lunes, 24 de diciembre de 2012

“Rompe Ralph” (2012) - Rich Moore


Ralph es el malo de un viejo videojuego de los años 80, y su trabajo consiste en destruir un edificio de apartamentos que luego el héroe del juego, un tal ReparaFélix Jr., debe arreglar con su martillo mágico. Pero Ralph está cansado de ser el malo; cansado de no tener derecho a ganar medallas como Félix y cansado de ser repudiado por todos los demás, excepto por los que son de su misma condición. Después de 30 años haciendo el tan indecoroso trabajo por el que fue programado, Ralph decide tomar las riendas de su vida, dejar de ser el villano y elegir su propio destino. 

Por eso y para demostrarles a todos que él también puede ser un héroe, Ralph se lanza en un viaje a través de los distintos mundos y generaciones de videojuegos que pueblan la sala de recreativas.
 
Poca duda cabe que nos encontramos ante de una de las cintas de animación más imaginativas de los últimos tiempos (y quizás con la mejor del año). Tanto su original premisa como su audaz desarrollo la convierten en un acierto mayúsculo por parte de la compañía del ratón, que lleva ya unos años sorprendiendo con un nivel de calidad que hasta el momento le era impropio. No olvidemos que sus primeros pasos en la animación digital (Chicken Little, Descubriendo a los Robinsons) no fueron especialmente brillantes, siendo ampliamente superados por otros estudios; entre ellos, los amos y señores del invento: Pixar. Claro que todo eso cambió cuando adquirieron la compañía del flexo por nada menos que 7.400 millones de dólares (ya se sabe que la máxima de Disney es “si no puedes con la competencia, ¡cómprala!”) y los directivos creativos de éste pasaron a controlar ambos estudios de animación.

El salto de calidad ya se notó con la estupenda “Bolt”. Luego llegó otra genialidad, “Enredados”; y ahora “Rompe Raplh es la confirmación del buen (buenísimo) estado de salud que goza la animación por ordenador de esta casa. Curiosamente, a medida que Disney ha ido subiendo peldaños, Pixar los ha ido bajando, primero con ese paso en falso que fue “Cars 2” (un mediocre caprichito de John Lasseter; y esto lo dice un ferviente defensor de la primera entrega) y luego con la reciente “Brave”, una película simpática pero muy lejos del nivel que habitualmente nos suelen ofrecer. Y ya no es que uno le pida a gritos que nos arranquen las lágrimas de nuevo (algo en lo que son expertos), pero sí una historia más trabajada y no tan tontorrona (y mira que la cosa prometía…)

Pero volvamos a Rompe Ralph, porque aquí nuestro protagonista es un grandullón que está hasta la coronilla de ser el malo de la función, y que busca cambiar su suerte para ganarse el respeto y el cariño del que ahora no goza. Lamentablemente, cumplir su deseo no será nada fácil, y lo peor es que por el camino causará  grandes complicaciones al mundo arcade del que forma parte.

Por el camino Ralph se redescubrirá a sí mismo y lo hará viviendo la aventura de su vida, dándose cuenta de que hay cosas más importantes y valiosas que ganar una medalla (véase la amistad, por ejemplo). 

El periplo de nuestro protagonista pasa primero por meterse en un moderno videojuego de acción en primera persona (el clásico shooter, en el argot videojueguil) llamado “Hero’s Duty”, pero la mayor parte de la acción transcurre en su siguiente parada: Sugar Rush, un videojuego de flamantes coches de carreras que discurre en un mundo confeccionado a base de dulces, lo que provoca en el espectador un ardiente y constante deseo de querer llenarse la boca de golosinas y chucherías varias. 

Y es que a imaginación a la hora de recrear los escenarios y los distintos personajes es desbordante, aunque la verdadera guinda del pastel son las cuantiosas referencias al mundo de los videojuegos. Y las hay de todo tipo: desde cameos de personajes icónicos (Sonic, Zangief, Pac-man) a juegos en concreto (Street Fighter, Invasores del espacio, Come-Cocos), pasando por guiños más generacionales (el joystick de Super Nintendo). Claro que en Sugar Rush también se permiten hacer guiños alimenticios, especialmente los relacionados con la comida que tanto gusta los críos (y a muchos mayores). 

Esto convierte la película en un contenedor de “product placement” de grandes proporciones, aunque es evidente que esa no es la intención primordial (¿o sí?). En cualquier caso, el chute de nostalgia y el gustazo para el espectador que se ha criado con juegos de 8bits no tiene precio.

En relación a esto último, resulta muy curioso –e ingenioso- cómo los personajes pertenecientes a los juegos más antiguos presentan un movimiento menos fluido que se corresponde con su movilidad dentro de su propio juego. Los habitantes del edificio que es demolido continuamente por Ralph, entre otros, parecen moverse a 15 fotogramas por segundo. Claro que con Ralph y Félix eso no sucede… Y no es que sea un “fallo” estrictamente sino más bien una pequeña licencia en beneficio de la película; para que los principales protagonistas sean lo dinámicos que se les exige. 

Pero para protagonistas, la picarona Vanellope, a la que Ralph conoce en Sugar Rush. Otro personaje repudiado por sus compañeros, pero por motivos distintos a los suyos. Entre ellos se establece una relación, inicialmente, de conveniencia, pero poco a poco se irán cogiendo cariño mutuamente, como era de esperar. Y eso que esta simpática muñequita es una adorable robaescenas del copón.


Pese a las eventuales -e inevitables- concesiones humorísticas de cara a los más peques de la casa (gags de carácter bastante infantil), es el público adulto quién probablemente más disfrute de la amena y nostálgica diversión retro que nos propone “Rompe Ralph”. Y eso es gracias a la complicidad que se establece con nosotros desde el primer instante. Cierto es que se echa de menos una mayor variedad de escenarios teniendo en cuenta el abanico de posibilidades que ofrece la premisa, pero aún así la idea funciona de maravilla y los generosos guiños nos sacan amplias sonrisas a cada rato. 

Y por suerte, esta vez tampoco hay que lamentar excesivos intrusismos en el doblaje, el cual recae mayormente en nuestros honorables profesionales (Coronado, que lo hace de pena, y el resto de “invitados” ajenos al mundillo se limitan a soltar cuatro frases mal contadas). 

P.D.: Con tal de reforzar aún más las odiosas comparaciones con Pixar, la película viene precedida por “Paperman”, un cortometraje que mezcla con mucho encanto animación tradicional y digital. Una delicia en todos los aspectos.


P.D.2: Lo peor es que a éste lo precede un abominable videoclip de un pandilla de detestables justinbiebers españoles que, al parecer, son el grupo revelación del año (claro que sí…) y que han sido elegidos para cantar una de las canciones de la banda sonora. Una tortura en todos los aspectos.



Valoración personal:

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