De todas las cintas que Luc Besson produce cual cadena de
montaje desde su compañía Europa Corp., de vez en cuando suena la flauta y
acaba saliendo un producto medianamente decente o por encima de la media. Esto
es lo que ocurrió en 2008 con “Taken”, thriller de acción que por estos lares
conocimos bajo el título de “Venganza”.
El argumento de la susodicha no tenía nada de especial y ni
mucho menos original. A saber: un exagente de la CIA interpretado por Liam
Neeson se embarcaba por su cuenta en el rescate de su hija Kim (Maggie Grace),
raptada en París por una banda de albanokosovares que se dedican a la trata de
blancas.
Lo dicho, originalidad cero. Sin embargo, la película proporcionaba
hora y media de habilidoso
entretenimiento, en gran parte gracias a la acertada dirección de Pierre
Morel y a la presencia de Neeson, un actor con empaque.
La buena acogida que tuvo la película en Europa (se proyectó
en el Reino Unido y España, además de en su Francia natal) hizo que los
americanos le echaran el ojo y decidieran estrenarla también allí,
convirtiéndose en un éxito instantáneo y rotundo al embolsarse nada menos que
145 millones de dólares. Eso sí, los yanquis no pudieron disfrutar de la
versión íntegra de la película hasta su edición en formato doméstico, ya que la
versión que se estrenó en salas fue censurada para adherirse a la calificación
PG13 (lo que por otro lado benefició sobremanera su taquilla).
Con estos números en la mano, no es de extrañar que Besson se
haya decidido a producir una secuela.
La historia acontece
dos años después de los sucesos narrados en la primera entrega. El padre de uno
de los albaneses que secuestraron a Kim jura vengarse del asesinato de su hijo
en manos de Bryan Mills (Liam Neeson),
y aprovecha las vacaciones de la familia en Estambul para llevar a cabo su
plan. Bryan se verá de nuevo obligado a utilizar todos sus recursos y
habilidades como agente de la CIA para salvar tanto la vida de su mujer y de su
hija como la suya propia.
“Venganza” supuso un punto de inflexión en la carrera de
Liam Neeson, un actor poco dado a prestarse a este tipo de producciones. Sin
embargo, ahí nos descubrió su faceta más “badass” demostrando que daba la talla
–y de sobras- para este tipo de papeles.
La excusa para encarnar de nuevo al exagente especial Bryan Mills es simple: los familiares de aquellos a quienes mató para salvar a su hija deciden ajustar cuentas yendo directamente a por él y a por su familia. Así que no le queda otro remedio que volver a repartir estopa para defenderse de la agresión y proteger a su mujer y a su hija.
La continuidad, por tanto, se mantiene, y aunque no deje de ser una secuela sacada de
la manga, al menos la excusa para ello se sostiene. Y es que los malos también tienen familia, y
aunque sus hijos, padres o hermanos hubieran tomado el camino de la
delincuencia, eso no les impide clamar justicia ante su verdugo. Así que Bryan tendrá
que lidiar con toda una milicia sedienta de sangre.
En esta ocasión, la hija es la única que consigue librarse
del rapto, así que tendrá que echarle un cable a papaíto para poder solucionar
el problema. Por suerte, los guionistas (el propio Besson y Robert Mark Kamen, autores
de su predecesora) no han convertido a la chica en una discípula de Mills. Es
hija de su padre, no hay duda, y se las apaña bastante bien para huir de sus
perseguidores, pero sigue siendo una chica normal y corriente enfrentada a una
difícil situación, por lo que el instinto de supervivencia sale a flote, pero
en lo que a pelear y matar se refiere, la cosa queda en manos de su progenitor.
Él solito debe resolver nuevamente la papeleta. Y no hay duda que lo
conseguirá.
Desgraciadamente, en esta ocasión tenemos tras las cámaras
no a Pierre Morel sino a Olivier Megaton, otro de los mercenarios de Euro Corp.,
y responsable éste de lindezas como “Transporter 3” (bodrio donde los haya) o
“Colombiana”. Megaton (me ahorraré el chiste fácil) es uno de esos incompetentes que se cree Paul Greengrass, y para su
desgracia -y sobre todo la nuestra- ni se le acerca. Su dirección resulta tosca y mareante, especialmente en los
enfrentamientos cuerpo a cuerpo, donde la cámara se mueve sin ton ni son, con
encuadres estridentes, cansina sucesión en ráfaga de planos cortos, cámara en
modo epiléptico y un nulo sentido de la planificación. Semejante forma de
dirigir manda al garete los méritos del coreógrafo de turno y estropea aquellos
momentos destinados a nuestro mayor disfrute.
Esto le pasa factura a la película, que se siente muy por debajo del nivel de satisfacción que proporcionaba la primera entrega. De todos modos, el guión, que es igual de simplón que en aquella, va al grano y eso ayuda a que, de nuevo, la hora y media se pase volando. Eso y la sólida e intimidante presencia de Neeson son sus dos puntos fuertes y los que salvan la película de la quema.
De paso nos reencontramos con el bueno de Rade Serbedzija,
que ya tiene experiencia encarnando a villanos de Europa del Este, y que aquí interpreta
al cabeza de familia vengativo y máximo responsable del plan de secuestro de
los Mills. En cuanto a las féminas, tanto Grace como Famke Janssen (que con el
paso de los años está más rica, si cabe) aguantan bien el envite.
P.D.: A Neeson se le ve más cascado o, para no
ser desconsiderado, menos en forma. Y es que los 60 tacos que lleva encima se
empiezan a notar. Aún así, cualquiera le pide la hora en un callejón sin salida…
Valoración personal:
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