La década de los 70 fue un periodo de cierto declive para el cine de vampiros, pese a que hubo diversos intentos, por parte incluso de la mismísima Hammer, de seguir manteniendo vivo a uno de los monstruos más antiguos y míticos del género. Las producciones no solían contar con el beneplácito del público, por lo que poco a poco estas criaturas de la noche fueron perdiendo peso y presencia en la gran pantalla.
A finales de esta década y principios de la siguiente, otro subgénero empezaba a surgir con fuerza. Los slashers protagonizados por psychokillers enmascarados causaban furor entre el público, especialmente entre los adolescentes, y empezaron a proliferar como una alternativa en auge a los monstruos clásicos de toda la vida. Sin embargo, otra criatura, el hombre-lobo, parecía resistirse a los recién llegados, viviendo curiosamente una de sus mejores etapas. Películas como “Aullidos”, “Un hombre lobo americano en Londres”, “Lobos humanos” o “En Compañía de Lobos” revitalizaron la figura de este emblemático monstruo.
Inspirándose un poco en las pautas marcadas por John Landis en su hombre lobo, el hasta entonces guionista Tom Holland decidió escribir una historia de vampiros que él mismo dirigiría. De carácter juvenil y en clave de comedia, “Noche de miedo” aterrizó en las carteleras de 1985 como un soplo de aire fresco que consiguió, sin proponérselo, resucitar el cine de vampiros.
Charlie Brewster, un adolescente fascinado por las películas de terror, empieza sospechar que su nuevo vecino es un vampiro causante, además, de los últimos y extraños asesinatos que han ocurrido en la ciudad. Ante la incredulidad de sus amigos, Charlie intentará desenmascarar al chupa-sangre con la ayuda de Peter Vincent, un antiguo actor de películas de terror y presentador del programa televisivo “Noche de Miedo”.
La cinta empieza con un plano secuencia que nos lleva hasta la habitación de Charlie, lugar de donde proceden las voces que oímos al inicio, y que no son más que las de una película que emiten por televisión y a la que nuestro protagonista y su novia Amy, enfrascados en otros menesteres, no prestan la más mínima atención.
Los arrumacos entre la pareja cesan ante la convicción de ella de mantener intacta su virginidad, lo que lleva a Charlie a tomarse un descanso y a echar una ojeada por la ventana de su dormitorio. Justo en ese instante es cuando presencia la extraña escena que iniciará sus “fantasiosas” sospechas y la que propiciará toda la trama del film.
Con un punto de partida que podría recordarnos a “La ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock, tenemos aquí a alguien que sospecha que uno de sus vecinos es un asesino, pero con la particularidad de que éste es un vampiro y su voyerista vecino un adolescente que quizás haya visto demasiadas películas de terror.
Una escena nocturna que podría quedar en meramente anecdótica pasa a convertirse en una obsesión para Charlie cuando el cadáver de una joven aparece en el tranquilo pueblo de Rancho Corvalis. Atando un par de cabos, el joven llega a la conclusión de que algo fuera de lugar está ocurriendo con Jerry Dandrige, el apuesto inquilino que se ha mudado a la casa de al lado.
Contemplar a su vecino en plena faena será la prueba definitiva que certifique los temores de que es un vampiro, aunque ello implique exponerse a ser su próxima víctima.
Con la intención de desenmascarar al terrible asesino que vive al otro lado del seto, Charlie acudirá a la policía, si bien los resultados no serán los esperados. La falta de pruebas para acusar a Jerry jugarán en su contra, y la credibilidad de su testimonio se verá perjudicada cuando decida revelar la identidad oculta de de su vecino.
Pero no sólo la policía no le cree sino que sus amigos le toman por un loco o un bromista. Es por eso que decidirá acudir al actor y showman Peter Vincent en busca de ayuda.
Holland, que hasta el momento se había dedicado a escribir guiones para otros y casi siempre dentro del género de terror (la excepción sería el film de aventuras familiar “Juego secreto”), decidió dar el salto a la silla de director con una historia propia. Asumiendo también la escritura del libreto, Holland contó con la valiosa colaboración de Richard Edlund, especialista en efectos visuales que había trabajado con anterioridad en la saga Star Wars; en dos películas de Steven Spielberg, “En busca del arca perdida” y “Poltergeist; y un año antes haciéndose cargo de los efectos especiales de “Los Cazafantasmas” y “2010, Odisea dos”.
