
Antes de proseguir su particular visión de los muertos vivientes con “Zombi (Dawn of the Dead)” (1978) la primera secuela de su ópera prima, Romero abordaría otras temáticas, como la magia negra o las plagas bacteriológicas. Ésta última se vería en The Crazies, película que no he tenido el gusto de ver pero de la que tampoco he leído nada positivo. Y es que fuera del subgénero que le dio fama, no es que el director haya hecho, en mi opinión, nada destacable, a excepción de la mítica “Creepshow”. Y últimamente ni con los zombies es capaz de hacer algo medianamente decente.
Como ya ocurría con “Las colinas tienen ojos” de Wes Craven, la probabilidad de que el remake fuera mejor que la original era bastante alta, aunque evidentemente no tenía por qué ser así. En cualquier caso, no podré efectuar comparación alguna, pero si alguien ha visto ambas versiones, nos podrá dar su opinión al respecto (¿Mejor o peor que su homónima? ¿Igual de malas o igual de buenas?)
David Dutton (Timothy Olyphant) es el sheriff de Ogden Marsh, un pequeño y tranquilo pueblo americano donde todos sus habitantes obedecen la ley, y donde nunca ocurre nada extraordinario o fuera de lo común.
Sin embargo, un día, mientras acude a un partido de baseball, se verá obligado a usar su revólver para resolver una situación insólita: uno de los vecinos se ha colado en el campo armado con una recortada y listo para matar a quién se le ponga por delante. A David no le queda otra que actuar.
Lo que un principio parecía un caso aislado, pronto empieza a convertirse en una plaga de extraños y violentos sucesos. Parece como si algo estuviera afectando y trastocando a la gente del pueblo, quienes sin razón aparente, se transforman en unos locos asesinos.
David, su mujer embarazada, una asistente del centro médico y el ayudante del sheriff tratarán por todos los medios de huir del lugar con vida…
Enésimo remake de una película de terror de antaño, y el primero de una cinta de Romero ajena a su saga zombie. Y es que haciendo un breve repaso, su clásico “La noche de los muertos vivientes” ha tenido ya dos versiones: la de los 90, dirigida por el especialista en efectos especiales Tom Savini, y otra en formato 3D que data de 2006. Por si esto fuera poco, en el 2011 nos llegará también una precuela en forma de película de animación.
Luego tenemos -la magnífica- “Amanecer de los muertos”, versión 2004 de la secuela “Zombi”, y “El día de los muertos”, actualización de su homónima de 1985, y cronológicamente la tercera de la saga. Y eso por no hablar de esas “secuelas” no oficiales que han aprovechado el buen nombre de todas éstas para atraer a los incautos (las italianadas de Lucio Fulci, por ejemplo)
Ignoro hasta qué punto ha servido la original The Crazies para concebir su versión 2010. Si han tomado la idea argumental base para crear algo distinto y aportando cosas nuevas; o si se han limitado a mejorar el aspecto técnico y detalles puntuales de la misma. Pero lo cierto es que, independientemente de cómo fuera aquella, esta The Crazies es, ante todo, un thriller sangriento de lo más estimulante.

La película de Breck Eisner empieza presentándonos uno por uno, y de forma muy liviana, a los personajes que se convertirán en los posteriores supervivientes a seguir. Así que en ese sentido, el prólogo tampoco es demasiado extenso y no tarda mucho en aparecer el primer caso de “locura”. Después de éste primer suceso, llegara el segundo, y a partir de éste, las sospechas y la incertidumbre. Y en menos que canta un gallo, el pánico se apoderará de todo el pueblo.
Estos primeros minutos son bastante esclarecedores. Por un lado, constatan cuál será el comportamiento de estos infectados, y por el otro, nos dan las suficientes pistas como para que sepamos cuál es el origen del virus.
Respecto a lo primero, no son zombies lo que tenemos delante, porque ni están muertos ni están hambrientos de carne humana; no son enfermos con un alto riesgo de contagio, como en la correcta ”Infectados”; tampoco unos locos asesinos y/o suicidas descontrolados como en la fallida “The Signal” o la interesante –por su original forma de contagio- pero bastante irregular “Pontypool”. Se trata de una infección que convierte a las personas en psicópatas en potencia, pero conservando la suficiente racionalidad, por llamarlo de alguna manera, como para empuñar armas de todo tipo, conducir vehículos, trabajar en equipo, planificar sus ataques o incluso torturar a sus víctimas. Dicho de otra forma, pierden el norte sobre lo que está bien y lo que está mal, y su único deseo es el de matar, pero conservan sus capacidades mentales y motrices para poder llevar a cabo su objetivo con la mayor precisión posible, dentro de lo que cabe.
Y en cuanto a lo segundo, están los planos con vista satélite al estilo “Enemigo Público” que dejan claro que alguien, desde “arriba”, observa impasible todo lo que está ocurriendo. Y ese alguien podría ser perfectamente el causante de semejante caos.
Pero si aún quedan dudas al respecto, la aparición de los militares a menos de la mitad de la película, se encarga de despejarlas. Ahora bien, averiguar o conjeturar sobre el por qué de tales acontecimientos, ya corre a cargo del espectador.

