El detective John McClane se las ha visto de todos los
colores. Desde que en las navidades de 1988 se viera inmerso en un asalto
terrorista con rehenes en un lujoso y moderno rascacielos, lo suyo ha sido un
no parar. Y es que el bueno de McClane ha tenido la mala suerte de tropezar varias
veces con la misma piedra. Eso sí, siempre ha conseguido salir airoso del
embrollo gracias a su ingenio, su inagotable y cínica verborrea y su
inquebrantable resistencia física y mental. Un tipo duro y socarrón de los que
ya no se fabrican y que ha aguantado todo lo que le han echado…. Hasta ahora.
El detective John McClane (Bruce Willis) viaja a Moscú para averiguar
el paradero de su hijo, Jack (Jai Courtney), y restablecer los lazos paternofiliales marchitos en el pasado. Allí descubre
que Jack trabaja para proteger a Komarov, un delator de la corrupción imperante
en el gobierno. Padre e hijo se verán obligados a superar sus diferencias para
poner a Komarov a buen recaudo y frustrar un peligroso plan para acabar con su
vida y la de sus salvadores.
“La jungla de cristal”, tal y como la conocimos por estos
lares (título que para aquella primera película casaba de maravilla) dio lugar
a un héroe de acción superlativo que, ya desde su primera aparición, se convertiría
en todo un icono del género. La propia premisa de aquella obra cumbre del cine
de acción moderno terminaría siendo usurpada y plagiada hasta la saciedad (Alerta
máxima, Pasajero 57, Muerte súbita, Decisión crítica, Air Force One, etc.) en
un intento, a menudo infructuoso, de emular aquello que lograron Bruce Willis,
John McTiernan y compañía.
“La jungla 2: alerta roja” se dedicó a repetir la fórmula de
su predecesora, y si bien ya no contaba con el frescor de aquella, lograba su
propósito de ofrecer un buen y continuista entretenimiento. Y la tercera, de
nuevo con el gran McTiernan tras la cámara, amplió el escenario sabiendo
mantener las constantes intactas de
aquello que triunfaba entre el público, esto es, acción a raudales adornada con
unas buenas dosis de sarcasmo made in McClane. A lo que se sumó un compañero de
correrías encarnado por un magnífico Samuel L. Jackson.
Cuando creíamos que ya no volveríamos a ver a nuestro detective
favorito en una sala de cine, nos sorprendieron en 2007 con una tardía cuarta
entrega. Y aunque al principio la mayoría no le teníamos mucha fe (servidor el
primero), supo licenciarse con honores y mantener el tipo dignamente dentro de
la gozosa franquicia.
Ahora que se cumplen 25 años del estreno de la película
primigenia, llega a nuestras pantallas una quinta entrega que convierte la saga en una de las más longevas
del cine de acción. Para nuestra desgracia, esta vez el tiro les ha salido por la culata, no ocurriéndoseme peor forma
de celebrar este aniversario que asistiendo a la muerte (figurada) de todo un
mito. Y es que la coletilla “Un buen día
para morir” no podía ser más premonitoria.
Si en la cuarta conocimos a la hija adolescente de McClane,
Lucy, quién realiza aquí una breve aparición/cameo; ahora es el hijo, John,
quién asoma el jeto para acompañar a su padre en esta odisea por las calles de
Rusia. O quizás debiera decirlo al revés, puesto que parece que es el padre
quién acompaña al hijo.
McClane es un
invitado en su propia fiesta, un mero acompañante inmerso en un follón
ajeno. Un McClane cansado y desdibujado
que debe todo su aguante al carisma de un Bruce Willis menos entregado que de
costumbre (¿consciente del fiasco en el que está involucrado?) pero aún así solvente y, de lejos, lo más
rescatable de la cinta. El actor ha hecho suyo el personaje y logra salvar
la papeleta. Qué menos…
Pero él ya no lleva la voz cantante, y aunque sigue haciendo
gala –a ratos- de su característica socarronería, el ingenio parece haberse
quedado en Nueva York. Algunas coñas son divertidas y salen a flote gracias a los
esfuerzos de Willis, pero la mayoría no dejan de evidenciar el poco atino de su
guionista, Skip Woods (responsable de lindezas como “Hitman”). Hasta el “Yippie-Ki-Yey”
–metido a la fuerza- ha perdido toda su gracia.
