Hay un grupo de cineastas cuyas películas suelen ser cita ineludible para todo cinéfilo/a que se precie. Algunos incluso cuentan con el favor del público, lo que ayuda muchas veces a que sus películas, pocas veces de carácter comercial, no pasen desapercibidas por taquilla frente a las grandes superproducciones hollywoodienses. Clint Eastwood es uno de esos directores. Y es, además, uno de mis preferidos.
Son ya cuatro décadas detrás de la cámara, más de treinta películas a sus espaldas y numerosos galardones cosechados (Oscars, Globos de Oro…) los que consolidan a Eastwood como uno de los grandes directores de la historia del cine. Y no lo pensamos sólo los cinéfilos o la prensa especializada, sino también el público en general. Espectadores a los que este rudo pero sensible californiano se ha ido ganando con cada una de sus películas. Unas mejores que otras, como cualquier otro que se dedique a esta profesión, pero manteniendo siempre -o casi siempre- un mínimo de calidad. En lo personal, puedo decir que Eastwood se ha ganado uno de esos privilegios que muy pocos consiguen en mí, y es que me interese ver cualquiera de sus películas sin preocuparme en exceso de qué traten, es decir, que sólo por venir con su firma me interesan, aunque a priori la trama no me seduzca horrores. Y eso es porque sé que, siendo mayor o menor el interés que me sugiera la historia, tras su visionado nunca tengo la sensación de haber perdido el tiempo (y puede que una trama que a priori no me resultara llamativa, acabe fascinándome)
Hasta la fecha, lo peor que he podido decir de una de sus cintas –y a excepción de algún que otro título, he visto prácticamente toda su filmografía-, es que me resultara simplemente entretenida o, en el peor de los casos, floja. De hecho, me resulta improbable que Eastwood pueda hacer una mala película aunque se lo proponga. Obviamente, no es un director infalible (diría que ninguno lo es), y también puede decepcionarnos, más cuando nos malacostumbra a ofrecernos buenas o muy buenas películas con tanta asiduidad. En ocasiones, algunas no alcanzan ese estatus, y a esas las solemos llamar obras menores. Puede que en algunos casos la culpa sea nuestra y de nuestras expectativas, pero otras veces simplemente es una cuestión de saber valorar la calidad de un film con independencia de quién sea su director. Y esto nos puede ocurrir con Eastwood, Scorsese, Allen, Nolan, Fincher o con cualquier otro que se os ocurra.
Hereafter, o como se ha titulado aquí, Más allá de la vida, es la primera película en la que Eastwood se sumerge en el terreno sobrenatural, siempre que no contemos, claro está, la “mística” El jinete pálido. Esto, para un director especializado mayormente en dramas y thrillers a secas, es toda una novedad y algo que ha suscitado bastante expectación y curiosidad. Conviene decir, no obstante, que aquello de ser una especie de “El sexto sentido” es rotundamente falso. Salvando el detalle de tener también aquí a un personaje que se comunica con los muertos, argumentalmente no tienen nada que ver una con la otra.
Aclarado esto, vayamos a la sinopsis.
“Más allá de la vida” narra la historia de tres personajes que han tenido algún tipo de contacto con la muerte: Marie LeLay (Cécile de France), una famosa periodista de la televisión francesa que a punto estuvo de morir ahogada durante el tsunami que asoló el Sudeste asiático en 2004; Marcus (Frankie y George McLaren) un niño británico que pierde a su hermano gemelo en un accidente de tráfico, y George Lonegan (Matt Damon), un hombre con el don de poder hablar con los muertos, algo que lleva tiempo rehusando hacer. Las vidas de estos tres personajes acabarán cruzándose…
Quizás lo más sorprendente, por el tipo de género que toca el film y la clase de director que hay detrás de él, sea la secuencia del tsunami, muy a lo Roland Emmerich (el referente más cercano) y técnicamente muy bien recreada y secuenciada. Pero que nadie se alarme, que cualquier efecto especial que pueda haber aquí está siempre al servicio de la trama.
