Basada en la novela del escritor francés Pierre Boulle (autor también de “El puente sobre el río Kwai”), “El planeta de los simios” (dirigida por Franklin J. Schaffner) nos contaba cómo un grupo de astronautas acababan en un planeta desconocido después de tener que realizar un aterrizaje forzoso. Para su sorpresa, lo que en principio parecía un planeta desolado, en realidad estaba habitado por una sociedad de simios inteligentes que en su condición de especie dominante habían esclavizado a una raza humana salvaje e incivilizada. A partir de ese momento empezaban los problemas para el bueno de Charlton Heston, uno de los tripulantes de la nave espacial y principal protagonista de esta historia.
La película, convertida merecidamente en un clásico del cine, fue todo un éxito en su momento, tanto de público como de crítica, y eso propició que surgieran no sólo las inevitables secuelas (cuatro en total, y que fueron a peor de forma progresiva) sino también un par de series de televisión (una con Roddy McDowall repitiendo su papel de Cornelius y la otra de animación)
Tras exprimir al máximo la historia concebida por Boulle, ningún simio parlante volvió a asomarse a la gran pantalla hasta que en 2001 –y tras varios intentos fallidos a lo largo los noventa- se estrenara un remake a cargo de Tim Burton. Y por descabellada que pudiera ser la idea, lo cierto es que económicamente la jugada no les pudo salir mejor tratándose del remake de un clásico. Con 100 millones de presupuesto, el filme recaudó mundialmente un total de 362. Ahora bien, las críticas ya fueron harina de otro costal; la prensa especializada la vapuleó y el público tampoco es que tuviera mejor opinión de ella.
Con semejante panorama, y tras el rechazo de Burton de hacerse cargo de la secuela, al final los planes del estudio de continuar con la reiniciada franquicia se fueron al traste. Y esto nos lleva hasta la actualidad, momento en el que se estrena “El origen del planeta de los simios”, que como ya se deduce por el título, no se trata de ninguna secuela del clásico de Heston y Schaffner (menos aún de la versión de Burton) sino de una precuela.
Will Rodman (James Franco) es un científico que trabaja para una gran corporación farmacéutica, Gen-Sys, dirigiendo una investigación genética que desarrolla un virus benigno para recuperar el tejido deteriorado del cerebro humano. Will intenta encontrar una cura para el alzhéimer, enfermedad que padece su padre, Charles (John Lithgow), utilizando a los simios como cobayas. Pese a sus avances, el proyecto se paraliza debido a la supuesta inestabilidad del virus, motivo por el cual Will decide seguir investigando desde casa junto con Caesar, el único simio superviniente del proyecto. Pero para su sorpresa, el fármaco está produciendo unos resultados inesperados, y Caesar empieza a experimentar una evolución tan notable que terminará por cambiar el transcurso de la historia…
Siempre que se anuncia una precuela me surge la misma duda: ¿Para qué?; ¿Para qué contar los orígenes de algo que, a priori, no tiene necesidad alguna de que nos sea revelado?; ¿Por qué acabar con el misterio o con la posibilidad de dejar volar la imaginación del espectador? La respuesta es sencilla y casi siempre es la misma: por dinero. Cuando el remake o las secuelas ya no dan más de sí, se tira de precuela y vuelta a empezar.
Por eso, cuando se anunció la precuela del clásico de Heston, la mayoría no tenía muchas expectativas puestas en el proyecto, menos aún después del estropicio perpetrado por Burton diez años antes. Y aunque los primeros tráilers hicieron cambiar de opinión a muchos, servidor seguía exceptivo por precaución. Y esa precaución me ha hecho toparme con la primera agradable sorpresa del verano.
Si alguno se preguntaba cómo llegaron los simios a dominar la Tierra y a esclavizar a los humanos, aquí tiene la respuesta. Y como no podía ser de otra forma, el culpable (indirecto) de todo es un humano que responde al nombre de Will Rodman. En su favor hay que decir que su causa es de lo más noble, y que en ningún caso estamos ante el típico científico que juega a ser Dios sino ante uno que intenta encontrar la cura a una enfermedad que le toca muy de cerca.
