Hay actores que, no sabemos muy bien por qué, no terminan de despegar y entrar por la puerta grande de Hollywood. Un ejemplo claro es James Purefoy, un inglés con buenas aptitudes y presencia física en cuyo currículum figura mucho (demasiado) telefilme de sobremesa, pero pocas producciones de gran calado o de notorio reclamo comercial.
Muchos lo conocimos por primera vez en “Resident Evil” (aunque ya llevaba unos años rodando en su país natal), pero donde se ha hecho un rostro conocido ha sido en televisión interpretando a Marco Antonio en la serie de la HBO “Roma”. Eso ha propiciado que ahora empecemos a verlo con más frecuencia en la gran pantalla, y si en 2009 le tuvimos encarnando al Solomon Kane de Robert E. Howard en su homónima –y libérrima- adaptación cinematográfica, este año vuelve a agarrar la espada para interpretar a un Caballero Templario. Eso sí, el actor sigue sin moverse de la serie B (al menos como protagonista, ya que en 2012 le veremos en el reparto de John Carter de Disney)
El 15 de junio del año 1215 y tras una dura negociación, el Rey Juan (Paul Giamatti) se vio obligado a firmar los Artículos de los barones, una petición por parte de sus señores feudales para poner límites a su despótico uso del poder. Un mes más tarde, el 15 de julio, la cancillería real daba forma a dicho acuerdo en lo que se conoció como Carta Magna.
Sin embargo, cuando logró reunir a un ejército, el rey Juan se negó a cumplir el acuerdo y se dispuso a eliminar a todos los que hubieran firmado la Carta Magna, poniendo a Inglaterra al borde de una guerra civil en la que se conoce como Primera Guerra de los Barones (1215-1217). Juan quiso castigar a aquellos que le humillaron, entre ellos un grupo de caballeros templarios atrincherados en el castillo de Rochester, que lucharán intentando resistir el asedio de las sus tropas.
El tema de la Carta Magna ya se tocó de forma tangencial -y con licencias- en el “Robin Hood” de Ridley Scott, pero aquí se trata directamente del punto de partida de la historia. Así pues, los primeros minutos de la cinta sirven para explicarnos en qué consiste exactamente este tratado que tan a regañadientes firmó el Rey Juan I de Inglaterra (Juan Sin Tierra) y qué será el motivo que lleve al monarca a querer “arrasar” Inglaterra en busca de venganza contra todo aquél que se postuló en su contra.
Para llevar a cabo la reconquista de su poder absolutista y de todos sus privilegios, el Rey Juan, bajo el auspicio del Papa de Roma, se hace con un ejército con el que recorre el país entero con la seria intención de aniquilar a todos aquellos que apoyaron y firmaron la Carta Magna.
En su camino hacia Londres se encuentra el castillo de Rochester, situado en el condado de Kent y desde el cual podría frenarse su avance dada la posición estratégica que ocupa el susodicho. Es por ello que el Barón de Albany (Brian Cox), recluta a una pequeña banda de guerreros rebeldes para que se hagan fuertes en él y defiendan el castillo hasta que lleguen los refuerzos, es decir, el ejército francés a petición de los barones, a quienes no les queda más remedio que pedir ayuda y pactar con el príncipe Luis VIII de Francia (quién a posteriori acabaría sustituyendo a Juan en el trono)
Entre este grupo de osados mercenarios se encuentra Marshall (James Purefoy), un Caballero Templario atormentado por culpa de las atrocidades cometidas durante las cruzadas. Con sus agallas y su determinación, pronto se convierte en algo así como el líder simbólico del grupo, alguien a quien confiar sus vidas y la suerte del castillo.
Y esta es, a grandes rasgos, la historia que nos cuenta la película, centrándose básicamente en el asedio a Rochester y en la elogiable resistencia que un pequeño grupo de valientes guerreros oponen a un ejército que les supera ampliamente en número y armamento.
De hecho, uno de los aspectos más remarcables de “Templario” es su ostentosa violencia y su considerable contenido gore, sobre todo teniendo en cuenta el género en el que se inscribe, poco dado éste a recrear con tanta crudeza las batallas. Muchas veces se le resta realismo a estas películas dulcificando la violencia y eliminando lo máximo posible la ración de hemoglobina y desmembramientos varios, algo que aquí no ocurre. Por contra -y pese a que se agradecen sus pocos remilgos-, en ocasiones resulta demasiado gratuita, y nos damos cuenta que el director se recrea sin necesidad en el enseñamiento de algunas víctimas.
