Cuando uno acude a un festival de cine como el de Sitges, es difícil llegar a ver todas esas películas a las que se le ha echado el ojo. Dada la abultada programación, y con varias proyecciones a la vez en distintas salas, uno termina para hacer una selección de lo que cree más interesante. A veces se escoge bien y uno se lleva una grata sorpresa; otras veces, en cambio, la película elegida resulta ser un fiasco.
Finalizado el festival, cabe la posibilidad de que algunas de las películas proyectadas terminen estrenándose en salas comerciales, como ha ocurrido recientemente con “Insidious” (una de esas “agradables sorpresas” de las que hablaba), lo que para algunos supone la primera oportunidad para verlas, y para otros la segunda. Sin embargo, muchas otras películas no tienen esa suerte, y no sólo no llegan a las salas sino que además tampoco tienen salida en Dvd, lo que hace muy difícil su visionado.
Por ese motivo internet se ha convertido en el último recurso, la última esperanza, de lograr echarle el guante a todas esas películas que, de otra forma, sería imposible llegar a ver. Y Stake Land, proyectada en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges, es una de esas cintas que me quedaron pendientes y de las que ya puedo opinar con conocimiento de causa.
En una América post-apocalíptica en la que una misteriosa plaga convierte a la gente en vampiros, un chico huérfano (Connor Paolo) y un veterano cazador de vampiros (Nick Damici) emprenderán una dramática ruta hacia el norte, a Canadá, en busca del “Nuevo Edén”, un lugar libre de la enfermedad.
En estos tiempos de vampirismo afeminado, es de agradecer que se presenten a estas criaturas de la noche como lo que de verdad son o deberían ser: unos monstruos sedientos de sangre.
La película, dirigida y co-escrita por Jim Dickle (responsable de pasable “Mulberry Street”), parte de un mundo post-apocalíptico en el que todo se ha ido al carajo por culpa de una infección que transforma a la gente en vampiros irracionales. Los pocos supervivientes se agrupan en pequeñas comunidades intentando restablecer el orden, sobreviviendo como pueden con lo poco que tienen y defendiéndose a diario no sólo de los infectados sino también de los caníbales que han surgido a raíz de la escasez de alimento y de las sectas religiosas que quieran dominar el territorio y utilizar la plaga en favor de sus propósitos; una plaga que ellos consideran un castigo de Dios a los pecadores y a los infieles.
En medio de todo esto, se encuentra un cazavampiros de nombre desconocido (le llaman Míster) que va recorriendo el país exterminando a todo indeseable (vampiro o no) que se cruce en su camino. A él se une un joven al que acaba de salvar la vida y al que le enseñará todo lo que sabe para que aprenda a defenderse y a sobrevivir por sí mismo.
Cazador y aprendiz/ayudante entablarán algo parecido a una relación paterno-filial mientras recorren kilómetros y kilómetros a bordo de un viejo automóvil y mientras se enfrentan, en su largo camino, a los vampiros y a la ya citada secta, que resultará ser mucho más peligrosa que los chupasangre.
"Stake Land" bebe de la corriente zombie sustituyendo a los no-muertos por vampiros, beneficiándose así de las características básicas de ambos subgéneros y consiguiendo que confluyan dentro de una historia post-apocalíptica que aborda la supervivencia de sus protagonistas con tintes dramáticos muy en la línea de “La Carretera” de John Hillcoat (aunque en ocasiones también recuerde a “Doomsday” de Neil Marshall).
De hecho, lo más destacable de la cinta, además de la incisiva crítica al fanatismo religioso, es esa vertiente dramática, pues no trata sólo de enfrentamientos contra vampiros sino que también se esfuerza en mostrar las consecuencias sociales y morales de la infección vampírica. El problema, no obstante, es que la mayoría de los personajes principales son bastante planos, lo que impide un mayor calado empático entre el espectador y ellos, llegando al punto en que muchas de las situaciones más pretendidamente dramáticas/emotivas nos dejen bastante fríos o indiferentes.
La voz en off del joven Martin, que nos va relatando la historia desde su propio punto de vista, está bien llevada, pero es lo que en cierto modo priva a los guionistas (entre ellos, el propio Damici) de desarrollar convenientemente al grupo, prescindiendo a menudo de mostrar una adecuada interacción entre sus componentes y privándonos a nosotros de conocerlos mejor. Así pues, lo único en lo que nos apoyamos es en las cuatro pinceladas –insuficientes- que nos proporciona Martin (el único que personaje que muestra cierta evolución a lo largo del metraje), y en consecuencia, también su relación paterno-filial con Míster se ve afectada, quedando bastante diluida.
