
Finalizado este primer ciclo cinematográfico para los héroes
de la popular editorial, toca el turno ahora de lanzar la Fase 2, y quién mejor
para hacer tales presentaciones que el superhéroe estrella de la casa: Iron
Man.
La historia de esta tercera entrega transcurre tras los hechos
acontecidos en “Los Vengadores”, y con una conexión muy directa a éstos en
relación a la personalidad de nuestro protagonista. El descarado pero brillante Tony
Stark/Iron Man se encuentra sumido en una profundo crisis de identidad tras
abrirse ante él un mundo inimaginable en el que tienen cabida supersoldados y seres
de otros mundos cuyos poderes antes no era capaz siquiera de imaginar. Dentro
de este nuevo panorama, Stark se embarca en una angustiosa vendetta
personal para hacer frente a un poderoso enemigo que ha logrado abrir una
brecha en su universo. En este viaje, nuestro héroe ha de poner a prueba
su entereza para sobrevivir
por sus propios medios, confiando en su ingenio y su instinto para poder
proteger
a las personas que quiere.
“Iron Man 3” llega después de la enorme –y extendida-
decepción que supuso la segunda entrega de la franquicia, más teniendo en
cuenta la grata e inesperada sorpresa que nos brindó la primera aparición del
hombre de hierro a la gran pantalla (recordemos cuán criticadas fueron, en los
albores del proyecto, las elecciones de Jon Favreau como director y Robet
Downey Jr. como actor protagonista). Y en este retorno post-Vengadores se nota que
Marvel ha hecho los deberes para intentar no repetir los errores del pasado. Uno
de sus mayores aciertos ha sido fichar a alguien como Shane Black para
encargarse no sólo de la dirección sino también, y más importante aún, de la
co-escritura del guión.
Black fue uno de los ilustres guionistas del cine de evasión
de finales de los 80 y principios/mediados de los 90. De su pluma surgieron
joyitas del cine de acción como “Arma Letal”, “El último gran héroe”
(infravalorado film dónde los haya) o “El último Boy Scout,” cuyo guión fue, en
su momento, uno de los mejor pagados en
la industria de Hollywood. Black es un tipo que procede de la vieja escuela, y
eso se palpa en ésta su segunda película tras las cámaras (se debut se produjo
con la irregular -y a mi gusto, aburrida- “Kiss Kiss Bang Bang”).
Pese a la incesante e inevitablemente abundante presencia de
CGI, Iron Man 3 es una película que desprende
el aroma del cine de entretenimiento de antaño (algunas secuencias incluso me
han recordado al “Terminator” de James Cameron). El sello Shane Black se percibe a lo largo de sus gozosos 130 minutos de metraje. Black, a quién, en materia de humor, le ha
venido como anillo al dedo manejar a un tipo engreído y socarrón como Tony
Stark, ha sabido darle una profundidad dramática al personaje sin tener que
renunciar a sus característicos atributos; aquellos que han hecho de Stark/Iron
Man un superhéroe arrolladoramente carismático. Stark hace gala de su reconocible
sarcasmo incluso en los momentos más peliagudos, y sus chascarrillos inundan
las páginas de un guión que sabe
congeniar comedia y tragedia sin que
uno se resienta por la presencia del otro, prolongando la sonrisa del
espectador hasta sus últimos minutos (post-créditos incluidos), arrancándole
cómplices carcajadas y dejándole hincho de satisfacción sin encaminar la
estruendosa montaña rusa que maneja hacia el peligroso lado oscuro del
entretenimiento bobalicón. Convierte a Stark en un personaje de carne y hueso, y
recupera al héroe vulnerable cuyas motivaciones provienen de lo más profundo del
alma. Un Stark que lucha por amor y que debe vencer sus miedos para reencontrarse
a sí mismo.
Uno de mis mayores temores antes de postrar el trasero en la
butaca era, a juzgar por los avances previos, que la franquicia se hubiera “nolanizado”
innecesariamente. Pero no ha sido así. El humor
está presente y sigue siendo una de las claves del éxito de la saga. Esta
vez, y a diferencia de su predecesora, éste goza de una salud envidiable y de
aires inusualmente renovados pese a que estemos ya ante a un tercer capítulo de
las aventuras de este peculiar superhéroe (cuarto capítulo, si tenemos en
cuenta “Los Vengadores”). La línea que separa lo genuinamente cachondo de lo
directamente ridículo es muy fina, y Black ha sabido mantenerse en el lado
bueno –y macarra- de la balanza. Y la cosa no se limita sólo a los
chascarrillos, sino que se han tomado una serie de decisiones a nivel
argumental que bien podría haber hundido por completo el invento.
En lo que respecta los villanos de la película, Black ha
decidido hacer jugada que, pese a lo arriesgado de la misma, le ha salido redonda,
aunque esa es una opinión que seguramente no todos compartan. Y éste es
precisamente uno de los aspectos más controvertidos de esta entrega, y el que
puede dividir más al público.
El obtuso purismo de los fans es, a menudo, un gran obstáculo
con el que deben lidiar este tipo de adaptaciones. En esta ocasión, hay que
reconocer que se ha jugado con fuego (y nunca mejor dicho) modificando la
iconografía de un personaje clave en el universo Iron Man, por lo que
metiéndome en la piel del fan más purista, puedo llegar a comprender su enfado para
con los cambios introducidos. Desde una postura absolutamente ajena al cómic, debo
reconocer que mi sorpresa ha sido mayúscula (complot urdido con astucia ya
desde la campaña publicitaria), y que conforme avanzaban los minutos mejor y más inteligente me parecía dicho
golpe de efecto. ¿Oportunidad y actor desperdiciados? Ni mucho menos. Al
contrario, habilidosamente empleados para reírse del tópico y, de paso,
introducir la puntilla ácida para con la figura del terrorista islámico.
Con todo, Iron Man 3 supone el fin de un ciclo iniciado seis
años atrás con la primera “Iron Man”. Downey
Jr. lo da todo y más para dar por cumplida su encarnación de Tony Stark, y la
evolución de éste y los distintos acontecimientos que se producen a lo largo de
la película son suficientemente significativos como para que, en caso de
tratarse de una última entrega (cosa que dudo),
suponga ésta un cierre de
trilogía más que digno y a la altura de las exigencias.
Marvel inicia la Fase 2 ofreciendo un entretenimiento ingeniosamente escrito, que no sufre altibajos y que
concluye en un clímax final prodigiosamente articulado para contentar al crío
que todos llevamos dentro. Una máquina de hacer dinero provista de alma y
carácter.
P.D.1: Ahora sí que sí. Brian Tyler ha encontrado la sintonía
perfecta para Iron Man. El resto de la partitura supera con creces la labor de
sus antecesores.
P.D.2: Como siempre, quedaos hasta el final de los créditos.
Hay sorpresita (irrelevante pero simpática). Sin contar que los propios
créditos finales son un psicodélico regalo de regusto deliciosamente setentero.
Valoración personal: