Desde el abrumador éxito de “El señor de los anillos” (Oscars incluidos), son varios los estudios que han apostado por las producciones fantásticas de corte juvenil y/o infantil (aunque la obra de Tolkien quizás fuese más adulta de lo que aparenta), en un intento de repetir el logro –cinematográfico y taquillero- alcanzado por Peter Jackson. Desgraciadamente, ese potencial filón que los avispados productores encontraron se ha saldado con una abultada cantidad de películas mayormente decepciones y que en ningún caso han conseguido superar, igualar o tan siquiera acercarse al nivel de su mayor exponente en ésta década. Tan sólo el joven mago de J.K. Rowlin ha reventado las taquillas de medio mundo, y su alargada sombra parece perseguir y aplastar al resto de sus competidores.
Pero no siempre un decepcionante resultado económico se debe a la baja calidad de la cinta en cuestión. Sin ir más lejos, el excelente trabajo realizado en “Stardust” no se vio recompensado con una buena taquilla, sino más bien todo lo contrario. Otras, en cambio, fueron dignas merecedoras de ser un fracaso, como la mediocre Los Seis Signos de la Luz, que se saldó con terribles críticas (no era para menos), o la fallida La Brújula Dorada, que aunque quizás no fuera tan horrible como algunos la pintaron, fue uno de los fracasos más sonados del 2007, “provocando” que la New Line Cinema se fuera a pique. Algo similar al descalabro económico que supuso “La isla de las cabezas cortadas” para Carolco Pictures.
Las Crónicas de Narnia: El León, la Bruja y el Armario llenó las arcas de la Walt Disney, pero sus críticas fueron tan dispares que el público ya no picó con la secuela. Eso sí, gracias –es un decir- a otro estudio, la Fox, la saga no se quedará descolgada como le ha pasado a sus semejantes, y seguramente tendrá tercera entrega para regocijo de sus fans.
Otras producciones, más pequeñas y modestas en recursos e intenciones, han pasado más bien desapercibidas entre el público. Es el caso de Un Puente hacia Terabithia o Las Crónicas de Spiderwick, pequeñas películas algo más estimables (dentro de lo gastado que está el género) pero que no han tenido mucha repercusión.
Corazón de tinta (Inkheart) no tiene unas grandes pretensiones, pero ha costado 60 millones de dólares y de momento el público no parece lo suficientemente entusiasmado con el resultado, como para que la inversión resulte rentable.
La película está dirigida por Iain Softley (La llave del mal, K-Pax), y adapta la novela de mismo título escrita por Cornelia Funke, que fue un éxito inmediato cuando se publicó en 2003. Esta es la primera de una trilogía compuesta por un segundo libro titulado Sangre de tinta y un tercero, Muerte de Tinta. Desgraciadamente, si la carrera comercial de esta primera adaptación no mejora, me da a mí que las otras dos se quedarán sin su versión en pantalla.
La cinta nos cuenta la historia de Mortimer "Mo" Folchart (Brendan Fraser) y su hija de 12 años Meggie (Eliza Hope Bennett). Ambos comparten una gran pasión por la literatura, pero lo que la niña desconoce es que su padre tiene el don de hacer que los personajes de los libros cobren vida con sólo leer en voz alta. Pero no todo es tan bonito como suena, y por cada personaje de un libro que se trae a la vida, una persona real debe ocupar su lugar.
Tiempo atrás y sin conocer aún que poseía ese don, Mo trajo a nuestro mundo a unos malvados seres de fantasía, y su llegada significó la desaparición de su amada esposa.
Tras años de insatisfactoria búsqueda, por fin Mo ha logrado encontrar “Corazón de tinta“, el libro que leyó nueve años atrás y con el que podrá recuperar a la madre de Meggie. Desgraciadamente, Capricornio (Andy Serkis), el malvado villano que surgió de ese cuento, anda detrás de sus pasos y con unos intereses más perversos para con el libro. Mo, Meggie y un variopinto grupo de aliados, tanto reales como imaginarios, harán frente a Capricornio y a sus secuaces en una lucha repleta de seres mágicos.
Si películas como “Ed Wood” o “Cinema Paradiso” son cine dentro de cine, la novela “Corazón de tinta” es literatura dentro de literatura. A los personajes de la historia les gusta la lectura, por lo que la cantidad de referencias a otras novelas y cuentos es abultada. De hecho, podríamos considerar la obra de Cornelia Funke un cariñoso homenaje a la literatura fantástica. Y todo mediante el don de Mo, el personaje que aquí interpreta Brendan Fraser.
