Presupuesto: 98
millones de dólares
Taquilla doméstica:
10 millones de dólares.
Estreno USA: 22 Diciembre 1995
Estreno España:
15 de Enero 1996
Sinopsis:
Tras la muerte de su padre, Morgan Adams, capitana del barco pirata Morning
Star, emprende la búsqueda de las tres partes en que está dividido el mapa de
un fabuloso tesoro. Como el idioma en que está escrito el mapa es latín, Morgan
compra un esclavo conocedor del idioma para descifrarlo, William Shaw.
Para conseguir el tesoro Morgan deberá enfrentarse no solo
al acoso de la flota británica que trata de erradicar la piratería del Caribe,
sino también a su cruel tío, el capitán Dawg, que también ansía el tesoro y que
no se detendrá ante nada para conseguirlo, aunque deba acabar con su propia
familia.
Comentario:
Mucho antes de que el Capitán Jack Sparrow y la tripulación
de la Perla Negra navegaran por el Mar Caribe en busca de tesoros malditos, ya
lo hizo Morgan Adams a bordo del Morning Star. Y antes que ella, muchos otros.
Por desgracia, y a diferencia de Sparrow, a Adams la
taquilla no le sonrió como debiera, y su incursión en el género quedó relegada
al olvido. O peor todavía: ser recordada como uno de los mayores fiascos de
taquilla de la historia, dudoso honor que comparte junto a la “
Cleopatra” de
Mankiewicz o “
La puerta del cielo” de Cimino. Con esta última, para más inri, les
une el estigma de ser las culpables de llevar a la bancarrota a su productora
(United Artists la una, Carolco la otra).
Lo cierto es que en el caso de “La Isla de las Cabezas Cortadas”,
esto último no deja de ser una verdad a medias.
Carolco Pictures, la productora
fundada por
Mario Kassar y
Andrew G. Vajna atravesaba ya cierta crisis
a principios de la década de los 90, estando a punto de la quiebra en 1992, y
probablemente salvándose de ella gracias al enorme éxito de dos títulos clave en
su trayectoria: “
Terminator 2: el Juicio Final” e “
Instinto básico”. Por aquél
entonces, Vajna ya se había montado su propio estudio,
Cinergi Pictures,
quedándose Kassar a los mandos, asumiendo así el control absoluto de la
compañía.
¿Pero por qué pendía de un hilo una compañía que cosechaba
éxitos desde principios de los ochenta? Básicamente, por su arriesgado sistema
de producción basado en la preventa, es decir, financiar las películas a través
de la venta previa de derechos a los distribuidores extranjeros. Si la película
resultaba ser un éxito, como lo había sido la segunda parte de Rambo (primer
título con el que se llevó a cabo esta estrategia), la recompensa era evidente,
pero si ésta fracasaba, el daño a las arcas del estudio podía ser catastrófico.
Teniendo en cuenta que Carolco invertía ingentes cantidades de dinero en sus
grandes superproducciones, y que además pagaba una fortuna a sus intérpretes (Schwarzenegger
percibió un salario de 10 millones de dólares más la negociación de un 15% de
los beneficios de taquilla por Terminator 2), estaba claro que al primer fiasco
sonado, la compañía podía irse a pique.
Aunque películas como “
Stargate”, “
Soldado Universal” o
“
Máximo Riesgo” fueran un éxito, la compañía seguía teniendo graves problemas
financieros. Sin ir más lejos, para evitar que la polémica rodease al estreno
del film de Stallone, tuvo que pagar casi un total de 800 mil dólares a varios
escritores que aseguraban que les habían robado la idea del guión de la cinta.
Llegados a este punto, Kassar tenía dos proyectos sobre la
mesa para evitar el déficit: uno era una película titulada “
Crusade”, acerca de
las Cruzadas en Tierra Santa y que dirigiría
Paul Verhoeven con la gran
estrella taquillera del estudio (y del momento) Arnold Schwarzenegger a la
cabeza. Una idea que director y actor habían concebido durante el rodaje de
“
Desafío total” (otro de los grandes éxitos de Carolco). Presupuestada en 100
millones de dólares, parecía ser una apuesta segura, tanto por el director como
por su protagonista y las cotas épicas que podían alcanzar de nuevo ambos
juntos. Además, se rumoreaba un reparto completado con nombres como los de
Robert Duvall,
Jennifer
Connelly o
John Turturro,
e incluso un pequeño papel
Charlton Heston (que terminaría coincidiendo con
Arnold en la genial “
Mentiras arriesgadas”). Sin embargo, el miedo de Kassar a
que el presupuesto inicial se incrementara a lo largo del rodaje, y la negativa
de Verhoeven a darle garantías de que eso no ocurriría, llevaron a éste a
enterrar el proyecto en el fondo del océano.
Así que la segunda opción fue una película de piratas, un
género que llevaba muerto desde hacía décadas, y que Kassar pensó que podría
resucitar entregando el proyecto a
Renny Harlin, cineasta que venía de saborear
las mieles del éxito con “
La Jungla 2: Alerta roja” y la citada “Máximo riesgo”, dos
títulos que no dudaron en usarse para la promoción de la película. Ya sabéis,
el ya clásico “Del director de…”.
Que la última película sobre piratas que pisara unos cines,
“
Piratas” (1986) de
Roman Polanski, se saldara con un sonoro fracaso no
amedrantó a Kassar, que dio luz verde a una superproducción cuyos problemas no
tardaron en llegar. Apenas unos días antes del inicio de la producción,
perdieron a sus tres actores principales; entre ellos
Michael Douglas, que vio cómo
su papel en el guión se iba recortando cada vez más. Supongo que quedar
relegado a secundario en favor de una protagonista femenina (la mujer del
director), no le haría mucha gracia a la estrella de Instinto Básico, por lo que
abandonó el barco antes de zarpar. Una oportunidad perdida de volver a encontrarnos
con el Michael Douglas simpático y entrañable de “
Tras el corazón verde” y
“
La joya del Nilo”. Su papel, el del
picarón ladronzuelo -y mentiroso compulsivo- William Shaw (un trasunto del
Errol Flynn más pirata), terminó recayendo –tras varios rechazos- en
MatthewModine, quien tras mucha insistencia aceptó el papel sólo con la condición de obtener
un salario similar al que iba a percibir su antecesor.
Para el rol protagonista, Harlin encontró a la actriz ideal
en su, por aquél entonces, esposa
Geena Davis, a quien volvería a dirigir en otro
(semi) fracaso de taquilla: “
Memoria letal”. Se rumorea que la parejita no se
contuvo de caprichitos durante el rodaje, todo a costa del estudio, lo que
poquito a poco fue engrosando el presupuesto, cuya cifra alcanzaría los ya
conocidos (y perdidos en el fondo del mar)
98 millones de dólares.
Una parte de esos millones, eso sí, se invirtió en la construcción
de dos espléndidos barcos pirata a escala real, con un tamaño de 42 m de eslora
cada uno, dando lugar a un sed de rodaje de auténtico lujo. Ni corto ni
perezoso, Harlin hizo volar en pedazos uno de esos barcos para la emocionante batalla
final de la película, lo que sin duda confirió gran realismo a la escena al no recurrir
al uso habitual de maquetas. Aunque me imagino a Kassar con los sudores fríos
sólo de pensar en si la escena no salía bien a la primera toma… Porque no
habría otra toma.
Quien también se quedó en puerto fue el compositor David
Arnold (Stargate), cuyo conflicto de agendas con “
Independence Day” impidió que
abordara la banda sonora con la que ya llevaba unas semanas trabajando, y de
cuyas escrituras sacaría provecho finalmente el filme de invasiones alienígenas
de Emmerich. Su lugar lo ocupó el más modesto y desconocido John Debney, quien
pese a las inquisitivas comparaciones con Arnold (se le tachó de copiar su
estilo), orquestró una música fabulosa y absolutamente acorde con el animado
espíritu de aventura de la película.