En cuanto al propio Mister, el matavampiros, digamos que resulta más o menos carismático, lo que compensa un poco ese precario desarrollo de personajes. Además, muchas de sus escenas se erigen como las mejores de la película.
Técnicamente no hay nada que reprocharle ya que, pese a los pocos medios, tanto la ambientación posta-apocalíptica (no muy llamativa, pero convincente), como el maquillaje de los vampiros (bastante terrorífico) o los efectos especiales en las escenas de acción (no muy espectaculares, pero sí contundentes), está bien solventado, y el notable trabajo de fotografía (muy apreciable en las escenas nocturnas) le otorga un punto extra de calidad al conjunto.
La banda sonora, de carácter intimista, resulta adecuada para enfatizar el tono amargo y melancólico de la historia, si bien peca de reiterativa, pareciendo que prácticamente todo el rato suena el mismo leitmotiv.
Las actuaciones son también correctas (incluido el creíble joven protagonista), destacando del reparto algunos rostros conocidos como Danielle Harris (habitual del género terror en el que se inició a edad muy temprana en el clásico “La noche de Halloween”), Michael Cerveris, al que servidor suele conocer como “el calvo misterioso de Fringe”, y Kelly McGillis, el interés amoroso de Tom Cruise en “Top Gun”, y para la que el paso del tiempo no ha sido muy generoso, que digamos.
Con todo, Stake Land resulta una interesante (aunque no muy original) road movie post-apocalíptica/vampírica, que aún lejos de parecerme la maravilla de la que todos hablan en la red, considero que sí es una buena muestra de que no hacen falta grandes presupuestos ni estrellas de primer nivel para rodar buen cine de género. Sin ir más lejos, recientemente hemos tenido en nuestras carteleras “El sicario de Dios”, una película de temática parecida que por mucho 3D y por muchos millones (60, nada menos) con los que se presente, no se libra de ser una absoluta mediocridad infinitamente menos satisfactoria que la presente Stake Land, la cual al menos consigue dejarte unas cuantas imágenes grabadas en la memoria.
Finalizado el festival, cabe la posibilidad de que algunas de las películas proyectadas terminen estrenándose en salas comerciales, como ha ocurrido recientemente con “Insidious” (una de esas “agradables sorpresas” de las que hablaba), lo que para algunos supone la primera oportunidad para verlas, y para otros la segunda. Sin embargo, muchas otras películas no tienen esa suerte, y no sólo no llegan a las salas sino que además tampoco tienen salida en Dvd, lo que hace muy difícil su visionado.
Por ese motivo internet se ha convertido en el último recurso, la última esperanza, de lograr echarle el guante a todas esas películas que, de otra forma, sería imposible llegar a ver. Y Stake Land, proyectada en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges, es una de esas cintas que me quedaron pendientes y de las que ya puedo opinar con conocimiento de causa.
En una América post-apocalíptica en la que una misteriosa plaga convierte a la gente en vampiros, un chico huérfano (Connor Paolo) y un veterano cazador de vampiros (Nick Damici) emprenderán una dramática ruta hacia el norte, a Canadá, en busca del “Nuevo Edén”, un lugar libre de la enfermedad.
En estos tiempos de vampirismo afeminado, es de agradecer que se presenten a estas criaturas de la noche como lo que de verdad son o deberían ser: unos monstruos sedientos de sangre.
La película, dirigida y co-escrita por Jim Dickle (responsable de pasable “Mulberry Street”), parte de un mundo post-apocalíptico en el que todo se ha ido al carajo por culpa de una infección que transforma a la gente en vampiros irracionales. Los pocos supervivientes se agrupan en pequeñas comunidades intentando restablecer el orden, sobreviviendo como pueden con lo poco que tienen y defendiéndose a diario no sólo de los infectados sino también de los caníbales que han surgido a raíz de la escasez de alimento y de las sectas religiosas que quieran dominar el territorio y utilizar la plaga en favor de sus propósitos; una plaga que ellos consideran un castigo de Dios a los pecadores y a los infieles.
En medio de todo esto, se encuentra un cazavampiros de nombre desconocido (le llaman Míster) que va recorriendo el país exterminando a todo indeseable (vampiro o no) que se cruce en su camino. A él se une un joven al que acaba de salvar la vida y al que le enseñará todo lo que sabe para que aprenda a defenderse y a sobrevivir por sí mismo.
Cazador y aprendiz/ayudante entablarán algo parecido a una relación paterno-filial mientras recorren kilómetros y kilómetros a bordo de un viejo automóvil y mientras se enfrentan, en su largo camino, a los vampiros y a la ya citada secta, que resultará ser mucho más peligrosa que los chupasangre.
