiotas y un rehén" le viene al pelo,
aunque yo hubiese optado por un solemne “Michael Bay Unchained”.
Valoración personal:
5 comentarios:
Completamente de acuerdo con todo lo dicho. Yo también me he considerado un seguidor empedernido de Mike Bay hasta que se enchufó a sus robots y nos quebró la cabeza con tanta chatarra. Menos mal que ha vuelto con una grande de su filmografía, en donde se paladea todo su estilo, contando además con un guion desternillante y unos actores estupendos, en especial el gran Dwayne Johnson. Para mi es de las mejores del año, sin duda.
Saludos!!
Se nota que es el proyecto más personal del director. Bajo todo sus excesos (y que aquí, conste, encajan a la perfección) se vislumbra el cariño de Bay hacia el material que está rodando.
Una locura absolutamente disfrutable, y sí, una de las mejores películas en lo que va de año.
Dwayne Johnson rebosa carisma y buen hacer. Este hombre debería afinar bien su elección de proyectos porque esconde un potencial que otros de su misma condición no tienen ni en sueños.
Saludos ;)
Excelente reseña! Todavía no la he visto, pero realmente soy fan de Michael Bay, salvo la saga de "Transformes". Películas como "La Roca" y "La Isla" están entre mis favoritas de siempre, además de haber disfrutado bastante de "Bad Boys". A ver como me resulta "Pain and Gain" cuando la vea, aunque por lo que comentas sería como un retorno a las fuentes.
Saludos, Jorge!
Es algo difícil catalogarla dentro de la filmografía de Bay. No es tanto una vuelta a los orígenes, pues no se trata de una cinta de acción al uso, pero aplica en ella todas sus señas de identidad de forma totalmente legítima.
Es una de las pocas veces en las que el director no puede recurrir a sus montañas rusas de acción y destrucción para hacer avanzar la trama, sino que son los personajes y sus actos los que tiran de ella. De ahí que no mida del todo bien el tiempo y se exceda de metraje. Pero en cualquier caso, eso es un mal menor.
Saludos ;)
Aun no estoy convencido de ver este filme aun con las cosas buenas que escucho de él. No es nada contra Bay, es simplemente que me parece una obra bastante prescindible.
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