Prácticamente cada año estamos teniendo unas cuantas películas patrias que destacan por encima del resto de producción nacional. Películas arropadas por la crítica que aterrizan en nuestras carteleras con buena publicidad, buenas críticas y, de vez en cuando y si las fechas lo permiten, también con unos cuantos halagos y aplausos recibidos en festivales de cine (lo que siempre ayuda a captar la atención de los medios y a atraer al espectador de a pie a las salas)
Hace un par de años una de esas películas fue “Celda 211” de Daniel Monzón, cinta que luego fue generosamente premiada en los Goya (ocho estatuillas, nada menos, y algunas de ellas –no todas- más que merecidas). Este año la destacada, por unanimidad, está siendo “No habrá paz para los malvados”, dirigida por el bilbaíno Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado en su tercera colaboración juntos tras “La caja 507” y “La vida mancha”.
La historia transcurre en Madrid, en una fecha indeterminada a principios del s.XXI. Borracho y de camino a casa, el inspector de policía Santos Trinidad (José Coronado) decide hacer una parada en un club de alterne para tomarse la última copa. Debido a su embriaguez y a su mal carácter, Santos termina viéndose involucrado en un triple asesinato. Para mayor desgracia, un testigo de lo ocurrido logra escapar con vida del lugar. Temiendo que pueda incriminarlo, el inspector decide emprender una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. A medida que va estrechando el cerco sobre su presa, Santos va descubriendo una trama conspiratoria de mayores magnitudes…
Mientras tanto, la juez Chacón (Helena Miquel), encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino con la ayuda del agente Leiva (Juanjo Artero), viejo conocido de Santos.
Tras ocho años de silencio (si no contamos el episodio para Películas para no dormir), Enrique Urbizu estrena en nuestra cartelera su último trabajo como director y co-guionista, después de recibir una entusiasta acogida en el presente Festival de Cine de San Sebastián, donde compite en Sección Oficial por la Concha de Oro.
Aunque se trate de un tipo de película no muy frecuente en nuestra industria, tampoco nos resulta del todo desconocida. Y es que “No habrá paz para los malvados” es un thriller policiaco que bebe mucho del cine negro en la composición de sus personajes y ambientes, y en la estructura y desarrollo de la trama.
Nuestro principal protagonista es Santos Trinidad, un policía fracasado en lo profesional y en lo personal, entregado a la bebida y de vuelta de todo, que una mala noche (de tantas) comete el error de asesinar a sangre fría a tres personas. El segundo error que comete aquella noche, y que desencadenará los hechos posteriores, es que se le escape con vida un testigo ocular del crimen. En ese preciso instante, cuando toda moralidad y ética posibles ya han sido violadas, a Santos no le queda más remedio que mantenerse al margen de la ley para dar caza a su posible delator. En el transcurso de su particular investigación, se da cuenta que el individuo al que persigue no es un simple delincuente como los tipos a los que dejado tiesos horas antes. Avanzando en sus pesquisas, descubre que hay algo mucho más gordo detrás, y probablemente él sea el único que pueda evitar un mal mayor…
La trama se bifurca, pues, en dos flancos: por un lado, seguimos a Santos en el transcurso de esa investigación, descubriendo así, a medida que ésta progresa, la identidad e intenciones del testigo al que el inspector persigue tan concienzudamente; por otro lado, tenemos a la juez Chacón y a su ayudante yendo tras la pista del responsable de los tres asesinados en el prostíbulo, algo a lo que en un principio parece ser achacable a una ajuste de cuentas entre bandas (dos de las víctimas no es que fueran hermanitas de la caridad, precisamente) Y a medida que estos últimos le van pisando los talones a Santos, éste se va acercando cada vez más a su presa, desvelándose -y desvelándonos- el complot que se tiene entre manos.
De este modo, Urbizu consigue mantener en vilo al espectador por partida doble y durante prácticamente todo el metraje. Y es que estamos ante una de esas cintas en las que se nos exige estar bien atentos a todo lo ocurre en pantalla, sin perder detalle de las pistas que nos van soltando y de los nombres de personajes que se van citando continuamente.
