Para hallar buen cine fantástico juvenil y/o familiar,
difícilmente haya mejor época que los ochenta. A lo largo de esta gloriosa e
irrepetible década se realizaron numerables producciones a las que hoy día
recordamos con gran cariño. Producciones con las que, a menudo, seguimos
disfrutando como niños.
Hay que reconocer que en ocasiones dicho disfrute radica más
en la nostalgia que nos invade que en las propias virtudes del film, si bien no
son pocas las películas cuya calidad es irrefutable y que, por ese motivo, siguen
conservando intacto su valor cinematográfico y sus admirables niveles de
entretenimiento.
Si nos fuéramos mentalmente hacia el año 1985, los títulos
que nos vendrían a la memoria serían “Los Goonies”, “Lady Halcón”, “Teen Wolf
(De pelo en pecho)”, “Exploradores”, “Cocoon”, “El secreto de la pirámide”, “Brazil”,
“Enemigo Mío (tristemente olvidada) o “Regreso al futuro”, la joya de la corona
y la película más taquillera de aquél año. Precisamente, un mes después de
estrenarse esta maravillosa comedia de ciencia-ficción, llegó a las salas
estadounidenses “My Science Project”, otro film cuya temática estaba conectada a
los viajes en el tiempo.
A diferencia del éxito de Zemeckis, el film del debutante Jonathan
R. Betuel tuvo una pobre acogida entre el público, algo que no es de extrañar
si comparamos éste con otros de mayor calibre de aquél mismo año o de unos
meses atrás. Y es que a nadie le apetece comerse una simple hamburguesa después
de haber saboreado un delicioso estofado de carne, y con “Regreso al futuro”
bien fresquita en la memoria, algo como “Mi proyecto científico” (My Science
Project) sabía a poco.
La historia se inicia
en 1957, cuando una nave del espacio exterior (léase OVNI) se estrella en medio
del desierto. El objeto es descubierto por los militares y enviado a una base
con el fin de estudiarlo con detenimiento. Sin embargo, los altos mandos,
temiendo que los periodistas fisgoneen y la historia se escampe por todo el
país, deciden deshacerse de las pruebas, como si nunca hubiera ocurrido nada.
En la actualidad
(1985), la base militar se encuentra inoperativa y convertida en un cementerio
de chatarra vigilado únicamente por un guardia de seguridad. Por la noche, el
joven Mike y su cita, la empollona Ellie, se cuelan en la base y encuentran,
entre los despojos y oculto en un almacén subterráneo, un extraño artilugio. Al
principio, Mike ignora su procedencia y su utilidad, pero no tarda en descubrir
que el aparato es un dispositivo capaz de abrir una brecha en el
espacio-tiempo.
Un año antes de su debut como director, Jonathan R. Betuel
escribió del guión de “Starfighter, la aventura comienza” (The Last
Starfighter), una entrañable cinta de ciencia-ficción de corte juvenil que enseguida
se ganó un rinconcito en la memoria cinéfila de toda una generación. Aquella
fue uno de los intentos más efectivos de la competencia a la hora de rivalizar
con Spielberg y sus fructíferas producciones bajo el sello Amblin. Esto último
no era nada fácil de conseguir dado que el “Rey Midas” contaba siempre con las
mejores historias, con un buen equipo detrás y con un holgado presupuesto para
materializarlas en pantalla.
Con ese fin, Betuel siguió enfocando su trabajo en el género
fantástico juvenil, dando lugar al guión de “Mi proyecto científico”, el cuál
le dio la oportunidad de ponerse tras las cámaras.
Los protagonistas de esta historia responden
irremediablemente a algunos de los estereotipos habituales de este tipo de cine.
A saber: el chico guaperas de turno, el gracioso de su mejor amigo o los
empollones cuatro ojos con aparatos
dentales.
Mike Harlan es conocido en el instituto por ser un manitas
con las máquinas, especialmente con los coches, a los que dedica gran parte de
su tiempo. Sin ir más lejos, el amor de su vida es un Pontiac GTO rojo del 68’
que conduce todo orgulloso. Pero Mike no es muy buen estudiante, y necesita
aprobar con urgencia su proyecto de ciencias si quiere graduarse.
Colándose en la vieja base militar espera encontrar algún
cacharro que pueda serle útil para
arreglarlo y hacerlo pasar por su proyecto. Pero lo que ignora es que
hará un descubrimiento increíble que podría poner patas arriba toda la ciudad e
incluso el mundo entero.