Desgraciadamente, pienso que a ese don se le podía haber sacado mucho más partido. Las posibilidades que ofrece el hecho de que los personajes u objetos de los cuentos puedan cobrar vida en el mundo real, es algo que da mucho juego, pero la película -y supongo que si es fiel, también la novela- no lo explota debidamente.
Algunas referencias son meramente anecdóticas o intrascendentes, mientras que gran parte de la atención se la lleva un único libro, El Maravilloso Mago de Oz, de L. Frank Baum (cuya adaptación musical, la de Victor Fleming, me encanta, dicho sea de paso). Es el libro al que más partido se le saca, pero quizás resulta demasiado reiterativo incidir siempre en sus páginas. Eso sí, el motivo de que sea este libro y no otro u otros, tiene por lo menos su justificación (SPOILER era el preferido de la madre de Meggie FIN SPOILER)
Otro problema es que los personajes no tengan una mayor consistencia o no estén lo aprovechados que debiera. Uno de los imaginarios, Farid, proviene de Las Mil y una Noches, pero su participación en la trama es tan trivial, que resulta de lo más prescindible. El personaje de la tía Elinor, interpretado Helen Mirren, tiene sus momentos, pero tampoco da mucho de sí. Y la madre de Meggie queda relegada al mero macguffin. Ella es el motivo que impulsa a los personajes a la acción, pero no es partícipe de ella. Es la mujer en apuros, y no hace nada más.
Por tanto, el foco de atención lo centran Mo, Maggie y Dustfinger (Paul Bettany), siendo el más interesante este el último por su ambigüedad, en el sentido de que pertenece a un bando o a otro según convenga. Esa dualidad lo convierte en el personaje más destacado e imprevisible, dentro de lo previsible que resulta todo. Es un tipo atormentado por la desgracia que le supone vivir alejado de su hogar; es un cobarde y un egoísta, que sólo piensa en sí mismo. Dustfinger además, se beneficia de la más que correcta interpretación de Bettany, que destaca un poco por encima del resto del reparto.
Brandan Fraser ya se está acostumbrando a este tipo de producciones infantiles y fantásticas, así que no le cuesta nada desenvolverse en el rol de padre aventurero. Gracias a Dios, esta vez se ahorra las payasadas a las que a veces recurre, y compone un personaje un poco más mesurado.
Quien pierde un poco el norte es Andy Serkis. Completamente histriónico y paródico en su actuación. Quizás es lo que pedía un villano de cuento y el actor lo haga aposta, pero su personaje está tan infantilizado, que en ningún momento supone un enemigo realmente amenazador. Juega con la ventaja del rehén, pero es más un malhechor de tres al cuarto.
El resto del reparto cumple correctamente con su labor. Eliza Bennett (Meggie) no resulta repelente ni odiosa, como ocurre a veces con los jóvenes protagonistas de este tipo de cintas. Y he llegado a la conclusión personal (muy personal), que son las niñas las que mejor componen este tipo de personajes. Me lo demostraron Abigail Breslin en “La isla de Nim”, AnnaSophia Robb en “Un puente hacia Terabithia” y Saoirse Ronan en “City of Ember”, por ejemplo. En cambio, sus homónimos masculinos me suelen sacar de quicio. Pero ya digo, que esto es una cuestión muy subjetiva.
La película podría haber sido mucho más imaginativa y desprender más magia de la que hace gala. Se hace entretenida, aunque empieza de forma un tanto apresurada, pierde un poco de fuelle hacia la mitad y recupera el ritmo en su tramo final. Precisamente, sus últimos 15-20 min. son los mejores y más intensos. No sólo porque haya un mayor y más espectacular despliegue de efectos especiales, sino porque también son los más emocionantes. Y emoción es precisamente de lo que carece el resto.
Corazón de tinta (Inkheart) es un correcto y blando entretenimiento familiar que probablemente entusiasme más a los peques que a los mayores. Y es que nada me quita esa sensación de que podía haber dado mucho más de sí; que el argumento ofrecía mayores posibilidades y caminos que explorar (quizás eso ocurra en las secuelas novelísticas).
Pedirle poco y/o llevarse a los críos, es la mejor manera de disfrutarla. Hace que añores tiempos mejores para la fantasía, pero agradeces que su resultado vaya acorde con sus pretensiones (ni muy arriba ni muy debajo de la media)
P.D.: Mención final al cuasi insignificante cameo de Jennifer Connelly, que hace de esposa de Dustfinger/Paul Bettany, su marido en la vida real.
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