Lo nuevo de Eastwood sigue las pautas marcadas por toda película de historias cruzadas que se precie; esto es, mostrarnos por separado el devenir de cada uno de los personajes hasta que en el desenlace los caminos de estos se crucen.
Los tres personajes se reparten de forma más o menos equitativa las poco más de dos horas de metraje. Primero, como es lógico, se nos presenta a cada uno de ellos.
A Marie la conocemos en Tailandia durante la fatídica fecha en la que uno de los devastadores e implacables tsunamis de 2004 arrasó la costa del país (y la de todo el sur y sureste de Asia). La catástrofe, que asoló el océano Índico, se cobró miles de víctimas, y por muy poco Marie no fue una de ellas. Sin embargo, se podría decir que durante unos segundos, su alma se alejó del mundo terrenal, y esa experiencia cercana a la muerte ha influido enormemente en su vida e incluso en su trabajo. Algo ha cambiado en ella, y ahora empieza a creer y a plantearse cosas en las que ante sin siquiera había pensado.
En Londres conocemos a los gemelos Marcus y Jason, hijos de una madre soltera y drogadicta que apenas les presta la atención y el cuidado que merecen. Los chicos, sin embargo, se han espabilado y han aprendido a no depender de ella (más bien al contrario), lo que ha fortalecido y mucho su relación fraternal. Desgraciadamente para Marcus, un terrible accidente le arrebata el mayor apoyo que tiene en esta vida, a su hermano. Ahora deberá seguir adelante sin él, algo que no le será nada fácil.
Y finalmente en San Francisco tenemos a George, un conocido clarividente alejado de la parapsicólogía al ser incapaz de lidiar con el impacto emocional y los secretos que le confieren las sesiones con sus pacientes. La constante insistencia de Billy, su hermano, en retomar la profesión, lleva a George a entrar de nuevo en contacto con el mundo de los muertos. Su don puede hacerle ganar mucho dinero, además de permitirle ayudar a los demás. Sin embargo, para él no es más que una maldición que le impide llevar una vida normal. George se siente un bicho raro, pero sobre todo, se siente sólo. Pronto descubrirá que no es así.
El mayor obstáculo al que debe enfrentarse una película de historias cruzadas es el de conseguir que todas ellas nos resulten igual de interesantes y que el motivo o motivos que las unan sean convincentes/coherentes. La mayoría de veces ocurre que unos personajes nos parecen mucho más interesantes que otros; otras veces en cambio, el problema está en lo forzadas que resultan algunas conexiones, especialmente si todas esas historias deben eclosionar al final. Sinceramente, son pocas las películas de este tipo que me convencen o entusiasman. Y "Más allá de la vida" no ha sido la excepción, aunque sus errores no sean precisamente estos.
Las tres historias, tanto la de Marie como la de Marcus o la de George, son buenas y empiezan de forma prometedora. Pero conforme la cosa avanza, uno se va desesperando un poco, pues sabes desde el principio lo que tiene que ocurrir, pero parece que no ocurra nunca, es decir, que Marie y Marcus conozcan a George.
Sabemos que eso no sucederá hasta el final, pero aún así la impaciencia empieza a sobrevolar nuestras cabezas. Por supuesto, hay que desarrollar el conflicto que atañe a cada uno de ellos para conocerlos mejor y ver de qué forma la muerte les afecta. Pero llega un punto en el que el pasar de Marie a Marcus, de Marcus a George, de George otra vez a Marie, y así sucesivamente, se hace algo “eterno”. Parece que la trama no termine de arrancar, y pese a lo interesante de sus historias, estas tampoco logran emocionarnos como deberían. Tanto ir y venir provoca que al final no “conectemos” con ninguno de los tres, e incluso que algunos personajes, que podrían dar más de sí o aportar más a la trama, queden algo descolgados (por ejemplo Melanie, la chica interpretada por una guapísima Bryce Dallas Howard) En resumen, un síntoma claro de que “quién mucho abarca, poco aprieta”.
