Robert
“Bob” Peak, Frank McCarthy, Robert McGuinnis, Richard Amsel, John Alvin o, cómo
no, Drews Struzan. Estos son algunos de los muchos artistas que hicieron
de los carteles de cine todo un arte. Ilustradores que nos maravillaron con sus
obras y que en muchos casos fueron los culpables
de que viéramos unas u otras películas juzgando tan sólo por su carátula
(aquellos tiempos del videoclub…).
Hace ya algunos años le dediqué un artículo especial alcartel de cine ilustrado, y hablé de éstos y otros tantos de sus ilustres representantes.
Y mencioné también a aquellos que, por razones obvias, se han convertido en sus
dignos herederos. Artistas que, influenciados por aquellos incansables (y poco
reconocidos) trabajadores de la industria cinematográfica, han decidido dar
continuidad al casi extinto arte del cartel ilustrado. Extinto porque ha sido
inevitablemente reemplazado por las herramienta digitales, pero que de un
tiempo a esta parte está viviendo una segunda juventud, si se le puede llamar
así. Pues aunque son contadas las ocasiones en los que las marquesinas lucen
carteles ilustrados, lo cierto es que hay toda una comunidad de artistas que
siguen manteniendo vivo tan tradicional
y fascinante arte.
Entre ellos se encuentra un español: Jordi Pérez Mascaró, más conocido por el nombre artístico de
Mo Caró. Y de él precisamente vengo hoy a hablaros, ya que tuve la (muy
grata) oportunidad de conocerle en persona y de charlar ampliamente con él.
¿Pero quién es Mo Caró? Empecemos el artículo respondiendo
esa pregunta.
Mo es un artista multidisciplinar. Es ilustrador, diseñador
gráfico, fotógrafo y también actor. Si bien en la faceta en la que sobresale y
por la que es más conocido es la ilustración. Una afición oculta al mundo
durante muchos años y que ahora forma ya parte indispensable de su trabajo.
Y eso que, según cuenta él mismo, jamás quiso dedicarse a
ello.
“Siempre soy franco, y
por eso digo que en realidad yo no quería seguir la profesión de mi padre
[también ilustrador]. […] La retomé con el tiempo porque siempre me ha
gustado el cine.”
Cuenta cómo, de pequeño, veraneaban yendo de camping, y cómo
su padre se llevaba la mesa de dibujo para seguir trabajando. “Era famoso en el camping. Era “el dibujante”.
Al lugar ya se le conocía como “el camping del dibujante”. Y por ese motivo
Mo no quería seguir una profesión a la que se padre parecía entregado (o
esclavizado) en cuerpo y alma.
“No quería estar todo
el día trabajando sin tener ni un solo día para mí.”
Interesado todavía por el cine, con 18 años Mo entró a
trabajar como becario en una productora de publicidad, “Estudio 87”, en la que
su padre se encargaba de la parte gráfica, creativa y de animación de los spots
publicitarios de la agencia (para marcas como por ejemplo Phillips, Telefunken,
Phoskitos…). Allí fue aprendiendo de auténticos profesionales, acumulando la
experiencia necesaria para terminar él mismo realizando spots y campañas
publicitarias.
“Es ese el bagaje que
te enseña todo el mundillo del arte.”, asegura el artista.
Al mismo tiempo, Mo relata la anécdota de que, con 20 años,
mucha gente veía en él a un doble perfecto del cantante George Michael. Ni
corto ni perezoso, Mo decidió forzar todavía más esa comparativa, asumiendo el
mismo look y moviéndose como él, hasta que al final acabó apareciendo caracterizado
como tal en un anuncio para la revista Ragazza (revista juvenil para chicas al
estilo Superpop).
A raíz de eso, tuvo la oportunidad de conocer al verdadero
George Michael en el único concierto que el cantante dio en Barcelona (no
repetiría hasta 15 años más tarde, en 2011). Oportunidad que aprovechó para
regalarle un cuadro que le dibujó, dedicado a su paso por la ciudad condal.
La no tan anecdótica comparativa le sirvió también para meterle en el mundo de la interpretación, otra faceta suya quizás no tan conocida para muchos de nosotros, pero que sin duda forma parte de su polifacético currículum. “He tocado tantos palos, que he hecho hasta de actor. […] Y puedo decir que he estado tanto delante como detrás de las cámaras.”
Así pues, y bajo su verdadero nombre, Jordi Pérez, Mo ha
participado en series de televisión y películas, al tiempo que compaginaba su
principal labor profesional realizando publicidad para agencias nacionales.
Entre tanto, Mo realizaba también ilustraciones para sí
mismo. Hasta que llegó un momento en el que, en sus propias palabras, “quiso darle más potencia a la creatividad
artística”. Fue en ese momento en el que su camino se cruzó con la
ilustración de cine. ¿Y por qué de cine?
“De pequeño iba al
cine todos los fines de semana. […] Había
cinco cines en mi barrio. Entre semana, a la salida del colegio, iba a darme un
paseo por los cines para saber qué echarían ese fin de semana. Todos los fines de semana (sábado y domingo),
sin falta, estaba ahí. Y no me veía la película una vez, sino dos y hasta tres,
si podía. […] Después de comer
empezaba a ver películas y ya no llegaba a casa hasta las 10 de la noche.”
Mo asegura que aquellos carteles que colgaban de las
marquesinas “le impactaban”.