Will experimenta con un virus llamado ALZ 112, el cual parece ser el resultado definitivo de años y años de estudio. Desgraciadamente, a raíz de un mal entendido, y tras un pequeño accidente con uno de los especímenes, el proyecto se va a tomar viento, y es a partir de ese momento cuando todo toma un nuevo rumbo.
Caesar es el fruto de una simio con la que Will trabajaba, y éste ha heredado los genes de su progenitora mejorados por el ALZ 112. Esto le confiere al pequeño primate una inteligencia fuera de lo común y que se va desarrollando a un ritmo vertiginoso gracias a la convivencia con Will y su padre. Un entorno afable y familiar influye sobremanera en la evolución de Caesar y lo acerca a un comportamiento cada vez más humano. Y esa humanidad impropia de un simio, esa capacidad de razonamiento, le llevarán a una inevitable rebeldía cuando a ojos de los demás, él y su especie no sean más que animales de zoo o, peor aún, meros instrumentos de laboratorio para que los humanas experimenten sin preocuparse de los sentimientos que ellos puedan albergar en su interior.
En ese sentido, la película se toma su tiempo en presentarnos paso a paso la evolución de Caesar, de modo que logremos empatizar con el simio y entendamos mejor el por qué de su rebeldía.
Le vemos por primera vez cuando no es más que un bebé, y poco a poco asistimos a su crecimiento, tanto físico como intelectual. Y en este punto hay que destacar la destreza de Rupert Wyatt, director con una escasa trayectoria cinematográfica, a la hora de narrar el transcurso de los años de forma rápida pero certera. Y que por muy apresurado que nos pueda parecer, es la mejor forma de ir directos al meollo de la cuestión. A destacar, pues, una secuencia en particular que, si bien no es del todo original (si no recuerdo mal, algo muy similar aparecía ya en el Tarzán animado de Disney), sí resulta de lo más funcional y aclaratoria.
A partir de ahí, ya tenemos al Caesar adulto y el que desencadenará todo el embrollo. Veremos cómo y por qué nace esa rebelión contra los humanos, y se responderá a una pregunta que sobrevuela la cabeza de muchos cinéfilos tras ver el tráiler: ¿cómo pueden “cuatro” monos dominar a toda la humanidad? Pues hay una explicación, y muy bien escogida e hilvanada dentro de la trama. Además, ésta queda perfectamente representada durante el inicio de los créditos finales, lo que demuestra que la sutileza y la economía de minutos y medios es un arma muy poderosa para un director que sabe cómo utilizarla. Y creo que a nivel narrativo y visual, Wyatt goza de buenos recursos y mucha pericia.
Los personajes interpretados por Franco, Lithgow y la guapísima Frida Pinto (en un papel bastante irrelevante, todo hay que decirlo) son nuestro enlace emocional con Caesar (básicamente, el principal protagonista), y en contrapunto, están los “malos” de la película, que se sitúan en distintos frentes; desde el chupatintas interesado únicamente en sacar tajada económica con el ALZ 112 hasta el niñato maltratador de animales (dentro del cliché de “carcelero cabrito”) al que le cogemos manía desde el primer instante en que aparece en pantalla (también puede influir en algunos que hasta hace bien poco fuese Draco Malfoy en Harry Potter)
El sentimiento que, de alguna manera, motiva la rebelión de Caesar es simple y llanamente el ansia de libertad, y eso es algo que queda muy bien retratado en el guión. Y es que por mucho que se hayan esforzado en promocionar la película en base a sus efectos digitales (los mismos empleados para Avatar y bla bla bla), estamos ante una película que no los emplea como un fin en sí mismo sino como un medio para desarrollar la historia que nos quiere contar. La calidad de los mismos es, además, de notable. La expresividad de Caesar y esa facilidad con la que logra transmitir sus emociones al espectador es, sin lugar a dudas, una de sus grandes bazas. Probablemente en planos más generales y en temas de fluidez de movimientos aún quede trabajo por hacer, por lo que no estamos ante un CGI perfecto y mucho menos revolucionario. Aún así, funciona y se justifica por sí solo, dado que hubiese sido muy difícil conseguir que un simio real “interpretase” el comportamiento casi humano que muestra Caesar (porque esto no es “Proyecto X”, aunque se le parezca) y un conjutno de primates realizase algunas de las escenas más espectaculares y peligrosas que se llevan a cabo. Otro gallo cantaría si nos encontrásemos de nuevo ante unos simios humanoides, en cuyo caso creo que el maquillaje seguiría siendo perfectamente válido, como bien se demostró en el remake de Burton (que si de algo podía presumir es de tener un apartado técnico y un diseño de producción fabulosos)
Independientemente de lo innecesarios que pudieran ser estos orígenes (atención a guiños tan ocurrentes como el de la Estatua de la Libertad), hay que reconocer que nos encontramos ante un entretenimiento bien facturado y con corazón, y en el que los efectos especiales son tan importantes como la historia, algo de lo que hoy en día poco cine comercial puede presumir.
