lunes, 30 de noviembre de 2015

“El puente de los espías” (2015) – Steven Spielberg



Sinopsis: James Donovan (Tom Hanks) , un abogado de Brooklyn especializado en la reclamación de seguros , se ve súbitamente inmerso en las entrañas de la Guerra Fría cuando la CIA le confiere la difícil misión de negociar la liberación de un piloto americano (Austin Stowell) capturado por la Unión Soviética.

Tras acercarnos a la figura de Abraham Lincoln, uno de los hombres clave en la historia de América, Spielberg pega un salto de varias décadas para de nuevo sumergirse en política con una historia, esos sí, mucho menos densa y más evocada al buenrollismo que al elocuente dramatismo. Lo que no quita que, más allá de sus amables intenciones y su happy ending, sea un sólido y crítico drama político.

Una cinta que nos acerca a los albores de la Guerra Fría, cuando las tensiones entre EE.UU. y la Unión Soviética estaban a flor de piel, y el mínimo paso en falso podía significar una abierta declaración de guerra.

Uno de los momentos más calientes del conflicto se produce cuando el FBI arresta a un presunto espía soviético, Rudolf Abel, y lo recluye en una prisión federal a la espera de juicio.

Con tal de dar una imagen de respetable rectitud procesal, deciden concederle al acusado la oportunidad de ser defendido por un abogado de intachable reputación. Una mera pantomima para deshacerse del problema con el beneplácito del público y con la conciencia tranquila. Pero con lo que no cuentan ni el Gobierno, ni el FBI ni la CIA, que anda detrás de todo lo que tenga que ver con el espionaje (interno o ajeno), el elegido para afrontar semejante encargo, James B. Donovan, es un hombre íntegro de los pies a la cabeza. Un abogado que cree firmemente en la ley y la justicia, y que está dispuesto a ejercer sus funciones con toda la legitimidad y dignidad que considera afines a su oficio. Aunque ello le suponga miradas de rechazo y profundo desprecio entre sus propios compatriotas. Y es que defender a un espía ruso no es, precisamente, una bendición. No obstante, es un reto que Donovan decide aceptar y llevar a cabo sean cuales sean las consecuencias, asumiendo los riesgos del mismo; riesgos que afectan no sólo a su imagen pública o a su posición dentro del bufete, sino también al bienestar de su familia, a quienes sus decisiones afectan directamente y pueden ponerles en el punto de mira de miles de estadounidenses enfurecidos. Y es que sólo hay algo peor para un estadounidense que un comunista, y es un traidor (o lo que ellos consideren como tal).

De este modo, y sin comerlo ni beberlo, Donovan se convierte en el gran héroe americano que nadie querría ser. Porque su integridad profesional y su inquebrantable rectitud ética y moral son la base de sus acciones y lo que le lleva de Brooklyn al corazón de una Alemania en plena construcción del muro de Berlín. Y todo para negociar, sin el amparo oficial de su propio gobierno (si algo sale mal, se queda solo), el intercambio de prisioneros entre dos naciones al borde de la guerra. Un proceso en el que está en juego no sólo su pellejo y la vida de dos hombres (y de un tercero que entra inesperadamente en escena), sino también de millones de personas; las vidas de los ciudadanos estadounidenses y rusos que viven con temor el día a día ajenos a los acontecimientos que se están produciendo en la sombra.


Sin duda, una época oscura a la que esta cinta pretende volcar un rayo de luz y esperanza, contándonos la historia verídica de James Donovan, un hombre de familia que lo arriesgó todo para hacer lo que creía correcto, más allá de los intereses políticos de su país o de sus propias creencias e ideologías. Un hombre al que da vida espléndidamente (no podía ser de otro modo) Tom Hanks en su cuarta colaboración con el Steven Spielberg.

Un relato humanista en el que el cineasta demuestra, una vez más, sentirse muy a gusto. El tipo de película plagada de buenas intenciones que el director sabe sacar adelante sin la pesadez de la moralina de la que otros hacen uso (y abuso). No hay más que echar un vistazo a “War Horse”, otra muestra de buen cine que quizás nunca llegue a apreciarse como realmente merece.


La dupla Spielberg-Hanks, garantía de calidad.
 No deja un poso tras su visionado como otras películas del cineasta.




Valoración personal: 

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