domingo, 12 de mayo de 2013

“La matanza de Texas 3D” (2013) - John Luessenhop



¿Cuánto se puede exprimir una saga de terror? ¿Cuál es el límite fijado para decir basta? Probablemente, para un productor de Hollywood, no exista límite alguno. Toda película está expuesta a ser víctima de inevitables -y a veces innumerables- secuelas, precuelas, remakes y reboots posibles mientras el concepto original siga generando beneficios en taquilla. En el campo del horror, esto se da con un mayor grado de frecuencia dado el bajo coste que supone la producción de dichas películas y la fácil explotación que permiten unos argumentos, de partida, convenientemente simples. 

En 1974, con cuatro duros y toneladas de descaro, Tobe Hopper presentó al mundo “La matanza de Texas”, un film de terror extremadamente  violento que tambaleó los cimientos del género y que, de algún modo, sentaría buena parte de las bases que configurarían el subgénero “slasher”. 

Tomando como referencia los crímenes reales cometidos esa misma década por Elmer Wayne Henley en Texas, y los cometidos por Ed Gein durante la década de los 50 en Wisconsin (este último, asesino que sirvió de inspiración para otras cintas como “Psicosis” o “El silencio de los corderos”), Hopper elaboró un film tan salvaje para la época que fue retrasado, censurado e incluso prohibido en varios países. Al mismo tiempo, su villano, apodado Leatherface (“cara de cuero” para los hispanoparlantes), hacia las delicias del público adolescente que acudía en masa a las salas, convirtiéndose a posteriori en todo un icono del cine de terror.

El éxito arrollador de este barato film independiente generó, cómo no, unas cuantas secuelas que ayudaron a afianzar el perfil psychokiller de Leatherface dentro del subgénero slasher. De las tres secuelas que vieron la luz, sólo la primera de ellas estuvo dirigida por el propio Hopper, situándose trece años después de los hechos acontecidos en su predecesora y guardando una estrecha relación con ésta, si bien en esta ocasión el director decidió introducir unas dosis de humor negro con las que alejarse un poco del macabro concepto original.

En 2003, nueve años después de la  última entrega, Leatherface regresó a la gran pantalla con un meritorio remake cuyas consecuencias, no obstante, serían nefastas para el género, pues gracias al éxito de éste, los estudios empezarían a revolver el baúl de los recuerdos  en busca de materia prima a la que sacar partido con “nuevas” y remodeladas versiones. Así es como volvieron a la vida otros psychokillers como Michael Myers, Jason Vorhees o Freddy Krueger.


En cualquier caso, Leatherface volvía a contentar al público adolescente (y también al nostálgico talludito), ganándose una segunda vida cinematográfica que se completaría, tres años más tarde, con una precuela en la que se explicarían los orígenes del personaje.

Llegados a este punto, poco más se puede aportar a la franquicia. ¿O sí?

La nueva matanza de Texas (titulada con el escueto “Texas Chainsaw 3D”) no sigue los pasos de las nuevas versiones sino que busca ser una continuación directa de la película original de Hopper. Por ese motivo, transcurre inmediatamente después del desenlace de aquella, situándonos en la granja de la familia Sawyer justo a la llegada del sheriff. Antes de que la familia entregue a regañadientes al maníaco Jeb Sawyer a la autoridad, los habitantes del pueblo de Newt llegan al lugar de los crímenes para tomarse la justicia por su mano. 

Comandados por Burt Hartman, queman la granja con todos dentro, originándose a su vez un tiroteo en el que finalmente perece toda la familia, a excepción del bebé de los Sawyer. Gavin y Arlene, dos de los vigilantes pueblerinos, se la llevan en secreto y la crían como si fuera su propia hija bajo el nombre de Heather. A los veinte años, un abogado la localiza para comunicarle que su verdadera abuela ha muerto y la ha nombrado heredera de sus bienes. Descubriendo así que es adoptada, Heather se dirige a Texas para tomar posesión de su herencia y descubrir sus orígenes.
 