En esta aventura, a Mike le acompañan Ellie, una rata de
biblioteca con la que acepta salir por despecho tras la escandalosa ruptura con
su novia; y su mejor amigo Vince, un tipo que por su vestimenta parece anclado
en los años 50.
De la boca éste último, un auténtico consumidor/devorador de
la programación televisiva, surgen la mayor parte de referencias a series de
televisión (Magnum, Dinastía, Mannix, Kojak)
y a alguna que otra película (Los cañones
de Navarone) que el guión de Bertuel acumula en un esfuerzo de ganarse
rápidamente a la audiencia. Incluso se
permite un simpático guiño hacia la filmografía de uno de sus intérpretes, John
Stockwell, cuando Vince le habla a Mike de una película acerca de un coche diabólico
que mata gente, en clara referencia a “Christine”, de la que el joven Stockwell
había sido co-protagonista dos años antes. De hecho, aquél sería su papel más
conocido (así como su breve aparición en Top Gun), ya que su carrera como actor
no ha dado mucho de sí, aunque en su faceta de director con cintas como
“Inmersión letal” o “Turistas” tampoco es que le haya ido mejor.
A su compañero de reparto, Fisher Stevens, le recordamos con
más cariño por aparecer en las dos entregas de “Cortocircuito” y, en lo
personal, por encarnar durante cinco temporadas al pillo Chuck Fishman en la
muy estimable “Edición anterior”.
Mención especial merece Dennis Hopper en su pequeña
intervención como Bob, el profesor de ciencias de Mike, un tipo al que la
madurez ha medio aplacado sus instintos más hippies. En un momento dado, y a
modo de (enésimo) guiño cinéfilo, su personaje se presenta vistiendo las ropas
que el propio Hopper lució en “Easy Rider”.
Más allá de estas referencia y la simpatía que desprende el conjunto, lo cierto es que “Mi proyecto científico” no es ninguna de esas maravillas ochenteras, y a ratos peca de ser un tanto ingenua o absurda (el rayo desintegrador con el que los militares se deshacen de la nave alienígena, el T-Rex agarrando a Vince con ¡sus patas delanteras!, etc.), e incluso poco coherente consigo misma (durante el primer contacto de Mike y Vince con la máquina, su percepción del tiempo se altera, y lo que para ellos han sido 10 minutos, en realidad son dos horas. Una circunstancia, ésta, que no vuelve a repetirse o siquiera mencionarse en ningún otro momento).
La historia con la cuenta es atractiva pero está muy desaprovechada.
Quizás su bajo presupuesto limitara las aspiraciones de Bertuel, que no explota
debidamente las posibilidades que le ofrece una premisa apoyada en un artefacto
capaz de conectar las distintas dimensiones en las que confluyen pasado,
presente y futuro. Esta idea podía haber dudo mucho juego, pero solamente se le
saca verdadero partido en la última media hora del film, con el instituto
convertido en el centro neurálgico de la brecha espacio-temporal, y atrayendo hacía
ese punto a personas y seres de otras épocas. De ahí que Mike y cía se topen
con soldados nazis, gladiadores de la antigua Roma, insurgentes del Viet Cong o
con la mismísima Cleopatra, amén de tener que hacer frente a unos mutantes de
un presumible y lejano futuro postapocalítico o a un T-Rex de erróneas
proporciones.
Quizás si la mayor parte del metraje hubiera girado en torno
a ese escenario, desarrollándose la cinta como una gran aventura entre distintas
dimensiones (con todo el abanico de posibilidades que ello ofrecería), el
resultado hubiera sido mucho más elocuente y gratificante. No obstante, como
producto de serie B que es, logra entretener de forma aceptable al dirigirse
al espectador con honestidad y sin excesivas pretensiones.
Valoración personal:
4 comentarios:
No recuerdo haberla visto. ¿Puede caerme simpatica o tira más de nostalgia?.
pd. Te falta un no "lo cierto es que “Mi proyecto científico” es ninguna
Joer, la de veces que la ví en el videoclub y al final no acabamos alquilándola.
Santa mulita...
Machete,
Yo no la vi nunca de pequeño y me ha resultado simpática.
P.D. Corregido. Thanks ;)
Sanke,
Con una carátula más molona seguro que hubiese caído, eh!
Saludos!
Entonces haré por verla.
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