Sinopsis: Lara
Croft, la independiente hija de un excéntrico aventurero que desapareció cuando
ella era apenas una adolescente, se ha convertido en una joven de 21 años sin
ningún propósito en la vida. Se abre paso por las caóticas calles del East
London, el barrio de moda, como mensajera en bicicleta, un trabajo que apenas
le da para pagar el alquiler. Decidida a forjar su propio camino, se niega a
tomar las riendas del imperio empresarial de su padre, con la misma firmeza que
se niega a reconocer que él se ha ido para siempre. Un día Lara decide dejar
atrás todo e ir en busca del último paradero conocido de su padre: una
legendaria tumba en una isla mítica que podría estar en algún lugar de la costa
de Japón...
Comentario:
Que la inmensa mayoría de adaptaciones basadas en
videojuegos son un desastre es, asumámoslo, un hecho. Una amarga realidad a la que
muchos tienen que atenerse y que prácticamente nadie discutirá. Lo han sido y
lo siguen siendo pese a que con los años los videojuegos se hayan vuelto cada
vez más cinematográficos.
La relación ya empezó mal cuando a principios de los 90 a unos
“avispados” productores de Hollywood se les ocurrió la disparatada idea de llevar
al cine las aventuras del popular fontanero bigotudo de Nintendo, Mario, dando
como resultado la indescriptible “Super Mario Bros.”, un esperpento que fracasó
tanto en la taquilla como en los corazones
de los jugones. Y ya no digamos la prensa especializada, que la puso de vuelta
y media…
Vale decir que el juego tampoco es que se prestara
fácilmente a una adaptación cinematográfica. Por lo menos no con actores de
carne y hueso, si bien el sacrilegio fue máximo al respetar poco más que los
nombres y la profesión de los famosos personajes.
Desde entonces, el surtido de adaptaciones ha dado más
disgustos que alegrías, pudiendo contarse con los dedos de una mano las pocas
películas que se salvarían de la quema. Y aún ahí seguramente habría ciertas
discrepancias (sobre todo si nos adentramos en el tan temido y discutido el
tema de la fidelidad). Tampoco ha ayudado que directores de la talla de Uwe
Boll hayan abordado el asunto con demasiado frecuencia y lo hayan abonado de
infames despropósitos (suyas son House of the Dead, Alone in the Dark, En el
nombre del rey, Far Cry y Postal, así como Bloodrayne y sus secuelas).
Por ese motivo, sentenciar –a título muy personal- que la
nueva “Tomb Raider” es una de las mejores sino la mejor película basada en un
videojuego, puede que no sea, después de todo, afirmar gran cosa. Los
antecedentes son tan nefastos, que no parece difícil salir bien parado en las
comparaciones. Mucho menos si tenemos en cuenta que las dos entregas protagonizadas
por Angelina Jolie eran ya de por sí bastante mediocres.
Pero obviando esto último, lo cierto es que esta Tomb Raider
se vale por sí misma. Y si es digna de coronarse entre sus semejantes es gracias,
sobre todo, a Alicia Vikander como la nueva Lara Croft, y a su emocionante y
seductor sentido de la aventura.
En su debut americano, el director noruego Roar Uthaug
(autor de títulos tan estimables como Fritt
vilt /Cold Prey, Flukt o Bolgen/The Wave) afrontaba dos retos: por
un lado, romper el casi perpetuo mal fario de las susodichas adaptaciones de videojuegos,
algo que recientemente ni directores más conocidos y aclamados como Duncan
Jones (Warcraft) o Justin Kurtzel (Assassins Creed) han conseguido (sólo a Paul
W.S. Anderson y su inagotable franquicia de Resident Evils parece acompañarle
la taquilla y un pequeño reducto de fans fácilmente contentables); y por el
otro, sobrellevar con dignidad el estigma de ser un reboot*, algo que,
reconozcámoslo, tendemos siempre a mirar con recelo (servidor el primero).
Sobra decir que Uthaug aprueba con nota, orquestando una
cinta de aventuras que rebosa buen hacer; tanto en la acción, con vibrantes y
espectaculares secuencias (la del avión en la cascada o el tramo final por entero
en la tumba de Himiko), como en la historia y sus personajes. No es que la cinta
invente la rueda, porque la rueda está ya más que inventada y reinventada, pero
sí que ésta rueda se mueve con firmeza, franquea con soltura los obstáculos que
encuentra a su paso y aguanta sin desinflarse durante todo el trayecto.
Al volante tenemos una Lara Croft de carne y hueso; una heroína
decidida y valiente, pero también vulnerable. Una Lara Croft que corre, salta
(casi casi vuela) y dispara con su arco, pero que también cae, tropieza y
recibe golpes por doquier. Una Lara Croft que, en la piel de una actriz de la
talla de Vikander, resulta agradecidamente creíble. Porque esta Lara no sólo sufre
en el plano físico, sino también en el plano emocional. Y ahí es donde acierta
el guión, dando empaque a una protagonista que evoluciona a lo largo del camino,
y abordando con puntería -nunca con sensiblería- la relación paternofilial que
le atañe.
En detrimento, tenemos a un valioso compañero de aventuras (Daniel
Wu) que prácticamente desaparece durante el último acto (una lástima…), y a un
villano que, aunque cumple sobradamente con su cometido, resulta poco
memorable. Y es que todos los fans de Justified sabemos del
potencial de Walton Goggins, por lo que en parte resulta inevitable que siempre
nos parezca un actor desaprovechado.
En definitiva, “Tomb Raider” es cine de aventuras al más
puro estilo Indiana Jones o La Momia de Sommers, solo que sin el componente fantástico
(aunque coquetee con él con insinuaciones no consumadas), lo que la
emparentaría más -salvando las enormes distancias- con la saga La Búsqueda de
Nicolas Cage.
Si como adaptación es fiel o no al material de origen, eso ya lo
juzgarán los fans, pero como entretenimiento no soy capaz de ponerle la más
mínima pega.
*En honor a la verdad, diremos que la cinta se basa, a su
vez, en el reboot que la propia franquicia de videojuegos lanzó en 2013, con
una Lara Croft no sólo más joven y, por ende, inexperta, sino también más
alejada de la voluptuosa y sexualizada Lara que tan popular se hizo en su
momento. A fin de cuentas, en estos tiempos de pleno auge del movimiento
feminista, una Lara Croft como la que todos conocíamos sería vetada casi al
instante (y no sin razón). Lo que no quita que al final Uthaug nos deleite con un
guiño a la Croft de toda la vida, con
trenzita y pistolas USP incluidas.
VALORACIÓN PERSONAL:
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