P.D.1: A tenor de algunas escenas vistas en los tráilers y que no aparecen en la película, y observando, en un momento dado, cierta mirada muy reveladora que Caesar lanza hacia la jaula vacía de una de las simias del refugio, da la impresión que en la sala de montaje se ha quedado lo que podría ser una pequeña “subtrama amorosa” entre ambos simios.
P.D2.: El tema de experimentar con el ADN de los animales para la regeneración de los tejidos del cerebro humano se pudo ver años antes en “Deep Blue Sea”. Demos gracias a que los tiburones no pueden vivir fuera del agua.
La película, convertida merecidamente en un clásico del cine, fue todo un éxito en su momento, tanto de público como de crítica, y eso propició que surgieran no sólo las inevitables secuelas (cuatro en total, y que fueron a peor de forma progresiva) sino también un par de series de televisión (una con Roddy McDowall repitiendo su papel de Cornelius y la otra de animación)
Tras exprimir al máximo la historia concebida por Boulle, ningún simio parlante volvió a asomarse a la gran pantalla hasta que en 2001 –y tras varios intentos fallidos a lo largo los noventa- se estrenara un remake a cargo de Tim Burton. Y por descabellada que pudiera ser la idea, lo cierto es que económicamente la jugada no les pudo salir mejor tratándose del remake de un clásico. Con 100 millones de presupuesto, el filme recaudó mundialmente un total de 362. Ahora bien, las críticas ya fueron harina de otro costal; la prensa especializada la vapuleó y el público tampoco es que tuviera mejor opinión de ella.
Con semejante panorama, y tras el rechazo de Burton de hacerse cargo de la secuela, al final los planes del estudio de continuar con la reiniciada franquicia se fueron al traste. Y esto nos lleva hasta la actualidad, momento en el que se estrena “El origen del planeta de los simios”, que como ya se deduce por el título, no se trata de ninguna secuela del clásico de Heston y Schaffner (menos aún de la versión de Burton) sino de una precuela.
Will Rodman (James Franco) es un científico que trabaja para una gran corporación farmacéutica, Gen-Sys, dirigiendo una investigación genética que desarrolla un virus benigno para recuperar el tejido deteriorado del cerebro humano. Will intenta encontrar una cura para el alzhéimer, enfermedad que padece su padre, Charles (John Lithgow), utilizando a los simios como cobayas. Pese a sus avances, el proyecto se paraliza debido a la supuesta inestabilidad del virus, motivo por el cual Will decide seguir investigando desde casa junto con Caesar, el único simio superviniente del proyecto. Pero para su sorpresa, el fármaco está produciendo unos resultados inesperados, y Caesar empieza a experimentar una evolución tan notable que terminará por cambiar el transcurso de la historia…
Siempre que se anuncia una precuela me surge la misma duda: ¿Para qué?; ¿Para qué contar los orígenes de algo que, a priori, no tiene necesidad alguna de que nos sea revelado?; ¿Por qué acabar con el misterio o con la posibilidad de dejar volar la imaginación del espectador? La respuesta es sencilla y casi siempre es la misma: por dinero. Cuando el remake o las secuelas ya no dan más de sí, se tira de precuela y vuelta a empezar.
