lunes, 7 de abril de 2014

“Noé” (2014) – Darren Aronofsky


Podrá gustar más o podrá gustar menos (en humilde mi caso, ni fu ni fa), pero si hay algo  absolutamente incuestionable que se pueda decir acerca de Aronofsky, es que desde que desde sus comienzos, cada una de sus películas ha sido muy diferente a la anterior. Desde sus extraños thrillers psicológicos como “Pi, fe en el caos” o “Cisne negro”, hasta la miseria más descarnada de “Réquiem por un sueño” o la dolorosa redención de “El luchador”, el cineasta ha perseguido siempre el componente dramático y turbador de aquellas historias que ha llevado a la gran pantalla. Ahora, tras algún que otro intento fallido por el camino, Aronofsky ha conseguido llevar a nuestras salas de cine una de las grandes epopeyas bíblicas del Antiguo Testamento: el diluvio universal.

La película cuenta con el australiano Russell Crowe en el papel de Noé, un hombre justo y bondadoso en un mundo en el que el resto de sus semejantes se han convertido en unos salvajes caníbales.  Pero Noé vive en paz y harmonía con la naturaleza junto a su mujer Naameh y sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Por ese motivo, Dios le elige a él para encomendarle una misión de vital importancia antes de que tomar medidas drásticas contra la humanidad. Noé recibe, a través de los sueños, el encargo de construir una embarcación en la que salvar a su familia y a dos animales (hembra y macho) de cada especie antes de que el Creador se disponga a erradicar la violencia y la maldad del hombre destruyendo su generación con un catastrófico diluvio.

Aunque un prólogo algo cochambroso nos haga temer lo peor, lo cierto es que “Noah” logra, de entrada, una de sus principales propósitos: ofrecer un brioso espectáculo visual a la altura de lo que demanda el relato.

Nunca antes se había llevado a la gran pantalla la historia de Noé como en esta ocasión. Se han realizado distintas cintas de animación, miniseries para televisión e incluso algunas películas se han inspirado en ella para elaborar libres versiones, como “El arca de Noé” de Michael Curtiz, que transcurre durante la I Guerra Mundial, o una inofensiva aventura familiar de Disney titulada “El último vuelo del Arca de Noé”. Por ello, Noé no tiene con qué compararse, lo que en cierto modo es una ventaja. La personal versión de Aronofsky sienta un nuevo precedente cinematográfico, aunque lo suyo también pueda considerarse como una libre adaptación más que como “la obra definitiva” al respecto.

De entrada, sorprende el propósito más bien comercial (y no tanto aleccionador, cosa que se agradece) que parece haberse fijado de cara al asistente a las salas, pues el “Noé” de Aronofsky luce como un blockbuster y funciona como tal. Podríamos pensar que tratándose de un cineasta de la clase de Aronofsky, es decir, un autor, las pretensiones podrían haber ido a más (y quién sabe, quizás lo haya pretendido), pero lo cierto es que a grandes rasgos esta aventura bíblica no es otra cosa que un gran espectáculo para todos los públicos (creyentes o no creyentes). Por supuesto, está sujeta a la libre de interpretación que de ella pueda hacer cada espectador en relación a sus creencias (o a la falta de ellas), pero considero que dejando de lado ese aspecto tan subjetivo y personal, la cinta se erige, no sin ciertas dificultades, como un válido entretenimiento épico-religioso.


Al relato en sí no es que le falte fantasía, precisamente, pero aun así Aronofsky aprovecha todo lo que puede del relato original para magnificar los aspectos que más y mejor pueden corroborar y afianzar esa condición de blockbuster. Véase, por ejemplo, a los Vigilantes, unos ángeles caídos y transformados -por castigo divino- en gigantes de piedra, que intervienen en la historia para ayudar a Noé.  Estos gigantes, de movimientos un tanto peculiares (más que digitales, parecen estar hecho en stop-motion) están dispuestos, si hace falta, a repartir leña entre quiénes osen interferir en los propósitos de Noé. Aunque éste último tampoco es que se quede corto en estas lides…  Hostias a diestro y siniestro entre el buen sirviente de Dios y sus blasfemos enemigos liderados por el malo maloso Tubal-Caín (Ray Winstone) aderezan una historia que se contagia del cine épico-fantástico reciente tan made in Hollywood. Aunque por encima de todo eso, y más allá de su espectáculo visual, subyace un claro convencimiento de que la cinta logre trasladar al espectador un mensaje de esperanza. Un último repunte de fe en la humanidad y en la capacidad de redención.

Es a lo largo de todo el tramo final donde la película presenta una mayor discordancia para con los sucesos previos, pues se deja a un lado la acción para dejar paso al lado más humano del relato: el debate interior de un hombre de fe sometido a la presión de una terrible decisión. Un acto en sí mismo ha de decidir el destino de toda la humanidad.


El periplo familiar, por tanto, no termina con el diluvio sino que con éste se inicia la etapa más dura del viaje. Y es al final de ésta cuando se nos mostrará el triunfo del amor, la fe y la esperanza por encima del odio y el miedo. El nacimiento de una nueva era, la semilla del porvenir. La creación frente a la destrucción. La búsqueda de un futuro mejor tras haber aprendido de los errores del pasado.

De todos modos, y de cara al aspecto más religioso de todo el tinglado, decir que hace más por la doctrina de la Biblia la habitual programación televisiva de Semana Santa que el “Noé” de Aronofsky. Bien podría haberse convertido ésta en la “Los diez mandamientos” de nuestros tiempos, pues mimbres para ello tiene y de sobras, pero Aronofsky no es ni mucho menos DeMille, y al final la cosa deviene simplemente en un entretenido pasatiempo de lujosa  producción y atractivo reparto. Que en estos tiempos que corren tampoco es nada desdeñable, aunque viniendo de quién viene quizás muchos se sientan decepcionados o algo insatisfechos con el resultado.

 P.D.: Mi conclusión colateral al respecto de todo esto es que la humanidad somos producto del incesto (¡al diablo con la teoría de la evolución!). Pero bromas aparte,  hay que reconocer que la película se presta, sin quererlo, al cachondeo constante. No hay más que ver a Noé en su empeño por complacer a su Creador, mientras que sus hijos adolescentes parece que sólo piensen en fornicar...


En cualquier caso, el que prefiera tomársela más en serio, no creo que no encuentre obstáculos para ello. Por el contrario, el que busque “fidelidad” quizás se dé con un canto en los dientes.



Valoración personal:

3 comentarios:

Machete dijo...

Tengo que acercarme a verla, pero por lo que comentas, mis temores se confirman, un simple espectáculo. Si no tiene nada que la haga especial, parece que bien la podría haber dirigido cualquiera.

Hay una falta 'y de cada al aspecto más religioso', deduzco que es, cara.

Buena crítica, probablemente mejor que la película, aunque espero equivocarme, soy seguidor de Aronofsky y recompensado hasta la fecha.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Efectivamente, podría haberla dirigido cualquier otro director (algún mercenario de Hollywood) y probablemente no se notaría la diferencia. No hay muchas señas de la autoría de Aronofsky. Se trata de un simple e impersonal blockbuster.

Error corregido!

Saludos ;)

Machete dijo...

Una lastima, a ver si en su próxima película vuelve al cine 'independiente'.