Pese a poseer ritmo un tanto lento (y que no necesariamente debe traducirse como aburrido), el desarrollo de la historia logra mantener el tipo tirando de intriga y de protagonista. Y quizás la dirección peque de falta de intensidad (Urbizu sigue arrastrando esa frialdad que ya le caracterizó en “La caja 507”, y se echa de menos algo más de garra más allá de la presente en las –pocas pero suficientes- escenas de acción), pero queda compensada por una trama muy bien hilvanada y por un personaje, Santo Trinidad (el nombre ya es pegadizo), con muchos más matices de lo aparente.
José Coronado, actor que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción (y que según parece, lleva unos años reinventándose y resurgiendo de sus propias cenizas cuál Ave Fénix), asume el rol del inspector con suma convicción y contención, sin estridencias de ningún tipo ni excesiva chulería, algo que resulta característico en este tipo de personajes y que en este caso podría haber sido contraproducente. Y es que Santos Trinidad no es exactamente un antihéroe, aunque siga un camino cercano al de la redención. No es tampoco una persona agradable, pero eso él ya lo sabe. Es más, Santos es muy consciente del tipo de policía en el que se ha convertido, y de hecho se avergüenza de ello (cierta conversación en un bar nos lo revela), aún sin interés por ponerle remedio. Es de esos tipos que en pantalla nos atraen, aunque en la vida real quizás no quisiéramos tener nada que ver con ellos.
Santos camina entre el bien y el mal, poniendo a prueba sus límites y tanteando constantemente a la suerte, y aún así –o precisamente por ello- empatizamos con él y nos hacemos cargo de su tristeza, de su desgana, de su rabia contenida… De él quisiéramos saber más y pronto, pero Urbizu se resiste a soltarnos datos suficientes si no es a cuentagotas y dejando muchas dudas por medio, quizás para que no empaticemos demasiado pronto…
Ni esta película ni este tipo de personajes abundan en nuestro cine, pero no es menos cierto que todos ellos responden a estereotipos sobradamente conocidos dentro de este y de todos los géneros que abarca Urbizu en “No habrá paz para los malvados” (título, por cierto, sacado de un versículo de la Biblia: No habrá paz, dijo mi Dios, para los malvados). Desde Santos hasta su joven y fiel compañero (ese que siempre te cubre las espaldas hagas lo que hagas) encarnado por el televisivo Rodolfo Sancho, pasando por la implacable juez Chacón (una forzada y muy poco creíble Helena Miquel, una cantante –de agradable voz- que pretende ser actriz) o el conjunto de chusma que se dan cita aquí (proxenetas, traficantes, borrachos, drogadictos, terroristas…), cumplen con unos roles estándar. De ahí que incluso el propio Santos se permita alguna que otra licencia “películera” (el chascarrillo “Rock’n’Roll” sobraba un poco…)
Pero estos estereotipos, convenientemente ubicados dentro de un contexto patrio, es decir, con su pertinente transmutación cañí (por llamarla de alguna forma), son probablemente lo peor que podamos decir de esta película, ya que por lo demás, está muy bien armada; un thriller seco, turbio y, en última instancia, amargo. Quizás demasiado inflado, como ya suele ocurrir en estas ocasiones, por la crítica y la prensa, pero que no por ello deja de ser una propuesta recomendable para ese público ávido por ver buenos thrillers.
Además subyace, bajo ese manto de crimen y miseria urbana, una palpable crítica hacia aspectos socio-políticos que nos tocan de cerca, aunque no estemos hablando de una película marcadamente política (todo lo contrario). Digamos que pone la puntilla en la dejadez o simple ineficacia (amén de la corrupción) de nuestros departamentos de justicia, convirtiendo un hecho real (el 11M) en mera –pero plausible, por razones obvias- ficción. Y eso, seguramente, incomode a más de uno.
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Hace un par de años una de esas películas fue “Celda 211” de Daniel Monzón, cinta que luego fue generosamente premiada en los Goya (ocho estatuillas, nada menos, y algunas de ellas –no todas- más que merecidas). Este año la destacada, por unanimidad, está siendo “No habrá paz para los malvados”, dirigida por el bilbaíno Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado en su tercera colaboración juntos tras “La caja 507” y “La vida mancha”.