Por eso, cuando se anunció la precuela del clásico de Heston, la mayoría no tenía muchas expectativas puestas en el proyecto, menos aún después del estropicio perpetrado por Burton diez años antes. Y aunque los primeros tráilers hicieron cambiar de opinión a muchos, servidor seguía exceptivo por precaución. Y esa precaución me ha hecho toparme con la primera agradable sorpresa del verano.
Si alguno se preguntaba cómo llegaron los simios a dominar la Tierra y a esclavizar a los humanos, aquí tiene la respuesta. Y como no podía ser de otra forma, el culpable (indirecto) de todo es un humano que responde al nombre de Will Rodman. En su favor hay que decir que su causa es de lo más noble, y que en ningún caso estamos ante el típico científico que juega a ser Dios sino ante uno que intenta encontrar la cura a una enfermedad que le toca muy de cerca.
Will experimenta con un virus llamado ALZ 112, el cual parece ser el resultado definitivo de años y años de estudio. Desgraciadamente, a raíz de un mal entendido, y tras un pequeño accidente con uno de los especímenes, el proyecto se va a tomar viento, y es a partir de ese momento cuando todo toma un nuevo rumbo.
Caesar es el fruto de una simio con la que Will trabajaba, y éste ha heredado los genes de su progenitora mejorados por el ALZ 112. Esto le confiere al pequeño primate una inteligencia fuera de lo común y que se va desarrollando a un ritmo vertiginoso gracias a la convivencia con Will y su padre. Un entorno afable y familiar influye sobremanera en la evolución de Caesar y lo acerca a un comportamiento cada vez más humano. Y esa humanidad impropia de un simio, esa capacidad de razonamiento, le llevarán a una inevitable rebeldía cuando a ojos de los demás, él y su especie no sean más que animales de zoo o, peor aún, meros instrumentos de laboratorio para que los humanas experimenten sin preocuparse de los sentimientos que ellos puedan albergar en su interior.
En ese sentido, la película se toma su tiempo en presentarnos paso a paso la evolución de Caesar, de modo que logremos empatizar con el simio y entendamos mejor el por qué de su rebeldía.
Le vemos por primera vez cuando no es más que un bebé, y poco a poco asistimos a su crecimiento, tanto físico como intelectual. Y en este punto hay que destacar la destreza de Rupert Wyatt, director con una escasa trayectoria cinematográfica, a la hora de narrar el transcurso de los años de forma rápida pero certera. Y que por muy apresurado que nos pueda parecer, es la mejor forma de ir directos al meollo de la cuestión. A destacar, pues, una secuencia en particular que, si bien no es del todo original (si no recuerdo mal, algo muy similar aparecía ya en el Tarzán animado de Disney), sí resulta de lo más funcional y aclaratoria.
A partir de ahí, ya tenemos al Caesar adulto y el que desencadenará todo el embrollo. Veremos cómo y por qué nace esa rebelión contra los humanos, y se responderá a una pregunta que sobrevuela la cabeza de muchos cinéfilos tras ver el tráiler: ¿cómo pueden “cuatro” monos dominar a toda la humanidad? Pues hay una explicación, y muy bien escogida e hilvanada dentro de la trama. Además, ésta queda perfectamente representada durante el inicio de los créditos finales, lo que demuestra que la sutileza y la economía de minutos y medios es un arma muy poderosa para un director que sabe cómo utilizarla. Y creo que a nivel narrativo y visual, Wyatt goza de buenos recursos y mucha pericia.
