Los estudios Aardman son bien conocidos por sus trabajos en claymotion (stop-motion con plastilina y/o arcilla), y muy especialmente por sus cortometrajes de la pareja formada por Wallace y Gromit, los personajes de plastilina más emblemáticos que ha creado la compañía inglesa.
Además de estos cortos y diversas series infantiles para televisión, en el año 2000 debutaron con su primer largometraje, la estupenda “Chicken Run: Evasión en la granja”, cuyo éxito y calidad demostraron que su genialidad podía extenderse a más de treinta minutos de metraje. Unos años más tarde repitieron la jugada dándole a Wallace y Gromit su propia película, “Wallace y Gromit: La maldición de las verduras”.
Si bien en el campo del stop-motion no tenían rival (al menos como estudio), Aardman decidió arriesgar y meterse de lleno en el competitivo terreno de la animación por ordenador. La película resultante, “Ratónpolis”, quizás no estuvo a la altura de sus obras anteriores, pero al menos resultaba una propuesta simpática.
Para el próximo año está previsto el estreno de su último filme en plastilina y arcilla, “¡Piratas!”, pero antes tenemos la oportunidad de disfrutar de su segunda intentona en animación CGI, “Arthur Christmas: Operación regalo”.
Como cada Navidad, a Santa Claus le toca hacer su reparto de regalos a todos los niños del mundo… ¡y en una sola noche! Para llevar a cabo semejante hazaña, cuenta con la más moderna tecnología a su alcance y miles de eficientes elfos que hacen prácticamente todo el trabajo por él.
Y una vez más, todo parece haber salido a pedir de boca… hasta que se dan de bruces con un problema: se han dejado de entregar un paquete, y uno de los 600 millones de niños a los que había que visitar se va a quedar sin su regalo de Navidad…
Todos, cuando éramos pequeños (y los que ahora mismo lo son), nos hemos preguntado alguna vez cómo es posible que Santa Claus reparta en una sola noche los regalos de Navidad a todos los niños del mundo. Pues aquí está la respuesta de Aardman.
Lo del trineo mágico tirado por sus ocho renos voladores ya es cosa del pasado. El mundo ha ido cambiando y modernizándose, y los instrumentos de antaño ya no sirven para cumplir con tan titánica misión. El actual Santa Claus (heredero que ya lleva 70 años en el cargo) cuenta con un gran trineo (una nave en forma de trineo, más bien) de casi dos kilómetros y medio de ancho y que incorpora la más moderna tecnología para no hacer ruido y pasar desapercibido en el transcurso de la entrega de regalos. Además, en su interior no sólo viaja Santa Claus sino también un millón de elfos comandados a distancia por Steve, el hijo mayor de Santa, y que trabajan en grupos de tres con un tiempo estimado de 18,14 segundos para entrar en cada casa, dejar los regalos y pasar a la siguiente. Un trabajo planificado al milímetro y 100% eficiente… hasta ahora.
Un regalo se ha quedado sin entregar, y parece que al único que le preocupa de verdad el asunto es a Arthur, el más joven de los Claus y el encargado de la correspondencia de su padre.
Arthur es un apasionado del espíritu navideño, pero lo suyo es el “trabajo de oficina”, y cualquier irrupción suya en la sala de control suele ser catastrófica. Y sin embargo, él parece ser la última esperanza de Gwen, la niña que, si alguien no le pone remedio, se levantará a la salida del sol para encontrarse con un árbol de Navidad sin su regalo de Santa Claus.
Y de eso es de lo que trata la película. De mostrarnos la frenética escapada nocturna que Arthur realizará para llevar el paquete pendiente a su destinario. Por suerte, no estará sólo, y en su pequeña aventura a contrarreloj le acompañarán su abuelo, antiguo Santa Claus con ansias de demostrar que aún puede lucir con dignidad el uniforme rojo; y Bryony, una entusiasta elfa envuelve-regalos dispuesta a todo con tal de ser útil.