De nada sirve que le hayan calzado una R y que McClane pueda
soltar tacos a su antojo (algo que en la cuarta sólo logró el doblaje), si el
humor que ostenta es de segunda división.
Dejando de lado lo disparatado que resultan en la trama algunas
conexiones entre realidad y ficción (lo de Chernobyl es para mear y no echar
gota), el mayor obstáculo para disfrutar
de la cinta es, por un lado, su oda al absurdo. Las aparatosas secuencias de acción tienen su aquél, pero su
espectacularidad reside en el “más difícil todavía”, convirtiendo a McClane en una burda parodia de sí mismo.
Es cierto que prácticamente toda la saga ha tenido sus
momentos fantasmones (la cuarta, la que más), pero aquí el tema se les va completamente
de las manos; sobre todo durante el tramo final. Quizás el problema no esté
tanto en la concepción de dichas secuencias sino en el resultado final y la
poca pericia del director para llevarlas a cabo con algo de oficio; un John
Moore que desde el remake de “La profecía” no da pie con bola.
No sólo la acción
roza el ridículo sino que la cámara se convierte en un auténtico suplicio para
el espectador. Ni un sólo plano
firme en toda la película (a lo sumo, alguna escena de relleno y las panorámicas
rodadas por la segunda unidad). Los minutos iniciales de simple cháchara son un
tembleque constante y de lo más irritante (¿recordáis los primeros 20 minutos
de “Los juegos del hambre”? Pues eso.). Ahí es dónde se nota claramente la
diferencia entre un buen artesano (McTiernan, Harlin) o un tipo medianamente competente
(Wiseman), y un vulgar mercenario que no sabe cómo ni dónde ubicar la cámara
(Moore).
Una dirección torpe y
plana que hace inviable disfrutar de los momentos más palomiteros, y que
resiente todavía más el artrítico ritmo que ostenta la cinta. Lo que en sus predecesoras era una
trepidante montaña rusa de acción y cachondeo, aquí es un ortopédico tiovivo que
a ratos aburre, sin más.
Otro gran problema es el
escaso interés que suscita la trama, en parte por carecer de un villano principal
con entidad al que el bueno de McClane pueda -hablando finamente- tocarle la
moral a medida que va frustrando sus pérfidos planes.
Poca duda cabe que los mejores villanos de la saga han sido los hermanos Hans y Simon Gruber en la primera y tercera entrega, respectivamente, y que el resto han recogido el testigo con mayor o menor grado de acierto (hasta la fecha, el peor había sido Olyphant). Pero aquí ninguno está por la labor, y las triquiñuelas del guionista para intentar “sorprender” al espectador con giros argumentales y golpes de efecto caen en saco roto. ¿Por qué? En primer lugar, por lo previsible que resultan; y en segundo lugar, porque como ya digo, seguimos con escaso o nulo interés el hilo conductor de la historia. Lo único que nos importa es asistir a la próxima demostración de pirotecnia y abusivo CGI. Y ni eso logra satisfacernos.
Respecto a la relación paternofilial entre padre e hijo, no
deja de ser una repetición –con menos gracia- de lo ya visto anteriormente con
Lucy McClane (auténtica hija de su padre). Un
anodino McClane Jr. muy lejos de ganarse nuestra simpatía. El guión se
esfuerza por recuperar ese factor humano /familiar especialmente significativo
en las dos primera entregas, pero termina pasándose de la ralla con momentos íntimos de precario calado
emocional que terminan culminando en un sonrojante desenlace pre-créditos
finales.
McClane ha
sobrevivido a un asalto terrorista en un rascacielos y a otro en un aeropuerto;
a una explosiva gincana por Nueva York y a un “caos total”. Y al final quién ha acabado con él ha sido un
inepto guionista de Hollywood.
Si esto fuera otra película de acción más de Bruce Willis no
le daríamos tanta importancia, y menos ahora que el actor acumula una tontería
tras otra (algunas yéndose directas al videoclub). Pero no. Se trata de una
entrega de La Jungla y eso duele, y mucho. Hay que echar mano de la nostalgia y
la benevolencia más transigente para darle el visto bueno a una burda secuela que entrega una diversión
bajo mínimos y sin ápice alguno de emoción.