Los personajes interpretados por Franco, Lithgow y la guapísima Frida Pinto (en un papel bastante irrelevante, todo hay que decirlo) son nuestro enlace emocional con Caesar (básicamente, el principal protagonista), y en contrapunto, están los “malos” de la película, que se sitúan en distintos frentes; desde el chupatintas interesado únicamente en sacar tajada económica con el ALZ 112 hasta el niñato maltratador de animales (dentro del cliché de “carcelero cabrito”) al que le cogemos manía desde el primer instante en que aparece en pantalla (también puede influir en algunos que hasta hace bien poco fuese Draco Malfoy en Harry Potter)
El sentimiento que, de alguna manera, motiva la rebelión de Caesar es simple y llanamente el ansia de libertad, y eso es algo que queda muy bien retratado en el guión. Y es que por mucho que se hayan esforzado en promocionar la película en base a sus efectos digitales (los mismos empleados para Avatar y bla bla bla), estamos ante una película que no los emplea como un fin en sí mismo sino como un medio para desarrollar la historia que nos quiere contar. La calidad de los mismos es, además, de notable. La expresividad de Caesar y esa facilidad con la que logra transmitir sus emociones al espectador es, sin lugar a dudas, una de sus grandes bazas. Probablemente en planos más generales y en temas de fluidez de movimientos aún quede trabajo por hacer, por lo que no estamos ante un CGI perfecto y mucho menos revolucionario. Aún así, funciona y se justifica por sí solo, dado que hubiese sido muy difícil conseguir que un simio real “interpretase” el comportamiento casi humano que muestra Caesar (porque esto no es “Proyecto X”, aunque se le parezca) y un conjutno de primates realizase algunas de las escenas más espectaculares y peligrosas que se llevan a cabo. Otro gallo cantaría si nos encontrásemos de nuevo ante unos simios humanoides, en cuyo caso creo que el maquillaje seguiría siendo perfectamente válido, como bien se demostró en el remake de Burton (que si de algo podía presumir es de tener un apartado técnico y un diseño de producción fabulosos)
Independientemente de lo innecesarios que pudieran ser estos orígenes (atención a guiños tan ocurrentes como el de la Estatua de la Libertad), hay que reconocer que nos encontramos ante un entretenimiento bien facturado y con corazón, y en el que los efectos especiales son tan importantes como la historia, algo de lo que hoy en día poco cine comercial puede presumir.
P.D.1: A tenor de algunas escenas vistas en los tráilers y que no aparecen en la película, y observando, en un momento dado, cierta mirada muy reveladora que Caesar lanza hacia la jaula vacía de una de las simias del refugio, da la impresión que en la sala de montaje se ha quedado lo que podría ser una pequeña “subtrama amorosa” entre ambos simios.
P.D2.: El tema de experimentar con el ADN de los animales para la regeneración de los tejidos del cerebro humano se pudo ver años antes en “Deep Blue Sea”. Demos gracias a que los tiburones no pueden vivir fuera del agua.
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13 comentarios:
Excelente crítica. A raíz del trailer pensé que se trataría de una peli de 30 minutos de exposición de los hechos y 2 horas de explosiones, saltos y ataques de los simios. Menos mal que me equivoqué.
Gracias Álvaro. Creo que muchos pensábamos igual, pero ha resultado ser al revés :)
Saludos ;)
Que tal, debo decir que la primera vez que ví el teaser y luego el trailer también pensé que esta precuela era totalmente innecesaria. A mi me gustó mucho la original, de hecho forma parte de mi colección de películas y la versión de Burton no me desagradó del todo.
No sabía realmente de como iba todo el asunto de esta precuela, y a juzgar por lo visto se me hizo similar a esa película ochentera (que no recuerdo el nombre) donde usan simios para estudiar efectos de radiación en pilotos. El caso es que al menos a mi no me gustaron los efectos, no se, el simio se ve demasiado humanoide (quizás así sea más fácil reconocer los gestos que mencionas) a mi parecer y el resto de simios no. En fin que no me llama la atención esta cinta, pero ya veremos si finalmente y tras leer tu crítica me animo a verla.
Hoy volví a ver por segunda ocasión Capitán América jajajaja, realmente me gustó y debo decir que pensé que iba a ser una película muy hollywoodense, ya sabes el típico héroe americano y patriota, llena de clichés. Pero ahora puedo asegurar que es superior a Thor, en mi opinión personal.