De todas formas, eso es lo de menos, ya que lo que resulta verdaderamente molesto es la epiléptica –y por ende, confusa- dirección que imprime Jonathan English, moviendo la cámara sin parar sobre todo en los enfrentamientos cuerpos a cuerpo, utilizando encuadres poco acertados que le restan dinamismo a las secuencias y que hacen muy difícil que el espectador aprecie las peleas en todo su esplendor. Si habláramos de una cinta bélica, aún podríamos hacer la vista gorda, pero en plena edad media, ese tipo de montaje “modernillo” y tan de moda en la actualidad no le sienta nada bien a la película.
Pero por el bien de la historia y del ritmo en el desarrollo de la misma, conviene que no todo sean batallas, así que existe también un apreciable intento de darle algo de entidad a sus personajes, especialmente a Marshall, nuestro protagonista, y al resto de “los 7 magníficos”. Sin embargo, hay que admitir que la mayoría de estos personajes cumplen con el mero estereotipo, y que el affaire de Marshall con Isabel (Kate Mara) está un poco bastante metido con calzador (parece que como si fuera necesario adjudicarle siempre un interés amoroso al prota para darle vidilla a la trama, cuando muchas veces no hace sino estorbar)
Aún así, como director y coguionista, de lo que más se beneficia English es de tener en sus filas a un reparto la mar de competente. Purefoy, Giamatti (un pelín sobreactuado siempre que hace de villano), Cox, Derek Jacobi, Charles Dance, Jason Flemyng, Mackenzie Crook (estos dos últimos ya coincidieron con Purefoy en Solomon Kane) y el resto de actores y actrices hacen un buen trabajo interpretativo, y le dan un plus a una película que se interesa más en ser un salvaje y entretenido divertimento (que es en donde funciona mejor) que en una recreación épica y emocionante de un famoso hecho histórico.
Igualmente, podemos constatar que no se resiente demasiado de su escaso presupuesto, y que tanto la ambientación como el trabajo de fotografía y la banda sonora están logrados. Los efectos digitales, aunque mejorables, también dan el pego (si uno no se pone muy quisquilloso), y consciente del presupuesto que maneja, English opta por no abusar de ellos y aprovechar al máximo lo artesano. Con todo, para pasar el rato, no es una mala opción.
Muchos lo conocimos por primera vez en “Resident Evil” (aunque ya llevaba unos años rodando en su país natal), pero donde se ha hecho un rostro conocido ha sido en televisión interpretando a Marco Antonio en la serie de la HBO “Roma”. Eso ha propiciado que ahora empecemos a verlo con más frecuencia en la gran pantalla, y si en 2009 le tuvimos encarnando al Solomon Kane de Robert E. Howard en su homónima –y libérrima- adaptación cinematográfica, este año vuelve a agarrar la espada para interpretar a un Caballero Templario. Eso sí, el actor sigue sin moverse de la serie B (al menos como protagonista, ya que en 2012 le veremos en el reparto de John Carter de Disney)
El 15 de junio del año 1215 y tras una dura negociación, el Rey Juan (Paul Giamatti) se vio obligado a firmar los Artículos de los barones, una petición por parte de sus señores feudales para poner límites a su despótico uso del poder. Un mes más tarde, el 15 de julio, la cancillería real daba forma a dicho acuerdo en lo que se conoció como Carta Magna.
Sin embargo, cuando logró reunir a un ejército, el rey Juan se negó a cumplir el acuerdo y se dispuso a eliminar a todos los que hubieran firmado la Carta Magna, poniendo a Inglaterra al borde de una guerra civil en la que se conoce como Primera Guerra de los Barones (1215-1217). Juan quiso castigar a aquellos que le humillaron, entre ellos un grupo de caballeros templarios atrincherados en el castillo de Rochester, que lucharán intentando resistir el asedio de las sus tropas.
El tema de la Carta Magna ya se tocó de forma tangencial -y con licencias- en el “Robin Hood” de Ridley Scott, pero aquí se trata directamente del punto de partida de la historia. Así pues, los primeros minutos de la cinta sirven para explicarnos en qué consiste exactamente este tratado que tan a regañadientes firmó el Rey Juan I de Inglaterra (Juan Sin Tierra) y qué será el motivo que lleve al monarca a querer “arrasar” Inglaterra en busca de venganza contra todo aquél que se postuló en su contra.
Para llevar a cabo la reconquista de su poder absolutista y de todos sus privilegios, el Rey Juan, bajo el auspicio del Papa de Roma, se hace con un ejército con el que recorre el país entero con la seria intención de aniquilar a todos aquellos que apoyaron y firmaron la Carta Magna.
