Podrá gustar más o podrá gustar menos (en humilde mi caso,
ni fu ni fa), pero si hay algo absolutamente incuestionable que se pueda
decir acerca de Aronofsky, es que desde que desde sus comienzos, cada una de
sus películas ha sido muy diferente a la anterior. Desde sus extraños thrillers
psicológicos como “Pi, fe en el caos” o “Cisne negro”, hasta la miseria más
descarnada de “Réquiem por un sueño” o la dolorosa redención de “El luchador”,
el cineasta ha perseguido siempre el componente dramático y turbador de
aquellas historias que ha llevado a la gran pantalla. Ahora, tras algún que
otro intento fallido por el camino, Aronofsky ha conseguido llevar a nuestras
salas de cine una de las grandes epopeyas bíblicas del Antiguo Testamento: el
diluvio universal.
La película cuenta con el australiano Russell Crowe en el
papel de Noé, un hombre justo y bondadoso en un mundo en el que el resto de sus
semejantes se han convertido en unos salvajes caníbales. Pero Noé vive en paz y harmonía con la
naturaleza junto a su mujer Naameh y sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Por ese
motivo, Dios le elige a él para encomendarle una misión de vital importancia
antes de que tomar medidas drásticas contra la humanidad. Noé recibe, a través
de los sueños, el encargo de construir una embarcación en la que salvar a su
familia y a dos animales (hembra y macho) de cada especie antes de que el
Creador se disponga a erradicar la violencia y la maldad del hombre destruyendo
su generación con un catastrófico diluvio.
Aunque un prólogo algo cochambroso nos haga temer lo peor,
lo cierto es que “Noah” logra, de entrada, una de sus principales propósitos: ofrecer un brioso espectáculo visual a la
altura de lo que demanda el relato.
Nunca antes se había llevado a la gran pantalla la historia
de Noé como en esta ocasión. Se han realizado distintas cintas de animación,
miniseries para televisión e incluso algunas películas se han inspirado en ella
para elaborar libres versiones, como “El arca de Noé” de Michael Curtiz, que
transcurre durante la I Guerra Mundial, o una inofensiva aventura familiar de
Disney titulada “El último vuelo del Arca de Noé”. Por ello, Noé no tiene con
qué compararse, lo que en cierto modo es una ventaja. La personal versión de
Aronofsky sienta un nuevo precedente cinematográfico, aunque lo suyo también
pueda considerarse como una libre adaptación más que como “la obra definitiva”
al respecto.
De entrada, sorprende el propósito más bien comercial (y no
tanto aleccionador, cosa que se agradece) que parece haberse fijado de cara al
asistente a las salas, pues el “Noé” de Aronofsky luce como un blockbuster y
funciona como tal. Podríamos pensar que tratándose de un cineasta de la clase
de Aronofsky, es decir, un autor, las pretensiones podrían haber ido a más (y quién
sabe, quizás lo haya pretendido), pero lo cierto es que a grandes rasgos esta aventura bíblica no es otra
cosa que un gran espectáculo para todos los públicos (creyentes o no
creyentes). Por supuesto, está sujeta a la libre de interpretación que de ella
pueda hacer cada espectador en relación a sus creencias (o a la falta de
ellas), pero considero que dejando de lado ese aspecto tan subjetivo y
personal, la cinta se erige, no sin ciertas dificultades, como un válido entretenimiento épico-religioso.
Al relato en sí no es que le falte fantasía, precisamente,
pero aun así Aronofsky aprovecha todo lo que puede del relato original para
magnificar los aspectos que más y mejor pueden corroborar y afianzar esa
condición de blockbuster. Véase, por ejemplo, a los Vigilantes, unos ángeles
caídos y transformados -por castigo divino- en gigantes de piedra, que
intervienen en la historia para ayudar a Noé.
Estos gigantes, de movimientos un tanto peculiares (más que digitales, parecen estar hecho en stop-motion) están dispuestos, si hace falta, a repartir
leña entre quiénes osen interferir en los propósitos de Noé. Aunque éste último
tampoco es que se quede corto en estas lides… Hostias a diestro y siniestro entre el buen
sirviente de Dios y sus blasfemos enemigos liderados por el malo maloso Tubal-Caín
(Ray Winstone) aderezan una historia que se contagia del cine
épico-fantástico reciente tan made in Hollywood. Aunque por encima de todo eso, y más
allá de su espectáculo visual, subyace un claro convencimiento de que la cinta logre
trasladar al espectador un mensaje de esperanza. Un último repunte de fe en la
humanidad y en la capacidad de redención.
Es a lo largo de todo el tramo final donde la película
presenta una mayor discordancia para con los sucesos previos, pues se deja a un
lado la acción para dejar paso al lado más humano del relato: el debate
interior de un hombre de fe sometido a la presión de una terrible decisión. Un
acto en sí mismo ha de decidir el destino de toda la humanidad.
El periplo familiar, por tanto, no termina con el diluvio
sino que con éste se inicia la etapa más dura del viaje. Y es al final de ésta cuando se nos mostrará el
triunfo del amor, la fe y la esperanza por encima del odio y el miedo. El
nacimiento de una nueva era, la semilla del porvenir. La creación frente a la
destrucción. La búsqueda de un futuro mejor tras haber aprendido de los
errores del pasado.
De todos modos, y de cara al aspecto más religioso de todo
el tinglado, decir que hace más por la doctrina de la Biblia la habitual
programación televisiva de Semana Santa que el “Noé” de Aronofsky. Bien podría
haberse convertido ésta en la “Los diez mandamientos” de nuestros tiempos, pues
mimbres para ello tiene y de sobras, pero Aronofsky no es ni mucho menos
DeMille, y al final la cosa deviene simplemente en un entretenido pasatiempo de
lujosa producción y atractivo reparto.
Que en estos tiempos que corren tampoco es nada desdeñable, aunque viniendo de quién viene quizás muchos se sientan decepcionados o algo insatisfechos
con el resultado.
P.D.: Mi conclusión
colateral al respecto de todo esto es que la humanidad somos producto del
incesto (¡al diablo con la teoría de la evolución!). Pero bromas aparte, hay que reconocer que la película se presta,
sin quererlo, al cachondeo constante. No hay más que ver a Noé en su empeño por
complacer a su Creador, mientras que sus hijos adolescentes parece que sólo
piensen en fornicar...
En cualquier caso, el que prefiera tomársela más en serio, no
creo que no encuentre obstáculos para ello. Por el contrario, el que busque
“fidelidad” quizás se dé con un canto en los dientes.
Valoración personal:
3 comentarios:
Tengo que acercarme a verla, pero por lo que comentas, mis temores se confirman, un simple espectáculo. Si no tiene nada que la haga especial, parece que bien la podría haber dirigido cualquiera.
Hay una falta 'y de cada al aspecto más religioso', deduzco que es, cara.
Buena crítica, probablemente mejor que la película, aunque espero equivocarme, soy seguidor de Aronofsky y recompensado hasta la fecha.
Efectivamente, podría haberla dirigido cualquier otro director (algún mercenario de Hollywood) y probablemente no se notaría la diferencia. No hay muchas señas de la autoría de Aronofsky. Se trata de un simple e impersonal blockbuster.
Error corregido!
Saludos ;)
Una lastima, a ver si en su próxima película vuelve al cine 'independiente'.
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