Así fue como empezó a dibujar por mera afición, como algo
independiente a su oficio, más centrado éste en el diseño y la fotografía. La
oportunidad de darse a conocer al mundo surgió cuando entró en contacto con una
editorial valenciana, Ediciones Babylon. Allí se gestó la idea de publicar su
obra. “Sirvió para obtener reconocimiento
en mi país y que la gente supiera quién era ese personaje que se hacía llamar
Mo Caró”. Nombre artístico que, por cierto, surge de la unión de parte del
apellido de su padre y de “Mo”, como así llaman los menorquines a la Isla de
Menorca, su predilecto lugar de veraneo.
Algo parecido ocurre con artistas que, al igual que Mo, han
crecido bajo el poderoso influjo del arte de Struzan. Artistas como Paul
Shipper o Mark Raats, por ejemplo. Aunque Mo afirma que su autor favorito no es
Struzan sino Bob Peck, el “padre del cartel de cine moderno”. De todos modos,
recuerda con nostalgia que fue un cartel de Struzan su referente, y el que de
alguna manera despertó la chispa de su arte. “Un cartel que me impactó cuando era un chaval fue el de “Los locos del
Cannonball”. Sobre todo porque me encantaba Burt Reynolds, que por aquella
época era lo más.”
Precisamente, a Mo le han adjudicado el apodo de “el Drew
Struzan español”, una comparación
obvia dada la influencia del autor en él, y algo que él agradece.
“Las comparaciones no
son malas. Te están comparando con un
“monstruo”. Al principio, mucha gente confundía mis ilustraciones, pensando que
eran de él”.
Aunque a ojo de buen entendedor es fácil distinguir los
trabajos de uno y otro artista, más si se tiene un vasto conocimiento de la
obra realizada por Struzan, lo cierto es
hay que recorrer un duro camino para lograr el reconocimiento propio. Y ahí
entramos en el peliagudo tema de la importancia de la firma, de lo necesario
que resulta para un autor poder estampar su nombre en su propia obra.
Y de ello Mo ha hecho su particular batalla, intentando que
él, siendo artista, sea reconocido como tal.
“Hay mucho talento por
ahí. Y me fastidia que las medallas se las lleve el director creativo y el jefe
de la agencia de la publicidad, cuando mucho veces tan sólo plantan la idea, y
es el artista el que tiene que entenderlo y desarrollarlo [...] Hay gente muy buena a la que por esa razón
nunca van a valorar.”
Estos artistas están sujetos al control y demanda de las
agencias. Los “artistas sin nombre”, por llamarlos de algún modo, que no pueden
firmar sus obras, que no tienen ninguna clase de reconocimiento y a los que no
es posible localizar si no es por medio de las citadas agencias.
Mo ha logrado lo que muchos otros no consiguen hasta que consiguen hacerse un
nombre. Siendo ese el mejor de los casos, pues muchos otros han quedado y
quedarán para siempre en el anonimato.
Y bajo su nombre artístico, Mo Caró, podemos encontrar el
libro “One Sheet Movie”, un recopilatorio de sus fantásticas ilustraciones,
tales como las que ilustran este artículo.
Como punto final al artículo, os dejo con una retahíla de
preguntas rápidas que le hice. También quisiera aprovechar este último párrafo
para agradecerle nuevamente que me permitiera robarle un poco de su tiempo para
esta charla-entrevista, y hacer saber al lector la grata impresión que me causó
como persona. Porque Mo, además de un artista como la copa de un pino, es una
persona de lo más cercana, amable y honesta. Y esas son cualidades que en el
mundo del arte siempre son muy agradecidas.
PREGUNTAS RELÁMPAGO
¿Para qué película te
hubiera gustado o te gustaría tener la oportunidad de ilustrar un cartel?
James Bond.
¿Temática, actor o
actriz que más te gusta dibujar?
Me gusta sobre todo la
época de los 80 porque fue la más creativa. Todo el cine de esa época me
encanta. Pero uno de los actores que me gustaría dibujar, porque lo admiro
mucho, es Clint Eastwood.*
*EXCLUSIVA: Al parecer, una editorial podría lanzar en breve un
libro sobre la vida del actor, y es más que probable que la portada de esta
edición recaiga en Mo, según me adelantó el propio artista.
¿Lo que más y lo que
menos te gusta de esta profesión?
Lo que menos es la
puerta cerrada del secretismo. No te quieren contar lo que cobran o cómo
trabajan. [Y lo cierto es que Mo no tiene ningún reparo a la hora de hablar
de lo que cobra por una ilustración, cosa que le honra.]
¿Elige tu creación
favorita o de la que más te enorgulleces?
El que más cariño le
tengo, entre otras cosas porque también me ha otorgado repercusión, es el del
25 Aniversario de Star Trek.
¿Qué consejo le
darías a los jóvenes -y no tan jóvenes- artistas que quieren dedicar a esto de
la ilustración?
Tienes que ser muy
machacón con el tema. Picar mucha piedra, copiar mucho para llegar a encontrar
tu propio estilo. Yo todavía sigo buscando el mío.
No hay que arrugarse.
Hay que saber tirar siempre para adelante. Tenlo como un hobby, y quizás algún
surja de rebote la gran oportunidad. Porque si llegas a hacerlo bien, alguien
lo va a querer.
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