En su camino hacia Londres se encuentra el castillo de Rochester, situado en el condado de Kent y desde el cual podría frenarse su avance dada la posición estratégica que ocupa el susodicho. Es por ello que el Barón de Albany (Brian Cox), recluta a una pequeña banda de guerreros rebeldes para que se hagan fuertes en él y defiendan el castillo hasta que lleguen los refuerzos, es decir, el ejército francés a petición de los barones, a quienes no les queda más remedio que pedir ayuda y pactar con el príncipe Luis VIII de Francia (quién a posteriori acabaría sustituyendo a Juan en el trono)
Entre este grupo de osados mercenarios se encuentra Marshall (James Purefoy), un Caballero Templario atormentado por culpa de las atrocidades cometidas durante las cruzadas. Con sus agallas y su determinación, pronto se convierte en algo así como el líder simbólico del grupo, alguien a quien confiar sus vidas y la suerte del castillo.
Y esta es, a grandes rasgos, la historia que nos cuenta la película, centrándose básicamente en el asedio a Rochester y en la elogiable resistencia que un pequeño grupo de valientes guerreros oponen a un ejército que les supera ampliamente en número y armamento.
De hecho, uno de los aspectos más remarcables de “Templario” es su ostentosa violencia y su considerable contenido gore, sobre todo teniendo en cuenta el género en el que se inscribe, poco dado éste a recrear con tanta crudeza las batallas. Muchas veces se le resta realismo a estas películas dulcificando la violencia y eliminando lo máximo posible la ración de hemoglobina y desmembramientos varios, algo que aquí no ocurre. Por contra -y pese a que se agradecen sus pocos remilgos-, en ocasiones resulta demasiado gratuita, y nos damos cuenta que el director se recrea sin necesidad en el enseñamiento de algunas víctimas.
De todas formas, eso es lo de menos, ya que lo que resulta verdaderamente molesto es la epiléptica –y por ende, confusa- dirección que imprime Jonathan English, moviendo la cámara sin parar sobre todo en los enfrentamientos cuerpos a cuerpo, utilizando encuadres poco acertados que le restan dinamismo a las secuencias y que hacen muy difícil que el espectador aprecie las peleas en todo su esplendor. Si habláramos de una cinta bélica, aún podríamos hacer la vista gorda, pero en plena edad media, ese tipo de montaje “modernillo” y tan de moda en la actualidad no le sienta nada bien a la película.
Pero por el bien de la historia y del ritmo en el desarrollo de la misma, conviene que no todo sean batallas, así que existe también un apreciable intento de darle algo de entidad a sus personajes, especialmente a Marshall, nuestro protagonista, y al resto de “los 7 magníficos”. Sin embargo, hay que admitir que la mayoría de estos personajes cumplen con el mero estereotipo, y que el affaire de Marshall con Isabel (Kate Mara) está un poco bastante metido con calzador (parece que como si fuera necesario adjudicarle siempre un interés amoroso al prota para darle vidilla a la trama, cuando muchas veces no hace sino estorbar)
Aún así, como director y coguionista, de lo que más se beneficia English es de tener en sus filas a un reparto la mar de competente. Purefoy, Giamatti (un pelín sobreactuado siempre que hace de villano), Cox, Derek Jacobi, Charles Dance, Jason Flemyng, Mackenzie Crook (estos dos últimos ya coincidieron con Purefoy en Solomon Kane) y el resto de actores y actrices hacen un buen trabajo interpretativo, y le dan un plus a una película que se interesa más en ser un salvaje y entretenido divertimento (que es en donde funciona mejor) que en una recreación épica y emocionante de un famoso hecho histórico.
Igualmente, podemos constatar que no se resiente demasiado de su escaso presupuesto, y que tanto la ambientación como el trabajo de fotografía y la banda sonora están logrados. Los efectos digitales, aunque mejorables, también dan el pego (si uno no se pone muy quisquilloso), y consciente del presupuesto que maneja, English opta por no abusar de ellos y aprovechar al máximo lo artesano. Con todo, para pasar el rato, no es una mala opción.
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4 comentarios:
Una Serie B entretenida y llamativa por su ultraviolencia.
Yo me trago todo lo que hace el Purefoy desde Roma, su Marco Antonio era de lo mejor de la serie.
Pero no entiendo como el tio no acaba de llegar a estrella mientras legiones de estrellados llegan a lo más alto.
Saludos.
Es un tipo que me gusta, pero parece que no despega ni a la de tres. Está anclado en la serie B (o las producciones televisivas) y de ahí no sale. Su papel en John Carter será lo más importante que habrá hecho hasta la fecha, y es muy posible que no se le vea la cara si interpreta a uno de los marcianos (algo al estilo Davy Jones en Piratas del Caribe)
Saludos ;)
Chispas, apenas pueda veo esta pelicula. A mi Purefoy me parece un buen actor, lo hizo correcto en Solomon Kane. Aqui ha de estar como pez en el agua.
Se le dan bien este tipo de papeles, aunque Solomon Kane me gustó mucho más que ésta.
Saludos ;)
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