Sinopsis oficial:
César y sus monos son forzados a encarar un conflicto mortal contra un ejército
de humanos liderado por un brutal coronel. Después de sufrir pérdidas enormes,
César lucha con sus instintos más oscuros en una búsqueda por vengar a su
especie. Cuando finalmente se encuentren, César y el Coronel protagonizarán una
batalla que pondrá en juego el futuro de ambas especies y el del mismo planeta.
Comentario:
Un cierre a la altura. La guinda del pastel de lo que ha
venido a ser uno de los mejores reboots (terreno abonado de auténticos fiascos
y/o decepciones) del cine comercial reciente.
La resurrección a la gran pantalla de los simios de Pierre Boulle ha culminado
en un punto y final épico y emotivo. Un digno desenlace que pone punto y final
a la trilogía de los simios. Una trilogía para enmarcar.
Por lo pronto, cada uno de nosotros, o al menos los que
hemos disfrutado de las tres entregas, tenderemos a elegir nuestra favorita. Una
elección muy personal y, hasta cierto punto, difícil de argumentar, ya que el
nivel de calidad ha sido bastante equitativo. Los matices emocionales no han
menguado ni mucho menos, pese a lo que se podría pensar si tenemos en cuenta
que ésta última aumenta, considerablemente, la cuota de pirotecnia. Algo por
otra parte tan inevitable como legítimo. Y es que la guerra entre ambas razas
se encuentra en su momento más decisivo. El vencedor será quién merezca reclamar
el planeta, dejando a la otra especie en los albores de la extinción.
La humanización o, dicho de otro modo, la civilización de
los simios ha ido en aumento progresivamente, al tiempo que los humanos se han
ido convirtiendo en auténticos salvajes. ¿O quizás nunca dejaron de serlo?
La lucha de César ha sido siempre la misma: proteger a los
suyos. Matar, si fuera necesario, para sobrevivir, pero mostrándose siempre
magnánimo y clemente. Nunca matar por
matar. Nunca atacar por atacar, sino defenderse de los ataques. César nunca ha buscado la guerra, sino todo lo
contrario: se ha esforzado por alcanzar una convivencia pacífica entre las dos
especies. Pero la guerra le ha perseguido hasta la puerta de su casa, y sólo él
podía ponerle fin, de un modo u otro.
Su interacción con los humanos, no obstante, no ha sido
siempre negativa o motivo de disputa. Desde su padre adoptivo humano (James Franco
en la primera entrega), César ha tenido una relación especial y muy cercana a
los humanos. En cada entrega, esa confraternización se ha ido mostrando a
través de distintos personajes. En esta ocasión, se trata de una niña humana
que aparece en el que probablemente sea el peor momento de su existencia como
simio inteligente. Una relación que empieza distante, pero que poco a poco les
va acercando ante la presencia de un enemigo común: el Coronel encarnado formidablemente
por Woody Harrelson. Un individuo al que tampoco podemos considerar un simple villano
al uso, como no lo fuera tampoco el personaje de Gary Oldman en su antecesora.
Como en todas las guerras, hay buenas personas y malas personas;
personas con corazón y personas realmente malvadas. Pero no siempre es fácil
discernir entre un bando bueno y un bando malo. Aquí ocurre algo parecido, aunque
es de recibo que el espectador simpatice por defecto con los simios.
Aquí, tanto humanos como simios lo han pasado mal. Ha habido
pérdidas por ambos lados. La historia empezó con un experimento fallido que se
volvió en contra de los humanos, provocando su casi total aniquilación y convirtiendo
el resultado de ese error en un enemigo al que combatir en una lucha despiadada
por la supervivencia. Los simios inteligentes son producto de la arrogancia del
ser humano y, en cierto sentido, son también su reflejo.
Cuanto más civilizados se vuelven los simios, menos
diferencias existen entre ambos. De hecho, están condenados a repetir sus
mismos errores como ya vimos en el clásico indiscutible de Charlton Heston. Los
simios serán los nuevos pobladores del planeta, la especie dominante, los amos
y señores que, en su arrogancia heredada, no serán tampoco mejores que sus
predecesores. Pero eso ya es otra historia, y sería avanzar acontecimientos.
Lo interesante aquí es, además de asistir a la explosiva y
dramática resolución del conflicto originado en “El origen del planeta de los
simios”, comprobar el modo en el que las piezas comienzan a encajar para que
esta saga, concebida como precuela, se conecte directamente con el ya lejano
film de 1968 (la nueva mutación del virus, el segundo hijo -Cornelius- de César,
etc.). Amén de asistir nuevamente al extraordinario trabajo actoral (sí,
actoral) de Andy Serkis como líder de los simios. Una labor que todavía no goza
del reconocimiento que se merece.
¿Por qué sí se valora al intérprete cuando le cubre un maquillaje
real (protésis, máscara…) y no cuando se recurre al tratamiento digital? En
ambos casos, existe una interpretación REAL detrás de todo ese maquillaje, sea
éste físico o no. Sin Serkis no hay César, por mucho CGI que se precie. Él es
César. El CGI ni le ayuda ni le suplanta, sino que completa su actuación. Así
que esperemos que algún día los obtusos académicos se quiten la venda de los
ojos y aprecien un trabajo que, a día de hoy, se ha vuelto imprescindible.
VALORACIÓN PERSONAL
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