
En ella, un comando de mercenarios contratados por la CIA era enviado a la selva Centroamericana en una supuesta misión de rescate. A su llegada, se daban cuenta que alguien o algo les observaba muy de cerca, y no eran precisamente los guerrilleros a los que debían hacer frente. Tras cumplir su objetivo sin bajas, el viaje de regreso se convertía para ellos en un verdadero infierno debido a la desafortunada presencia de un implacable cazador alienígena dispuesto a aniquilarles uno a uno.
El film fue un rotundo éxito de taquilla y terminó de afianzar a Arnold Schwarzenegger, su estrella protagonista, como héroe de acción, a la vez que servía como magnífica carta de presentación -dentro del género- para su director, John McTiernan, que a posteriori se convertiría en uno de los mejores artesanos –para mí el mejor- de su época, con títulos a sus espaldas como La jungla de cristal (1988), La caza del Octubre rojo (1990) o El último gran héroe (1993), entre otras.
La monstruosa criatura venida del espacio, el Predator, se convertiría también, por derecho propio, en uno de los alienígenas más míticos de la historia del cine, junto al ya por entonces célebre Alien de Ridley Scott.
Como toda película de éxito que se precie, la secuela no tardaría mucho en llegar (amén de las copias y plagios que también originó). Desgraciadamente, tanto Schwarzenegger como McTiernan tenían la agenda ocupada, así que hubo que hacer retoques en el guión (eliminar al personaje de Dutch/ Schwarzenegger, por ejemplo) y buscar reemplazos.
La dirección recayó en el jamaicano Stephen Hopkins, cuyo anterior trabajo había sido la quinta secuela de la saga Pesadilla en Elm Street. El papel destinado al austriaco fue convenientemente modificado y adjudicado a Gary Busey, actor que después de interpretar al villano de “Arma Letal” volvería a coincidir aquí con Danny Glover, asumiendo este último el rol protagonista de la película.
El cambio de escenario (la exótica jungla centroamericana por la “jungla de asfalto” de Los Ángeles), de estrella principal y de director no pareció jugar muy a su favor, y el resultado en taquilla fue desalentador. Aún cubriendo costes, la película no llegó a ser un éxito y fue –injustamente- denostada por público y crítica (aunque estos últimos tampoco es que fueran muy indulgentes con la original), lo que anuló cualquier posibilidad de continuar la saga.
Cierto es que comparándola con su predecesora, esta segunda parte resultaba inferior (ya tenía las de perder…), pero no por ello era una nefasta continuación, sino más bien un estimable entretenimiento que, entre otras cosas, amplió la mitología del personaje. De hecho, el guiño al cráneo del alien de Scott propició el crossover comiquero, el cual años más tarde nos devolvería, con peor fortuna ahora sí, a Depredador a la gran pantalla (aunque a estas Alien vs Predator habría que darles de comer a parte)
Para volver a ver en solitario a una de las criaturas más emblemáticas y mortíferas de la ciencia-ficción, ha habido que esperar 20 años. Y he aquí el resultado.
Un grupo de guerreros de élite son arrojados a una selva sin saber cómo ni quién les ha capturado y llevado hasta ese lugar. Desconcertados pero bien armados, formarán una piña para intentar averiguar qué es lo que ha ocurrido y por qué les han juntado sin despojarles de sus armas. Cuando descubran que han sido llevado a otro planeta para servir de presa de unos cazadores alienígenas, empezará la lucha por la supervivencia.
Con la excepción de un médico desprestigiado, todos ellos son unos desalmados asesinos -mercenarios, yakuzas, presidiarios, miembros de escuadrones de la muerte-, “depredadores” humanos que ahora serán cazados y eliminados sistemáticamente por otra raza depredadora superior. Sólo los más fuertes y astutos podrán sobrevivir.

Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Eso debió pensar Robert Rodríguez cuando allá por el 94 le encomendaron la escritura de un guión para continuar la saga de Depredador. El director y guionista mexicano afrontó la petición buscando repetir las claves del éxito del film original (del cual se considera ferviente admirador). Para ello, nada mejor que mantener la misma fórmula de “grupo de mercenarios vs alienígena”, pero aportando ideas propias y aumentando el número de “depredadores” que iban a dar caza a las presas humanas.
Los cimientos de ese guión son los que, años más tarde y con un poco de reescritura, han servido para crear “Predators”.
Ejerciendo de productor y supervisor, Rodríguez ha dejado las riendas del proyecto en manos de Nimród Antal, director húngaro americano que después de Kontroll, se debut tras las cámaras, comenzó a dar sus primeros pasos en Hollywood con películas de bajo presupuesto y escasas pretensiones como “Habitación sin salida (Vacancy)” y “Blindado (Armored)” (Curiosidad: el título –original- de todas sus películas hasta la fecha lo forma una única palabra)
La cinta que nos ocupa es otra serie B en su filmografía, pero no es cualquier serie B. Es la secuela de una de las películas de ciencia-ficción y acción más emblemáticas de los 80 (y de todos los tiempos), por lo que aquí su trabajo y el de Rodríguez iba a ser observado con lupa.
Como ya he mencionado en párrafos anteriores, la fórmula inicial concebida por los hermanos Thomas se repite aquí con mayor o menor similitud y acierto. De nuevo, tenemos a un grupo de tipos duros armados para hacer frente a la amenaza. La diferencia estriba en que ya no son un comando de élite acostumbrado a trabajar juntos sino un grupo de asesinos y mercenarios habituados a combatir por su cuenta contra el enemigo. Otra diferencia -y no serán pocas-, es que no se encuentran en una jungla terrestre (aunque la fauna bien podría hacernos creer que sí…), sino en un planeta que sirve a los predators como coto de caza para soltar a sus presas, ponerlas a prueba y luego cazarlas y despedazarlas.
Por supuesto, el aumento de “cazadores” es otro factor en contra añadido, por lo que las posibilidades de supervivencia se ven reducidas considerablemente.
Con Royce a la cabeza (el personaje interpretado por Adrian Brody) y a regañadientes, este grupo de guerreros hará frente común a la amenaza en un territorio desconocido para ellos.
La presentación de personajes es rápida pero certera. De hecho, no se necesita mucho más, ya que algunos de ellos serán mera carnaza para los predators; y a los que logren sobrevivir al primer asalto ya los iremos conociendo a medida que transcurran los minutos. De todas formas, en una producción de estas características no se necesita mucho más, y con cuatro pinceladas que definan bien a nuestros protagonistas (desde sus virtudes hasta sus puntos flacos), nos basta para seguirles con atención a lo largo de la caza.

Los primeros minutos se apoyan en el misterio y el suspense que provoca la situación en sí misma; esa incertidumbre de tener a unos perfectos desconocidos en un lugar inhóspito, sin recordar siquiera cómo han sido traídos hasta allí ni cuál es el propósito de ello. Para los que ya conocemos a los “simpáticos” depredadores, el factor sorpresa es prácticamente nulo, pero aún así la narración que imprime Antal es lo suficientemente eficaz como para mantenernos alerta tanto a aficionados como a ajenos a la franquicia (aunque está lejos del pulso narrativo que tan bien imprimía McTiernan)
Al igual que los cazadores, el espectador observa al grupo para conocer a sus componentes, ve cómo se relacionan entre sí y averigua cómo manejan la desconcertante situación.
Royce es el que llevará la voz cantante y el que trazará el plan que les llevará a descubrir no sólo que se hallan en otro planeta –el menor de sus problemas- sino que han sido capturados como divertimento, como presas de caza de unos despiadados seres alienígenas.
A partir de ahí, lo que viene no es difícil de imaginar: la cacería en estado puro.