La historia transcurre en Madrid, en una fecha indeterminada a principios del s.XXI. Borracho y de camino a casa, el inspector de policía Santos Trinidad (José Coronado) decide hacer una parada en un club de alterne para tomarse la última copa. Debido a su embriaguez y a su mal carácter, Santos termina viéndose involucrado en un triple asesinato. Para mayor desgracia, un testigo de lo ocurrido logra escapar con vida del lugar. Temiendo que pueda incriminarlo, el inspector decide emprender una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. A medida que va estrechando el cerco sobre su presa, Santos va descubriendo una trama conspiratoria de mayores magnitudes…
Mientras tanto, la juez Chacón (Helena Miquel), encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino con la ayuda del agente Leiva (Juanjo Artero), viejo conocido de Santos.
Tras ocho años de silencio (si no contamos el episodio para Películas para no dormir), Enrique Urbizu estrena en nuestra cartelera su último trabajo como director y co-guionista, después de recibir una entusiasta acogida en el presente Festival de Cine de San Sebastián, donde compite en Sección Oficial por la Concha de Oro.
Aunque se trate de un tipo de película no muy frecuente en nuestra industria, tampoco nos resulta del todo desconocida. Y es que “No habrá paz para los malvados” es un thriller policiaco que bebe mucho del cine negro en la composición de sus personajes y ambientes, y en la estructura y desarrollo de la trama.
Nuestro principal protagonista es Santos Trinidad, un policía fracasado en lo profesional y en lo personal, entregado a la bebida y de vuelta de todo, que una mala noche (de tantas) comete el error de asesinar a sangre fría a tres personas. El segundo error que comete aquella noche, y que desencadenará los hechos posteriores, es que se le escape con vida un testigo ocular del crimen. En ese preciso instante, cuando toda moralidad y ética posibles ya han sido violadas, a Santos no le queda más remedio que mantenerse al margen de la ley para dar caza a su posible delator. En el transcurso de su particular investigación, se da cuenta que el individuo al que persigue no es un simple delincuente como los tipos a los que dejado tiesos horas antes. Avanzando en sus pesquisas, descubre que hay algo mucho más gordo detrás, y probablemente él sea el único que pueda evitar un mal mayor…
La trama se bifurca, pues, en dos flancos: por un lado, seguimos a Santos en el transcurso de esa investigación, descubriendo así, a medida que ésta progresa, la identidad e intenciones del testigo al que el inspector persigue tan concienzudamente; por otro lado, tenemos a la juez Chacón y a su ayudante yendo tras la pista del responsable de los tres asesinados en el prostíbulo, algo a lo que en un principio parece ser achacable a una ajuste de cuentas entre bandas (dos de las víctimas no es que fueran hermanitas de la caridad, precisamente) Y a medida que estos últimos le van pisando los talones a Santos, éste se va acercando cada vez más a su presa, desvelándose -y desvelándonos- el complot que se tiene entre manos.
De este modo, Urbizu consigue mantener en vilo al espectador por partida doble y durante prácticamente todo el metraje. Y es que estamos ante una de esas cintas en las que se nos exige estar bien atentos a todo lo ocurre en pantalla, sin perder detalle de las pistas que nos van soltando y de los nombres de personajes que se van citando continuamente.
Pese a poseer ritmo un tanto lento (y que no necesariamente debe traducirse como aburrido), el desarrollo de la historia logra mantener el tipo tirando de intriga y de protagonista. Y quizás la dirección peque de falta de intensidad (Urbizu sigue arrastrando esa frialdad que ya le caracterizó en “La caja 507”, y se echa de menos algo más de garra más allá de la presente en las –pocas pero suficientes- escenas de acción), pero queda compensada por una trama muy bien hilvanada y por un personaje, Santo Trinidad (el nombre ya es pegadizo), con muchos más matices de lo aparente.
José Coronado, actor que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción (y que según parece, lleva unos años reinventándose y resurgiendo de sus propias cenizas cuál Ave Fénix), asume el rol del inspector con suma convicción y contención, sin estridencias de ningún tipo ni excesiva chulería, algo que resulta característico en este tipo de personajes y que en este caso podría haber sido contraproducente. Y es que Santos Trinidad no es exactamente un antihéroe, aunque siga un camino cercano al de la redención. No es tampoco una persona agradable, pero eso él ya lo sabe. Es más, Santos es muy consciente del tipo de policía en el que se ha convertido, y de hecho se avergüenza de ello (cierta conversación en un bar nos lo revela), aún sin interés por ponerle remedio. Es de esos tipos que en pantalla nos atraen, aunque en la vida real quizás no quisiéramos tener nada que ver con ellos.
