domingo, 27 de abril de 2014

Artistas de cine: El maravilloso arte del cartel ilustrado (de Saul Bass a Paul Shipper)


Hubo una época, antes de la aparición de las computadoras y sus poderosas -y peligrosas, en las manos equivocadas- herramientas digitales, en las que los carteles cinematográficos se realizaban con técnicas más rudimentarias y artesanales.

Desde sus primeras exhibiciones públicas, el cine ha necesitado promocionarse. A principios del siglo XX empezaron a emplearse carteles ilustrados en los que se escenificaba alguna escena concreta de la película o bien una serie de imágenes superpuestas de diversas escenas de la misma. Más adelante, éstas también irían acompañadas de sencillos montajes en los que los rostros de sus intérpretes cobrarían mayor protagonismo.
Si bien el cartelismo cinematográfico ha ido evolucionando a lo largo de las décadas, mostrando una amplia gama de estilos artísticos, lo cierto es que aquellas primerizas composiciones sentaron todo un precedente, y sus fórmulas y derivaciones siguen hoy día siendo válidas y viéndose frecuentemente en las marquesinas de los cines o en las carátulas de las ediciones domésticas. Además, dicho elemento publicitario se ha ido extendiendo, con el paso de los años y la sofisticación de las herramientas  (y el aumento de la inversión económica de los estudios), a otros soportes como las vallas publicitarias o las banderolas, infiltrándose cada día más en el entorno urbano del ciudadano, es decir, del potencial espectador.

Quizás uno de los primeros artistas en romper “las reglas (estilísticas) no escritas” del nuevo arte en cartelería fue Saul Bass, diseñador gráfico que, una vez afincado en Los Ángeles y montado su propio estudio empezó, a mediados de los 50, a trabajar en la industria hollywoodiense.


El director Otto Preminger le abrió las puertas con su primer encargo para “Carmen Jones” (1954), y éste quedó tan encantado con el resultado que le asignó también diseñar la secuencia de los títulos de crédito. Labor ésta última, que Bass acabaría compaginando con frecuencia con el diseño de carteles (bien conocidos son los de “Vértigo” o “Anatomía de un asesinato” de Hitchcock) y por la que sería reconocido y elogiado dentro del mundillo, erigiéndose finalmente en un referente (por su innovación, su original uso del color y su impacto visual) en lo que al honorable arte de los títulos de crédito se refiere.

Pero cuando hablamos de “romper las reglas”, merece la pena cruzar el charco para mencionar el fenómeno que se produjo entre los años 60 y 90 en países de Europa del este como Checoslovaquia, Polonia o la antigua URSS. Durante tres décadas, los artistas plásticos de aquellos países, privados de exponer sus obras al público por la censura, se empleaban en el ámbito de artes aplicadas diseñando carteles de cine de inusitado valor artístico. Mientras que en el resto de Europa se seguían utilizando los métodos tradicionales (dibujo ilustrativo/descriptivo de la película, fotografías de los protagonistas…), en Checoslovaquia y Polonia estos artistas se inspiraban en el arte informal, el arte pop y la fotografía moderna, volcando su imaginación con singulares pinturas, collages y fotocollages, etc.

La libertad con la que trabajan estos artistas ocasionaba, a menudo, que la obra final poco o nada tuviera que ver con la película a la que pertenecía… Resultado: piezas dignas de ser expuestas en una exposición sobre surrealismo de algún museo de arte.

Pero volvamos de nuevo a EE.UU., porque es ahí donde comienza, en la década de los 60, una nueva era para el cartel de cine ilustrado. Y lo hace de la mano de Robert Peak (o Bob Peak), considerado como el “Padre del cartel de cine moderno”. Peak fue un ilustrador comercial estadounidense cuyas obras aparecieron en publicidad, revistas nacionales (Time) e incluso sellos (concretamente, para los Juegos Olímpicos de 1984). Su primer trabajo para la industria cinematográfica se produjo cuando United Artists le encargó el diseño de las imágenes de los carteles del musical "West Side Story", en 1961. A partir de ahí, el trabajo de Peak estuvo ligado al cine, realizando los carteles de películas tan conocidas como "My Fair Lady", "Excalibur", "Apocalypse Now" o "Superman", así como para varias entregas de James Bond y Star Trek.