Estaré atento al estreno de esta precuela y si me llego a arriesgar a verla en el cine ya te contaré que tal me pareció ;-)
Esta película demuestra que toda saga tiene la esperanza de un buen título (que no en vano con esta la franquicia ya lleva siete películas y una serie de televisión) y sorprende porque cuando no lo esperaba creo que se ha convertido en una de las sorpresas agradables de este verano. Ahora que la verdadera sorpresa fue el Capitán América, la mejor película Marvel que he visto desde Spiderman (bueno, a ti Pliskeen se que Spiderman pues como que no te va, pero para mi es, fue y sigue siendo un peliculón en su género).
Fucktricio,
La película que comentas la cito en la crítica y se titulaba Proyecto X. Tienen algunos puntos en común (el inicio y el final son parecidos, así como la relación que se establece entre el simio y el humano), aunque la base del argumento y el desarrollo del mismo es distinto.
La humanización del simio protagonista supone el inicio de la evolución de su especie hacia lo que vemos en la película de Charlton Heston. Él sería el primero de esa nueva raza, pero los demás simios de la película no tienen nada que ver con el experimento y por eso no tiene esos rasgos.
La verdad es que no creo que lamentes su visionado. La película está sorprendiendo mucho por aquí, y cuenta también con el beneplácito de la crítica, cosa difícil tratándose de cine comercial.
Chacal,
Lo cierto es que después de tantas secuelas, se hacía raro que a día de hoy una precuela pudiera traerle algo de honra la saga.
Para mi Capitán América también sería la mejor de Marvel. Luego vendrían El Increíble Hulk y Iron Man. Y dentro de las que no ha producido la editorial, me quedo con las de X-men, especialmente la última.
Saludos ;)
Muy buena critica. Me dan deseso de verla. =]
Gracias CiberDVD. Si la ves no te arrepentirás ;)
Esta película se basa en un buen guión, teniendo esto no es difícil hacer una buena película.
Este concepto tan sencillo no parece ser asimilado por los responsables del 99% del cine comercial. Espermos que comiencen a rectificar.
Me ha parecido una muy buena película y tengo ganas de ver la secuela que al parecer ya se está gestando.
Un saludo.
Solo por James Franco ya me apetecería verla aunque un nuevo reboot no me hace gracia. Mi sorpresa es que está gustando contra pronóstico, tanto en USA cómo aquí. Me ha gustado mucho tu crítica, me anima a verla, y mucho
Pd: he subido el trailer de Drive, la última oportunidad para que te convenza Refn.
Un abrazo
Kinski,
Es curioso porque cuando una ve una buena película comercial (donde tampoco hace falta tener un guión brillante, pero sí eficiente), da la sensación que no es tan difícil hacer bien las cosas. Y sin embargo, pocos son los que lo consiguen. Creo que el primer paso para hacer algo potable es no tratar al espectador como un memo.
Emilio,
Realmente es una precuela que se podría entender como reboot si obviamos la explicación de los orígenes de la conquista de los simios que se da en las secuelas de la original (pero no en la original) Y teniendo en cuenta el tema de los viajes en el tiempo y sus paradojas, es bastante plausible, además de que son unos orígenes convincentes y muy bien contados. No tiene nada que ver con lo que hizo Burton.
Y buen, el trailer de Drive pinta muy bien. Borraré todo recuerdo de mi memoria de sus anteriores películas para concederle el beneficio de la duda, pero si a la tercera no va la vencida, le pondré en mi lista negra xD
Saludos ;)
Pues hace meses que no piso un cine, a ver si empiezo de nuevo esta semana. Esta entra aqui en mi tierra el jueves.
Pues es una buena opción para regresar a las salas de cine, aprovechando la calidad de la película y que se está más fresquito en la butaca que en la calle o en casa.
Saludos ;)
¡Peliculón¡¡¡, asi deberian hacerse las peliculas, es decir, con ese compromiso hacia el buenhacer en el cine.
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