La labor de Edlund es claramente apreciable a la hora de representar los horrores más escabrosos de la película, como son el aspecto de los vampiros, de rasgos exagerados y bastante desagradables; la destrucción de los mismos o su metamorfosis en otros seres/animales, prestando especial atención a la “regresión” de uno de ellos a su estado humano original y que, aunque no esté al nivel del trabajo de Rick Baker para “Un hombre lobo americano en Londres”, sí es bastante significativa.
Para el apartado musical, se hizo con los servicios de Brad Fiedel, compositor con una destacable trayectoria televisiva y que un año antes había firmado su pieza maestra componiendo la banda sonora de “Terminator” de James Cameron.
Holland y Fiedel se conocían de antes al haber compuesto este último el score de “Psicosis, 2ª parte: el regreso de Norman”, secuela del clásico de Hitchcock que el primero escribió. Aquí su labor es genuinamente ochentera, con mucho sintetizador de por medio y acorde, por tanto con los tiempos que corrían, si bien a la vez resulta muy efectiva especialmente en los momentos de mayor tensión. La banda sonora se complementó con la inclusión de varios temas musicales de entre los que destacarían el “Good Man in a Bad Time” de Ian Hunter y el “Give It Up” de Evelyn 'Champagne' King, que son las dos canciones que suenan mientras Jerry seduce a Amy en la discoteca. Sin olvidarnos tampoco del “Fright Night” de J.Geils Band, tema principal de la película y que supuso uno de las últimas composiciones de esta banda de rock norteamericana que se separaría ese mismo año.
Del reparto habría que hacer especial hincapié en el veterano Roddy McDowall, que se desenvuelve a la perfección en la piel del simpático, a la vez que cobarde, personaje de Peter Vincent, nombre en claro homenaje a Peter Cushing y Vincent Price, dos legendarios rostros del cine de terror clásico; y en un adecuado Chris Sarandon como el pérfido vampiro culpable de los peores pesadillas de Charlie. McDowall, por su parte, ya había participado en otra película escrita por Holland, Curso 1984.
William Ragsdale (Charlie) no lo hace nada mal para ser su primer papel como protagonista, pero a Amanda Bearse (Amy) le falta un poco de chispa para terminar de cautivar al espectador. Aunque el mayor escollo reside en Stephen Geoffreys, el cargante y excesivamente histriónico amigo de Charley.
“Noche de miedo” fue un éxito inesperado, siendo además la segunda película de terror más taquillera del año por detrás de Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy, y dando pie tres años más tarde a una inferior secuela que tuvo también menor aceptación y repercusión.
Con el tiempo, ha pasado a ser toda una película de culto entre los aficionados al género, gracias a sus guiños al mismo (respetuosos en todo momento pese a su tono paródico) y sobre todo a una efectiva mezcla de terror y comedia, en base a una historia original apoyada en unos resultones –pese al reducido presupuesto- efectos especiales.
Hay alguna que otra incongruencia en la historia (SPOILER como el hecho de que Charley, buen aficionado al cine de terror, tenga la necesidad de pedir información acerca de los vampiros a su amigo Ed, cuando se podría dar por sentado que esos mismos conocimientos él ya los posee FIN SPOILER), algún que otro personaje poco aprovechado (la madre de Charley, que desaparece en el segundo acto) y algunas dudas acerca del origen y las características de los personajes que no quedan resueltas (SPOILER ¿por qué Jerry se convierte en el clásico murciélago y Ed en un lobo?, ¿Por qué el aspecto de la Amy y el Ed vampirizados difiere tanto del de Jerry?, ¿Qué tipo de criatura es Billy, el servicial ayudante de Jerry, si muere como un vampiro –con una estaca clavada en el corazón-pero no lo es porque su sangre es verde y no le afecta la luz del día? FIN SPOILER), pero son faltas menores que no empañan lo que es, a todos luces, un claro ejemplo de simpática y amena serie B.
Gracias a esta película, el vampiro resurgió de sus cenizas y llegaron a los cines de los ochenta títulos como “Jóvenes Ocultos”, “Mordiscos Peligrosos” o “Los viajeros de la noche”.
Holland siguió vinculado al cine de terror como guionista y director, dejando para el recuerdo otra pieza de culto del género, “Muñeco diabólico”, justo el año en que se estrenaba la secuela de su ópera prima.