En el fondo, la historia de un personaje protagonista menospreciado que se sobrepone a la adversidad y afronta sus miedos convirtiéndose en el héroe de la función (ganándose así el estima de aquéllos que antes lo ignoraban o rechazaban), no es algo que resulte demasiado novedoso. Incluso hemos visto ya otras películas que han tratado de explicarnos cómo funciona la “cadena de montaje” de Santa Claus en el Polo Norte y cómo éste reparte los regalos a los niños en una sola noche. Sin embargo, y aún reincidiendo en estos temas, la película de Aardman se muestra fresca, ingeniosa (todo el proceso de la entrega de regalos está muy cuidado) y conservadora del humor marca de la casa. Además, resulta especialmente emotiva en su tramo final como hacía tiempo no se veía en una película navideña. De hecho, se podría decir que llevamos demasiado tiempo huérfanos de un producto con un espíritu navideño de este calibre, lo que convertiría a “Arthur Christmas” en un nuevo clásico instantáneo para revisitar año tras año por estas mismas fechas (precisamente lo que no lograron “Polar Express” ni la enésima revisitación de “Cuento de Navidad”, ambas a cargo de Robert Zemeckis).
Y es que resulta imposible no disfrutar de las peripecias de tan entrañable trío protagonista. Tres personajes (el buenazo de Arthur, el cascarrabias de su abuelo y la divertidamente eficiente Bryony) que enseguida se ganan nuestra simpatía y con los que hacemos un pequeño viaje repleto de emociones, buenas (y también egoístas) intenciones y mucha diversión en forma de gags para todas las edades (y es que hay referencias –como la de los misiles de Cuba- con las que sólo sonreiremos los mayores)
Toda la vertiente tecnológica mostrada en respuesta a la eterna pregunta planteada anteriormente goza de gran inventiva, y el perfil de cada uno de los personajes permite dar mucho juego para que cada uno contribuya, a su manera, con su parte de la trama.
Entre tanto, nos deja también mensajes sobre la importancia de la familia, de la superación personal, de lo viejo frente lo nuevo (el tan temido, para algunos, progreso tecnológico), etc. Y es que una película navideña sin moraleja/s, no sería una película navideña. Y aquí hay tres generaciones de Santa Claus que rivalizan para ser el mejor y olvidan lo que es más importante: el verdadero sentido de la Navidad.
“Arthur Christmas: operación regalo” es, sin ningún género de dudas, la película (de animación) de estas Navidades. Divertida, tierna, mágica y rebosante de espíritu navideño. El regalo perfecto para toda la familia.
P.D.: Lo peor de la película es el videoclip de Justin Bieber que la precede. Avisados estáis.
Además de estos cortos y diversas series infantiles para televisión, en el año 2000 debutaron con su primer largometraje, la estupenda “Chicken Run: Evasión en la granja”, cuyo éxito y calidad demostraron que su genialidad podía extenderse a más de treinta minutos de metraje. Unos años más tarde repitieron la jugada dándole a Wallace y Gromit su propia película, “Wallace y Gromit: La maldición de las verduras”.
Si bien en el campo del stop-motion no tenían rival (al menos como estudio), Aardman decidió arriesgar y meterse de lleno en el competitivo terreno de la animación por ordenador. La película resultante, “Ratónpolis”, quizás no estuvo a la altura de sus obras anteriores, pero al menos resultaba una propuesta simpática.
Para el próximo año está previsto el estreno de su último filme en plastilina y arcilla, “¡Piratas!”, pero antes tenemos la oportunidad de disfrutar de su segunda intentona en animación CGI, “Arthur Christmas: Operación regalo”.
Como cada Navidad, a Santa Claus le toca hacer su reparto de regalos a todos los niños del mundo… ¡y en una sola noche! Para llevar a cabo semejante hazaña, cuenta con la más moderna tecnología a su alcance y miles de eficientes elfos que hacen prácticamente todo el trabajo por él.
Y una vez más, todo parece haber salido a pedir de boca… hasta que se dan de bruces con un problema: se han dejado de entregar un paquete, y uno de los 600 millones de niños a los que había que visitar se va a quedar sin su regalo de Navidad…
Todos, cuando éramos pequeños (y los que ahora mismo lo son), nos hemos preguntado alguna vez cómo es posible que Santa Claus reparta en una sola noche los regalos de Navidad a todos los niños del mundo. Pues aquí está la respuesta de Aardman.