Eastwood tiene la capacidad de hacernos reír y llorar incluso en la misma película. De lo primero hay unos cuantos ejemplos aquí (las visitas de Marcus a los falsos clarividentes no tienen desperdicio), pero de lo segundo no hay nada de nada. No es que uno le pida a Eastwood que toque la tecla mágica para sacarnos una lagrimita, pero en una película en la que la muerte y la tragedia están tan presentes, sí se echa en falta mayor calado emocional. El guión lucha por alcanzar una profundidad y una emotividad que solamente consigue rozar. Y puedo asegurar que no es culpa de los intérpretes.
Probablemente, en algún momento toque la fibra sensible a aquellos que sabemos lo que es perder a un ser querido, especialmente si eso nos ha ocurrido recientemente, pero la sensación que a uno le queda al terminar es algo fría. Y eso no debería ocurrir.
Eastwood pone todo el oficio del que sabe hacer gala (dirección sobria, pausada y elegante), pero la cinta carece de su genialidad, quizás por culpa de una historia que debió desarrollarse de otro modo (y también de un metraje que debió ser algo más reducido). Y eso que tras el guión tenemos a Peter Morgan, que no es moco de pavo (The Queen, El último rey de Escocia, El desafío - Frost contra Nixon…)
La banda sonora, a cargo del propio Eastwood (tarea que acostumbra a realizar cuando no recurre a su compositor habitual, Lennie Niehaus), es muy sencilla y minimalista. Se trata de una partitura compuesta básicamente por guitarra y piano, y los temas son muy cortos. Combina fácilmente con la serenidad y calma de las imágenes, aunque también se siente poco inspirada (nada que ver con el estupendo trabajo que compuso para su duología bélica, aunque bien es cierto que se trata de géneros muy distintos)
Otros aspectos técnicos a destacar serían la notable fotografía de Tom Stern, que lleva trabajando con Eastwood desde Deuda de sangre (2002); o los efectivos efectos especiales, que destacan sobre todo en la ya comentada secuencia del tsunami (claro que a estas alturas, con tanta destrucción por parte de Emmerich y demás, este tipo de escenas ya no nos impresionan de igual manera)
En resumidas cuentas, puede que estemos ante una de las películas más flojas de Clint Eastwood (tanto de los últimos años como de toda su carrera), aunque para nada es una mala película. La falta de emoción y empatía le pasan factura.
Las críticas por ahora son más bien mixtas y no parece haber ningún consenso. Algunos siguen poniéndola a la altura de sus mejores trabajos, mientras que otros son muchísimo menos entusiastas. Personalmente, no comparto ninguna de las dos posturas - ni tanto ni tan poco-, pero supongo que con el público ocurrirá lo mismo. A Invictus le pasó algo similar, y es que ambas adolecen de un guión que no está a la altura de quién lo dirige.
P.D.: El tema de creer o no en si hay algo más allá de la muerte ya es cosa de cada uno. De todas formas, no creo que eso afecte a la valoración de la película (palabra de agnóstico)
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Son ya cuatro décadas detrás de la cámara, más de treinta películas a sus espaldas y numerosos galardones cosechados (Oscars, Globos de Oro…) los que consolidan a Eastwood como uno de los grandes directores de la historia del cine. Y no lo pensamos sólo los cinéfilos o la prensa especializada, sino también el público en general. Espectadores a los que este rudo pero sensible californiano se ha ido ganando con cada una de sus películas. Unas mejores que otras, como cualquier otro que se dedique a esta profesión, pero manteniendo siempre -o casi siempre- un mínimo de calidad. En lo personal, puedo decir que Eastwood se ha ganado uno de esos privilegios que muy pocos consiguen en mí, y es que me interese ver cualquiera de sus películas sin preocuparme en exceso de qué traten, es decir, que sólo por venir con su firma me interesan, aunque a priori la trama no me seduzca horrores. Y eso es porque sé que, siendo mayor o menor el interés que me sugiera la historia, tras su visionado nunca tengo la sensación de haber perdido el tiempo (y puede que una trama que a priori no me resultara llamativa, acabe fascinándome)
Hasta la fecha, lo peor que he podido decir de una de sus cintas –y a excepción de algún que otro título, he visto prácticamente toda su filmografía-, es que me resultara simplemente entretenida o, en el peor de los casos, floja. De hecho, me resulta improbable que Eastwood pueda hacer una mala película aunque se lo proponga. Obviamente, no es un director infalible (diría que ninguno lo es), y también puede decepcionarnos, más cuando nos malacostumbra a ofrecernos buenas o muy buenas películas con tanta asiduidad. En ocasiones, algunas no alcanzan ese estatus, y a esas las solemos llamar obras menores. Puede que en algunos casos la culpa sea nuestra y de nuestras expectativas, pero otras veces simplemente es una cuestión de saber valorar la calidad de un film con independencia de quién sea su director. Y esto nos puede ocurrir con Eastwood, Scorsese, Allen, Nolan, Fincher o con cualquier otro que se os ocurra.