No se puede exprimir una saga hasta la saciedad. Tarde o
temprano esto tenía que petar, y lo ha hecho ahora, después de cuatro
estupendas entregas que ya quedan para el recuerdo. McClane ha (sobre)vivido lo suyo y mucho más
de lo que otros pueden presumir. Pero su tiempo se ha agotado, y tras esta mediocre y olvidable quinta entrega,
su jubilación se me antoja harto obligada.
Desgraciadamente, ya hay planes para una sexta parte que,
salvo milagro celestial, será el golpe de gracia de una saga vista para
sentencia. Y es que lo bueno, no dura eternamente.
P.D.: Esto NO es James Bond. Esto es DIE HARD. He aquí el
primer gran error del guionista.
Valoración personal:
11 comentarios:
Pues yo voy ésta noche de cabeza! Tantas críticas negativas sólo pueden significar algo: que me va a gustar jaja
Es una forma de tomárselo xD
Tanto con la cuarta como con ésta, acudí receloso, pero mientras que con su predecesora acabé pasándomelo teta, con ésta me he llevado una gran decepción.
Saludos ;)
La cuarta me ha gustado más en posteriores visionados, igualandose a mi pasión por la tercera. Qué lastima la hayan cagado tanto en ésta quinta entrega. Aunque como mi plan era ir a verla, no voy a cambiarlo ahora. Pero muchas cosas de las que dices, como que el guionista es capaz de acabar con McClane o que él no es el verdadero protagonista, hacen mucho daño.
A mi me ocurre lo mismo con la cuarta. En su momento ya me pareció una buena peli de acción y una digna secuela, pero cada vez la tengo en mayor estima (hasta colocarla por encima de la segunda). La primera y la tercera juegan a otro nivel; McTiernan juega (o jugaba) en otra liga.
Esta quinta es un desperdicio. Es una peli de Willis, pero no de McClane.
Saludos ;)
Por encima de la segunda es mucho decir, pero que ha ganado bastantes puntos con los visionados es indiscutible. A mí la primera vez, ya me gustó, pero me pareció demasiado exagerada (el caza y el coche en el ascensor). Aunque esa sensación se ha normalizado con el paso del tiempo. Además se asemeja bastante en muchos puntos con la tercera, entrega que me encanta.
Pues tu ultima frase es la definición perfecta, al menos para no salir enfadado del cine. Por lo visto es uno de esos casos que se han aprovechado del título, vilmente y sin piedad alguna.
Me pegué la maratón el sábado pasado, y al refrescarlas todas cambié el orden de preferencia de 1,3,2 y 4 a 1,3,4 y 2.
Eso es lo que me indigna, que aprovechen el nombre/tirón de la saga para sacarse un subproducto de acción. Si fuera otra peli más de Willis, pues mira, mala suerte. Seguiría sin gustarme, pero al menos no tendría ese resquemor por dentro por ver cómo se han cargado una saga, hasta el momento, redonda.
Lo malo es que, por lo que comentas, ni siquiera si te la tomas como una película de Willis, no de McClane, parece que funcione.
Yo no tengo un orden, las divido en dos grupos, la 1 y la 2 por igual. Y en el otro la 3 y la 4 han llegado a igualarse.
Bueno, la 1 y 2 tienen la misma estructura, e igual ocurre con la 3 y la 4. Pero para mi las dos mejores y casi a la par son las de McTiernan. Las otros dos están muy por debajo.
La quinta, como peli de acción a secas, es mediocre. Es hija de su tiempo, esto es, mucho efecto digital y cero emoción/diversión. Tiene sus momentos, no lo niego, pero en general es totalmente olvidable.
Pero en vista de que diferimos a la hora de valorarlas, igual a ti sí te gusta. Pero vaya, que las críticas han sido bastante nefastas, en general.
Aunque diferimos un poco (tampoco tanto) en la tetralogía, en ésta quinta entrega coincídimos.
Bueno, coincido plenamente, que decepción de película, y eso que yo fue de los que en su día defendio la cuarta entrega cuadno muchos la ponian a parir de un burro, pero es que visto lo que han hecho ahora, aun me parece más una gran cinta de acción. Todo está metido con calzador en esta nueva secuela,una trama estupida, escenas de acción que no emocionan y que no impresionan, como si lo hicieron en la anterior entrega.
Una lástima.
Lo que han hecho con McClane es para echarse a llorar...
Me alegra que formes parte del club de los defensores de la cuarta entrega. ¡Necesitamos más adeptos!
Saludos ;)
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