Sinopsis oficial:
Año 2032. La guerra del futuro se está
librando y un grupo de rebeldes humanos tiene el sistema de inteligencia
artificial Skynet contra las cuerdas. John Connor (Jason Clarke) es el líder de
la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado en las
ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor
envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator
programado para matarla con el fin de que no llegue a dar a luz a John. Pero lo
que Reese encuentra en el otro lado no es como él esperaba...
No hay duda que la primera “Terminator” se ha convertido,
con el paso de los años, en un clásico del género, y que su continuación, “Terminator
2: el Juicio Final”, es una secuela ejemplar y uno de los mejores (y
revolucionarios) blockbusters de los 90. Pero no todo el mundo es James
Cameron, y los intentos por prolongar la saga más allá de las fabulosas
entregas de su creador han sido un auténtico desastre.
Desde la bochornosa “Terminator 3: Rise of the Machines”, en
la que nos quisieron endosar un refrito de las anteriores entregas sustituyendo
al temible T-1000 por un burdo androide femenino de curvilíneas formas, pasando
por la olvidable - aunque entretenida- “Terminator Salvation”, en la que la
acción nos situaba en el futuro en plena guerra contra las máquinas. A ésta
última habría que reconocerle al menos el intento de ofrecer algo distinto a lo
visto anteriormente, ubicando la historia en un escenario que ansiábamos ver desde la película original:
el futuro posapocalíptico en el que John Connor lidera la Resistencia contra
las máquinas de Skynet. Claro que el guión era un pifostio de agárrate y no te
menees, y ese futuro, con motos-cyborgs y robots gigantes que parecían sacados
de la saga Transformers, poco tenía que ver con el futuro concebido por
Cameron.
Desde entonces, los
derechos de la franquicia han sufrido un bailoteo constante, pasando de mano en
mano sin que nadie supiera qué hacer con ellos. Hasta lo intentaron con una aburrida
serie para televisión, “Terminator: The Sarah Connor Chronicles”, que sólo
confirmaba la falta de imaginación y talento de quiénes han intentado prolongar
el mito más allá de las películas de Cameron.
Y ésta “Terminator: Genesis” no es, ni mucho menos, la
excepción.
En el año de las
secuelas-reboot de viejas franquicias (Mad Max: Fury Road, Jurassic World…),
la película de Alan Taylor (Thor: The Dark World) se lleva la peor nota. Y ni siquiera el visto bueno del propio
James Cameron, que la considera como la verdadera continuación de sus
películas, sirve de aval para asistir a otro
fallido intento de reiniciar la franquicia.
O bien Cameron ha perdido el poco criterio que le quedaba o
bien el cheque que le han ofrecido por respaldar la película ha sido generoso.
En cualquier caso, no se entiende que se autoproclame “fanboy” de un producto tan rutinario y olvidable
como éste.
Es evidente que esta secuela intenta ser el punto de partida
para una nueva franquicia, muy al estilo de lo que hizo J.J. Abrams con “Star
Trek”. Es decir, creando una nueva línea temporal que permita a los guionistas
hacer lo que les venga en gana sin tener que rendir cuentas con las anteriores películas
y sus respectivos fans. Y en cierto modo, este movimiento no es para nada una
mala idea. Desgraciadamente, la película tiene poco que aportar al universo Terminator, y al igual que la tercera
entrega, todo suena a ya visto pero en su peor versión. Otra muestra más de reciclaje de ideas que intentan perpetuar el mito
tirando de nostalgia, a ver si así el público cae rendido a sus pies. Pero
no nos engañemos, que por mucho Chuache que se ponga delante, este es otro fiasco más para la saga.
Es más, da lástima comprobar cómo el propio Schwarzenegger
intenta revivir sus años dorados con un personaje para el que, por mucho que
nos duela, se ha quedado realmente viejo y obsoleto. Ni aunque justifiquen
convincentemente su presencia con la excusa de que el recubrimiento del T-800
es piel humana que envejece, ni aunque ahora ejerza de “figura paternal” para
Sarah. Y es que su mera presencia en pantalla provoca un déja vú que sólo
invita a desalentadoras comparaciones. Sentimiento que se traslada de forma
general a toda la película.