La película funciona como un slasher a gran escala, con los “locos” atacando y asesinando, de la forma que sea, a los pocos cuerdos que aún quedan. Pero no sólo los primeros suponen un peligro para estos últimos, sino también unos militares sin miramientos dispuestos a exterminar la infección acribillando a balazos a todo aquél que les parezca sospechoso, esté o no infectado.
Lo que da bastante juego –aunque no se aprovechan al máximo todas sus posibilidades- es el hecho de cerciorarse con seguridad sobre quién está loco y quién no. Y es que un zombie, por ejemplo, es muy fácil de identificar, pero… ¿cómo distinguir a un zumbado armado con una escopeta, de un cuerdo que, escopeta en mano, lucha por sobrevivir?
A priori, la respuesta puede parecer fácil, pero una vez en situación, no lo es tanto. Y eso convierte la huida en un “dispara primero, y pregunta luego”. Nadie se fía de nadie. Cualquiera puede volverse loco en el momento más inesperado (e inoportuno)
La historia en sí no aporta demasiadas novedades al subgénero, más allá del particular comportamiento de los infectados, pero aún así resulta ser una propuesta bastante eficiente, incluso cayendo, de vez en cuando, en algunos tópicos y también en algún que otro susto fácil y mil veces visto.
Pero el buen pulso que imprime Eisner ayuda a que la poco más de hora y media de violentos asesinatos se haga muy amena. Quizás tenga algún punto muerto durante el metraje, pero nunca pega un bajón considerable. Consigue, además, crear un buen ambiente de tensión en los momentos de mayor suspense, aún cuando se trata simplemente de meras escenas de transición, como la del granero y la inmensa ¿cortadora de maíz? (con una iluminación muy acertada se consigue crear una atmósfera de lo más espeluznante, sin necesidad de recurrir a otros efectismos propios del género)
También se saca mucho provecho a la diversidad de lugares y rincones en los que transcurre la acción, evitando así caer en una aburrida monotonía. En ese aspecto, son de destacar la secuencia del depósito de cadáveres (nunca un utensilio forense había sido tan peligroso) y la del lavadero de coches (cualquiera se mete en uno ahora…) Mucho más convencional, aunque también bien resuelto, es el forcejeo que tiene lugar en la futura habitación del bebé que esperan David y Judy.
Quizás el mayor punto flaco radique en lo poco que se profundiza en los personajes –meros arquetipos- y que alguno en concreto esté de más o no aporte nada al grupo -la prescindible ayudante de la doctora-, pero llega un punto en que tampoco importa demasiado. Y teniendo en cuenta que las interpretaciones, sin ser muy destacables, sí son bastante correctas, se logra mantener cierto interés en la supervivencia de los protagonistas.
El mejor de todos ellos es, a mi gusto, el genial –y a ratos condenadamente desconcertante- ayudante del sheriff, interpretado por Jon Anderson (Across The Universe, Las Ruinas, Amelia)

Por lo demás, decir que los 20 millones de presupuesto otorgan credibilidad al caos desatado, tanto por los decorados (los planos del pueblo lleno de fuego, cadáveres y escombros dan buena fe del desastre acontecido) como por el logrado maquillaje de los locos. Los efectos digitales, que se acentúan en el tramo final, cumplen sin más (tampoco vamos a pedirles la espectacularidad de un blockbuster)
Scott Kossar, guionista que ya se encargó de actualizar las correctas “La matanza de Texas“ y “La morada del miedo” (y autor también del guión de esa joyita que es “El maquinista”), y Ray Wright, responsable éste del remake de “Pulse” y de la reciente “Expediente 39” (film tan entretenido como olvidable), apuestan por algún toque de humor negro, por mucha violencia y por un final explosivo, en el sentido más literal de la palabra. Luego el buen oficio que demuestra Eisner tras las cámaras y el competente reparto hacen el resto.
Si es mejor o peor que la original de Romero no lo sé, pero a mí me ha dejado buen sabor de boca. Y para bien o para mal, OJO SPOILER se deja la puerta abierta a una poco probable secuela… salvo que se trate de un direct-to-dvd FIN SPOILER
Después de verse frustrada su intención de llevar de nuevo a la gran pantalla el clásico de la Universal "Creature from the Black Lagoon", el proyecto más inmediato de Eisner parece ser una nueva versión/adaptación de Flash Gordon, un proyecto más complicado y de mayor envergadura que esta The Crazies. Así que si acierta, le perdonaremos haber dirigido “Sahara”.
P.D.: He aquí, como dato curioso, algunos aspectos que me han hecho pensar en “Amanecer de los muertos” de Zack Snyder. Ambas son un remake de una película de terror de Romero, y ambas con virus de por medio. Ambas tienen a un agente de la ley y a una doctora entre el grupo de supervivientes. Y lo mejor de todo: ambas empiezan con una canción de Johnny Cash del álbum “American IV: The Man Comes Around”.
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