Y es que “La Isla de las Cabezas Cortadas”, como así se
bautizó por estos lares (un título deliciosamente rimbombante y mucho más blando
que el original “La Isla de los Asesinos”*) era y es una estupenda combinación
de humor, acción y romance. Una genuina película de piratas, con sus batallas navales
a cañonazos, sus mapas del tesoro, sus islas paradisíacas y sus
piratas de poco fiar con sus patas de palo y sus parches en el ojo.
El cine de piratas, que vivió su mayor apogeo en las décadas
de los 30 y 40, revivía con todo el esplendor de las nuevas tecnologías, perpetuando
así la imagen romántica e idealizada de la piratería que siempre nos ha
mostrado Hollywood y que por supuesto poco o nada tenía que ver con la
realidad. En ese sentido, es mucho más realista la magnífica y muy recomendable
serie de televisión “Black Sails”.
En cualquier caso, ni el público ni la crítica supo
apreciarla, condenándola al ostracismo.
Quizás tampoco ayudara la poca promoción que tuvo
(seguramente recortada a raíz de los despilfarros de dinero durante el rodaje)
ni su fecha de estreno, que si bien las navidades son propicias para el cine de
entretenimiento, puede que verano fuera mejor época para una superproducción
cuyos protagonistas se pasan la mayor parte del tiempo en alta mar o en playas
exóticas.
Y si ya hilamos muy fino, veremos que una cinta de acción con
una protagonista femenina rara vez atraía a los espectadores en masa; menos cuando
el género estaba abonado de Schwarzeneggers, Stallones, Van Dammes o Willis.
Fuera como fuere, lo cierto es que siempre ha sido muy
difícil predecir los movimientos del público. No existe ninguna fórmula para el
éxito. Quizás sí puede haber algunas pautas a seguir para por lo menos no andar
sobre arenas movedizas, pero que en ningún caso garantizan el triunfo. De ser
así, los estudios arrasarían con todas y cada una de sus producciones, cosa que
evidentemente no ocurre. Y de poder predecirse el éxito, no existirían los
“sleepers”, o lo que es lo mismo, aquellas películas que sorprenden a propios y
extraños erigiéndose como triunfadoras cuando nadie apostaba por ellas.
El por qué unas películas fracasan y otras arrasan es, en
ocasiones, todo un misterio. Puede que todo se deba a un afortunado o
desafortunado cúmulo de circunstancias y/o buenas/malas decisiones, pues no
siempre la calidad del producto en sí justifica una cosa u otra. Claro que esto
de la “calidad” no deja de ser, también, algo meramente subjetivo. Eso sí, la
subjetividad de muchos es la que dicta el hacerse con el tesoro o sucumbir en
el intento.
El fracaso de “La Isla de las Cabezas Cortadas” finalmente
supuso un duro golpe para la carrera cinematográfica de Modine y Davis, pero
sobre todo para el primero, quien ya no logró recuperarse jamás. Davis, ya divorciada
de Harlin, encontró una segunda vida en la televisión gracias a la serie “Señora
presidenta”. Por su parte, el respiro que le propició el éxito de “
Deep Blue Sea” a Harlin fue fugaz, ya que
después terminaría anclado como director de serie B y subproductos de
videoclub, a cuál más cochambroso.
Para los que siendo unos enanos fuimos al cine y disfrutamos
de lo lindo con ella, “La Isla de las Cabezas Cortadas” es y será siempre un fallido
blockbuster a reivindicar.
Mención aparte merece
el que quizás sea una de las mejores obras del gran Drew Struzan: un
maravilloso cartel que destila aventura en cada pincelada. Un trabajo que además
llegó en una época en la que el montaje fotográfico ya empezaba a comerle todo
el terreno al cartel ilustrado.
*Diría que “Cutthroat Island” también podría traducirse como
“La Isla de las Gargantas Degolladas” o algo así, ya que “throat” significa “garganta”.
Además, tendría un doble sentido, ya que para acceder al tesoro, Morgan y Shaw tienen
que descender por la profunda “garganta” de la cueva tal y como sugieren las
indicaciones cifradas del mapa.