Sus innovadoras ilustraciones inspirarían a autores posteriores de las que enseguida hablaré. Pero Peak no fue el único artista a destacar, y antes y durante la época en que su obra decoraba las marquesinas de los cines, otros artistas, quizás hoy día no tan (re)conocidos, lograron hacerse un hueco muy significativo dentro del panorama del cartel cinematográfico ilustrado. Ilustradores como el gran Frank McCarthy, otro prolífico artista a quién le debemos los magníficos carteles de, por ejemplo, “Los diez mandamientos”, “12 del patíbulo”, “Hasta que llegó su hora” o “Thunderball” (entre otras entregas del popular agente 007); Tom Jung, que además de ilustrar los carteles de “Lo que el viento se llevó”, “Papillon” o “Doctor Zhivago”, también realizaba story-boards; Howard Terpning que ilustró “Los cañones de Navarone” o “Lawrence de Arabia”, entre otros; Robert McGinnis, cuya obra comprendía más de 40 carteles, entre ellos los de “Barbarella” (aunque sea mucho más popular el que realizó el ilustrador Boris Vallejo) o “Desayuno con diamantes”; Tom Chantrell, recordado sobre todo por sus trabajos para la Hammer (amén de su magnífico cartel para “La guerra de las galaxias”);  Reynold Brown, cuya carrera empezó a principios de los 50 y se mantuvo hasta mediados de los 6o (suyos son los carteles de “Ben-Hur” o “El ataque de la mujer de 50 pies”); o Jack Davies, fundador de la revista de humor Mad, y cuyo estilo caricaturesco lograba hacerle destacar fácilmente entre el resto de ilustradores (véase su trabajo promocional para “Los violentos de Kelly”).


Todos ellos (y muchos otros sin nombrar) contribuyeron, con su arte, a una parte muy importante –y merecedora de mayor reconocimiento- de la promoción cinematográfica. A diferencia de hoy día, en dónde contamos con abundante material promocional a través de Internet (trailers, clips de la película, featurettes, etc.) u otros medios (revistas, anuncios y/o reportajes de televisión), antaño el cartel de una película obedecía a un poder de reclamo mucho mayor.  Un buen cartel debía seducir, más que informar (que también), para así poder atraer a más espectadores a las salas.  Espectadores que, una vez en la puerta de entrada de los cines, se decidían por una u otra película dejándose llevar, no pocas veces, por el póster que lucía en las marquesinas.

Y no es que dicho objetivo para con el cartel haya cambiado, ni mucho menos, pero sí ha menguado su importancia o relevancia con respecto a otros soportes publicitarios en los que también se apoya la promoción de un estreno. Soportes que sin duda le han ido comiendo terreno (los trailers, sobre todo).

Echando la vista “no tan atrás” (allá por los 80…), cuántos de nosotros, cuando éramos unos críos y visitábamos, por ejemplo, el videoclub del barrio, no nos habíamos dejado arrastrar por la carátula de la caja (del vídeo Beta primero y del VHS después) a la hora de alquilar una película. ¡Y la de auténticos despropósitos que contemplaron nuestros ojos por ese mismo motivo! Y es que un buen cartel o carátula no siempre –de hecho, muy pocas veces- era sinónimo de una buena película. Los autores de dichos carteles eran, en su mayoría, grandes -y a menudo, desconocidos- artistas, mientras que las producciones a las que se destinaban sus obras suponían toda una tómbola en cuanto a calidad. Sin embargo, el poder de reclamo de un bonito cartel era algo a lo que muchos no podíamos resistirnos.

De todos modos, cuando hablamos de carteles ilustrados, hay un nombre que, para muchos de nosotros (toda una generación), prevalece por encima de todos los demás; que nos viene a la mente antes que ningún otro. Un artista que ha formado parte de nuestra infancia cinéfila. Sí, ya lo habréis adivinado. Me refiero, obviamente, al gran Drew Struzan, maestro entre maestros y genio incomparable.

Si Peak fue el padre del cartel de cine moderno, Struzan fue sin duda el hijo pródigo, el alumno aventajado que logró hacerle sombra a sus predecesores y e incluso a coetáneos tan notables como Richard Amsel o John Alvin, otros dos grandes artistas que convivieron junto a Struzan en una época, los 80, en la que los fotógrafos empezaron a pisarle el terreno a los ilustradores (en todos los ámbitos, no sólo en el cinematográfico). Struzan, Amsel y Alvin fueron los herederos del arte de Peak, la nueva generación de ilustradores de carteles de cine que lograron hacerse un nombre en unos tiempos claramente poco favorables hacia a su oficio en comparación con los tiempos dorados que vivieron sus antecesores, en los que buena parte de la producción cartelera era ilustrada.