Si bien es cierto que algunos elementos criticables de esta
cinta podrían achacársele también a la reciente “Jurassic World” (como el hecho
de que tanto guiño más bien las haga parecer un remake encubierto), la ventaja
del film de Trevorrow es que contaba con nuevos y atractivos personajes que
permitían ir más allá de lo conocido. Aquí, sin embargo, tenemos a un Kyle Reese y una Sarah Connor que no resisten
comparaciones con sus homólogos. Ni Jai Courtney ni Emilia Clarke dan el
pego, y sus personajes además se resienten bajo un romance apresurado y cursi. Y
aunque ella esté bien en los momentos, digamos, más dramáticos, como heroína de
acción no consigue siquiera acercarse al legado de Linda Hamilton. El único
personaje novedoso es el que interpreta J.K. Simmons, y en realidad poco o más
bien nada aporta a la historia.
En cuanto al villano, su identidad supuestamente debería ser
una sorpresa, pero fue vilmente desvelada/chafada por los responsables de
marketing en un desesperado intento por seducir al público potencial. Dicho
esto, es algo deshonroso que el rol recaiga en la figura de un héroe clave en
la saga, y que para más inri éste devenga en una mala copia del T-1000.
Pero para ser justos, el
tramo inicial de la película resulta bastante prometedor, dejando ver un
futuro en guerra contra las máquinas más cercano al mostrado por Cameron en sus
films. Y como ya he comentado antes, la idea de reescribir la saga con una
nueva línea temporal, si bien no es original, sí resulta una vía de escape más
que digna para reconducir de nuevo la franquicia. Pero lo bueno dura poco, y
una vez los protagonistas pasan del alterado
1984 al futuro 2017, la historia se vuelve repetitiva y la trama empieza acusar
agujeros de guión considerables. Incógnitas que quedan en el aire y a las que
seguramente ni los propios guionistas sepan dar respuesta.
Tampoco ayuda que el
humor sea tan abundante como nefasto. La mayoría de los gags carecen de
gracia o bien resultan lamentables, como por ejemplo contemplar al T-800 ejecutando
–en varias ocasiones- un intento de sonrisa (guiño a una escena que en “Terminator
2” Cameron descartó por inapropiada. Insisto, INAPROPIADA).
A nivel visual, los
efectos son, en un su mayoría, cumplidores. En particular, las escenas de
destrucción iniciales y el jovencito T-800 original, con un acabado desde luego
más convincente que en “Terminator: Salvation”. Por contra, y por raro que
parezca, el T-1000 luce peor que el de hace dos décadas atrás. De las
secuencias de acción cabría destacar la del puente de Golden Gate por su eficaz
ejecución, aunque tampoco sea nada del otro mundo; y en el lado opuesto
destacaría, por ridícula, la secuencia del T-800 a lo kamikaze contra un
helicóptero.
En conjunto, no se puede negar que el invento entretiene
medianamente. Al menos cuando uno no está dándole vueltas al rocambolesco guión.
Y por supuesto, es mejor que la infame entrega de Mostow, cosa por otra parte
no muy difícil. Pero eso no es suficiente para hacer como Cameron y darle el
visto bueno.
Probablemente hubiera
sido más interesante seguir allí dónde lo dejó McG en “Terminator: Salvation”,
centrándose en la guerra contra las máquinas, y dejarse ya de tanto viaje
temporal y de tanto repetir la fórmula de la película original. Porque la
fórmula más que gastada está OBSOLETA.
Que dicha premisa se eche a perder a la media hora de película.
Valoración personal:
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2 comentarios:
Con la baja aceptación que está teniendo en taquilla (aparte de en crítica) no veo muy probable continuar con la saga a menos que la recaudación internacional aumente un poco el nivel de lo recaudado (que igual es al final lo que acaba pasando)
A estas alturas de agosto, creo que ya podemos decir que la secuela es más bien improbable. A ver si con esta última se dan por vencidos de una vez.
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