Hereafter, o como se ha titulado aquí, Más allá de la vida, es la primera película en la que Eastwood se sumerge en el terreno sobrenatural, siempre que no contemos, claro está, la “mística” El jinete pálido. Esto, para un director especializado mayormente en dramas y thrillers a secas, es toda una novedad y algo que ha suscitado bastante expectación y curiosidad. Conviene decir, no obstante, que aquello de ser una especie de “El sexto sentido” es rotundamente falso. Salvando el detalle de tener también aquí a un personaje que se comunica con los muertos, argumentalmente no tienen nada que ver una con la otra.
Aclarado esto, vayamos a la sinopsis.
“Más allá de la vida” narra la historia de tres personajes que han tenido algún tipo de contacto con la muerte: Marie LeLay (Cécile de France), una famosa periodista de la televisión francesa que a punto estuvo de morir ahogada durante el tsunami que asoló el Sudeste asiático en 2004; Marcus (Frankie y George McLaren) un niño británico que pierde a su hermano gemelo en un accidente de tráfico, y George Lonegan (Matt Damon), un hombre con el don de poder hablar con los muertos, algo que lleva tiempo rehusando hacer. Las vidas de estos tres personajes acabarán cruzándose…
Quizás lo más sorprendente, por el tipo de género que toca el film y la clase de director que hay detrás de él, sea la secuencia del tsunami, muy a lo Roland Emmerich (el referente más cercano) y técnicamente muy bien recreada y secuenciada. Pero que nadie se alarme, que cualquier efecto especial que pueda haber aquí está siempre al servicio de la trama.
Lo nuevo de Eastwood sigue las pautas marcadas por toda película de historias cruzadas que se precie; esto es, mostrarnos por separado el devenir de cada uno de los personajes hasta que en el desenlace los caminos de estos se crucen.
Los tres personajes se reparten de forma más o menos equitativa las poco más de dos horas de metraje. Primero, como es lógico, se nos presenta a cada uno de ellos.
A Marie la conocemos en Tailandia durante la fatídica fecha en la que uno de los devastadores e implacables tsunamis de 2004 arrasó la costa del país (y la de todo el sur y sureste de Asia). La catástrofe, que asoló el océano Índico, se cobró miles de víctimas, y por muy poco Marie no fue una de ellas. Sin embargo, se podría decir que durante unos segundos, su alma se alejó del mundo terrenal, y esa experiencia cercana a la muerte ha influido enormemente en su vida e incluso en su trabajo. Algo ha cambiado en ella, y ahora empieza a creer y a plantearse cosas en las que ante sin siquiera había pensado.
En Londres conocemos a los gemelos Marcus y Jason, hijos de una madre soltera y drogadicta que apenas les presta la atención y el cuidado que merecen. Los chicos, sin embargo, se han espabilado y han aprendido a no depender de ella (más bien al contrario), lo que ha fortalecido y mucho su relación fraternal. Desgraciadamente para Marcus, un terrible accidente le arrebata el mayor apoyo que tiene en esta vida, a su hermano. Ahora deberá seguir adelante sin él, algo que no le será nada fácil.
