Quién iba a decir, cuatro años atrás, que The Expendables
llegaría hoy a presentar su tercera entrega. Y es que el invento de Stallone
levanta pasiones entre quienes nos curtimos con las andanzas de estos grandes
héroes del cine de acción de los 80 y 90. Toda una generación que ha acogido
con los brazos abiertos al regreso de estas viejas glorias, demostrando que
todavía hay sitio para ellos en el cine actual.
Difícilmente aparezcan jamás en el ranking de las películas
más taquilleras del año, y con toda seguridad tampoco entre las mejores, pero la
saga tiene su público fiel, y eso se ha traducido en ganancias más que
suficientes como para seguir dándole cuerda a la serie.
Y es que el público que acude a la sala lo hace con la
ilusión de devorar un buen cubo de palomitas mientras se empacha de un
lujuriosa orgía de tiros y explosiones al más puro estilo de la vieja escuela.
Y es ese agradecido público, ni más ni menos, al que se destina un producto
como “Los mercenarios 3”. Por desgracia, esta vez la diversión que nos brindan estos tipos duros es bastante
descafeinada.
En esta nueva entrega celebramos la incorporación de Mel
Gibson en el papel del villano Conrad Stonebanks, a quién podríamos considerar
el némesis de Barney Ross (Sylvester Stallone). Stonebanks fue miembro
cofundador de los Mercenarios y socio de Barney, hasta que decidió desviarse de
la ruta e ir por el mal camino, obligando a este último a acabar con él. Sin
embargo, Stonebanks reaparece diez años después vivito y coleando, y convertido
en un peligroso traficante de armas. Barney, dispuesto a acabar con él de una
vez por todas, decide prescindir de su equipo por miedo a conducirles a una
muerte segura, y recluta a un puñado de jóvenes con sangre caliente para llevar
a cabo su misión suicida.
Uno de los puntos fuertes de “Los Mercenarios 2” fue su
jocoso tono autoparódico y su gran sentido autoreferencial, algo que aquí se abandona
para retomar, en cierto modo, la senda que seguía la película original. Por
tanto, y aún sin olvidar las coñas (algo absolutamente imprescindible en esta
saga), lo cierto es que esta secuela rehúye ligeramente del factor nostalgia buscando
encandilar al público con otros alicientes.
Entre esos alicientes se encuentra la inclusión de sangre
nueva y joven al reparto, destacando (por resultarnos más conocidos) a Kellan
Lutz (afincado, tras su paso por la saga Crepúsculo, a producciones de baja
categoría) y a Ronda Rousey (luchadora profesional de la UFC que realiza aquí
su debut como actriz).
El problema es que estos “yogurines” no nos interesan lo
más mínimo, al tiempo que echamos de menos al viejo equipo de Barney. Sabemos
que en un momento u otro esos carrozas han de volver a la acción, pero durante
su ausencia en pantalla hay un vacío importante que coincide, además, con un bajón
significativo en el ritmo de la película. Y es que lo que viene siendo el nudo de la historia se torna algo aburrido.
Ni el reclutamiento de los mercenarios de reemplazo (todos ellos carentes del
más mínimo carisma), ni las apariciones estelares de Kelsey Grammer o Harrison
Ford (más perdido éste que un pulpo en un garaje; amén de visiblemente cascado),
hacen que la película levante el vuelo.
Para ello hemos de esperar directamente
a la gran traca final, en el que los fuegos artificiales se adueñan de la
función. Si bien aquí hay que lamentar la poco
inspirada dirección de Patrick Hugues tras las cámaras, algo que me duele
especialmente habiendo sido su anterior película, “Red Hill”, una de mis
favoritas de la edición de 2011 del Festival de Cine Fantástico de Sitges.
Esperaba algo más de su labor, pudiendo ser las escenas de
acción más vistosas y espectaculares de lo que realmente son, más teniendo en cuenta
que algunas de ellas se prestan muy fácilmente a ello (la secuencia inicial en
el tren, por ejemplo). También la
inclusión de baratos efectos digitales empobrece el resultado final,
condenando la película al estigma de subproducto de videoclub (aunque en el
fondo sea ese tipo de cine al que, directa o indirectamente, pretenda
homenajear).
Es evidente que no estamos ante una superproducción de
Bruckheimer, algo de lo que deberían tomar conciencia sus responsables (no sólo
Hugues sino también Stallone, que se encarga del guión) para evitar en la
medida de lo posible tener que recurrir a efectos generados por ordenador
cuando el presupuesto no es el suficiente para mostrar algo medianamente
decente (la gran explosión final es simplemente espantosa).
Otro punto en contra, claramente enfocado a ampliar el
target de público que acude a las salas, es el haber cercenado el espíritu violento de la saga sumiendo la acción bajo
un inofensivo PG-13 que, en este caso, mengua notablemente la chabacana diversión
que tan bien le sentaba a las anteriores películas. Ya nadie revienta en
pedazos, y la sangre asoma nada más que para mostrarse en heridas y arañazos en
los rostros y cuerpos de nuestros hercúleos protagonistas.