"Stake Land" bebe de la corriente zombie sustituyendo a los no-muertos por vampiros, beneficiándose así de las características básicas de ambos subgéneros y consiguiendo que confluyan dentro de una historia post-apocalíptica que aborda la supervivencia de sus protagonistas con tintes dramáticos muy en la línea de “La Carretera” de John Hillcoat (aunque en ocasiones también recuerde a “Doomsday” de Neil Marshall).
De hecho, lo más destacable de la cinta, además de la incisiva crítica al fanatismo religioso, es esa vertiente dramática, pues no trata sólo de enfrentamientos contra vampiros sino que también se esfuerza en mostrar las consecuencias sociales y morales de la infección vampírica. El problema, no obstante, es que la mayoría de los personajes principales son bastante planos, lo que impide un mayor calado empático entre el espectador y ellos, llegando al punto en que muchas de las situaciones más pretendidamente dramáticas/emotivas nos dejen bastante fríos o indiferentes.
La voz en off del joven Martin, que nos va relatando la historia desde su propio punto de vista, está bien llevada, pero es lo que en cierto modo priva a los guionistas (entre ellos, el propio Damici) de desarrollar convenientemente al grupo, prescindiendo a menudo de mostrar una adecuada interacción entre sus componentes y privándonos a nosotros de conocerlos mejor. Así pues, lo único en lo que nos apoyamos es en las cuatro pinceladas –insuficientes- que nos proporciona Martin (el único que personaje que muestra cierta evolución a lo largo del metraje), y en consecuencia, también su relación paterno-filial con Míster se ve afectada, quedando bastante diluida.
En cuanto al propio Mister, el matavampiros, digamos que resulta más o menos carismático, lo que compensa un poco ese precario desarrollo de personajes. Además, muchas de sus escenas se erigen como las mejores de la película.
Técnicamente no hay nada que reprocharle ya que, pese a los pocos medios, tanto la ambientación posta-apocalíptica (no muy llamativa, pero convincente), como el maquillaje de los vampiros (bastante terrorífico) o los efectos especiales en las escenas de acción (no muy espectaculares, pero sí contundentes), está bien solventado, y el notable trabajo de fotografía (muy apreciable en las escenas nocturnas) le otorga un punto extra de calidad al conjunto.
La banda sonora, de carácter intimista, resulta adecuada para enfatizar el tono amargo y melancólico de la historia, si bien peca de reiterativa, pareciendo que prácticamente todo el rato suena el mismo leitmotiv.
Las actuaciones son también correctas (incluido el creíble joven protagonista), destacando del reparto algunos rostros conocidos como Danielle Harris (habitual del género terror en el que se inició a edad muy temprana en el clásico “La noche de Halloween”), Michael Cerveris, al que servidor suele conocer como “el calvo misterioso de Fringe”, y Kelly McGillis, el interés amoroso de Tom Cruise en “Top Gun”, y para la que el paso del tiempo no ha sido muy generoso, que digamos.
Con todo, Stake Land resulta una interesante (aunque no muy original) road movie post-apocalíptica/vampírica, que aún lejos de parecerme la maravilla de la que todos hablan en la red, considero que sí es una buena muestra de que no hacen falta grandes presupuestos ni estrellas de primer nivel para rodar buen cine de género. Sin ir más lejos, recientemente hemos tenido en nuestras carteleras “El sicario de Dios”, una película de temática parecida que por mucho 3D y por muchos millones (60, nada menos) con los que se presente, no se libra de ser una absoluta mediocridad infinitamente menos satisfactoria que la presente Stake Land, la cual al menos consigue dejarte unas cuantas imágenes grabadas en la memoria.
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6 comentarios:
Yo incluso le subiría una cabeza marciana más. La ví la semana pasada y me dejó un buenísimo sabor de boca. Aunque no es menos cierto, tal y como apuntas, que no es una película redonda al cien por cien. Lo mejor de todo es que presentan algunas situaciones que no se habían plasmado en el cine (los vampiros que van cayendo desde el cielo -aguando la fiesta de los humanos- me encantó).
De El Sicario de Dios me apuntó, acertadamente, mi padre que tiene muchísimos paralelismos con el western Centauros del Desierto. Le sobran muchas cosas según mi opinión. Empezando por ese villano ridículo y por el poco suspense que desprende la película por parte de los vampiros.
Saludos cinéfagos!
A mi me gustó, pero tampoco me entusiasmó en exceso, y de ahí esa nota .
Pues ahora que lo dices sí, "El Sicario de Dios" tiene una trama muy similar a la de "Centauros del desierto". No había caído en la cuenta en su momento, pero le cambias las motos por caballos y los vampiros por indios, y ¡voilá!