Y finalmente en San Francisco tenemos a George, un conocido clarividente alejado de la parapsicólogía al ser incapaz de lidiar con el impacto emocional y los secretos que le confieren las sesiones con sus pacientes. La constante insistencia de Billy, su hermano, en retomar la profesión, lleva a George a entrar de nuevo en contacto con el mundo de los muertos. Su don puede hacerle ganar mucho dinero, además de permitirle ayudar a los demás. Sin embargo, para él no es más que una maldición que le impide llevar una vida normal. George se siente un bicho raro, pero sobre todo, se siente sólo. Pronto descubrirá que no es así.
El mayor obstáculo al que debe enfrentarse una película de historias cruzadas es el de conseguir que todas ellas nos resulten igual de interesantes y que el motivo o motivos que las unan sean convincentes/coherentes. La mayoría de veces ocurre que unos personajes nos parecen mucho más interesantes que otros; otras veces en cambio, el problema está en lo forzadas que resultan algunas conexiones, especialmente si todas esas historias deben eclosionar al final. Sinceramente, son pocas las películas de este tipo que me convencen o entusiasman. Y "Más allá de la vida" no ha sido la excepción, aunque sus errores no sean precisamente estos.
Las tres historias, tanto la de Marie como la de Marcus o la de George, son buenas y empiezan de forma prometedora. Pero conforme la cosa avanza, uno se va desesperando un poco, pues sabes desde el principio lo que tiene que ocurrir, pero parece que no ocurra nunca, es decir, que Marie y Marcus conozcan a George.
Sabemos que eso no sucederá hasta el final, pero aún así la impaciencia empieza a sobrevolar nuestras cabezas. Por supuesto, hay que desarrollar el conflicto que atañe a cada uno de ellos para conocerlos mejor y ver de qué forma la muerte les afecta. Pero llega un punto en el que el pasar de Marie a Marcus, de Marcus a George, de George otra vez a Marie, y así sucesivamente, se hace algo “eterno”. Parece que la trama no termine de arrancar, y pese a lo interesante de sus historias, estas tampoco logran emocionarnos como deberían. Tanto ir y venir provoca que al final no “conectemos” con ninguno de los tres, e incluso que algunos personajes, que podrían dar más de sí o aportar más a la trama, queden algo descolgados (por ejemplo Melanie, la chica interpretada por una guapísima Bryce Dallas Howard) En resumen, un síntoma claro de que “quién mucho abarca, poco aprieta”.
Eastwood tiene la capacidad de hacernos reír y llorar incluso en la misma película. De lo primero hay unos cuantos ejemplos aquí (las visitas de Marcus a los falsos clarividentes no tienen desperdicio), pero de lo segundo no hay nada de nada. No es que uno le pida a Eastwood que toque la tecla mágica para sacarnos una lagrimita, pero en una película en la que la muerte y la tragedia están tan presentes, sí se echa en falta mayor calado emocional. El guión lucha por alcanzar una profundidad y una emotividad que solamente consigue rozar. Y puedo asegurar que no es culpa de los intérpretes.
Probablemente, en algún momento toque la fibra sensible a aquellos que sabemos lo que es perder a un ser querido, especialmente si eso nos ha ocurrido recientemente, pero la sensación que a uno le queda al terminar es algo fría. Y eso no debería ocurrir.
