jueves, 5 de junio de 2014

“X-Men: Días del futuro pasado” (2014) - Bryan Singer


El estreno, tres años atrás, de la magnífica “X-Men: Primera generación” supuso todo un soplo de aire fresco para una franquicia, la de las mutantes, que tras tres entregas y un spin-off necesitaba renovarse urgentemente… o morir. Por supuesto, Fox no iba a dejar que lo segundo ocurriera, así que decidió darle a la saga un nuevo rumbo por medio de una opción muy socorrida: la precuela.

Matthew Vaughn, director de corta pero notable filmografía, fue el elegido para encargarse de esta renovación. Vaughn  supo otorgarle a la película la personalidad necesaria para desvincularse de lo anteriormente visto sin por ello renunciar a la esencia del universo mutante (además de cascarse secuencias y planazos de aúpa). Al toque sesentero casi bondiano de esta película de orígenes se le unía un reparto repleto de caras nuevas que tenían por difícil misión hacernos olvidar a McKellen, Stewart  y cía. Y lo consiguieron. ¡Vaya si lo consiguieron! James McAvoy y Michael Fassbender hicieron suyos los personajes de Charles Xavier y Magneto, respectivamente, y en esta última entrega, frente a sus homónimos, vuelven a demostrarlo.

Si “X-Men: Primera generación” nos contaba, entre otras cosas, cómo se conocieron Xavier y Magneto, y cómo llegaron a ser buenos amigos para, finalmente, declararse eternos enemigos. Pues bien, aquí vuelve a ponerse de manifiesto aquello que tanto les une y a la vez les separa: la supervivencia de los mutantes. Cada uno persigue su objetivo de forma distinta. Mientras uno, Xavier, prefiere seguir la vía del diálogo para convivir en paz y harmonía con el resto de los mortales; el otro, Erik, prefiere optar por la supremacía de su especie por encima de los humanos. Esta batalla, presente desde la primera “X-Men”, ha llevado a ambos bandos a la autodestrucción.

“X-Men: Días del futuro pasado” nos traslada a un futuro lleno de tinieblas; un mundo oscuro y devastado en el que tanto los mutantes como los humanos son especies en peligro de extinción. ¿Los culpables? Los Centinelas, unas máquinas letales creadas por los humanos con el fin de exterminar a la raza mutante, y que para desgracia de todos se han convertido en los amos y señores del planeta. Los pocos supervivientes mutantes que quedan en pie han decidido unir fuerzas, y capitaneados por Xavier y Magneto, afrontan el último recurso que les queda para evitar tan fatídico destino: viajar al pasado y cambiar el curso de la historia.

Singer vuelve a tomar las riendas de una franquicia que es suya por derecho propio (aunque la abandonara a su suerte para fracasar estrepitosamente con su fallida “Superman Returns”). Su regreso significa la unión de dos conceptos: el renovador iniciado por Vaughn en First Class y el continuista de la saga madre, de modo que convergen en un mismo espacio (aunque no físico) los Xavier y Magneto de McAvoy /Stewart y Fassbender/McKellen. A estos se les une el sempiterno Lobezno, personaje predilecto de Singer y alma mater de la saga desde sus inicios. Y es que aquí, el mutante de las afiladas garras de adamantium vuelve a cobrar importancia en la trama para servir de nexo de unión entre pasado y futuro y, en consecuencia, compartir protagonismo con los jóvenes Xavier y Magneto, dos personajes que se verán obligados a firmar una tregua con el fin de evitar un destino fatal. Pero, ¿puede el futuro ser cambiado?


No hay duda que uno de los puntos fuertes de esta última entrega es la espectacularidad de sus escenas de acción, y el buen hacer que tiene Singer para con los personajes, quienes siempre se nos muestran vulnerables a cuanto les rodea. Personajes de carne y hueso que, pese a su superioridad física, deben asumir conflictos personales y morales como todo humano vulgar que se precie.

Quizás empieza a ser algo cansino que, tras cuatro películas, se vuelva a recurrir a la dualidad de Magneto como contrapunto a la causa mutante. Es decir, el continuo vaivén de cambios de bando (ahora lucho con vosotros; ahora lucho contra vosotros) suena ya algo repetitivo. En la anterior entrega estaba más que justificado para tratar de explicarnos el porqué de la enemistad entre  ambos personajes, amén de que el verdadero villano era Sebastian Shaw, el personaje que interpretaba Kevin Bacon. Aquí, sin embargo, se obligan a dividir el cauce de la trama a tres bandas, con Magneto por un lado, Mística por el otro y Lobezno, Xavier y cía por una tercera vía. Contando que además de vez en cuando el relato salta del pasado al futuro para extremar la sensación  de “ir a contrarreloj” que justifica la premisa de la cinta, al final el batiburrillo de elementos tiende a la sobrecarga.

Sin embargo, Singer lo compensa con buenas dosis de acción cada vez más imposibles (a la secuencia del estadio me remito), y momentos de intensidad dramática en los que se pone de manifiesto el triunfo de ésta saga por encima de otras muchas películas de superhéroes: la calidad en el tratamiento de sus personajes principales (en detrimento de una aportación casi insignificante de los personajes secundarios, relegados siempre a una mínima presencia en pantalla, cuando no a simples cameos). Y es que por muy potentorra que sea la pirotecnia desplegada, lo cierto es que al igual que su predecesora, “X-Men: Días del futuro pasado” es una película que funciona de maravilla aun cuando no hay mamporros ni superpoderes en pantalla. Y ese dice mucho de ella. Le falta la elegancia visual de Vaughn para los planos, pero de cara a lo demás, Singer demuestra haberle tomado el pulso a la franquicia desde el principio y no haberlo perdido en su ausencia. Por el contrario, se echa de menos un acercamiento más exhaustivo de ese nefasto futuro tan atractivo visualmente. Pero a fin de cuentas, como continuación de First Class que es, los Magneto y Xavier originales quedan relegados a un segundo plano.


Es por ello que esta nueva entrega se muestra como una más que digna sucesora de esa especie de “reinicio” de franquicia que supuso “First Class”. Película aquella que, a gusto de un servidor, sigue siendo la mejor y más redonda de todas cuantas se han hecho hasta ahora dentro del universo mutante. Pero aún a su sombra, “X-Men: Días del futuro pasado” tiene algo nuevo y viejo que ofrecer al espectador: el poder empezar casi de cero con todo lo transcurrido a lo largo de las, ahora ya sí, cinco películas.

Y es que el viaje en el tiempo de Logan origina una serie de cambios importantes que afectarán considerablemente a las entregas venideras (y muy probablemente también a la propia saga de Lobezno en solitario). Estos cambios miran de corregir, de algún modo, los errores cometidos en el pasado (sobre todo en “X-Men: La decisión final”), y cuadrar un poco el pifostio cronológico en el que el estudio se ha ido embarrullando a cada película.


A partir de este momento, Singer y cía tienen carta blanca para hacer lo que les plazca, pudiendo explorar nuevos horizontes con los mismos personajes de siempre (y otros nuevos) y crear otra línea temporal divergente y a la vez paralela a la franquicia original. El futuro de los mutantes está en sus (buenas) manos.



Valoración personal:

2 comentarios:

Machete dijo...

Bien! No esperaba menos después de Nueva Generación. A ver si me acerco a verla.

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Me quedo con First Class, pero ésta tampoco decepciona.

Saludos ;)