Y como en la actualidad la moda del remake no se detiene ante nada ni nadie, en el 2011 nos espera una nueva versión de “Noche de miedo”, la cual, de momento, cuenta con, al menos, un reparto de lo más interesante. Que luego el resultado acompañe o no ya es otra cosa.
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A finales de esta década y principios de la siguiente, otro subgénero empezaba a surgir con fuerza. Los slashers protagonizados por psychokillers enmascarados causaban furor entre el público, especialmente entre los adolescentes, y empezaron a proliferar como una alternativa en auge a los monstruos clásicos de toda la vida. Sin embargo, otra criatura, el hombre-lobo, parecía resistirse a los recién llegados, viviendo curiosamente una de sus mejores etapas. Películas como “Aullidos”, “Un hombre lobo americano en Londres”, “Lobos humanos” o “En Compañía de Lobos” revitalizaron la figura de este emblemático monstruo.
Inspirándose un poco en las pautas marcadas por John Landis en su hombre lobo, el hasta entonces guionista Tom Holland decidió escribir una historia de vampiros que él mismo dirigiría. De carácter juvenil y en clave de comedia, “Noche de miedo” aterrizó en las carteleras de 1985 como un soplo de aire fresco que consiguió, sin proponérselo, resucitar el cine de vampiros.
Charlie Brewster, un adolescente fascinado por las películas de terror, empieza sospechar que su nuevo vecino es un vampiro causante, además, de los últimos y extraños asesinatos que han ocurrido en la ciudad. Ante la incredulidad de sus amigos, Charlie intentará desenmascarar al chupa-sangre con la ayuda de Peter Vincent, un antiguo actor de películas de terror y presentador del programa televisivo “Noche de Miedo”.
La cinta empieza con un plano secuencia que nos lleva hasta la habitación de Charlie, lugar de donde proceden las voces que oímos al inicio, y que no son más que las de una película que emiten por televisión y a la que nuestro protagonista y su novia Amy, enfrascados en otros menesteres, no prestan la más mínima atención.
Los arrumacos entre la pareja cesan ante la convicción de ella de mantener intacta su virginidad, lo que lleva a Charlie a tomarse un descanso y a echar una ojeada por la ventana de su dormitorio. Justo en ese instante es cuando presencia la extraña escena que iniciará sus “fantasiosas” sospechas y la que propiciará toda la trama del film.
Con un punto de partida que podría recordarnos a “La ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock, tenemos aquí a alguien que sospecha que uno de sus vecinos es un asesino, pero con la particularidad de que éste es un vampiro y su voyerista vecino un adolescente que quizás haya visto demasiadas películas de terror.
Una escena nocturna que podría quedar en meramente anecdótica pasa a convertirse en una obsesión para Charlie cuando el cadáver de una joven aparece en el tranquilo pueblo de Rancho Corvalis. Atando un par de cabos, el joven llega a la conclusión de que algo fuera de lugar está ocurriendo con Jerry Dandrige, el apuesto inquilino que se ha mudado a la casa de al lado.
Contemplar a su vecino en plena faena será la prueba definitiva que certifique los temores de que es un vampiro, aunque ello implique exponerse a ser su próxima víctima.
Con la intención de desenmascarar al terrible asesino que vive al otro lado del seto, Charlie acudirá a la policía, si bien los resultados no serán los esperados. La falta de pruebas para acusar a Jerry jugarán en su contra, y la credibilidad de su testimonio se verá perjudicada cuando decida revelar la identidad oculta de de su vecino.
Pero no sólo la policía no le cree sino que sus amigos le toman por un loco o un bromista. Es por eso que decidirá acudir al actor y showman Peter Vincent en busca de ayuda.
Holland, que hasta el momento se había dedicado a escribir guiones para otros y casi siempre dentro del género de terror (la excepción sería el film de aventuras familiar “Juego secreto”), decidió dar el salto a la silla de director con una historia propia. Asumiendo también la escritura del libreto, Holland contó con la valiosa colaboración de Richard Edlund, especialista en efectos visuales que había trabajado con anterioridad en la saga Star Wars; en dos películas de Steven Spielberg, “En busca del arca perdida” y “Poltergeist; y un año antes haciéndose cargo de los efectos especiales de “Los Cazafantasmas” y “2010, Odisea dos”.