A mi lo que más me gustó fue la ambientación futurista, pero ya empiezo a hartarme de todas esas películas en las que los personajes hacen piruetas imposibles en el aire, las escenas de acción son inverosímiles y los efectos digitales están para suplir la falta de ideas imperante. La verdad es que Priest me pareció la versión masculina de las Resident Evil de turno.
Saludos ;)
La verdad es que estoy altamente saturado de vampiros pero esta película al menos trata el mito de manera digna y parece una propuesta diferente y sin pretensiones. Me la apunto. I Love Sitges. Cada año me gustan más películas de allí.
Un abrazo David!!
Probablemente es de las pocas películas recientes de temática vampírica que vale la pena.
Mi primer Sitges fue el del año pasado, y aunque vi muy pocas buenas películas, lo disfruté. Y si puedo, intentaré repetir.
Saludos ;)
Pliskeen, que te veo muy tacaño otorgando aliens! Jajaja. No en serio, es cierto que le falta un punto para ser un mito cinéfilo pero puede deberse a que estamos en un momento de saturación de no-muertos que hastía hasta a el cinéfago más empedernido.
Sin embargo, estoy convencido de que a películas "menores" como la que nos ocupa u otros ejemplos dignísimos como "We Are The Night" el tiempo las acabará haciendo justicia colocándolas junto a otros hitos que en su tiempo fueron vilmente menospreciados como "Los Viajeros De La Noche".
Yo la he puesto en otros blogs por las nubes no tanto por su realización, que es mejorable, sino por la propuesta en sí, que es algo "arriesgada" y por tanto honesta sin renunciar a sus claras referencias a la obra de Cormac McCarthy, cuando en estos tiempos lo más cómodo y rentable es mostrar versiones adolescentemente hormonadas de nuestros monstruos favoritos ("Crepúsculo", "El Circo De Los Extraños", etc).
Si al menos se hicieran películas "carismáticas" en plan "Yo Fui Un Hombre Lobo Adolescente" o "Una Pandilla Alucinante" o fíjate, hasta "De Pelo En Pecho" que en su candor eran la mar de entretenidas... pero esta "moda" de dar seriedad a los sueños libidinosos de prepúberes desenfrenados, resulta descoranozadora por momentos.
Así que espero que se siga por esta línea "violenta" y cunda el ejemplo con más visiones de los monstruos clásicos, como lo que son, seres del averno. Para otras visiones me quedo con los films de James Whale al que Calamar Ediciones acaba de dedicar un fastuoso volumen, que fijo pasará a engrosar mi ya perjudicada estantería. xD
Saludos!
Precisamente yo creo que estamos tan saturados de malos productos, que cuando llega algo como "Stake Land", la tendencia es ponerlas por las nubes en demasía (o eso, o es que yo soy un tacaño xD).
Insisto en que a mi me ha gustado la película, y probablemente sea una de las mejores sobre vampiros que he visto en mucho tiempo (lo cual, volviendo a lo antes referido, no es muy difícil), pero sin entrar en comparaciones, tampoco me parece que sea para tanto, y pienso que desde el guión se podría haber trabajado mucho más los personajes, y que se podría haber hecho algo más arriesgado en vez de caer en un terreno tan sobradamente conocido y falto de ideas nuevas como es el postapocalíptico. Me parece que aún con sus virtudes, es una propuesta que asume pocos riesgos, y que su admirable vertiente dramática cojea un poco bastante por los defectos señalados en la crítica.
Respecto a "Los Viajeros de la Noche", no sé si la habrás vuelto a ver, pero yo lo hice hace unos años y bueno... la recordaba mejor, la verdad. Buena estética y buena idea de partida, pero ya en mi madurez cinéfaga, he de admitir que se me hizo un poco aburrida. Suerte que ahí estaba Lance Henriksen para hacerme el visionado más ameno. De la mimsa época, creo que "Jóvenes ocultos" ha envejecido mejor, y sin ser una maravilla (siempre que dejemos a un lado la nostalgia), sigue aguantnado el tipo como una simpática película de vampiros juveniles.
Las películas carismáticas de antaño creo que son únicas, básicamente porque los 80 también fueron únicos. Y creo que es difícil hacer algo parecido ahora porque la mentalidad del público y de la gente que trabaja en Hollywood es muy diferente.
Supongo que cada película es hija de su época, y ésta puede que sea una mala época para según qué películas.
Eso sí, ojalá surjan más películas en las que los monstruos clásicos sean eso, monstruos. Creo que el cupo de vampirismo moñas está a rebosar, y va tocando ya un resurgimiento del chupasangre cruel y sanguinario.
Saludos ;)
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