Aquellos tres artistas se repartieron los encargos de los estudios para las producciones de la época. En ocasiones, varios autores llegarían incluso a ilustrar para la misma película. Es el caso, por ejemplo, de los carteles de Alvin y Struzan para “Blade Runner. Quizás por ese motivo a menudo se tendía a confundir la autoría de los trabajos de ambos artistas.

De Amsel, que también ilustró portadas de discos y revistas, se recuerdan sobre todo sus carteles para “En busca del arca perdida”, “Flash Gordon”, “El golpe”, “El cristal oscuro” o “Tras el corazón verde” y su secuela. Alvin, por su parte, colaboró con preciosas piezas para algunos clásicos de Disney como “Aladdin”, “La Bella y la Bestia” o “El Rey León”, y además de la citada “Blade Runner”, suyos son los carteles de “Gremlins”,”E.T. El extratrerrestre” o “La princesa prometida”. Struzan, a quién ya le dediqué hace algunos años un artículo a raíz del especial de “Indiana Jones”, fue el más prolífico y popular de los tres, y el que más tiempo ha permanecido en activo. Y pese a anunciar su retiro hace algún tiempo, lo cierto es que ha seguido trabajando en otros proyectos y sus servicios han sido requeridos alguna que otra vez por la industria del cine. Además, ha sido objeto de un documental, “Drew: The Man Behind the Poster”, que repasa su extensa obra con la ayuda de entrevistas a cineastas y actores (Steven Spielberg, George Lucas, Harrison Ford, Michael J. Fox…) involucrados en los proyectos para los cuales trabajó.

Y de Struzan nos vamos a Paul Shipper. Porque si hay alguien en la actualidad que pueda considerarse digno heredero de su arte, ese es Shipper. Para empezar, es más que evidente la influencia del primero en éste; el estilo, la técnica y el tipo composiciones que recrea Shipper recuerdan sobremanera a las ilustraciones de Struzan. Tanto es así, que si no fuera porque un servidor se conoce al dedillo la obra de Struzan, no sería difícil caer en el error de atribuirle a Struzan la autoría de algunos de sus fantásticos carteles. Su talento le ha permitido trabajar con la mismísima Lucasfilm, y en la actualidad elabora las cubiertas de una serie de cómics basada en Star Trek (IDW Star Trek: Khan Series).

Otras artistas claramente influenciados por Struzan son Mark Raats o el catalán Jordi Pérez Mascaró (de nombre artístico Mo Caró), y sus portafolios así lo atestiguan. A Caró, precisamente, se le ha atribuido la etiqueta de “el Struzan español”, y aunque las comparaciones a veces son odiosas, lo cierto es que su talento es innegable.


Seguramente sigan surgiendo más ilustradores que se dediquen al buen arte de ilustrar carteles de cine, pese a que en actualidad sea Photoshop quién lleve la voz cantante en esta materia. La popular herramienta de Adobe, indispensable en el día a día de todo diseñador gráfico, es un gran aliado para estos y otros menesteres, siempre y cuando sepa hacerse buen uso de ella. Por desgracia, la mayoría de grafistas de Hollywood parecen empeñados en darle mala fama a base de horripilantes fotomontajes en los que se cometen tropelías de todo tipo. Esa es la razón por la que, con más motivo, echemos tanto de menos los carteles ilustrados de antaño.

Para compensar, de algún modo, tantas atrocidades cometidas con el defenestrado Photoshop, surge en estos últimos años Mondo, un colectivo de artistas dedicado por entero a la creación de carteles ilustrados para clásicos de toda la vida y estrenos más recientes. Se trata de ediciones limitadas que, además, pueden contemplarse en vivo en una galería permanente en Austin, Texas.


Los estilos que aglutina Mondo son de lo más variado. Cada artista tiene su propio sello de identidad, por lo que las obras de unos no son comparables con las de los otros. Puestos a citar los nombres de algunos de estos talentosos artistas, éstos serían Ken Taylor, Martin Ansin, Aaron Sorkey, Kevin Tong o Olly Moss, éste último uno de los “culpables” en poner de moda los carteles minimalistas.



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