Las bazas con las que cuenta Antal son básicamente los hándicaps que afrontan los propios personajes, es decir, el hecho, por ejemplo, de que éstos no se conozcan y deban confiar entre sí, pudiendo ser engañados o traicionados en cualquier momento, lo que supone un aliciente para al espectador al no poder “fiarse” de ellos ni saber cómo van a reaccionar (aunque el supuesto golpe de efecto final se ve a leguas desde el principio)
Luchar en un terreno que, al contrario que sus cazadores, ellos desconocen por completo, será otra desventaja, aunque a éste no se le saca demasiado partido, ya que la selva es un elemento muy secundario, y aquí no supone una amenaza en sí misma, más allá de lo que supondría cualquier otra selva terrestre (podrían haber aprovechado para hacer del planeta un enemigo más).
Pero quizás lo peor para ellos y lo mejor para nosotros sea el aumento de cazadores y la aparición, por vez primera, de sus “perros de caza”, unos bicharracos con muy malas pulgas –y tan o más feos que los propios predators-, que amplían un poco más la mitología del universo predator (además de otro detalle que más adelante se nos desvelará)
El guión es tan esquemático y sencillo como pudiera serlo el de “Depredador”, y a su vez, tan efectivo y acorde con sus pretensiones como aquél. Esta es una película de acción, y por ello, ésta es la que prima la mayor parte del tiempo. Vale decir que, además de bien rodada (Antal sabe muy bien dónde colocar y cómo mover la cámara), está correctamente dosificada a lo largo del metraje, consiguiéndose, además, que los “tiempos muertos” se digieran con facilidad y contribuyan a ensamblar y fortalecer la beneficiosa sencillez de la trama (apuntes sobre el carácter y el pasado los personajes o el proceder de los depredadores, etc.)
La violencia que ostenta no es muy desmesurada y la mayor parte de las amputaciones afectan a los predators, pero aún así, humanos y alienígenas sangran, y eso siempre es de agradecer en un film de estas características.
Hay que apuntar también que los efectos especiales están conseguidos y que el uso del ordenador está limitado a casos muy puntuales. Se recurre a él tan sólo cuando es realmente necesario (como en la original), dejando que el maquillaje, las caracterizaciones y los trucajes tradicionales hagan la mayor parte del trabajo. Esto le otorga cierto regustillo a producción de los 80-90, notándose así la acertada mano de Rodríguez como productor.
Del reparto tampoco se pueden sacar pegas. Todos cumplen con su papel, lo cual tampoco es difícil viendo que físicamente dan el pego. Incluso Alice Braga, que viendo algunas de sus últimas películas (Soy Leyenda o la bizarra Repo Man), parece que no le hace ascos al cine de acción. Obviamente, hay personajes/actores que nos gustaría verlos más tiempo en pantalla (a uno en particular, se le podría haber sacado mucho más provecho) y puede que su presencia nos sepa a poco (no diré nombres para no caer en el spoiler), pero hay que conformarse con lo que hay y agradecer que tengan su pequeño momento de gloria.

No podemos negar que si esta secuela funciona, es gracias a todos esos elementos, además del buen oficio delante y detrás de la cámara.
La secuela de Antal se situaría entre la primera y la segunda entrega (anclada ésta en una especie de futuro cercano), si bien no es necesario haber visto a su predecesora para ponerse al día, ya que la información necesaria nos viene dada en la propia película, amén de empezar siguiendo la misma pauta de no mostrar al bicho hasta bien entrados en materia.
Se respetan, además, todas las características básicas del Predator (visión térmica, imitación de sonidos, camuflaje invisible, etc.) y se aporta alguna de nueva, que nunca está más.
“Predators” es, por tanto, una digna y satisfactoria secuela de la saga y una monster movie francamente disfrutable. Es el mejor regreso que podría tener el depredador a la gran pantalla, y viendo cómo dejan claramente la puerta abierta a la secuela, ¿quién no se apuntaría a otra? Un servidor lo tiene claro: rotundamente sí (y quizás, con un poco de suerte, en la cuarta veamos el planeta Predator en todo su esplendor, aunque eso ya lo veo un poco difícil, a menos que aumenten considerablemente el presupuesto)