La película comienza de forma prometedora, tirando de archivo para mostrarnos, a modo de flashback y durante los créditos iniciales, imágenes del film original. De esta manera, se conecta el desenlace de aquella con los primeros minutos de ésta, en los que somos testigos de la brutal (y quizás merecida) masacre infringida a la familia de Leatherface por parte de sus enfurecidos vecinos.

Veinte años después, nos encontramos con Heather, la única superviviente de aquél recriminable acto de justicia y la única Sawyer que queda con vida, a excepción de su primo Jeb Sawyer, el enfermizo asesino de la motosierra que, como veremos, también sobrevivió al incendio y al tiroteo que acabó con el resto de sus parientes.  
El regreso de Heather a su ciudad natal es el punto de partida que emplean los guionistas para servirle en bandeja a Leatherface un nuevo grupo de atractivos jóvenes (Heather y sus amigos) a los que despedazar. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol, salvo la particular conexión familiar entre la protagonista y el asesino. Conexión que, aunque en principio resulta ser un aporte interesante, finalmente acaba por convertirse en un lastre que hunde la credibilidad de una historia que ya de por sí se sostiene muy débilmente. 


Dejando de lado algunos errores de guión/puesta en escena en cuanto a la situación cronológica de esta entrega (la trama, situada veinte años después de los crímenes originales,  debería ubicarnos a mediados de los 90; sin embargo, la presencia de móviles de última generación sugieren que se sitúa en la actualidad), el principal problema de la película reside en su intento de humanizar a los Sawyer a base de convertirlos en meras víctimas (cuando de inocentes no tienen nada) de un pueblo corrupto y vengativo. Es cierto que el método empleado para acabar con la familia Sawyer es cuestionable y reprobable, amén de cruel y probablemente desproporcionado, pero no hay que olvidar que se trata de un atajo de psicópatas, y que Jeb Sawyer es un asesino despiadado y enfermizo que mata por puro placer (y ahora además, por venganza).

Criminalizar a los asesinos de los Sawyer es un enfoque acertado, pues ofrece la otra cara de la sociedad salvaje y mezquina que retrataba Hopper allá por los setenta, pero el desarrollo que se produce a lo largo del metraje es erróneo, tratando de conseguir que el espectador sienta compasión (o al menos comprensión) por un monstruo cuyas atrocidades no conocen justificación alguna, y cuya maldad es fruto del depravado ambiente familiar en el que se crió.

Para terminar de rematar la jugada, los guionistas (cuatro, nada menos) deciden optar por un caprichoso giro final ciertamente ilógico si nos atenemos a los hechos precedentes. OJO SPOILER-- Que Heather sienta empatía por su primo es hasta comprensible (la familia es la familia), pero de ahí a que le salve la vida al perturbado que acaba de cepillarse a sus amigos (y por bien poquito también a ella), hay un trecho. Y que decida hacerse cargo de él, como buena Sawyer que es, ya es el colmo -- FIN SPOILER

Los esfuerzos de esta entrega por ofrecer una nueva vuelta de tuerca a la franquicia (bebiendo de otras cintas del género como “Pesadilla en Elm Street” o “La noche de Halloween”) caen en saco roto al no saber manejar adecuadamente el perfil psicológico de su protagonista y al pretender humanizar un personaje urdiendo una estratagema errónea en dónde la moralidad juega a conveniencia de los designios de los guionistas. Una propuesta fallida cuyas pretensiones obstruyen lo que en, en el fondo, podría haber sido un slasher ciertamente satisfactorio, pues en ese aspecto, la cinta de John Luessenhop (Takers) funciona sorpresivamente bien, con sus escabrosas dosis de gore y violencia, y sus tímidas pinceladas de inherente sexualidad.

P.D.: Aparición estelar de Bill Moseley como Drayton Saywer, o lo que es lo mismo, Chop-Top en “La matanza de Texas 2”, y cameo de Gunnar Hansen, el hombre tras la cara de cuero en la película original.



Valoración personal:

1 comentario:

Juan dijo...

Todo esto del 3D ya cansa un poco, la verdad y, en especial en las peliculas de terroro, no funciona.
Yo la reservaria exclusivamente para las pelis de muchos efectos especiales donde el ·d todavia puede aportar algo