Stallone parece más
interesado en ampliar la audiencia del film que en satisfacer al que hasta
ahora había sido su público fiel. Y ya no nos vale con meter a viejas
glorias para ganarse al espectador si acabas traicionando el espíritu de la
franquicia.
Ante este panorama no resulta extraño que alguien, a priori,
tan fuera de lugar como Antonio Banderas
termine siendo una de las incorporaciones más agradecidas. El propio actor parece
haber improvisado y aportado bastante de sí mismo para el papel. A sabiendas
que no es ni mucho menos un “machomen” como el resto de sus compañeros, Banderas
opta por reconducir su personaje hacia la vertiente humorística, convirtiéndose
en una especie de tragicómico charlatán. Su interpretación bien podría haber
terminado siendo cargante, pero dadas las circunstancias sus intervenciones son muy bien recibidas, aportando el toque cómico
y dicharachero a la película.
Otra grata incorporación, además de la de Gibson como malote
de la función (más por ver volver a ver al actor en acción que por los escasos minutos
de lucimiento que le permite el guión) es la de Wesley Snipes, a quién parecen
no pesarle lo más mínimo sus días en la trena (incluso se permite el lujo de
bromear sobre ello en un momento dado de la cinta). A Snipes se le ve en forma y, lo que es más importante, muy cómodo en
su rol. Y es que su personaje, con su puntito desafiante y fanfarrón,
funciona a las mil maravillas, sobre todo al atribuirle una sana rivalidad para
con el personaje de Jason Statham (Christmas). Stallone haría bien en tener a Snipes en
nómina para futuras entregas como un miembro más del equipo de mercenarios.
Por su parte, Harrison
Ford, que viene a sustituir la forzada ausencia de Bruce Willis (a quién
Sly guarda un par de pullitas en los diálogos…), está para lo que está: poner el piloto automático y cobrar el cheque.
Ni más ni menos. Tan metido con calzador él como Schwarzenegger o Jet Li (este
último, un visto y no visto tanto en ésta como en la anterior entrega).
De lo poco que sigue funcionando en la franquicia es el aroma
de acción sin pretensiones que rodea al conjunto. También aspectos que desde el
inicio han formado parte de la saga, como son la lealtad, la amistad o ese sentimiento
de “familia” que une a los miembros del equipo, permanecen aquí inquebrantables,
cuando no generosamente potenciados. Son estos detalles los que rescatan esta
secuela de la mediocridad, aunque no sean suficientes para terminar de acogerla
con los brazos abiertos. Y es que después de todo, “Los Mercenarios 3” se
siente como un pequeño paso atrás en la franquicia; una ligera decepción si la comparamos con su gloriosa y
descacharrante predecesora.
6 comentarios:
que lástima, me encantaron las 2 primeras.... y Stallone se convirtió en el mejor de todos de su generación, quien lo hubiese dicho en los finales de los 80's ... salu2...
Pues vaya, que lástima. No he sido un gran entusiasta, pero resultan bastante 'simpaticas' las anteriores, sobre todo la segunda entrega.
Lo de las explosiones ya me dió a mí en el hocico con el trailer. Yo esperaba que estuviese a la altura de las circunstancias, que tampoco es un género muy exigente consigo mismo para llegar a defraudar de esta manera. Ahora ya no tengo tan claro que vaya a verla.
JLO,
Stallone ha sabido renacer de las cenizas mucho mejor que Schwarzenegger. Y con la saga Expendables, está recuperando el cine de acción de antes. Desgraciadamente, esta tercera entrega a mi no me ha convencido, aunque para pasar el rato....
Machete,
La primera me pareció casposa, aunque entretenida. Pero es que con la segunda me lo pasé teta. Ojalá hubiera seguida por el mismo camino, porque aquí desaprovecha y mucho a gente como Statham, Snipes, Crews... en favor de un grupito de "nenazas" que no pintan nada. Puede verse, pero no vale la pena que sea en el cine.
Saludos ;)
Lo mejor de la peli sin dudas, Antonio Banderas, el único que sabe crear un personaje memorable y hacerselo pasar bien al público. Gibson como villano mola, aunque deberían darle más minutos en pantalla.
Creo que el principal defecto de la peli es que tiene demasiados personajes (a los que es imposible darles minutos de lucimiento en pantalla) y que obecede a demasiados intereses (como el meter jóvenes actores para contentar al publico juvenil o reducir su calificación por edades al PG-13 para contentar a ese rango de edades).
Aun así es una película de acción entretenida, para mí, con escenas de acción bien filmadas y con la que pasé un rato de lo más distraido.
Pd: Buena reseña.
Saludos.
Opinamos básicamente lo mismo, aunque al menos tú sí la disfrutaste.
Creo que Sly ha cedido a ciertas concesiones de cara a la taquilla, olvidándose por el camino al verdadero público de esta saga. Craso error.
Saludos ;)
Particularmente soy un gran amante de las películas de acción, especialmente las de las épocas de Rambo o Terminator originales. Lo que me sorprende enormemente de Los Mercenarios 3 es la cantidad de buenos actores identificados con el género de acción, juntar todos estos actores en la década del 90 hubiese sido completamente imposible ya que la mayoría estaba en sus mejores momentos.
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