Santos camina entre el bien y el mal, poniendo a prueba sus límites y tanteando constantemente a la suerte, y aún así –o precisamente por ello- empatizamos con él y nos hacemos cargo de su tristeza, de su desgana, de su rabia contenida… De él quisiéramos saber más y pronto, pero Urbizu se resiste a soltarnos datos suficientes si no es a cuentagotas y dejando muchas dudas por medio, quizás para que no empaticemos demasiado pronto…
Ni esta película ni este tipo de personajes abundan en nuestro cine, pero no es menos cierto que todos ellos responden a estereotipos sobradamente conocidos dentro de este y de todos los géneros que abarca Urbizu en “No habrá paz para los malvados” (título, por cierto, sacado de un versículo de la Biblia: No habrá paz, dijo mi Dios, para los malvados). Desde Santos hasta su joven y fiel compañero (ese que siempre te cubre las espaldas hagas lo que hagas) encarnado por el televisivo Rodolfo Sancho, pasando por la implacable juez Chacón (una forzada y muy poco creíble Helena Miquel, una cantante –de agradable voz- que pretende ser actriz) o el conjunto de chusma que se dan cita aquí (proxenetas, traficantes, borrachos, drogadictos, terroristas…), cumplen con unos roles estándar. De ahí que incluso el propio Santos se permita alguna que otra licencia “películera” (el chascarrillo “Rock’n’Roll” sobraba un poco…)
Pero estos estereotipos, convenientemente ubicados dentro de un contexto patrio, es decir, con su pertinente transmutación cañí (por llamarla de alguna forma), son probablemente lo peor que podamos decir de esta película, ya que por lo demás, está muy bien armada; un thriller seco, turbio y, en última instancia, amargo. Quizás demasiado inflado, como ya suele ocurrir en estas ocasiones, por la crítica y la prensa, pero que no por ello deja de ser una propuesta recomendable para ese público ávido por ver buenos thrillers.
Además subyace, bajo ese manto de crimen y miseria urbana, una palpable crítica hacia aspectos socio-políticos que nos tocan de cerca, aunque no estemos hablando de una película marcadamente política (todo lo contrario). Digamos que pone la puntilla en la dejadez o simple ineficacia (amén de la corrupción) de nuestros departamentos de justicia, convirtiendo un hecho real (el 11M) en mera –pero plausible, por razones obvias- ficción. Y eso, seguramente, incomode a más de uno.
7 comentarios:
A ver si voy a verla la semana que viene si tengo algún día libre...
por cierto, cartelón en Sitges un año más y eso que aun falta cosa, ya iremos quedando para el atracón de películas de cada año!!!!
Vaya que sí, un señor cartel este año. Ahora será cuestión de leer sinopsis y ver tráilers a saco para ir anotando preferencias, amén de las ya conocidas.
Yo me hospedaré en el Sitges Park Hotel, que está entre el Retiro y el Prado, así que veré muchas ahí (y este año sí podré quedarme a los maratones, jo jo jo)
Cuando estemos ahí ya haremos el planing con nuestras parrillas de prensa ;)
Saludos :)
La he visto este fin de semana y me ha gustado mucho. El tono seco y austero que otorga Urbizu a la trama es excelente, tanto como la interpretación de Coronado.
Cierto es que los personajes secundarios son estereotipos, pero poco me importó. Es de las películas más solidas que he visto en los últimos meses.
Saludos !!
Vaya, este año si que te lo has montada bien, jejeje. Ya quedaremos entonces para el día 6.
Un saludo!!!
Ramón, a nivel de guión es muy sólida, aunque la frialdad de Urbizu en la dirección hizo que la película no me entusiasmara tanto, aún gustándome.
Dragon,
Pues sí, este año estaré de lujo, aunque eso implicará ver más pelis y, por tanto, escribir el doble o el triple. Creo que cuando llegue el 16 estaré destrozado física y mentalmente xD
Saludos ;)
Una peli valiente, bien hecha y con un prota de los que se ven poco por acá.
De lo mejor realizado por estos lares.
Saludos.
Toda una rara avis dentro de nuestro cine. Ojalá abundaran más este tipo de películas, pues al parecer tenemos gente (directores, guionistas, actores..) que saben hacerlas muy bien.
Saludos ;)
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