Eastwood pone todo el oficio del que sabe hacer gala (dirección sobria, pausada y elegante), pero la cinta carece de su genialidad, quizás por culpa de una historia que debió desarrollarse de otro modo (y también de un metraje que debió ser algo más reducido). Y eso que tras el guión tenemos a Peter Morgan, que no es moco de pavo (The Queen, El último rey de Escocia, El desafío - Frost contra Nixon…)
La banda sonora, a cargo del propio Eastwood (tarea que acostumbra a realizar cuando no recurre a su compositor habitual, Lennie Niehaus), es muy sencilla y minimalista. Se trata de una partitura compuesta básicamente por guitarra y piano, y los temas son muy cortos. Combina fácilmente con la serenidad y calma de las imágenes, aunque también se siente poco inspirada (nada que ver con el estupendo trabajo que compuso para su duología bélica, aunque bien es cierto que se trata de géneros muy distintos)
Otros aspectos técnicos a destacar serían la notable fotografía de Tom Stern, que lleva trabajando con Eastwood desde Deuda de sangre (2002); o los efectivos efectos especiales, que destacan sobre todo en la ya comentada secuencia del tsunami (claro que a estas alturas, con tanta destrucción por parte de Emmerich y demás, este tipo de escenas ya no nos impresionan de igual manera)
En resumidas cuentas, puede que estemos ante una de las películas más flojas de Clint Eastwood (tanto de los últimos años como de toda su carrera), aunque para nada es una mala película. La falta de emoción y empatía le pasan factura.
Las críticas por ahora son más bien mixtas y no parece haber ningún consenso. Algunos siguen poniéndola a la altura de sus mejores trabajos, mientras que otros son muchísimo menos entusiastas. Personalmente, no comparto ninguna de las dos posturas - ni tanto ni tan poco-, pero supongo que con el público ocurrirá lo mismo. A Invictus le pasó algo similar, y es que ambas adolecen de un guión que no está a la altura de quién lo dirige.
P.D.: El tema de creer o no en si hay algo más allá de la muerte ya es cosa de cada uno. De todas formas, no creo que eso afecte a la valoración de la película (palabra de agnóstico)
7 comentarios:
Creo que a Eastwood le pasa un poco como a Woody Allen y esa manía de hacer una película por año, aunque la propuesta no sea demasiado atractiva. El resultado puede no ser enteramente satisfactorio, quizás por que el ritmo de producir películas sea demasiado generoso.
Coincido en que Woody Allen lleva un ritmo de hacer películas demasiado acelerado, y eso le pasa factura a la calidad de sus trabajos. De hecho, hace tiempo que ninguna me convence demasiado.
No sé si a Eastwood le ocurre lo mismo. Gran Torino, por ejemplo, la rodó en una semana o dos justo después de terminar "El intercambio", y le quedó de maravilla (me gustó más que la de Jolie, y era muchísimo más sencilla y humilde). Pero creo que sus dos últimos films flojean más por la parte de guión que de dirección. Espero que con la siguiente nos reencontremos con el Eastwood más en forma, aunque ya es de elogiar que a su edad siga en activo y ofreciéndonso cine con un mínimo de calidad.
Saludos ;)
Tengo ganas de ver la película, mucha curiosidad; y estoy de acuerdo prefiero Gran Torino a El intercambio. Me parece casi, o sin el casi, una obra maestra...
Fíjate que tengo una amigo que las películas así sencillas y, digamos, lentas y/o sobrias, no le gustan nada. Pero Gran Torino le encantó. Y no es el único, pues es una de sus películas más taquilleras. Y creo que en eso influyó también el hecho de que Eastwood estuviera delante de la cámara.
Saludos ;)
A mi la película que mas me gusto de Eastwood, es la de Mistyc River....esa si que es una obra maestra----he de decir que ya he visto Mas allá de la vida.La película es demasiado coral para mi gusto...prefiero un solo protagonista claro y algún que otro principal que tres historias con tres protas.....ese creo que esel problema del film.....bueno....eso, y que no tenga ni un solo momento realmente comico que baje la tensión acumulada. La pelicula me dejo satisfecho....pero nada mas.....PASABLE.
Por cierto....¿el tsunami es realmente necesario para la trama?
Coincidimos en que la forma de contar la historia en tres direcciones no es la idónea.
Pero momentos cómicos sí que tiene. Pocos, pero los hay (la mayoría propiciados por Marcus, el niño)
Es tsunami es tan nnecesario como innecesario, es decir, su inclusión no me molesta en absoluto, pero si se prescindiera de él tampoco lo echaría en falta. De todas formas, ya que esa es la historia cercana a la muerte elegida para Marie, veo bien que se cuente desde el principio, y que por ella se nos muestre el tsunami.
Saludos ;)
thanks
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