Lo del trineo mágico tirado por sus ocho renos voladores ya es cosa del pasado. El mundo ha ido cambiando y modernizándose, y los instrumentos de antaño ya no sirven para cumplir con tan titánica misión. El actual Santa Claus (heredero que ya lleva 70 años en el cargo) cuenta con un gran trineo (una nave en forma de trineo, más bien) de casi dos kilómetros y medio de ancho y que incorpora la más moderna tecnología para no hacer ruido y pasar desapercibido en el transcurso de la entrega de regalos. Además, en su interior no sólo viaja Santa Claus sino también un millón de elfos comandados a distancia por Steve, el hijo mayor de Santa, y que trabajan en grupos de tres con un tiempo estimado de 18,14 segundos para entrar en cada casa, dejar los regalos y pasar a la siguiente. Un trabajo planificado al milímetro y 100% eficiente… hasta ahora.
Un regalo se ha quedado sin entregar, y parece que al único que le preocupa de verdad el asunto es a Arthur, el más joven de los Claus y el encargado de la correspondencia de su padre.
Arthur es un apasionado del espíritu navideño, pero lo suyo es el “trabajo de oficina”, y cualquier irrupción suya en la sala de control suele ser catastrófica. Y sin embargo, él parece ser la última esperanza de Gwen, la niña que, si alguien no le pone remedio, se levantará a la salida del sol para encontrarse con un árbol de Navidad sin su regalo de Santa Claus.
Y de eso es de lo que trata la película. De mostrarnos la frenética escapada nocturna que Arthur realizará para llevar el paquete pendiente a su destinario. Por suerte, no estará sólo, y en su pequeña aventura a contrarreloj le acompañarán su abuelo, antiguo Santa Claus con ansias de demostrar que aún puede lucir con dignidad el uniforme rojo; y Bryony, una entusiasta elfa envuelve-regalos dispuesta a todo con tal de ser útil.
En el fondo, la historia de un personaje protagonista menospreciado que se sobrepone a la adversidad y afronta sus miedos convirtiéndose en el héroe de la función (ganándose así el estima de aquéllos que antes lo ignoraban o rechazaban), no es algo que resulte demasiado novedoso. Incluso hemos visto ya otras películas que han tratado de explicarnos cómo funciona la “cadena de montaje” de Santa Claus en el Polo Norte y cómo éste reparte los regalos a los niños en una sola noche. Sin embargo, y aún reincidiendo en estos temas, la película de Aardman se muestra fresca, ingeniosa (todo el proceso de la entrega de regalos está muy cuidado) y conservadora del humor marca de la casa. Además, resulta especialmente emotiva en su tramo final como hacía tiempo no se veía en una película navideña. De hecho, se podría decir que llevamos demasiado tiempo huérfanos de un producto con un espíritu navideño de este calibre, lo que convertiría a “Arthur Christmas” en un nuevo clásico instantáneo para revisitar año tras año por estas mismas fechas (precisamente lo que no lograron “Polar Express” ni la enésima revisitación de “Cuento de Navidad”, ambas a cargo de Robert Zemeckis).
Y es que resulta imposible no disfrutar de las peripecias de tan entrañable trío protagonista. Tres personajes (el buenazo de Arthur, el cascarrabias de su abuelo y la divertidamente eficiente Bryony) que enseguida se ganan nuestra simpatía y con los que hacemos un pequeño viaje repleto de emociones, buenas (y también egoístas) intenciones y mucha diversión en forma de gags para todas las edades (y es que hay referencias –como la de los misiles de Cuba- con las que sólo sonreiremos los mayores)
Toda la vertiente tecnológica mostrada en respuesta a la eterna pregunta planteada anteriormente goza de gran inventiva, y el perfil de cada uno de los personajes permite dar mucho juego para que cada uno contribuya, a su manera, con su parte de la trama.
Entre tanto, nos deja también mensajes sobre la importancia de la familia, de la superación personal, de lo viejo frente lo nuevo (el tan temido, para algunos, progreso tecnológico), etc. Y es que una película navideña sin moraleja/s, no sería una película navideña. Y aquí hay tres generaciones de Santa Claus que rivalizan para ser el mejor y olvidan lo que es más importante: el verdadero sentido de la Navidad.
“Arthur Christmas: operación regalo” es, sin ningún género de dudas, la película (de animación) de estas Navidades. Divertida, tierna, mágica y rebosante de espíritu navideño. El regalo perfecto para toda la familia.
P.D.: Lo peor de la película es el videoclip de Justin Bieber que la precede. Avisados estáis.
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2 comentarios:
Pues me sorprende mucho su crítica, ya que esperaba el típico producto navideño de fácil consumo y pronto olvido. Tomo nota.
Yo también quedé sorprendido. La verdad es que es un producto navideño de los de recordar y revisionar.
Saludos ;)
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