La labor de Edlund es claramente apreciable a la hora de representar los horrores más escabrosos de la película, como son el aspecto de los vampiros, de rasgos exagerados y bastante desagradables; la destrucción de los mismos o su metamorfosis en otros seres/animales, prestando especial atención a la “regresión” de uno de ellos a su estado humano original y que, aunque no esté al nivel del trabajo de Rick Baker para “Un hombre lobo americano en Londres”, sí es bastante significativa.
Para el apartado musical, se hizo con los servicios de Brad Fiedel, compositor con una destacable trayectoria televisiva y que un año antes había firmado su pieza maestra componiendo la banda sonora de “Terminator” de James Cameron.
Holland y Fiedel se conocían de antes al haber compuesto este último el score de “Psicosis, 2ª parte: el regreso de Norman”, secuela del clásico de Hitchcock que el primero escribió. Aquí su labor es genuinamente ochentera, con mucho sintetizador de por medio y acorde, por tanto con los tiempos que corrían, si bien a la vez resulta muy efectiva especialmente en los momentos de mayor tensión. La banda sonora se complementó con la inclusión de varios temas musicales de entre los que destacarían el “Good Man in a Bad Time” de Ian Hunter y el “Give It Up” de Evelyn 'Champagne' King, que son las dos canciones que suenan mientras Jerry seduce a Amy en la discoteca. Sin olvidarnos tampoco del “Fright Night” de J.Geils Band, tema principal de la película y que supuso uno de las últimas composiciones de esta banda de rock norteamericana que se separaría ese mismo año.
Del reparto habría que hacer especial hincapié en el veterano Roddy McDowall, que se desenvuelve a la perfección en la piel del simpático, a la vez que cobarde, personaje de Peter Vincent, nombre en claro homenaje a Peter Cushing y Vincent Price, dos legendarios rostros del cine de terror clásico; y en un adecuado Chris Sarandon como el pérfido vampiro culpable de los peores pesadillas de Charlie. McDowall, por su parte, ya había participado en otra película escrita por Holland, Curso 1984.
William Ragsdale (Charlie) no lo hace nada mal para ser su primer papel como protagonista, pero a Amanda Bearse (Amy) le falta un poco de chispa para terminar de cautivar al espectador. Aunque el mayor escollo reside en Stephen Geoffreys, el cargante y excesivamente histriónico amigo de Charley.
“Noche de miedo” fue un éxito inesperado, siendo además la segunda película de terror más taquillera del año por detrás de Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy, y dando pie tres años más tarde a una inferior secuela que tuvo también menor aceptación y repercusión.
Con el tiempo, ha pasado a ser toda una película de culto entre los aficionados al género, gracias a sus guiños al mismo (respetuosos en todo momento pese a su tono paródico) y sobre todo a una efectiva mezcla de terror y comedia, en base a una historia original apoyada en unos resultones –pese al reducido presupuesto- efectos especiales.
Hay alguna que otra incongruencia en la historia (SPOILER como el hecho de que Charley, buen aficionado al cine de terror, tenga la necesidad de pedir información acerca de los vampiros a su amigo Ed, cuando se podría dar por sentado que esos mismos conocimientos él ya los posee FIN SPOILER), algún que otro personaje poco aprovechado (la madre de Charley, que desaparece en el segundo acto) y algunas dudas acerca del origen y las características de los personajes que no quedan resueltas (SPOILER ¿por qué Jerry se convierte en el clásico murciélago y Ed en un lobo?, ¿Por qué el aspecto de la Amy y el Ed vampirizados difiere tanto del de Jerry?, ¿Qué tipo de criatura es Billy, el servicial ayudante de Jerry, si muere como un vampiro –con una estaca clavada en el corazón-pero no lo es porque su sangre es verde y no le afecta la luz del día? FIN SPOILER), pero son faltas menores que no empañan lo que es, a todos luces, un claro ejemplo de simpática y amena serie B.
Gracias a esta película, el vampiro resurgió de sus cenizas y llegaron a los cines de los ochenta títulos como “Jóvenes Ocultos”, “Mordiscos Peligrosos” o “Los viajeros de la noche”.
Holland siguió vinculado al cine de terror como guionista y director, dejando para el recuerdo otra pieza de culto del género, “Muñeco diabólico”, justo el año en que se estrenaba la secuela de su ópera prima.
Y como en la actualidad la moda del remake no se detiene ante nada ni nadie, en el 2011 nos espera una nueva versión de “Noche de miedo”, la cual, de momento, cuenta con, al menos, un reparto de lo más interesante. Que luego el resultado acompañe o no ya es otra cosa.